Violeta llega a la redacción de Infobae, deja su cartera y apoya sobre la mesa dos teléfonos. El negro es el suyo, el blanco es un celular que va rotando entre ella y sus compañeras. Esta semana le toca a ella atender los llamados de mujeres que están cursando embarazos no deseados y quieren abortar sin correr riesgos. Violeta está preparada para atender esos llamados: es integrante de Socorristas en red, una organización de mujeres activistas que ofrece acompañamiento a quienes deciden abortar y no tienen más opción que hacerlo en la clandestinidad. El fin es acercarles información para que no lo hagan con tallos de apio, sondas ni agujas de tejer. Que, si finalmente lo deciden, lo hagan de la forma más segura posible.
Es fácil reconocer a las Socorristas en Red en una movilización o en un Encuentro de Mujeres. Usan pelucas rosas y llevan prendedores y folletos en los que resalta la palabra "Misoprostol" o el diminutivo "Miso", el medicamento que se usa para hacerse un aborto con pastillas. El método que difunden es el mismo que propone el ministerio de salud de la Nación en el protocolo para la interrupción legal del embarazo. También el que recomienda la Organización Mundial de la Salud en la guía "Aborto sin riesgos" para los países en los que está penalizado.
"Mientras se está luchando por la legalización del aborto en el Congreso, las mujeres siguen abortando. Nuestra decisión política fue activar sobre la urgencia de los abortos cotidianos", contextualiza Violeta, que tiene 29 años, trabaja en un boliche y pertenece a "Socorro Rosa Burzaco". A su lado está Rebeca, psicóloga y docente, 31 años, también socorrista. "No hacemos abortos, eso lo dejamos claro. Las acompañamos y les acercamos información, nada de eso es ilegal".
En 2013, cuando se creó la red, feministas de unas pocas agrupaciones armaron una web y pusieron a disposición 5 líneas públicas de teléfono. Hoy ya hay 50 números a los que llamar, de acuerdo al lugar del país en el que viva la mujer que esté atravesando ese momento. Llevan, además, sus propias estadísticas: ya acompañaron a 12.590 mujeres a abortar con Misoprostol y a 379 que habían sido víctimas de una violación o su vida o su salud corría riesgo para garantizar que les hicieran el aborto legal.
"El primer llamado es un momento clave porque están angustiadas, con miedo. Ahí las ayudamos a bajar las ansias, a desterrar los miedos y a que vean que no están solas, que es algo que siente la mayoría", cuenta Violeta. "Hablamos sólo con la persona que está llevando adelante el embarazo. No hablamos con la pareja, ni con los padres, porque puede haber alguien presionándola para que aborte. Nos interesa que la decisión que tome sea autónoma", sigue.
El paso siguiente es generar un encuentro grupal inmediato entre todas las que hayan llamado esa semana: "Nosotras solemos reunirnos en un espacio cultural abierto. También en plazas, en bares. Nos juntamos en lugares públicos para sacar del clóset a los abortos. Buscamos que las mujeres de ese grupo diverso (adolescentes, adultas, con hijos, con abortos anteriores) se conozcan y se acompañen. Ese encuentro grupal las saca del lugar de oscuridad en el que nos pone la clandestinidad y contribuye a la despenalización social del aborto", dice Rebeca.
En el encuentro, las socorristas les explican cómo usar el Misoprostol (sea por vía sublingual o vaginal). ¿Cómo consiguen la receta? "Tejiendo redes. La idea no es hacer asistencialismo sino ayudarlas a que consigan sus propias herramientas: una conocida que lo hizo, una médica amiga", dice Violeta. "También con redes que tejemos con quienes ya pasaron por esa situación, recorrieron farmacias y detectaron en cuáles los venden al precio indicado, porque muchas se aprovechan y lo venden a precios abusivos", describe Rebeca. También, si es necesario, recurren a la Red de profesionales de la salud por el derecho a decidir.
Las mujeres se van de esa reunión con un número de teléfono al que pueden llamar antes, durante o después de hacerse el procedimiento. "Si tienen dudas, si necesitan charlar con alguien porque están solas, si aparecen miedos, angustia, lo que sea". Luego, las socorristas les piden que se hagan una ecografía para chequear que no hayan quedado restos. Ya saben, por experiencias de otras chicas, qué hospitales públicos y qué clínicas no las interrogan ni las hacen sentir criminales.
Si todo está bien, la comunicación finaliza: "Ahí nos suelen decir que sienten alivio", dice Violeta. "Es mucho trabajo, a veces agotador. Para ser socorrista no sólo se necesita tener ganas sino un compromiso fuerte. Es un activismo de 24 horas. Todo el tiempo nos cruzamos con situaciones que nos ponen un stop y nos hacen preguntarnos '¿cómo seguimos?'. Del otro lado puede haber una chica que está sufriendo violencia y no lo ve. Ahí buscamos la manera de, no sólo acompañar la urgencia del aborto, sino de contenerla en el proceso de deshacerse también de las violencias que posiblemente ocasionaron ese embarazo no deseado".
Es fácil identificarlas en las movilizaciones también por sus canciones: "Las oborteras cada día somos más", entonan. No practican abortos, está claro, pero es un modo de apropiarse de una palabra que es el "cuco", de obligar a pensar al que la escucha y de sacarle el manto de oscuridad a los abortos que, con o sin ley, se siguen haciendo todos los días.
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