Hay una devoción que une a personajes tan disímiles como Mike Tyson y la reina británica, Isabel II. Y también a miles de fanáticos en toda la Argentina, que compiten casi todos los fines de semana en una actividad muy particular, que parece insólita en tiempos de redes sociales y revolución tecnológica. La colombofilia, es decir, la afición por criar y entrenar palomas mensajeras, es una auténtica pasión de multitudes desde hace mucho tiempo y congrega a aficionados de todo el país, donde se estipula que hay más de 250 mil ejemplares y casi 3 mil criadores.
"La colombofilia es la afición por las palomas. 'Colombo' es paloma en latín y 'filia', afición. Pero no se trata de cualquier paloma, sino de la paloma mensajera de carrera, que es una raza especial. No es la paloma de plaza que uno está acostumbrado a ver. Se trata de una raza que históricamente existió. Hay incluso comentarios sobre esta paloma en la Biblia, después en la Edad Media y luego ya se conoce más su actividad en conflictos bélicos o con fines simplemente de comunicación", le explica a Infobae Federico Arias, colombófilo de la localidad de Río Ceballos, Córdoba, y representante de la Federación Colombófila Argentina.
Consideradas como uno de los medios de comunicación más antiguos —algunos registros hablan de su importante rol desde la Grecia clásica— con el avance de las telecomunicaciones el uso de las palomas mensajeras fue disminuyendo y en la actualidad, pese a que los ejércitos de distintos países conservan la costumbre de tener palomares, se destacan por su uso deportivo.
La historia está llena de palomas mensajeras célebres. Algunas, incluso, fueron reconocidas por su rol con los años, como la célebre Paddy, el "soldado" alado que regresó al Reino Unido con información clave sobre la evolución de la llegada de las tropas aliadas a las costas francesas en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial. Otras han ayudado en catástrofes o crisis humanitarias y lo siguen haciendo.
"Las palomas siempre han estado presentes. Pero la raza actual es producto de algunos cruzamientos de algunas de esas viejas líneas de palomas mensajeras que surgieron en Bélgica a principios del siglo XIX. Y el resultado de esos cruzamientos dio con el tiempo una paloma aerodinámicamente bien formada, muy veloz, muy resistente", agrega Arias.
En competencia, las palomas mensajeras alcanzan velocidades que van desde los 80 hasta los 120 kilómetros por hora.
Pese a las creencias populares, la virtud que tienen estos ejemplares radica en la buena orientación que tienen para regresar a su lugar de origen.
"El común de la gente piensa que a la paloma mensajera uno la envía hacia donde uno quiere. Como si le dijera 'entregá este sobre en la redacción de Infobae a tal persona'. Y no es así, la paloma lo que hace es siempre volver al lugar donde fue criada desde chiquita. Entre los 30 y 50 días de edad es cuando fijan morada", resume el colombófilo.
De acuerdo a las cifras de la Federación, la entidad que se encarga de controlar y llevar adelante el Registro Nacional de Desarrollo y Potencial Colombófilo que provee las matrículas en forma de anillo para las palomas mensajeras de carrera de todo el país, se "anillan" en el país 120 mil pichones por año. Además, la organización cuenta con 135 asociaciones inscriptas, desde Tierra del Fuego hasta Jujuy.
Las palomas deben ser anilladas a los 7 días de vida, que es cuando ya tienen bien formadas las patas. Ese anillo es una suerte de documento de identidad de cada ejemplar, que sirve luego para participar de las competencias y también para la realización de distintos controles sanitarios.
Para mantener este tipo de palomas el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) exige a los criadores una vacunación obligatoria al año más la aplicación de otros productos preventivos.
PASIÓN MUNDIAL
Según los expertos, la práctica de la colombofilia en el país se registra desde 1886. Y congrega a miles de personas, que se reúnen todos los fines de semana a practicar este deporte. La temporada de competencias acaba de comenzar y generalmente tienen lugar, por las condiciones climáticas, entre junio y noviembre.
Alberto Díaz De Tuesta, un colombófilo que reside en la localidad de Pacheco, en el Gran Buenos Aires, se prepara para una competencia que tendrá lugar este domingo. Contento, le cuenta a Infobae que ya tiene todo listo.
"Esto es una pasión que no se puede explicar", asegura, con una sonrisa De Tuesta, que es panadero y practica esta actividad desde fines de los años '60. Como ocurre con varios fanáticos de las palomas mensajeras, heredó la pasión de su padre.
"La emoción que se siente cuando llegan es única, no se compara con nada", asegura y se le escapa alguna lágrima al recordar algunos de sus logros deportivos.
Entre los colombófilos más conocidos, en la Argentina está el periodista César Mascetti, que tiene un importante palomar en su finca de la localidad bonaerense de San Pedro.
Pero la pasión por las palomas mensajeras es mundial: uno de los colombófilos más destacados es el boxeador Mike Tyson, que llegó a mostrar sus ejemplares en un programa de televisión del canal internacional Animal Planet que lo tuvo como protagonista.
Allí, el deportista, que en otros momentos se lució aguerrido arriba del ring, mostró una faceta distinta. En algunas tomas se lo pudo observar silencioso, mirando hipnotizado el vuelo de un grupo de palomas o tomando a algún ejemplar entre sus manos.
Otra colombófila célebre es la reina británica Isabel II. Amante en general de los animales, tiene un inmenso palomar con más de 200 ejemplares en su residencia de Sandringham, del condado de Norfolk. Además, la monarca es titular de la Asociación Real de Racing Pigeon (carreras de palomas) y en diversas ocasiones sus ejemplares ganaron competencias en su país.
CÓMO SON LOS CONCURSOS
El momento de mayor excitación para los colombófilos llega cuando tienen lugar las competencias.
"Por lo general se trasladan palomas de distintos palomares hacia un punto común, ahí se las pone en libertad y cada una obviamente regresa a su palomar. Como está establecida la distancia de cada uno, del lugar de suelta hasta el palomar, y el tiempo empleado de cada uno, se establecen las velocidades promedio. En base a esas velocidades se establecen las clasificaciones de los concursos", explica Arias.
Como en cualquier carrera, ganan los más veloces. Para medir esto, los animales tienen un chip en una de sus patas y los palomares cuentan con una suerte de lector que detecta cuándo fue llegando cada uno.
"Como en la caja de un supermercado", bromea Arias y agrega: "Normalmente las competencias pueden ir desde los 200 hasta los mil kilómetros de distancia. Hay palomas que vuelan menos kilómetros, hay palomas que vuelan más. Obviamente se busca que las que compiten tengan una distancia relativamente homogénea pero de por sí los palomares no están uno al lado del otro. Entonces a veces sucede que la que llega primero a la zona no es la más veloz porque lo que se mira es la velocidad promedio", aclara el experto.
Se acerca el fin de semana y en el palomar de Alberto Díaz De Tuesta, con más de 150 palomas, desde pichones hasta reproductoras, todos colocados prolijamente en sus lugares, reina la calma.
Por la mañana, el colombófilo hizo volar a sus ejemplares, pero a la tarde prefiere que descansen. Faltan pocas horas para que un camión pase a buscarlos para trasladarlos para participar de tres competencias. Después, llegará el ritual de casi todos los domingos: esperar con ansiedad la hora de largada, tomar mate y mirar al cielo hasta que sus palomas vuelvan.
Video y fotos: Lihue Althabe
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