Por Paule Decrop
¿Qué hacer frente al horror? ¿Cuáles son las señales de alarma para los padres? ¿Qué sucede con los niños abusados por sus progenitores? ¿Cuál es el goce de los victimarios?
María Cecilia López ejerce desde hace 25 años la práctica clínica con niñas, niños y adolescentes víctimas de abusos sexuales. Es supervisora y capacitadora reconocida en Argentina y en el extranjero. Dicta cursos, seminarios, talleres y conferencias en diferentes ciudades de Argentina, Chile y México. Colaboró en el curso de capacitación para profesionales de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de México por el Fondo de las Naciones Unidas y la Unicef.
Autora de varios libros sobre la temática de abuso sexual en la infancia, escribió uno de las primeras obras testimoniales en Latinoamérica: La búsqueda de la espada mágica, historia real de un largo silencio (2005). Luego siguieron: Cómo prevenirlo, cómo detectarlo (2010); Los juegos en la detección del abuso sexual infantil (2016) y La entrevista psicológica a niñas y niños víctimas de abusos sexuales (2017).
-¿Por cuáles motivos se enfocó en esta lucha?
-La vida me fue llevando ahí, porque en las carreras de Psicología no hay una materia que trate del abuso sexual contra la infancia (no lo llamamos más como abuso infantil, porque de infantil no tiene nada, sino abuso sexual contra la infancia). Y hace 30 años (1985), cuando me recibí, porque era todavía un tema tabú, entonces ni siquiera se lo nombraba en la educación psicológica especializada en la infancia. En mi residencia atendí en un hogar religioso de niñas entre 7 y 14 años que habían sido prostituidas. En este hogar tenía una paciente de 9 años que esculpió en la arcilla una magnífica escultura, dejándome entrever la historia de su entrega por su madre y su abuela a señores del barrio. Se la había diagnosticado como oligofrénica (mecanismo de defensa de esta niña que se hacía pasar por tonta para escapar a la atrocidad de su realidad). Y cuando transmití este caso a mis supervisores no tuve acompañamiento.
-¿Qué hizo, entonces?
-No tenía herramienta en este momento, ni me encontré con profesores y profesionales que me pudieran aconsejar. Por lo que intuitivamente me ayudé con arte terapia, diálogos e intervenciones enfocadas en el humor con esta niña. Luego me recibí y empecé a trabajar en instituciones privadas.
-¿Cuáles fueron sus primeros pacientes?
-Mis dos primeras pacientes fueron dos niñas de 5 y 6 años, abusadas sexualmente, la madre no se hacía cargo, por lo que tuve que hacer la denuncia penal personalmente. A los 26 años, recién recibida, sufrí amenazas de muerte del abusador y todo el sistema judicial cerrándome las puertas. Ante las dos niñas de clase media alta que me pedían ayuda a gritos en el consultorio, seguía buscando ayuda con supervisores (de mucha trayectoria y reconocimiento profesional) que me aconsejaron derivarlas a atención hospitalaria y alejarme de esta situación.
-¿Por qué alejarse?
-Me pronosticaron que, entre los múltiples peligros por involucrarme, se me podía denunciar penalmente y retirar mi título. Los pocos servicios hospitalarios que atendían temas de abusos sexuales en la infancia, en aquel momento, no acordaban demasiada atención en los niños víctimas de la violación, ni trabajaban con mi ética. Por lo que me involucré y no me sacaron el título. Comprendiendo la dificultad inmensa para el niño abusado para expresar su vivencia, acumulé en mi consultorio multitud de juguetes y peluches, como por ejemplo serpientes de distintos tamaños, que resultan útiles para alertar en caso de abusos múltiples dentro de la familia.
Los progenitores abusadores son un tabú social, nadie puede aceptar que un padre abandone su rol y se transforme en abusador de sus hijos
-¿Qué la hizo volcarse casi a luchar por esta causa?
-Un enorme estímulo para dedicarme a militar por esta causa fue el amor que me dieron las niñas que atendía, porque no las trataba con lástima o con miserabilismo, y me dieron un formidable aprendizaje, juntos con sus familias, ajeno en la academia. Ellas fueron mis más grandes maestros y mucho más que un post grado, instruyéndome en las distintas técnicas para empoderarse. Así como pude contar con colegas y maestras como Gioconda Batres en Costa Rica, Eva Giberti y Hilda Marchiori en Argentina. Me empezaron a llegar muchas niñas, niños, adolescentes y adultos que habían sido abusados. En la academia, en el post grado, revisábamos los más ilustres teóricos y psicólogos sin jamás nombrar el abuso sexual en la infancia. Actualmente, atiendo psicólogos cursando post grado de psicoanálisis para la atención de los derechos de la niña, el niño y los adolescentes, desamparados ante esta situación sobre casos que se les presentan en sus consultorios.
