Al pie de la montaña, dentro del bosque patagónico, el suelo está húmedo y tapado por hojas y ramas que forman una turba esponjosa sobre la que cada pisada se convierte en un crujido que retumba, igual de expansivo que el canto de los pájaros o el llamado del kull kull, ese cuerno que los mapuches usan de trompeta para dar señales de alerta. Cuesta imaginarse la modificación brusca de este escenario idílico con vista al lago Mascardi. Se hace difícil, entre tanto silencio y tanto verde y tanto azul, pensar en la madrugada del 25 de noviembre de 2017, en el momento en que se desató el desastre y un ejército de varias decenas de prefectos, con la orden de desalojar el predio, irrumpió a los tiros y terminó con la vida de Rafael Nahuel.
El chico tenía 22 años, estaba desarmado y huía de las fuerzas de seguridad, pero una bala de plomo entró por su glúteo izquierdo, cruzó el cuerpo, se alojó en su axila derecha y frenó aquella corrida para siempre.
Seis meses después, clavadas en un coihue inmenso de este bosque, hay cuatro fotos de Nahuel, incluidas las dos últimas en vida; una selfie en la que sólo se le ven los ojos entre el blanco y negro de un pañuelo que le tapa el resto de su cara y otra donde toca un instrumento en medio de una protesta por la violencia policial, 48 horas antes de morir. Al lado de las imágenes cuelgan cuatro cartuchos verdes que contuvieron balas usadas por el grupo Albatros y un tubo de gas lacrimógeno. Es una exposición breve y trágica de aquel sábado. Sobre la corteza del mismo árbol se distingue una palabra pintada en letras rojo sangre: "Presente".
El árbol, las fotos, los cartuchos, la palabra, también son marcas que indican que ya ahí es territorio de la comunidad Lafken Wincul Mapu. Salvo por la fuerza, como hizo Prefectura, casi ningún hombre blanco pasa más allá ni toca ese árbol. Los hombres y mujeres referentes del lugar aceptaron el ingreso de Infobae y por primera vez le muestran a un medio nacional qué piensan y cómo viven.
Una tranquera y un cartel que prohíbe el paso definen literalmente los límites de lo que para estos mapuches es su tierra ancestral recuperada y para el Estado argentino es una porción ocupada del inmenso territorio del Parque Nacional Nahuel Huapi.
Esa discrepancia, como en otras partes de la Patagonia, se convirtió en un conflicto fatal.
"Acá está el espíritu de Rafa. Está su fuerza, aunque no la veamos. Esto nos hace más fuerte. Su muerte nos hace confirmar que queremos quedarnos. Si viene un milico va a morir. Por el espíritu de Rafa. El los va a matar. Nadie más va a entrar porque miedo de morir no tenemos". Las palabras salen de la boca de Wentru, pero la boca no se ve. Sólo se percibe su forma y el movimiento de los labios detrás de una remera verde que, a excepción de los ojos, tapa todo lo demás.
Wentru habla y a medio metro lo escucha Coihue. Tienen 31 y 30 años, y son referentes de esta comunidad integrada por siete familias con sus nenes y nenas, sus casas (rukas) y sus animales (caballos, ovejas, vacas). Wentru es más bajo y menos elocuente. Coihue suena formado, convencido, tiene la altura de los antiguos Patagones del Sur, aquellos gigantes que conoció Magallanes en el 1500. Son padres que hablan mientras sus hijitos corretean alrededor. Y también son como dos soldados, protectores, guerreros, recios, de discurso duro, intransigente, formado y por momentos también contradictorio.
Del mismo modo que por seguridad tapan su rostro, inventan sus nombres. Los verdaderos (del DNI argentino y el mapuche) son un misterio. Con áspera amabilidad Wentru y Coihue y las mujeres del lugar reciben al equipo de Infobae en su territorio. Los chiquitos muestran sus juguetes y quedan fascinados con la cámara: les sacan fotos a los árboles, a los perros y a los periodistas.
Sentados sobre la tierra húmeda, durante más de una hora, los dos hombres aceptan revelar aspectos de su manera de vivir, de pensar, y cuentan sobre su "otra vida" en la ciudad y sobre lo que pasó con Rafael aquella madrugada de noviembre, en el contexto de una disputa eterna y (para ellos) sin retorno contra el Estado argentino.
