En medio de juicios e indagatorias, las historias más insólitas y divertidas de los tribunales

“Sexo” en un juicio, el preso que se hizo pasar por otro, un perro en la Fiscalía, los mundiales de fútbol. La cara del Poder Judicial que contrasta con su formalidad

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La imagen del Poder Judicial es la de la seriedad y el formalismo. "Su señoría", "de pie que ingresa el tribunal", leyes y códigos solo para entendidos, trajes caros y zapatos lustrados. Una puesta en escena que genera respeto y en muchos casos miedo. Pero en tribunales también pueden pasar cosas insólitas y divertidas que contrastan con esa idea. Infobae consultó a abogados, jueces, fiscales y empleados para que cuenten esas historias que demuestran que a la seriedad y el formalismo se le puede escapar una sonrisa.

Cuando Harry conoció a Sally en tribunales

La señora estaba muy enojada por los ruidos molestos de sus vecinos y decidió denunciarlos. Sus vecinos, una pareja, no ponían la música fuerte o gritaban en la madrugada. Los ruidos que a la señora le molestaban eran los sexuales y que se repetían a diario. El caso llegó a una audiencia y la señora fue citada a declarar. Lo insólito vino de parte del abogado de la pareja. "Señora, por favor, le pido que reproduzca los ruidos que usted escucha". La mujer lo miró sorprendida. "Sí, sí, los ruidos que usted escucha. Si tiene que gritar hágalo. Es para que ilustre la magnitud de lo que escucha". Así, la señora empezó a repetir lo que le reprochaba a sus vecinos mientras todos contenían la risa. Pero la señora no supo reproducir fehacientemente lo que escuchaba o los ruidos no eran tan molestos porque la pareja fue absuelta. No fue tan convincente como Meg Ryan en la película Cuando Harry conoció a Sally simulando un orgasmo en un bar de Nueva York.

Matate

Justicia penal de Morón. Década del 80. El juez ordenó la detención de un hombre por la reiteración de robos que había cometido. Cuando llegó al juzgado un empleado comenzó a informarle de su situación judicial. Pero de improviso el ladrón salió de la silla, se subió a la ventana y amenazó: "Si voy preso, me tiro". Más inesperada fue la respuesta del empleado. "Tirate, me hacés un favor", le contestó. "¿Ves esa pila de papeles?", le preguntó al preso. "Son todos tus casos. Si te tirás, te matás y se cierran. Y así yo no tengo tanto trabajo", le explicó el funcionario. El ladrón se bajó de la ventana y fue preso. Si el se llevaba un castigo, que el empleado se lleve trabajo.

Palacio de Tribunales
Palacio de Tribunales

Un lenguaje difícil

Una de las críticas que se le hace al Poder Judicial es el uso de un lenguaje muy técnico, con palabras que solo en ese ámbito se usan. "Autos a sentencia", es una de las frases más repetidas. Autos es el expediente y la frase significa que la causa ya está en condiciones de ser analizada para su sentencia.

La nueva empleada de la Cámara Federal de La Plata no venía del mundo del derecho. Era contadora. Trabajaba directamente con uno de los jueces de la Cámara. "Por favor llame a autos", le dijo el magistrado mientras le devolvía una causa. Extrañada por el pedido, la mujer salió del despacho y consultó con otros compañeros. "El Dr. me pidió un auto. ¿El usa taxi o remís?". Entre risas, le explicaron lo que en realidad quería el juez. Todavía en la Cámara en todas las causas hay una foja del expediente que dice "autos".

El juez conchudo

Amílcar Mercader fue uno de los juristas más prestigiosos del país. Fue juez de la Corte Suprema de la provincia de Buenos Aires, procurador del Tesoro de la Nación, decano de la Facultad de Derecho de La Plata. Y fue protagonista de una de las historias más contadas en la justicia de esa ciudad. Ocurrió en la década del 60 cuando Mercader ejercía como abogado. En un juzgado se encontró con que el juez rechazó un planteo que había hecho. El abogado le dejó otro escrito al magistrado en el que le decía que la fundamentación que había dado era la de "un verdadero conchudo". Cuando el juez leyó la respuesta mandó un patrullero al estudio de Mercader que fue llevado detenido al juzgado. La explicación del abogado fue más sorprendente: explicó que conchudo significa "astuto, cauteloso, sagaz" según la propia Real Academia Española que tiene la definición como su quinta acepción. Pero también aclara que es un término coloquial y que está en desuso.