-¿Qué diferencias percibe que existen entre un abuso intrafamiliar y un abuso extra familiar?
-El abuso sexual extra familiar es el más fácil a diagnosticar, el que se denuncia más fácilmente y que es atendido por la justicia. El abuso intrafamiliar es el más dañino, el más complejo a diagnosticar, con infinitas dificultades en la familia y padece una sordera del aparto judicial. Los progenitores abusadores son un tabú social, nadie puede aceptar que un padre abandone su rol de padre y se transforme en progenitor abusador de sus hijos. Se entiende que el abusador no tiene un goce genital sino un goce de abuso de poder. Se remite a una forma de feminicidio, transfiriendo la violencia y la destrucción contra la mujer hacia sus hijos. En estos casos, es muy raro que la justicia crea en la palabra del niño y de la psicóloga que lo atiende, de mil casos denunciados uno solo es condenado. Es una tortura para el niño y para la madre (N de R: el género de los agresores es de un 89 % masculino y solamente 7 % de los agresores son de género femenino).
2 millones de niños abusados por año en América Latina. Un promedio de 228 abusos por hora, 4 por minuto y uno cada 15 segundos
-¿Qué consecuencias tiene el abuso en la sociedad?
-Las cifras dadas por UNICEF son de 2 millones de niños abusados por año en América Latina. Un promedio de 228 abusos por hora, 4 por minuto y uno cada 15 segundos. En la Argentina, las estadísticas del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos indican que en la Ciudad de Buenos Aires un menor es abusado cada 16 horas. Actualmente se está viviendo una pandemia, no creo que solamente estamos ante una proliferación de denuncias, porque por fin se lo empieza a considerar, sino que existen más abusos que antes.
-¿Qué clase de abusos se sumaron?
-Distintas clases de abuso: virtuales con el grooming, la invasión de la pornografía en las pantallas que violentan los niños en sus hogares o donde se conectan y, finalmente, hasta el abuso sexual entre los niños en los espacios escolares.
Los niños abusados desarrollan una pérdida de fe en la sociedad, una infelicidad, que resultan en un descompromiso con la política y la construcción ciudadana
-¿Qué consecuencias trae esto?
-Las consecuencias que se imprimen en la sociedad son secuelas de odio, de ira, de una total desconfianza aun en su futura pareja décadas después y, por supuesto, en todos los demás, en las instituciones y en la protección del Estado. Desarrollan un desinterés, una pérdida de fe en la sociedad, una infelicidad, que resultan en un descompromiso con la política y la construcción ciudadana. A todo esto debemos agregar la enorme diferencia entre un niño que podrá ser atendido psicológicamente y aquellos -más de la mitad de las víctimas- que no lo denuncian, no lo mencionan jamás a nadie, por lo tanto no confiarán en un psicólogo. Y, aunque haya pasado décadas, los recuerdos seguirán irrumpiendo en su mente. Las consecuencias son muchas y no las podrán borrar, esto lleva al gran consumo de psicofármacos, a la droga y al alcohol.
-¿Se trabaja sobre el consuno de psicofármacos, alcohol y drogas?
-Quisiera mencionar la iniciativa en los Valles Calchaquíes contra el abuso sexual, ayudado por la Unicef, en el programa "Hablemos de lo que no se habla". Se generó a partir de las mujeres de las comunidades originarias que, ante el consumo del alcohol de sus hijas e hijos adolescentes, indagaron hasta encontrar el denominador común entre ellos que era el abuso sexual en la comunidad. Se enfrentaron a todas las dificultades que comprendía el abuso sexual intrafamiliar y, a veces, con figuras poderosas de la organización de la comunidad.
-Problema que se replica en toda la sociedad…
-Sí. Tenemos este problema también en nuestra sociedad occidental con una sociedad dopada y el consumo alcohólico, quienes en el 90% de los casos remontarían al abuso sexual en la infancia. El abuso sexual en la infancia es un problema que atraviesa todas las clases sociales.
-¿Por qué el Estado debe atender a las víctimas del abuso? En este sentido, ¿cómo lo tendría que hacer?
-Por el peligro que representa para la sociedad no atender a niños tan profundamente atacados, quienes no pudieron elaborar sus vivencias con psicólogos o contenciones familiares, probablemente formarán parte de personas con ira, con una inmensa violencia no canalizada, una depresión suicida y un rencor hacia la sociedad en general. Tengo pacientes que fueron violados durante más de 10 años, con penetración física además de las violaciones orales, manoseos y abusos emocionales. Estos niños juntan un elevado nivel de odio y parece que el Estado no lo atiende. Además debemos comprender los mecanismos de negación y amnesia del trauma que tornan aún más complejas las conductas de la persona en el futuro. Algunos que no pudieron expresarlo y tratarlo pueden llegar a repetir la práctica de abuso a otros niños, reconduciendo este flagelo. Es muy complejo desentrañarlo, no hay estudios al respecto para poder científicamente cercenar la amplitud del problema y todas sus ramificaciones.
