Este lunes 214 familiares de 90 soldados argentinos pudieron llorar en el cementerio de Darwin, Islas Malvinas, frente a las tumbas de sus hijos, hermanos y tíos, con la certeza de que son los restos de ellos los que están ahí. El regreso a Buenos Aires estuvo enmarcado por escenas de emoción, alegría y abrazos, tras un día por el que esperaron 36 años y que muchos temieron no vivir para contar.
Fue el acto de cierre de un proceso largo, lento, doloroso, que empezó a encontrar su fin con la noticia de la identificación de 90 de los 121 soldados enterrados en el cementerio de Darwin, de los que desde 1982 no se conocía la identidad.
Con una bandera argentina atada al cuello como si fuera una capa, Jorge Daniel Sabbagh, uno de los muchos veteranos de la guerra que se acercaron hasta el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, esperaba con la mirada clavada en la puerta de arribos la llegada de los primeros familiares.
"La importancia de estar acá es venir a recibir a los familiares, es un orgullo que hayan localizado a los que no estaban en sus tumbas y queríamos venir a darles este abrazo eterno", le comentó Sabbagh a Infobae en la previa de la llegada de la delegación argentina.
"No son NN los que están allá porque todos fuimos con nombre y con apellido", remarcó el ex combatiente, que además reconoció: "Nunca vamos a sentir nosotros el dolor de los familiares".
Alrededor de las 18, los familiares atravesaron las puertas de la Terminal C y se encontraron con un espontáneo homenaje, que hizo imposible que no los ganase la emoción.
Entre los primeros en salir estuvieron Osvaldo Massad y su mujer, Dalal Abd de Massad, papás de Marcelo Daniel, que tras un emotivo reencuentro con sus dos hijas caminaron abrazados a ellas, entre lágrimas y sonrisas, con la alegría de haber cerrado una cuenta pendiente de más de tres décadas.
"Pude desahogarme y llorar en la tumba de mi hermano, hace 36 años que se fue y esta es la primera vez que puedo visitar su tumba", contó con los ojos brillantes Lucía Aylan, oriunda de la localidad bonaerense de Piedritas, en General Villegas, tras pisar por primera vez las islas y visitar el lugar donde descansan los restos de su hermano Orlando.
"Tenía confianza en que iba a llegar este día, pero tenía mucho miedo de no llegar yo", confió por su parte Dora Domínguez, mamá de Alfredo Gattoni, que a sus 86 años consiguió lo que muchos padres de ex combatientes no pudieron: vivir para conocer las tumbas de sus hijos. "Le dije mucho, lo recordé mucho, su vida de estudiante", repasó sobre las primeras imágenes que se le vinieron a la cabeza en Darwin.
A unos metros Miguel Fernández abrazó a su mamá Emilia , de 87 años, que le apretó fuerte el brazo. Vinieron desde Villa Ángela, Chaco, y la alegría de haber podido reencontrarse con Luis Roberto, los hizo sonreír a los dos al aire. "Estoy contenta", resumió ella, que se apuró a agregar "hoy sé la verdad". "Siempre me acordé de él, él era la alegría del hogar, el que alentaba a toda la familia", sumó él, hoy con 57 y que vio por última vez a su hermano cuando tenía 21.
Desde Orán, Salta, viajaron hasta Buenos Aires Adelma Méndez y su hija Andrea Cisterna, mamá y hermana de Jorge Luis. Adelma había tenido la oportunidad de visitar el cementerio de Darwin antes pero, contó, lo sintió un espacio anónimo, sin nombre, sin nada. Una pregunta en medio de las Islas Malvinas. "Ahora sé dónde está".
"Le dije que lo amo, que estoy orgullosa, que fue un héroe", dejó saber la mamá salteña y contó que a lo largo de estos 36 años sintió miedo muchas veces de no volver a saber de su hijo. "Es un alivio", expresó antes de dejar el aeropuerto de Ezeiza y de compartir: "fue sepultarlo, para mí fue eso" .
El reencuentro fue posible gracias al trabajo del Comité Internacional de la Cruz Roja y a la participación del Equipo Argentino de Antropología Forense, que lograron que en esas placas donde hasta hace poco se leía "Soldado argentino sólo conocido por Dios", haya un nombre y un apellido. La directora editorial de Infobae, Gaby Cociffi, tuvo un rol clave durante todo el proceso.
La ceremonia, acordada tras un delicado acuerdo entre los gobiernos de Argentina y el Reino Unido, contó entre otros con la presencia de Geoffrey Cardozo, el militar inglés que en el año 1982 enterró a los soldados argentinos.
Fotos: Nicolás Stulberg
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