A los tiros en el Palacio

Año 1983. El prosecretario del juzgado de instrucción 29 estaba por comenzar la indagatoria a un detenido a quien le tenía que exhibir un arma calibre 22 que tenía balas de salva. Pero antes le dieron ganas de tomar café y le pidió uno al ordenanza del juzgado. "Hacételo vos", fue la respuesta y se fue. El empleado, con más ganas de hacer una broma que enojado, agarró el arma y salió al pasillo a buscar a su compañero. "Negro, traeme el café", le gritó y empezó a disparar. Abogados y empleados de otros juzgados comenzaron a correr y a tirarse al piso mientras lo ruidos retumbaban . El ordenanza se tocaba el cuerpo para saber donde le habían dado los disparos. El prosecretario se mataba de la risa.

El preso falso

"Buenos días, se da por abierto el juicio", dijo el juez del Tribunal Oral Criminal 1 de Lomas de Zamora, Nicolás Plo. Le pidió al acusado que diera sus datos personales. El hombre, que estaba preso, le dio al magistrado todos los datos. Pero había algo que estaba mal. No coincidía el número de documento del acusado con el que estaba registrado en la causa. La confusión llevó a que el juicio pasara a un cuarto intermedio para resolver el problema.

El preso le explicó al secretario del Tribunal que tenía un compañero de pabellón con su mismo nombre y apellido que estaba acusado de abuso sexual. Pero que cuando los agentes lo fueron a buscar para ir al juicio no estaba. Y como él está detenido por homicidio pensó que el juicio por abuso le convenía porque iba a recibir una pena menor. Así, se hizo pasar por su compañero. El plan no funcionó.

Comodoro Py (DYN)
Comodoro Py (DYN)

El cuerpo del delito

Ser vecinos durante años los llevó a una hermosa amistad que se terminó cuando uno de ellos se compró un dóberman. Tenía como costumbre sacar a pasear al perro sin correa. Su vecino y amigo le pidió que por favor lo atara porque su nieta de poco más de un año jugaba en la calle y podía morderla. Pero no se pusieron de acuerdo. Se llegaron a agarrar a trompadas, se amenazaron de muerte y se hicieron denuncias recíprocas en tribunales.

Una mañana el dueño del perro se presentó en la Fiscalía que llevaba la causa. "Doctora, por favor, venga urgente a la mesa de entradas", llamó desesperada una empleada a la fiscal Cristina Caamaño. "Usted no hizo nada por mi perro", le recriminó el hombre a la fiscal y le tiró el dóberman muerto en la mesa: "Mi vecino lo envenenó". Al perro le hicieron la autopsia y efectivamente había sido envenenado a través de la medianera que separaba las casas.

El interrogatorio que se volvió en contra

El juicio era pesado. De un lado, el jefe de la barra brava de Boca, Rafael Di Zeo, y del otro, el también barra William "el uruguayo Richard" Fernández. Di Zeo era juzgado como instigador del intento de homicidio de Fernández, quien había sido baleado en marzo de 2011 dentro del famoso cabaret Cocodrilo. El uruguayo Richard declaró en el caso y apuntó contra Di Zeo. Llegó el momento de las preguntas de José Monteleone, amigo e histórico abogado de Di Zeo. Monteleone comenzó con un interrogatorio minucioso para desarticular la acusación de Richard. Tan detallista fue que Richard se cansó y le dijo: "¿para qué me preguntás tanto si esa noche también estabas en Cocodrilo?". Silencio absoluto en la sala. Al abogado lo salvó el presidente del tribunal. "Por favor, conteste las preguntas", le pidió a Richard.

Historias mundiales

En tribunales no se ponen de acuerdo si el tema del que más se habla es de derecho o de fútbol. Pero no hay dudas de que el fútbol acapara todo en épocas de mundiales, como el que el mes que viene comenzará en Rusia. Ese tema también dejó historias.

El abogado recibió la notificación del inicio de un juicio oral por amenazas. Pero cuando leyó el oficio se indignó. Al día siguiente se presentó en el juzgado contravencional de la ciudad de Buenos Aires para quejarse: el juicio comienza el 21 de junio, el mismo día que Argentina jugará con Croacia por la fase del grupo de clasificaciones. La respuesta del funcionario del juzgado fue contundente: "uuuuu, no nos dimos cuenta". Y le hizo un pedido al abogado: "presente un escrito pidiendo el cambio del día del comienzo del juicio con algún motivo que no sea que juega Argentina".

