Los seis efectivos del Grupo Albatros de la Prefectura Naval Argentina que patrullaban el predio de Villa Mascardi donde murió el joven Rafael Nahuel declararon -en un expediente administrativo reservado al que accedió Infobae- que el 25 de noviembre a las 17:17 hubo un enfrentamiento armado. Se trató, según afirmaron, de una balacera de fuego cruzado con la comunidad mapuche Lafken Winkul Mapu.
Cada uno, por separado, lo aseveró de forma indubitable. Tres de los efectivos aseguraron que visualizaron las armas —según consta en el documento— y el resto escuchó los estruendos de armas de fuego mientras pedían refuerzos por handy y se cubrían entre los árboles en lo alto de un terreno de pronunciado declive. Al narrar pormenorizadamente los hechos de aquel día dijeron que ellos "repelieron la agresión de unos 15 a 20 mapuches" que primero los "atacaron con lanzas y piedras y luego con armas de fuego".
Aseguraron que fueron emboscados en lo alto de la montaña y que tras impartirles la voz de "¡Alto, Prefectura Naval!", el grupo de mapuches gritó: "Son pocos, son cuatro, ¡vamos a matarlos!". Fue en ese momento, siempre según sus declaraciones, cuando empezaron a "hacer movimientos tácticos, envolventes" y al menos "dos de ellos, mezclados entre el grupo, les disparaban con armas de fuego". Todos lucían encapuchados y algunos usaban máscaras de gas, según declararon.
Los relatos manuscritos de los cabos Francisco Javier Pintos, Guillermo Sergio Cavia, Francisco Antonio Lezcano, Juan Ramón Obregón, Carlos Valentín Sosa y del marinero Sergio Damián García fueron obtenidos el 6 de marzo pasado en San Fernando, en el marco de una actuación administrativa de la Dirección de Seguimiento de Causas de Violencia Institucional y Delitos de Interés Federal.
Además de los testimonios de los prefectos, allí se detalla todo el armamento utilizado por los Albatros, con sus números de serie y asignaciones y se incluyen las declaraciones internas de los jefes a cargo del operativo, que en total agrupó a 20 efectivos. Solo seis miembros de esa fuerza federal se toparon con los mapuches, entre los que encontraba el joven Rafael Nahuel, precisa el documento.
Se trata de una exhaustiva investigación interna, de tres cuerpos, realizada por el Ministerio de Seguridad, que todavía no ha sido agregada a la causa judicial, en la que los defensores de Prefectura Naval tampoco se han presentado.
La próxima semana ese expediente judicial contará con dos pericias clave: el cotejo balístico que identificará al autor del disparo que mató a Rafael Nahuel, y la contraprueba de carbono que ratificará o desestimará si los restos de metales hallados en las manos de Fausto Jones Huala y Lautaro González (los mapuches imputados, que bajaron el cuerpo de Nahuel) se corresponden con el uso de armas de fuego o si esos vestigios fueron producto de una contaminación.
Al margen de los resultados que arrojen esas pruebas científicas, los dichos de los prefectos se alinean con la tesis de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, sobre la existencia de un intercambio de disparos entre ambos grupos. Esa versión ha sido siempre desestimada por los mapuches que la tildan de invención y de falacia.
Los hechos cronológicos, según relatan los Albatros
De acuerdo al informe, la orden judicial había sido clara: custodiar el predio de Parques Nacionales en Villa Mascardi, desalojado dos días antes, y detener a prófugos e intrusos en el área, un terreno muy escarpado y de gran densidad boscosa. Al menos un encapuchado, que luego se dio a la fuga, había sido divisado en el predio el día anterior. El hecho, junto al hallazgo de dos mochilas y un celular secuestrados, había sido informado al Juzgado Federal de Bariloche, que ordenó continuar con la fiscalización del terreno.
A las 14 del 25 de noviembre, una patrulla de cuatro efectivos armados (Lezcano, García, Cavia y Sosa) inició el ascenso al predio. Además de realizar un reconocimiento, debían tomar fotografías y videos de los elementos que encontraran durante el recorrido. La causa cuenta con ese material probatorio —según se infiere del informe— ya que todos los celulares de los prefectos fueron incautados.
A medida que la patrulla ascendía, los prefectos se toparon con una sucesión de barricadas, improvisadas con grandes troncos talados, cerca de los cuales había montículos con piedras, listas para ser usadas por mapuches. Algunos árboles estaban marcados con pintura amarilla y roja y también con lana. Toda una modificación del terreno —relatan los Albatros— ausente el día anterior y que habría sido preparada durante la noche para recuperar el predio.
Cerca de una antena o lo que parecía ser parte de un tendido eléctrico —según detallan— encontraron gran cantidad de vainas verdes (antitumulto) disparadas dos días antes. La patrulla se dividió en dos grupos. Dos prefectos, Sosa y Cavia, continuaron el ascenso y en un claro del terreno divisaron unas construcciones precarias y a dos encapuchados, uno de ellos fumando. Se ocultaron entre las malezas, intentando no ser detectados y notificaron por handy al jefe de la patrulla, Pablo Berra, que se encontraba abajo, en la base, la novedad.
"Transcurrido un tiempo escuchamos que uno de ellos (uno de los encapuchados) hablaba en una lengua que desconocíamos. Al concluir, se escucharon gritos de muchas personas. Eran más de 15 y venían bajando por un sendero", declara Sosa en el informe. Apagaron los handies para no ser descubiertos. Más abajo, dispersos por el terreno, estaban por un lado, Lezcano y García, y por el otro, Pintos y Obregón. Eran cerca de las 17. Los mapuches encapuchados prosiguieron con su descenso casi en fila india, cuando Obregón les dio la voz de alto. La ubicación de cada uno de los prefectos en el terreno no queda del todo clara en sus testimonios.
