"Quedate tranquila mamá. Papá esté en el cielo, se fue volando con el colectivo". Zoe, la hija de Leandro Alcaraz, el chofer de la línea 620 asesinado en La Matanza el último domingo, intentó consolar a Jésica, su madre y pareja del colectivero, frente al dolor intenso de la muerte.
En la puerta de su casa, ubicada en el barrio La Esperanza, y acompañada por su suegra y su cuñada, la viuda del colectivero se quebró en llanto al recordar a su marido y luego de revivir el último abrazo que le dio antes de que el domingo se fuera de su casa para comenzar la jornada de trabajo. "Quiero que lo que le pasó a mi hija no le pase a nadie más", pidió
"Se fue con fiaca porque era domingo. Habíamos estado jugando los tres. Pero era un día normal, le tocaba trabajar", explicó Jésica, que recuerda la estrategia que tenía su pareja en el caso de que le intentaran robar. "Se llevaba siempre un teléfono viejo por si le robaban. Decía que les iba a dar ese. Pero ese teléfono volvió. No lo mataron para robarle", dijo con la voz entrecortada.
Acongojada y con frases cortas, mostró preocupación por la posibilidad de que los dos detenidos por el homicidio de Alcaraz recuperen la libertad en el corto plazo. "No me alivia que estén detenidos. Hay gente que entra, sale y mata como si nada. Quiero que pasen los años y asegurarme que van a estar adentro", indicó en diálogo con TN. Y agregó: "Tengo miedo de que el menor salga".
Jésica y Leandro estaban en pareja desde hace once años, cuando se habían conocido en el colegio. Él había trabajado como remisero y hacía dos años que se había convertido en chofer del interno 103 de la línea 620. "Nos habíamos comprado nuestro terreno y estábamos haciendo una casa. Siempre estuvimos orgullosos de poder hacer las cosas nosotros solos", recordó.
El último viernes habían comprado los materiales para instalar el baño de la casa nueva. Pero faltaban comprar más cosas. Por eso Leandro tenía previsto trabajar su franco en la semana y ganar un poco más de dinero a fin de mes. El domingo, cerca de las 16:30, lo asesinaron de un tiro en la cabeza y otro en el tórax.
Resignada y con lágrimas en los ojos, Jésica le pidió al Justicia "que haga lo que tiene que hacer", aunque reconoció que no confía en la resolución que puedan tomar los jueces. "Hace unos meses mataron a mi primo para robarle la moto en La Matanza. No confío en nadie. Mucho menos en la justicia. Y mucho menos ahora que me pasa a mí", aseguró.
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