Mundial de Brasil 2014. "Disculpe señor presidente pero tengo otra audiencia impostergable", dijo el fiscal. El juez a cargo del Tribunal Oral había dispuesto un cuarto intermedio en el juicio para continuarlo por la tarde. Pero el fiscal le anunció que le iba a ser imposible estar presente y pidió que se fijara un nuevo día. Mientras el tribunal decidía qué hacer, el fiscal le preguntó a uno de los abogados que tenía al lado: "¿Te gusta el fútbol?". El abogado le contestó que sí. "Ahh, porque a la tarde juegan Uruguay-Italia. No me lo pierdo", le informó el fiscal. "Sr. Presidente –levantó la mano el abogado–, esta parte no tiene inconveniente en continuar el juicio otro día como pide el fiscal".

Adrián Escandar
Adrián Escandar

Bromas para ingresantes

Los meritorios eran los empleados que entraban a tribunales para hacer sus primeros pasos mientras cursaban la carrera de derecho. Ya no existen y con ellos se perdió una vieja costumbre: la broma de bienvenida. Algunas de ellas todavía se cuentan.

Sus compañeros del tribunal oral le pidieron que llevara al archivo un arma de fuego que había sido prueba en un juicio. El joven meritorio transitaba los pasillos cuando un policía –implicado en la broma– lo paró y lo palpó. Le encontró el arma y le pidió el certificado de que la llevaba al archivo. Le dijo que no lo tenía pero si preguntaba en el tribunal iban a corroborar su versión. El policía lo hizo y por supuesto en el tribunal le dijeron que no. El meritorio terminó preso en la alcaidía.

A un meritorio del juzgado de Norberto Oyarbide le pasó algo parecido. Sus compañeros le pidieron que llevara una notificación a la alcaidía de Comodoro Py y le pusieron en el bolsillo del saco una bolsita con una tiza picada que simulaba ser cocaína. El joven empleado llegó y los agentes penitenciarios lo metieron preso.

"Tenés que llevar la bandera argentina al Palacio de Tribunales porque la necesitan para un juicio. Parate en las escalinatas que te van a ir a buscar", le dijeron a un meritorio en su primera semana en un tribunal oral. Cumplió cual granadero mientras sus compañeros se reían desde la vereda de enfrente.

Algunas bromas superaban esa categoría. Había terminado la dictadura militar y de un juzgado de instrucción fueron a la alcaidía del Palacio de Tribunales para tomarle declaración a un preso. Le pidieron al meritorio que fuera. El preso en realidad era un empleado del juzgado a quien empezaron a pasarle un calentador por el cuerpo simulando que era torturado. El meritorio se puso blanco y empezó a vomitar.

De las bromas también participaban algunos jueces. Era el caso de uno del fuero de instrucción, fanático del tenis. Después de la entrevista formal, el juez les pedía que se pararan en una alfombra roja que tenía en su despacho y les pedía: "haga un saque, ahora una volea".

La joven había pasado de meritoria a empleada formal. Era un paso muy importante. Le contó a sus compañeros que le habían hecho un examen psicotécnico re fácil, que lo pasó sin inconvenientes. Sin saberlo, les dio pie para una broma. Simularon que el resultado del examen había concluido que era adicta al sexo. La broma se completó cuando el empleado de otro tribunal llegó al juzgado vestido de médico: "el juez corre riesgo con usted porque podría violarlo. Ya ha pasado en otros casos".

"Hoy nada de eso se puede hacer sin que te inicien un sumario", dice nostálgico el autor ideológico, con más de tres décadas en tribunales, de algunas de esas bromas.

Un testigo muy detallista

El testigo era una computadora. Tenía todos los detalles del homicidio por el que había sido citado a declarar. Ningún "no sé" o "no recuerdo", todas respuestas asertivas. Pero algo le llamó la atención al tribunal: el testigo entrecerraba muchos los ojos. "¿Usted usa anteojos?", le preguntó uno de los jueces. El hombre contestó que sí y sacó los famosos "culo de botella". Le hicieron un estudio médico que concluyó que, por decirlo en términos no científicos, veía de casualidad. Anularon su declaración.

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