Según registros de la prensa rionegrina, la comunidad Lafken Wincul Mapu se formó cerca de septiembre de 2017, apenas dos meses antes de la muerte de Nahuel. Pero Wentru dice que están hace tres años. Como fuera, ambas referencias desembocan en una misma pregunta: por qué ahí. Y la respuesta es el esperado "levantamiento" de una machi.
La machi mapuche es una curandera, sanadora, sabia, que es elegida por los nehuen, los espíritus ancestrales. Las comunidades mapuches viven en la actualidad un momento de transición espiritual que se ve confirmado por este levantamiento después de muchos años. Desde hace al menos cien años que no aparece una machi del lado argentino de la Cordillera y durante todo ese tiempo han tenido que cruzar a Chile para recibir guías espirituales y sanaciones.
Ahora es distinto. Betiana, una adolescente de 17 años, es la nueva machi. Y, además, era la prima de Rafael Nahuel.
El lugar indicado para que ella viva y reciba a todas las comunidades mapuches (fue aceptada entre las que habitan Río Negro, Neuquén y Chubut) es este sitio ancestral de Villa Mascardi, donde se desarrollan ceremonias, de las que ellos no hablan, y también las sanaciones.
"Las ceremonias nos dan nuestra fuerza. Sin eso no tendríamos este espíritu de lucha, la naturaleza nos protege de la muerte", asegura Coihue, y cuenta lo que pasa con sus hijos en este sitio: "Acá no se enferman los chicos, se fortalecen. (Estando acá) Tenemos la parte espiritual y no nos enfermamos. Y si le pasa a un nene se cura acá, con las plantas. Es la ciudad que enferma, acá no existe la gripe".
Por eso el hombre blanco tiene el paso vedado. Y por eso están decididos a quedarse o morir en el intento.
-Este es un lugar que le pertenecen a nuestros ancestros. No este pedacito de tierra alambrado por el capitalismo, sino todo, porque antes no existían alambrados. Esta lucha viene de cuando se forman las ciudades bajo este sistema europeo que no tiene nada que ver con la cultura nuestra. Nuestra familia ancestral de sangre mapuche siempre estuvo acá. No la elegimos, esta es nuestra tierra y la eligieron nuestros ancestros, por eso no nos vamos a ir, suelta Coihue, mientras mira hacia el lago Mascardi, calmo del otro lado de la ruta 40.
La muerte de Nahuel no los intimidó. Esa noche eran 24 personas. Según los mapuches, todos vieron el crimen. "Eso fue un mensaje para nuestra gente mapuche, que se viene levantando. Y un mensaje para nosotros acá, de lo que son capaces de hacer. Pero no retrocedemos a las balas del Estado ni las del hombre blanco. Vamos a morir dignamente acá, peleando, tirando piedras", advierte Coihue.
Desde el momento en que las fuerzas de seguridad federales cortaron la ruta 40, el 23 de noviembre del año pasado, decenas o cientos de prefectos y policías federales rodearon el predio que la comunidad habita en lo que se conoce como Villa Mascardi. El primer día sacaron a los chicos (los mapuches denunciaron que los detuvieron ilegalmente) y se apostaron en la tranquera donde actualmente se exhiben las fotos de Nahuel, y se llevaron a las mujeres.
A algunas las golpearon. A Betiana, en lo que, dicen aquí, fue una "provocación a la naturaleza", Prefectura se la llevó y la maltrató y le hizo tragar tierra. A su madre, María Nahuel, la tuvieron que revisar en el hospital de Bariloche.
Coihue señala la copa de los árboles y asegura que desde allí les apuntaban los francotiradores. Todo empeoró al día siguiente y tras varias horas de piedras versus balas de goma, los hombres mapuches huyeron hacia la montaña. El 25 de noviembre de madrugada entraron, según el expediente judicial que sigue la muerte de Rafael, ocho prefectos del grupo especial Albatros a la zona sagrada. Y las balas de goma se transformaron en otras más pesadas.
"En la montaña nos fuimos separando y como ahí ya no había testigos dispararon balas de plomo", dice Wentru, y asegura que fueron "más de 500 tiros". Según las pericias hechas por el Centro Atómico de Bariloche sobre las manos de los prefectos, cinco de los ocho agentes que ingresaron al predio mapuche dispararon al menos 114 veces. "Acá quisieron venir, matarnos a todos. Buscaron plantar algo para construir la idea de enfrentamiento", teoriza Coihue.
