Los hitos son esos momentos que por la maravilla o por el dolor que provocan marcan un antes y un después en la vida de una persona. Todos tenemos varios hitos en la vida.
Nadie sigue siendo el mismo después del momento en que conoce al amor de su vida, o después del nacimiento de un hijo.
Un hito también es la pérdida del padre o de la madre, una separación, un viaje… quiebres que se vuelven inolvidables. Golpes que ponen a recalcular al GPS de las emociones y hacen que uno se llene de preguntas y se replantee todo.
El viernes pasado fue un hito en mi vida. Sabía a dónde iba, tenía en claro el lugar al que nos dirigíamos, y sin embargo las emociones se descontrolaron.
El plan era grabar imágenes del campo de concentración y exterminio de Auschwitz–Birkenau con un dron. Verlo desde el aire, grabar para el documental #Marcha.
Las autoridades del campo nos autorizaron, pero con la condición de que fuera antes de que abriera al público. Debíamos estar allí antes de las 6 de la mañana para poner a volar el dron apenas saliera el sol.
Todo era rutina de producción. Dejar el auto en el estacionamiento, caminar hasta un portón que parecía ser lateral, saludar a los dos guías que nos esperaban, al operador del dron… quince pasos y de pronto ahí estaba frío, perverso e impúdico el cartel de entrada al campo. El que vi en tantas películas, el que dice que "El trabajo libera" en alemán.
No había nadie. Solo nosotros. Caminé unos pasos, entré, pasé por debajo del cartel desde el cual el jueves 12 va a arrancar Marcha por la Vida… y no pude ver más.
Todo desierto y frío en un amanecer helado.
Un guía me vio fijándome la temperatura en el celular: 5 grados. Me puso la mano en el hombro y me dijo: "Hace dos semanas fueron 20 bajo cero".
Eso es Auschwitz. Y la inmensidad, y el vacío. Y el millón y medio de personas que fueron asesinadas ahí.
Después grabamos durante horas. Ya sin el dron porque el campo se pobló de visitantes que recorrían las muestras y las pruebas que tratan de dimensionar la escala de la tragedia…
Y por fin salir rumbo a Cracovia. Como disparados. La cabeza tratando de focalizar en la producción. El corazón destrozado. La boca seca. Y un agujero en el estómago fueron los primeros síntomas de lo que empecé a entender con el correr de los días.
Hay un antes y un después de caminar el más grande de los campos de exterminio que los nazis instalaron en Europa. Es un hito en la vida. En la vida mía. Y en la de toda la humanidad.
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