"Hicieron caso omiso y comenzaron a agredirnos con lanzas y piedras —relata ahora Obregón—. Pintos, que estaba a su lado, y para disuadirlos, comenzó a efectuar disparos con la pistola marcadora de pintura (armamento no letal, tipo paintball) pero la agresión continuaba. Agotó un cargador de pallets y continuó con otro.
Los seis miembros de la patrulla logran agruparse en sucesivas tandas. "En un punto se nos incorporan Sosa y Cavia. Algunos corrimos y nos cubrimos detrás de árboles cuando escuchamos: ´Son pocos, son cuatro, vamos a matarlos´. Empezaron a hacer movimientos tácticos y empezamos a escuchar estampidas de armas de fuego", continúa Obregón.
Cavia informó que estaban bajo fuego y solicitaron autorización por handy para utilizar armamento letal. No obtuvieron respuesta —relatan— y lo atribuyen a la mala comunicación. Berra, el jefe, declara haber escuchado ese mismo pedido de autorización junto al aviso de que eran blanco de disparos. Según declaró Berra, los instruyó para que actuaran según el protocolo, pero su orden no se escuchó y por la radio solo se oía los reiterados pedidos de refuerzo junto con el pedido de anuencia para abrir fuego.
"Yo empiezo a efectuar disparos intimidatorios —continúa Obregón— porque venían a matarnos. Llego a divisar a una persona con un arma de puño. Además, nos tiraban con piedras y lanzas. En ese momento, Pintos lanza una granada de aturdimiento (flash bang, de luz y estruendo) y comenzamos a replegarnos efectuando disparos intimidatorios hacia el suelo, nunca hacia las personas, ya que ellos se movían y ya no se divisaba a las personas con las armas. Pero sí se escuchaban los estampidos. Así, uno bajaba, y el otro lo cubría", graficó Obregón.
Según relatan, todos efectuaron tiros "de cobertura". Algunos con sus pistolas Beretta reglamentarias y otros tres con ametralladoras MP-5. La excepción fue Lezcano. "No pude efectuar ningún disparo —declaró— porque la densa vegetación no me permitía ver a los agresores ni a mis compañeros. Temía herir a alguno de ellos".
Sosa aporta una versión similar: "En el momento en que pudimos agruparnos empezaron los disparos hacia nosotros, que inmediatamente nos cubrimos entre los árboles. Vimos que eran varios los atacantes con armas de fuego. Al no recibir respuesta por la radio comenzamos a hacer disparos hacia una zona segura".
Pintos, de cuya arma habría salido la bala 9 mm que mató a Rafael Nahuel, aunque ese dato corresponde a una filtración y no pudo ser corroborado por fuentes judiciales, dijo en su declaración que los mapuches iniciaron la agresión con armas de fuego y que ellos se vieron obligados a responder. Lo graficó así: "En un momento, me separo de Obregón y quedo detrás de un árbol junto al cabo primero Cavia. En ese momento, empezamos a escuchar detonaciones que parecían de armas de fuego. Luego puedo observar a dos personas tirando con armas de fuego. En ese momento, se solicita autorización para usar armamento letal".
En ningún momento del relato de Pintos surge con qué disparó. De hecho, no menciona siquiera que hubiera tenido en su poder un subfusil de asalto (MP-5) que sería el arma homicida. Solo señala que desenfundó su pistola y disparó a 45 grados o a zonas seguras, "ya que las personas que nos estaban disparando con armas de fuego se mezclaban con personas que no estaban armadas, pero que nos arrojaban todo tipo de objetos".
Según se desprende de los testimonios, ninguno de los prefectos vio caer a Nahuel herido. Mientras descendían, más o menos cerca de lo que describieron como "a mitad de la montaña", la patrulla se encontró con el oficial Berra y los ayudantes Blanco y Sánchez. A partir de allí todos juntos descendieron hasta la base del predio. "Estábamos llegando casi al pie de la montaña cuando escuchamos muchos movimientos de ramas y gritos de personas pero se había dado la orden de bajar hasta la ruta —prosigue Pintos. Estábamos sacando (sic) novedades y tomando agua, cuando volvimos a escuchar varios gritos anunciando que había un herido. Se les responde que lo bajen a la ruta. Vuelven a repetir que hay un herido y cuando insistimos con que lo bajaran, dicen: ´Hay un muerto´".
Fausto Jones Huala y Lautaro González bajan en una camilla confeccionada con troncos a Nahuel. Al joven los mapuches le colocan una mascarilla hecha de ramas y plantas sobre su rostro. Un médico confirma que yace sin vida. Los efectivos extraen un cuchillo entre las ropas de Jones Huala y lo detienen junto a González. Los mapuches les gritan: "Asesinos, asesinos".
Por orden del juzgado federal de Bariloche, la Policía de Seguridad Aeroportuaria libra las actuaciones y secuestra la ropa, celulares y armas de los Albatros.
Posiblemente esta semana el tribunal sabrá si hubo fuego cruzado o si toda esta versión, volcada en un informe oficial, es apenas un ardid para encubrir un homicidio, como denuncian los mapuches.
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Habrían identificado al efectivo del grupo Albatros que mató al mapuche Rafael Nahuel