El año pasado, cuando fue a un banco de semen a ofrecerse como donante, tenía claras algunas cuestiones. Sabía que con su material genético congelado podían nacer varios niños pero también tenía claro que ser donante es una cosa y ser padre, otra. Antes de hacerle los estudios le explicaron lo importante que era no donar una sola vez sino mantener la decisión en el tiempo: era joven y sano y cada donación que hiciera podía servir para dos intentos de embarazo. Nicolás comprendió: ya donó esperma diez veces.
"Es una forma de devolver lo que alguien también hizo por nosotros", cuenta Nicolás Silva Saracho (31) a Infobae. Hace casi 10 años, él y su esposa se enteraron de que, por una anomalía genética en los cromosomas de ella, los embriones que gestaba eran incompatibles con la vida. Atravesaron un duelo pantanoso hasta que descubrieron que podían recurrir a la ovodonación. Gracias a una mujer anónima que había donado óvulos, hoy son los padres de Luca.
Su historia
Nicolás y Marianela Casanova se conocieron en Punta del diablo, Uruguay, hace 14 años. Él tenía 17 años y estaba de vacaciones con su hermana. Ella, 24 y estaba veraneando sola. Mantuvieron una relación a la distancia mientras él terminaba el secundario y ella estudiaba Letras y en 2005, un año después de aquellas vacaciones, Nicolás vino a vivir a Buenos Aires.
Dos años más tarde decidieron comenzar la búsqueda de un hijo. Marianela perdió un embarazo, después otro. "Para ella fue muy difícil, al principio sentía que si sus óvulos no servían, no servía como mujer. Hubiera deseado que me pasara a mí para no verla sufrir de esa manera", recuerda. Todavía no existía la Ley de reproducción asistida y lo que creyeron que era la única alternativa (generar embriones y estudiarlos genéticamente antes de transferirlos) era un tratamiento de alta complejidad muy costoso.
Siguieron las recomendaciones de no obsesionarse y pusieron la cabeza en otra parte: viajaron, ascendieron profesionalmente, pensaron en adoptar. Hasta que se acercaron a la asociación civil Concebir a buscar apoyo. Allí se encontraron con un "taller de donación de gametos" al que iban personas que tenían la necesidad de recurrir a la donación de óvulos o semen para tener un hijo: parejas heterosexuales con algún problema como el de ellos, mujeres solas y parejas de mujeres.
Cuando llegaron al banco de óvulos, a Marianela no le importó si pertenecían a una mujer que se pareciera a ella. "Yo quería ser mamá, el resto me daba igual", dice ella. En un único intento, quedó embarazada: el pequeño Luca acaba de cumplir 5 años. Fue un proceso tan largo que Marianela fundó luego una editorial a la que, en vez de llamar "9 lunas" llamó "Cien lunas".
"Había una mujer en algún lado que, en un acto altruista y solidario, nos había permitido ser padres. Y con el tiempo empezamos a pensar que teníamos que devolver el favor, continuar esa cadena", sigue él. En el camino, Nicolás fue desmalezando mitos. "Hay quienes creen que alguien va a donar semen para llenarse de plata; creo que nadie puede vivir de eso".
En los bancos de Argentina, el promedio que se paga en compensación al donante por cada vez que deja una muestra es de 300 pesos. "Yo vivo en Tigre, me los gastaba en nafta y peaje".
Stella Lancuba, directora del banco de semen del Centro de Investigaciones en Medicina Reproductiva (CIMER), explica a Infobae: "El donante tiene que ser menor de 40 años, sano y no tiene que tener antecedentes de patologías genéticas. Se le hacen entrevistas y estudios a las muestras para asegurarse de que no haya enfermedades infecto contagiosas. Como es un proceso costoso, necesitamos que estén dispuestos a donar al menos cinco veces. La mitad de los interesados no pasa el proceso de selección pero cuando viene un hombre que deja una muestra con buen volumen, puede servir incluso para dos intentos de embarazo".
"La compensación económica se da en todo el mundo", sigue Lancuba. "Es para pagarse los gastos de los estudios que tiene que hacer. Es como un viático, no es una variable importante para tomar la decisión. Para ser donante hay que tener una actitud muy solidaria y positiva".
Son pocos los donantes y ante la falta de campañas oficiales de promoción, los bancos suelen hacer reclutamientos en clubes, universidades, estudiantes y entre conocidos. Tampoco es frecuente que quienes necesitaron una donación, como sucedió en la familia de Nicolás, luego empaticen con otras familias y se convierten en donantes: "Puede ser que lo hagan una vez pero luego no lo sostienen en el tiempo, entonces no sirve".
Hay dos formas de ser donante. La que se conoce como "identidad cerrada" (los donantes son anónimos) y de "identidad abierta" (el nacido a los 18 años puede tener acceso a la identidad y a una carpeta con datos del donante si quiere conocer sus orígenes). Nicolás eligió la segunda.
"No tengo ningún problema con la identidad. Si algún día un chico quisiera contactarse conmigo porque le surgieran dudas o para agradecer, yo estoy acá. No hay confusión, una cosa es ser donante y otra cosa es ser padre", explica. "Luca nació gracias a una donación y, aunque todavía es chiquito, siempre le dijimos la verdad. Tampoco tendría problema si él algún día quisiera conocer los datos de la mujer que donó los óvulos".
Según el libro "Mamá por donación", de la psicóloga Estela Chardón, únicamente quienes compren las muestras bajo el régimen de identidad abierta tienen la posibilidad de que sus hijos, luego de los 18 años, puedan acceder a cierta información: características fenotípicas del donante (color de pelo, ojos, altura, peso), demográficas (edad, nivel de estudios) y datos sobre su salud reproductiva, mental y general (también existe la posibilidad de acceder a información mediante un recurso de amparo). A veces pueden ver fotos del donante de chico. Nicolás, por ejemplo dejó sus fotos en el banco.
Sabe que la donación de semen es un tema del que no se habla, mucho menos en charlas de hombres. No se habla en familia como sí -y en algunos casos-, se habla de la donación de órganos. "A quienes nunca lo pensaron les diría que hay mucha gente que cuando no puede tener un hijo que desea la pasa mal. Hay parejas que sobreviven pero muchas otras que se rompen. Uno puede darles una solución sin demasiado esfuerzo. Donar semen es un acto de generosidad enorme".