Debemos comprender los mecanismos de negación y amnesia del trauma que tornan aún más complejas las conductas de la persona en el futuro
-¿Cómo definiría su trabajo entre 2003/2015? ¿Sintió que le ha faltado alguna herramienta para desempeñarse mejor o está satisfecha de los progresos durante ese periodo?
-En 2003 empecé a publicar libros sobre esta situación y comprometerme aún más. También fue cuando empecé a recibir muchos más pacientes. Por otro lado, entonces se destacaba la ausencia de recursos en Argentina a nivel Estatal. En los centros hospitalarios no existen espacios especializados donde llevar a estas víctimas, ni recursos destinados en esta temática. Al contrario, en Chile, el Estado otorga espacios especializados (hospitalarios, seminarios y estudios) y recursos económicos para los profesionales formados puntualmente para atenderlos. Aquí, en Argentina, durante los tres gobiernos entre 2003 y 2015 y también el actual gobierno, estamos muy solos ante este flagelo. Por lo que he sido llamada muchas veces en Chile para trabajar, enseñar y supervisar. Aquí no se valora nuestro trabajo, no se nos paga y seguimos militando a pulmón, remando en contra de muchas cosas.
-Dada su experiencia, ¿cómo percibe que se posicionó históricamente el Estado y cómo lo hizo entre 2003 y 2015?
-Lo que percibo es que a partir de entonces se empezó a nombrarlo y a hablarlo pero sigue hasta ahí. Cuando acudo a un juicio oral (que lleva a veces más de 10 años antes que se haga), los jueces no nos escuchan. No se mejoró la figura legal que admite "violación agravada por el vínculo", desconociendo la especificidad del abuso intrafamiliar. Entre las escasas herramientas judiciales solo contamos con la Ley Piazza (27.206/15) que apuntó los tiempos de las víctimas (N.de R: La Ley fue popularmente conocida por ser impulsada por el diseñador de modas Roberto Piazza). Se aprobó en Diputados un proyecto para modificar el Código Penal destinado a que el abuso sexual infantil deje de ser un delito de instancia privada y se comprenda como un delito de acción pública. Significa que reconoce la prescripción sólo a partir de la denuncia e independientemente de la edad de la víctima. Por fin se atiende la dificultad que por las amenazas, no solamente padecidas por las víctimas directas sino entre el entorno familiar, se postergan y se silencian estos hechos. Y por supuesto hay que señalar el progreso con el uso de la Cámara Gesell.
En la Ciudad de Buenos Aires un menor es abusado cada 16 horas. Actualmente se está viviendo una pandemia, cada vez existen más abusos
-A la luz de la actualidad, ¿Qué sugerencia haría a los responsables del área de derechos humanos enfocado en esta temática? En cuanto a Nación y en cuanto a provincia.
-Hay que formar a todos los profesionales en contacto con los niños, pero también en todas las disciplinas universitarias, psicología, derecho, medicina, ciencia política, etcétera. Así como que se den cursos específicos a los jueces. Además de hacer un radical cambio en las formas de los juicios. Porque no solamente padecemos pocas leyes que penalizan estos hechos sino también sufrimos la disposición en un elevado estrado de tres personas imbuidas del patriarcalismo, quienes mirando desde arriba no escuchan ni a los niños ni a sus psicólogos aunque seamos también llamados a declarar. Sin olvidar todas las brutalidades que deben sufrir y las constantes re victimizaciones hasta que la justicia se digne en atenderlos. (N.de R: Según Cifras del Ministerio Público Fiscal (MPF) solo 1% recibe una penalización).
-¿Cuáles son las fragilidades y las fortalezas de la lucha por los derechos puntuales de la niñez abusada en Argentina entre el 2003/2015?
-Por la mediatización se favoreció la instalación del debate en la sociedad y la reivindicación de la defensa de los derechos de los niños. Los avances permitieron que se empiece a denunciarlo y esto ocurrió en particular entre los adolescentes. Las fragilidades en cambio están en la no revisión y la ausencia de seguimiento psiquiátrico de los docentes y de todas las personas que tienen contacto con los niños y la educación. Tal así como por los profesores universitarios. Cuando se convoca para tratar este tema en el Congreso, se invita a abogados, a famosos psicólogos relevantes en la teoría, a concejales y diputados pero no a psicólogos de a pie que estamos confrontados a esta realidad cotidianamente.
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