Victoria vivía en Capilla del Monte, en las sierras de Córdoba, cuando le llegó el mensaje: un tío que estaba a punto de morir había decidido revelarle un secreto guardado por toda la familia durante 32 años. Victoria había sido comprada a una partera el día posterior a su nacimiento. Habían pagado por ella lo que en 1980 valía un auto.
Poco tiempo antes y en Rosario, a 500 kilómetros de distancia, Débora protagonizaba una escena similar. Su madre había muerto y su padre, acorralado, le había confesado la verdad: también a ella la habían comprado a una partera del barrio.
Sin conocerse y a la distancia, las dos fueron haciendo la misma búsqueda, casi al mismo tiempo, por los mismos lugares y en el mismo orden. Hasta que se cruzaron en el camino: Victoria y Débora eran hermanas, hijas del mismo padre y de la misma madre.
Victoria, la menor
"El tío que se estaba muriendo era el hermano de mi padre, de mi apropiador mejor dicho", arranca Victoria Torrente (37). "Mi primo lo estaba cuidando y me mandó ese mensaje a pedido de él, se ve que no se quería ir con ese peso a la tumba. Decía 'Vicky, a vos te compraron'. Yo siempre había sentido que no encajaba en mi familia pero igual me quedé paralizada", cuenta a Infobae desde su casa, en Córdoba. Era octubre de 2012, Victoria tenía 32 años.
Había sido criada en un ambiente hostil y le tenía tanto miedo a sus padres que empezó por llamar a otros familiares. Fue su abuela quien le confirmó el contenido de aquel mensaje: no la habían adoptado, la habían comprado. "Todos en la familia tenían hijos y ellos no podían, habían perdido tres embarazos. Pero tenían una posición económica buena como para poder solucionar el problema. Me compraron para satisfacer su propio ego", dice.
Su padre, finalmente, lo reconoció. Pero le dio una versión que después negó: "Dijo que mis padres biológicos estudiaban medicina y eran muy jovencitos, por eso no habían podido quedarse conmigo. Dijo que él los había conocido". Victoria había nacido en Rosario pero había una razón por la que vivía en Córdoba. Cuando tenía 9 años, alguien de la familia comenzó a presionar para que le revelaran la verdad. Sus padres, en vez de contársela, se la llevaron lejos.
Como un tía de la familia había sido enfermera en Gendarmería, sus familiares creían que podía ser hija de desaparecidos. Cinco meses después de aquel mensaje, Victoria se hizo el análisis de ADN en la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CoNaDi), donde corroboraron sus datos en el Banco Nacional de Datos Genéticos. Dio negativo.
"En ese entonces, dos de mis hijos empezaron a mostrar síntomas extraños vinculados con la sangre. La nena estuvo indispuesta durante un mes entero, el nene se sacaba una cascarita y sangraba durante 45 minutos". El pediatra le advirtió que podía ser una enfermedad genética y que era crucial saber si era hereditaria.
"Ahí reaccioné y fui a hablar con mis apropiadores otra vez, necesitaba saber quiénes eran mis padres biológicos. Les dije 'pónganse en mi lugar, las vidas de mis hijos están en juego', y él cambió la versión: dijo que nunca los había visto. Después me dijo una frase que no voy a olvidar: 'Nunca nos vamos a poner en tu lugar'. Ella me pegó por preguntarle. Desde ese día no volví a verlos".
Desesperada por encontrar a sus padres biológicos para colocar la pieza que faltaba en el diagnóstico de sus hijos, publicó su historia en un grupo de Facebook llamado "¿Dónde estás?", que ya tiene 350.000 miembros. Después la publicó en otro grupo llamado "Nuestra Primera Página". Así descubrió que existían otras personas que tenían la firma de la misma partera en sus partidas de nacimiento: Josefina Messulam. "Algunos tienen 20 años más que yo, lo que muestra que vendió bebés toda la vida".
En diciembre de 2015, ya sin saber a dónde ir, Victoria tomó el mismo camino que habían tomado otros jóvenes apropiados por civiles. Se hizo el llamado "Family tree": envió a Estados Unidos un kit con un hisopo que se había frotado por las encías y por las caras internas de las mejillas, para que su ADN quedara en un banco. Encontrar a alguien de su familia biológica era casi imposible, tenía que tener la suerte de que esa persona hubiera enviado su ADN al mismo banco. El resultado fue lo que esperaba: ningún ADN combinaba con el de ella.