-No robamos nada a nadie. A nosotros nos robaron. Si fuera de igual a igual tendrían que devolvernos las tierras y morir la misma cantidad que nos mataron: mujeres, niños, nos colgaban de los árboles, nos fusilaban en el río, en los lagos, a nuestras autoridades, a nuestras machis. Pero no estamos al nivel del Estado, no vamos a hacer lo mismo por ahora. Queda pendiente lo otro, agrega Wentru.
–¿Qué es "lo otro"?
-Y, tantas matanzas, violaciones, desapariciones.
La renuncia a la vida "huinca"
A los 8 años, Coihue se dio cuenta de su identidad mapuche. Dice que empezó cuando sus compañeros de la escuela a la que iba en Bariloche se burlaban de él: "Y después pasa toda la vida, te separan por ser mapuche, te usan de esclavo. Incluso los apellidos te ponen. Sos el que le limpia los jardines, el que les hace las casas o la mucama que les cuida los hijos a los ricos. Desde la cuna te imponen eso y te hacen creer que no servís para otra cosa. Fuimos huinca y esclavos de los huinca".
El huinca es el hombre blanco, el invasor, en mapudungun, la lengua mapuche. La referencia viene de la conquista española. Otras acepciones además le adhieren a la palabra un significado con otro origen: "ladrón de ganado".
"Parte de nuestra vida transcurrió en la ciudad pero no por eso dejamos de ser mapuches", agrega Wentru. Las familias que habitan esta comunidad crecieron en los barrios pobres de Bariloche. Coihue trabajó de albañil, en los parquímetros de la ciudad, en jardinería, como ayudante de plomería, de gasista. "Hasta le cuidé la casa a los ricos, tenía sus llaves, pero nunca robé al huinca", aclara el hombre, con el rostro cubierto por un pañuelo palestino negro y lila, por lo que no es imposible saber si sonríe o se conmueve.
El componente de rechazo a una vida signada por el trabajo duro de la ciudad, la falta de dinero y de oportunidades está estrechamente ligado a la necesidad de encontrar un lugar no contaminado por la violencia urbana. Eso mismo buscaba Rafael cuando llegó a esta lof impulsado por el levantamiento de su prima como machi: dejar atrás un pasado familiar y personal violento.
"En las villas la gente mapuche vive como ratas", casi que escupe Coihue.
-¿No se sienten identificados con la gente de sangre mapuche que la pasa mal en los barrios pobres?
-Sí, pero con la gente consciente, con los que se queman la cabeza, no. En vez de apoyar una marcha se compran un celular y no tiene pa comer al otro día. Con esa gente inconsciente no tenemos trato nosotros, responde Wentru.
-Nosotros, con otros peñi (hermanos hombres) charlamos. Pero el 80 por ciento ya no tiene solución, porque en un barrio pobre existe de todo. Todo ilegal. Y el sistema hace ver que todo lo ilegal es bueno para el pobre y por eso se matan entre ellos. Acá el peñi mapuche viene a reclamar su tierra, como ha hecho (el cacique Francisco) Nahuelpan. Los de arriba pelean por el poder, por el oro, por las mineras, las petroleras, por sacarle todo a la naturaleza. Y el único recurso que ellos ven es la destrucción o el loteo para vendérselo a otro rico. Acá al lado un rico tiene 2.000 hectáreas de bosque nativo y a él no lo molestan. Pero están los mapuches que reclaman un pedacito de bosque ancestral y nos vienen a molestar, completa Coihue.
Para la cosmovisión mapuche, el respeto por la naturaleza es esencial. Coihue se molesta especialmente cuando escucha que se le pregunta si ellos quieren quedarse en este lugar para usufructuar los recursos naturales. "Para nosotros lo que ustedes ven como recursos naturales son seres vivos. Nuestra vida no vale nada en comparación de eso. Nosotros vivimos un rato, capaz que un par de años, pero esto sigue. Defendemos los ríos, los arroyos, los lagos, lo defendemos a muerte, más que a nuestra vida. Nosotros pasamos por acá y nos vamos, vinimos a habitarlo y a cuidarlo, no somos dueños. Seguirá otra generación", enuncia Coihue, abrigado del frío pre invernal con ropa urbana, las manos cubiertas por guantes negros y los pies grandes metidos en borceguíes.
–¿Por qué tienen la cara tapada?
