Cada mes y durante varios años, la abuela Margarita Forquera recibió en su precaria casa de un pueblo de Mendoza una revista por parte de una de sus hijas. Era una publicación que entregaba una tarjeta de crédito de un banco local y a ella le permitía alimentar su imaginación. La mujer no sabía leer ni escribir, pero esperaba la llegada de esas páginas para poder "crear" el contenido en su cabeza.
Margarita recorrió casi toda su vida con su condición de analfabeta. Su marido, Hilario Arena, murió hace pocos años también sin saber leer ni escribir. Una vez sola en casa, la mujer decidió en 2017 y con 79 años iniciar el proceso de alfabetización.
"Cuando me daban esa revista, yo miraba las fotos y las letras grandes, sin entender nada de lo que decían. Y a mí me gustaba imaginarme qué podrían estar diciendo las personas o pensar en qué lugares del mundo habían sacado esas fotos. Siempre fui muy curiosa", le comentó Margarita a Infobae mediante una conversación telefónica.
"Con mi marido tuvimos 12 hijos a lo largo de nuestra vida. Ninguno de los dos sabía leer ni escribir. Por eso, obligamos a los 12 a ir a la escuela. No queríamos que repitieran lo mismo que nos pasó a nosotros. No queríamos que se perdieran tantas cosas de la vida", reflexionó.
Margarita vivió todos sus días en El Nihuil, un pequeño pueblo ubicado a unos 70 kiómetros de la ciudad mendocina de San Rafael. Ya anciana, se le dificultó demasiado trasladarse a la gran ciudad para acudir a una escuela para adultos. Por eso, se sumó a un programa inédito desarrollado por la Escuela para adultos Luis Grassi, de San Rafael: aprendió a escribir en su casa mediante unas clases dictadas diariamente a través de la radio local por esa institución educativa.
"El año pasado empecé a ir a esa escuela, pero la verdad que no iba siempre. Cuando hacía mucho frío, prefería quedarme en casa. Y esta es una zona muy fría, entonces se me hacía muy difícil aprender mucho con las clases cuando no iba tan seguido", explicó.
A inicios del 2017, Margarita recibió la visita en su modesta casa de pueblo de una docente y una psicóloga, quienes le ofrecieron aprender a leer y escribir sin moverse de su hogar. Para eso, le entregaron una planilla con letras grandes y dibujos, le brindaron unos lápices de colores y le advirtieron que estuviera atenta a la radio durante tres horarios específicos del día.
María del Valle Cabaña, directora de la Escuela Grassi y una de las principales impulsoras del programa de clases mediante una radio, resaltó la importancia de atender las necesidades de aquellos abuelos de pueblos rurales con dificultades de traslado.
"El Nihuil está habitado por gente que pasó toda su vida en zonas rurales. Es gente muy sencilla y humilde. Y a veces es muy difícil convencer a estas personas de campo para que se trasladen a una escuela para, al menos, empezar a alfabetizarse", le explicó Cabaña a Infobae.
Y añadió: "Así, le estuvimos dando vueltas a la idea junto a un equipo coordinado por el supervisor de la Sección 5, Pablo Moralejo, y creamos esta idea".
El centro para adultos Grassi coordinó su trabajo con la escuela de El Nihuil llamada Augusto Rousell para que le prestara su estudio de radio. Allí, un locutor profesional grabó las clases de entre 12 y 15 minutos que luego serían emitidas durante tres veces cada día.
A la mañana se emite el programa con la clase repetida del día anterior; a la hora de la siesta se escucha el contenido de la nueva clase del día y cerca de las 20 se vuelve a repetir esa misma lección.
"Al principio, como estas personas no saben escribir ni leer y como no hay nadie físico allí para explicarles, les entregamos una planilla y relacionamos las letras y los números con colores. La A es naranja, la I es violeta, la E es verde…", detalló Cabaña.
Margarita Forquera fue así una de las 15 abuelas y abuelos que se animaron a dar el salto con las clases de alfabetización radiales.
Uno de los programas de alfabetización radiales que escucha cada alumno en su hogar
"La primera palabra que escribí fue mi nombre. Lo hice a mis 79 años y es una palabra muy hermosa", relató Margarita con mucha emoción.
La anciana brinda la entrevista con un teléfono celular prestado. Su falta de costumbre a las nuevas tecnologías la hizo pegar el micrófono demasiado a su cara. Por ende, su voz se escucha alejada, con ruidos.