Lo que Victoria no sabía es que mientras digería la mala noticia, Débora, en Rosario, preparaba su hisopo y sellaba su muestra de ADN para enviarla al mismo banco de Estados Unidos.
Débora, la hermana mayor
"Yo también siempre me había sentido diferente", dice Débora, desde Rosario, donde vivió siempre. "No era por algo puntual sino un sentimiento. Sentía que no pertenecía". Débora se había criado con una hermana que había llegado a su casa siendo recién nacida, sin embarazo de por medio, cuando ella tenía 5 años.
"Mi mamá me avisó que iba a tener una hermanita y la fuimos a retirar de una casa en Rosario. Siempre me quedó grabado ese día, ese lugar, esperamos en la puerta. Resultó ser que el lugar en el que compraron a mi hermana era la casa de la partera, el mismo lugar en el que me habían comprado a mí".
Esa hermana murió a los 23 años, de un día para el otro. Tenía una cardiopatía congénita hereditaria. "De haber sabido que tenía antecedentes de una enfermedad así, podría haberse salvado. Ella era el centro de mi universo", dice Débora, y se le opaca la voz.
Siempre se había sentido extraña pero tampoco se había animado a preguntar. Sin embargo, a la muerte de su hermana se sumó, un año después, la de su mamá. La desesperación de saber que cuando su padre muriera iba a morir también la verdad, la hicieron reaccionar. Haciendo trámites encontró, por primera vez, su partida de nacimiento. Tenía la firma de una partera: Josefina Messulam.
Cuando puso su nombre en Google quedó paralizada: decenas de personas denunciaban que esa mujer las había vendido a los pocos días de nacer. "Ahí confronté a mi papá y me lo confesó. Dijo que me habían comprado, que habían pagado muchísima guita y que la entrega había sido muy rápida. Pidieron un bebé un día y a la semana se lo entregaron".
Era marzo de 2010. Débora tenía 30 años. Sin embargo, la suma de duelos provocó tal colapso que tardó más de 4 años en empezar a buscar sus orígenes: gracias a esa demora, su búsqueda y la de Victoria terminaron sucediendo en simultáneo.
Dio los mismos pasos, en el mismo orden: fue a Abuelas, recibió el no, publicó su historia en los mismos grupos de Facebook. Lo último fue hacerse el Family Tree. Tres meses después de aquel febrero de 2016 en el que Victoria recibía la mala noticia, Débora envió su muestra. El match fue instantáneo.
Las dos
El 7 de junio de 2016 y a 500 kilómetros de distancia, Victoria y Débora recibieron el mismo mail. Eran "hermanas completas", hijas del mismo padre y de la misma madre. Al mes siguiente, Débora viajó a Córdoba a conocerla. "Fue muy impresionante -dice Victoria-. La misma sonrisa, las mismas paletas, la misma forma de ser, tranquila. Siempre me había preguntado '¿por qué yo no grito como mis padres?', '¿por qué no pego como mis padres?'. Ahí estaba la respuesta".
Debora agrega: "Todavía me emociona mucho. Fue como si retomáramos algo que ya existía, como si tu hermana se hubiera ido de viaje y un día vuelve y vas a visitarla. Me acuerdo que me dijo algo que me costó entender: 'Nunca voy a volver a estar sola'. Me impactó mucho, ella tenía marido y 4 hijos, supuestamente era yo la que me había quedado sola. Después entendí que esa soledad es la que sentimos todos los que fuimos apropiados".
Las preguntas aparecieron con el tiempo, cuando ya hablaban por teléfono a diario: ¿Qué pasó con nuestros padres? ¿Por qué la partera les vendió primero a una hija y al año les vendió a otra? ¿Nos vendieron o los convenció de que si nos entregaban íbamos a estar mejor? ¿Les dijo que sus bebés habían muerto? ¿dos veces les hizo lo mismo? ¿Y si nuestros padres biológicos no saben que estamos vivas? ¿Y si les dijo que éramos varones? La partera ya murió, no es ella quien responderá esas preguntas.
No tienen pistas para encontrar a sus padres, sólo supuestos: tal vez usen anticoagulantes por la falencia de vitamina k que finalmente le diagnosticaron a los hijos de Victoria; tal vez se les salga un hombro de lugar, como les pasa a casi todos en la familia. Su ilusión es que sus padres biológicos se reconozcan en algún rasgo de ellas, en algún detalle de sus historias y las busquen. Ya están juntas, ya saben cómo terminó la historia. Ahora quieren saber cómo empezó.
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