-C: Al principio teníamos cara descubierta, pero antes que mataran a Rafael empezamos a taparnos porque no podemos estar tranquilos. Acá la policía viene una vez por semana. Vienen y cuando los vemos que están cerca bajamos todos y los corremos a los piedrazos, nomás.
Si bien las pericias oficiales dieron negativo de pólvora en el cuerpo de Rafael, sí marcaron partículas que indicarían que Lautaro González y Fausto Jones Huala, quienes bajaron a la ruta a Nahuel ya al borde de la muerte, dispararon contra Prefectura. Sin embargo, en los rastrillajes no se encontraron pruebas de que hayan usado armas de fuego: no había marcas de balas ni casquillos ni se hallaron armas.
Tras los hechos que terminaron con la muerte de Nahuel, el Ministerio de Seguridad nacional informó, no obstante, que lo que ocurrió el 25 de noviembre fue un enfrentamiento. "No se trató de un grupo de protesta o de reivindicación sino de una metodología de violencia armada, inadmisible con la democracia y el Estado de Derecho", decía el comunicado.
Coihue y Wentru niegan que alguien de la comunidad haya disparado. Aunque las pericias podrían desmentirlos, aseguran que sus únicas armas son las piedras.
-Desde el Gobierno dicen que ustedes son violentos y que lo de noviembre fue un enfrentamiento.
-W: Violencia es haber estado muchos años en la ciudad esclavizados, cagados de hambre, trabajando por dos pesos, vivido en un barrio indigno, que no puedas descansar porque al lado de tu casa están de joda, venden droga en la esquina más barata que la harina, eso es violento. Nosotros no somos violentos. Ellos son. Una bala 9 milímetros es más violento que una piedra.
– ¿No tienen armas de fuego? ¿Cómo manejan las medidas de seguridad?
-C: Fue un enfrentamiento entre armas de ellos, con balas, y piedras nuestras. Si yo hubiera tenido un arma no tengo tanta mala puntería, voy y le pego un tiro en la cabeza al que mató a Rafael. Los locos nos cagaron a tiros. Vinieron, les pegaron a las mujeres, les tiraron gas pimienta a los niños.
–¿No se plantearon dejar de tirar piedras?
-C: Nunca. Esa es el arma que nos dejaron los nehuenes, los dueños de este lugar. Ellos nos dan la fuerza para cuidar este lugar. Ni en pedo dejaremos de tirar piedras. Así nos maten vamos a morir con piedras en la mano. No retrocedemos.
-W: No somos malos. Somos mapuches que volvieron a lo suyo. Nos tenemos que defender como cualquier animal. Si vienen a atacarnos nos vamos a defender hasta lo úlitmo. Los medios nos pintaron como malos para que los milicos queden como buenos. Nosotros no salimos a matar a nadie, estamos acá.
–¿Hay posibilidad de diálogo con el Gobierno?
– W: Ellos dicen que para tener un diálogo tenemos que dejar el territorio. El diálogo sería que vengan a pedir disculpas y decirnos que no nos van a molestar más. Ese sería el diálogo. Son pocas hectáreas, a comparación de los que tienen las familias ricas. Queremos tener espacios para nuestras familias y nuestros animales.
-La Comunidad Mapuche Neuquén sí tiene relación, de hecho negoció la explotación de pozos petrolíferos. ¿Para ustedes no es viable ese tipo de acuerdos?
-C: Sabemos que hay comunidades mapuches que transan con el Estado por el gas o el petróleo. Son traidores. Por la plata bailan los monos. De acá por más plata que traigan no nos vamos a ir. No la recibimos, no necesitamos plata, no vivimos de eso. Ellos sí, transan con el Estado, dicen ser mapuches y andan en una camioneta 4×4. Para eso son mapuches. Nosotros respetamos la sangre de nuestros antepasados a muerte. No nos van a comprar nunca. No cambiamos nuestra mentalidad. Somos puros, íntegros y no nos van a meter miedo, ni por las buenas ni por las malas, aunque nos tiren tiros.
El vínculo con Jones Huala y el rol de la Justicia
"A mí no me gusta cambiar a la gente, cada espíritu se despierta solo", reflexiona en voz alta Coihue, y se despega cuando se le pregunta si el líder de esta comunidad es el lonko (cabeza) Facundo Jones Huala, actualmente preso en Esquel, y hermano del joven que bajó de la montaña a Nahuel herido de muerte.