"Hay muchas cosas que la gente que sabe leer no entenderá nunca. Yo casi que nunca podía salir a la calle sin estar acompañada por uno de mis hijos. Si iba al almacén, tenía que esperar que el dueño fuera agarrando mis billetes porque yo no podía contar cuánto dinero había que pagar. Incluso, cuando iba a esta escuela de San Rafael, me debían acompañar. Si me llegaba a perder, no había manera de que entendiera en qué calles estaba", le detalló a Infobae.
Margarita nunca salió de El Nihuil. Durante toda su juventud vivió en una casa de campo, en la profundidad rural de la zona. Toda su familia y ella misma se dedicó a la cría de chivos. Después, trabajó en fincas y en una fábrica de metalúrgica llamada De Grassi.
"Ahí me encargaba de tener preparadas todas las viandas del almuerzo de los trabajadores. Yo sí sabía contar pero no sabía leer la hora. Entonces, para saber cuándo me tenía que ir a mi casa, dibujaba todos los días una rayita en un papel cada vez que la aguja grande del reloj miraba hacia arriba. Cuando llegaba a contar seis rayitas, sabía que me podía ir a mi casa".
"Mis compañeras me ayudaban para que pudiera cobrar todo el sueldo y les tengo que agradecer también a mis patrones y mis patronas que me ayudaban a que no me quedara más tiempo del que tenía que estar".
Tanto la fábrica De Grassi como la fábrica Carbonmetal fueron los dos principales motores laborales de El Nihuil en su historia. Una vez que ambas cerraron, los jóvenes de la región se vieron obligados a trasladarse a otras ciudades cercanas. Y quedaron los viejos, los ancianos, prácticamente aislados.
"Al principio, me daba un poco de vergüenza decir que tenía casi ochenta años y no sabía leer ni escribir, pero las maestras y algunas vecinas me alentaron a que estudiara y me felicitaron. A veces me traiciona un poco la memoria y me olvido de las cosas, pero con esfuerzo todo se puede", reflexionó Margarita con su voz contundente pero suave.
La mujer de 80 años reconoce que en la actualidad todavía tiene que practicar y terminar de aprender algunas cosas. Intenta leer los carteles en los negocios, los nombres de las calles y, de vez en cuando, se anima a interpretar algún que otro mensaje de texto en los celulares de sus hijos.
Asimismo, ya pasado el primer año de alfabetización, Margarita permanece ligada a la institución para adultos de San Rafael: hoy forma parte del proceso de escolarización en la entidad Luis Grassi. Debe acudir nuevamente a la institución educativa, donde las clases incrementaron su diversidad de material e incluso de exigencia.
"Ahora voy a la escuela, sí. Pero me mantengo con la misma idea: si hace mucho frío, prefiero quedarme en casita. Ya no estoy para estar pasando tanto fresco a esta altura de mi vida", aseguró Margarita.
La mujer, que recientemente superó una fase de depresión por la muerte de su marido Hilario, está dedicada ahora a seguir con sus estudios y a disfrutar a sus más de 30 nietos que la visitan a diario.
Mientras tanto, el programa de alfabetización radial en El Nihuil continúa en expansión: "En 2017 tuvimos unos 15 alumnos mediante este sistema. De todos ellos, hoy 10 ya están escolarizados en nuestro centro", detalló Cabaña.
"Además, en los dos meses de clases que llevamos en este año, ya se sumaron unos cinco nuevos alumnos y varios distritos nos pidieron las bases para hacer lo mismo en sus regiones", completó.
A Margarita se le rompió la radio con la que aprendió a escribir. Incluso, la mesa de madera desgastada que utilizó como escritorio en su precario living durante un año hoy descansa en la puerta, fuera del hogar. Fue reemplazada por una nueva mesa blanca. Reflejos de una vida nueva, de una anciana que gracias a la comprensión y redacción de los textos encontró su particular manera de "volver a nacer".
"Ahora puedo leer mensajes y saber quién me los escribió y eso es hermoso. A mí me gustaría que si hay otras personas que están como estaba yo, que se pongan las pilas y hagan el esfuerzo. Con esfuerzo y esmero todo se consigue. Nunca es tarde cuando la dicha es buena", afirmó con emoción poco antes de despegar el micrófono del celular prestado de su cachete.
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