"No tenemos vínculo político con él. Respetamos todas las luchas autónomas, pero no nos metemos con su lucha. No nos sentimos identificados con él", asegura Wentru, y Coihue agrega: "No concuerdo mucho con Jones Huala. Somos mapuches, tenemos nuestra espiritualidad. No nos gusta salir en la tele porque ahí el que busca encuentra. Nosotros te damos la nota para contar cómo pensamos y vivimos pero no queremos ser famosos, somos mapuches".
–¿Qué es la RAM? ¿Existe?
– W: Si existe o no, no nos afecta. Es algo que crearon para justificar matarnos. Crearon un enemigo. Dicen que es una guerrilla, que tienen camionetas 4×4. Nosotros somos mapuches.
–¿Jones Huala no es su líder?
-C: No tenemos líder. No hay elegido ni elegida. Cada comunidad hace a su persona y cada persona hace a su comunidad. Y cada una se ordena como quiere. Tenemos nuestra política mapuche: es de escuchar a nuestros ancianos y ancianas que nos vienen a dar consejos.
Ni Wentru ni Coihue creen en las instituciones del Estado. No se expresan demasiado apasionados con la idea de que la Justicia encuentre al culpable de la muerte de Nahuel y lo castigue con prisión. Pero aceptarían la condena.
Se espera que en las próximas semanas, a partir de la identificación de la bala que mató a Rafael, pueda saberse qué prefecto la disparó. A sus compañeros de la comunidad, ese dato, posiblemente clave para el desarrollo de la causa, no los conmueve demasiado.
"El huinca siempre mintió con lo que pasó con Rafael. Estaría bueno que metan en cana a la persona que lo mató. Pero justicia de verdad sería que le peguen un tiro también a él. Eso igual no va a pasar. Estaría bueno que caiga detenido, que extrañe a su familia un par de años. Pero esto fue un arreglo del Presidente Macri con Parques Nacionales. Quizá lo condenan y lo mandan al country de Villa La Angostura", dice Coihue, y no deja rastro para interpretar si lo dice con candidez o ironía.
Ninguno de ellos declaró hasta ahora como testigo del caso, a pesar de que todos dicen haber visto qué pasó. "No nos citaron, pero iríamos a declarar. Tendríamos que arriesgarnos y sacarnos la remera de la cara. Entre las 24 personas que estaban en ese momento, todos van a decir lo mismo", advierte Wentru.
-La bala que le sacaron al peñi es de un Albatro y así todo quieren meter en cana a los peñi que bajaron a Rafael hasta abajo. Si el huinca te quiere meter en cana lo va a hacer: tienen las armas, los medios, tienen todo, interviene Cohihue.
Morir en el bosque
El sol empieza a caer detrás de las montañas. Las líneas de luz del sol apuntan perpendicular y las sombras de los árboles altísimos se alargan hasta crear efectos especiales de luces y sombras en el aire. Desde las entrañas del bosque se escuchan alaridos humanos. Parece un llamado o un grito de alerta. Pero ni Wentru ni Coihue ni los nenes y nenas que se revuelcan alrededor se alteran. Parecen acostumbrados a convivir con el estado de tensión permanente.
En algún momento poco claro de los últimos años, las siete familias que ocuparon o recuperaron este territorio abandonaron los barrios pobres de Bariloche (Virgen Misionera o Nahuel Hue, entre otros) y buscaron volver al estilo de vida precolonial, en contacto pleno con la naturaleza. Por eso luchan.
"Tenemos mucho recorrido en comunidades en conflicto para la línea sur. Hablamos con ancianos, y siempre tuvimos presente nuestra identidad mapuche. Y después, un día llegamos a nuestro territorio. Ya tenemos la edad para recuperar y listo. Es nuestro, si no le robamos nada a nadie", reflexiona Wentru, ajeno a la discusión antropológica sobre si los mapuches son originalmente nativos del territorio chileno o también integran las comunidades indígenas de este lado de los Andes.
Mientras acompañan a Infobae hasta la tranquera, donde una bandera recuerda a Nahuel y llama "asesina" a la ministra Patricia Bullrich, dejan tiempo para una última pregunta, que responde Coihue.
-¿Son conscientes de que si el conflicto sigue les podría pasar lo que le ocurrió Rafael?
-Toda la vida fue así para nosotros. ¿Queremos morir allá en la ciudad o morir en el territorio? Si tenemos que morir, moriremos acá.
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