Durante mucho tiempo fue docente, ensayista, crítica literaria. Desde hace ya también bastante tiempo, Beatriz Sarlo ejerce una singular modalidad del periodismo de análisis, mientras sigue trabajando con el ensayo como género, a lo que sumó además memorias de viajes y textos más urgentes de periodismo político. Antes y después de tanto estudio y tantos libros, su personalidad militante la fue llevando a lo largo de una deriva amorosa e intensa por diferentes movimientos del campo político y, a fuerza de lucidez y una capacidad argumentativa extraordinaria, supo ganarse un espacio propio con la palabra, una palabra que siempre -aún para la descalificación- es una palabra que pesa, que influye, que deslumbra o que enoja.
Beatriz Sarlo pasó por el estudio de Infobae TV para hablar de temas de los que regularmente no habla o habla poco. Su opinión sobre los avances en el terreno de los derechos de las mujeres, su mirada sobre el magisterio como un espacio de superación en cierta época, su posición a favor de la despenalización del aborto y su modo de ver el tema de los derechos y las libertades, pueden leerse en esta entrevista en la que Sarlo asegura que lleva consigo todas las reivindicaciones del feminismo pero que ese término no es el primero con el que se definiría. "Soy una persona de sensibilidad de izquierda", elige para eso. Y dice "una persona". No dice una mujer. También dice que en países como Alemania, el patriarcado ya cayó.
— Hace mucho tiempo había una frase que decía "Has recorrido un largo camino, muchacha"; era la publicidad de unos cigarrillos mentolados que eran, justamente, los que fumaban las chicas. ¿Sentís eso? ¿Se recorrió un largo camino? ¿Las mujeres lo recorrieron?
— Yo creo que sí, aunque por esas cuestiones del destino yo pertenecí a un sector privilegiado. A los 17 años yo estaba en la Facultad de Filosofía y Letras, que era de hecho un sector privilegiado en términos de diferencias entre hombres y mujeres. Seguramente las había, pero creo que ese sector ya se estaba civilizando. Los profesores, los ayudantes, creo que todo el mundo se estaba civilizando. Pero dejando de lado mi experiencia, que se inició ahí, en esa Facultad, yo creo que efectivamente se ha recorrido un largo camino.
— ¿Pensás que hubo momentos en los que se avanzó más que donde estamos paradas hoy las mujeres?
— Yo tenía dos primas que me llevaban 10 y 12 años, y me impresionó mucho de chica, cuando yo tenía 8, que una eligiera estudiar Ciencias Químicas, y fue licenciada en Química, después doctora, después trabajó en la CONEA, y que la otra eligiera estudiar Arquitectura. Que no digo que fuera una profesión tan masculina como Ingeniería pero tenía lo suyo. Aunque íconos femeninos como Chunchuna Villafañe estaban estudiando Arquitectura en ese mismo momento. Eso me impresionó mucho, me pasaba las tardes de los fines de semana parada al lado de la mesa donde ellas estudiaban o donde hacían sus planos. Y te estoy hablando de fines de los 50, o sea, te estoy hablando de hace bastante tiempo. Yo creo que la universidad para esas mujeres de capas medias que provenían de hogares de capas medias, que ya habían sido civilizados por ciertas costumbres respecto de las diferencias entre hombres y mujeres, para esas mujeres el cruce del río se dio ya en esos años 50.
— Y luego aparecen las ideas de Simone de Beauvoir, que todavía hoy se sigue leyendo esa especie de Biblia cuando se habla de temas de género. ¿Pensás que en esos momentos se vislumbraba para las mujeres algo distinto de lo que finalmente ocurrió?
— No sé cuál era la fantasía. Seguramente para Simone de Beauvoir la idea misma de vislumbrar un lugar para las mujeres era escandalosa: existían los lugares para las personas. Y si vos pensabas que había lugares para mujeres era porque estabas realmente pensando en un segundo sexo y no en las personas, digamos, en las personas con su consciencia moral, con sus capacidades, etcétera. Pero yo creo que en la Argentina, si queremos hacer la historia del lugar que se vislumbraba para las mujeres, podemos decir que el primer espacio de, yo no diría de emancipación pero sí de valorización de la mujer muy fuertemente, fue ser maestra. Eso fue muy fuerte. El magisterio fue básicamente de mujeres. Y no es casual que cierto pensamiento nacionalista, católico y conservador considerara que las maestras podían ser desconfiables desde el punto de vista moral.
— Claro.
— No es casual que ciertas novelas como La maestra normal, de Gálvez, echa la sombra de que las maestras eran desconfiables desde el punto de vista moral. ¿Por qué? En principio porque eran independientes desde el punto de vista económico. Hoy parece mentira pero una maestra ganaba en la década del 20 salarios muy considerables, a veces mayores que los de sus hermanos o incluso sus maridos, y por tanto tenían una independencia desde el punto de vista económico. Era la única profesión que la garantizaba. Sí, una mujer podía ser médica, pero cuántas mujeres médicas había.
— Muy pocas, sí.
— Muy pocas. Entonces era la única profesión que garantizaba una independencia económica y un gran respeto. El magisterio era respetado en los barrios, etcétera.
— Eso en términos económicos. ¿También en términos intelectuales? Pienso en el acceso a la lectura, a la elección de las lecturas. ?¿De pronto eso también era algo que generaba inquietud en los hombres o en cierto tipo de pensamiento?
— De nuevo yo vengo de un caso particular, porque vengo de una familia de maestras. Que no hubieran admitido y le hubieran dado cinco patadas en la cabeza al primer hermano que les hubiera dicho "No tenés que leer esta novela". Por eso mi caso es muy privilegiado en cuanto a las diferencias, las humillaciones y las ofensas que han recibido las mujeres. Porque mi familia materna es una familia de maestras con hermanos que respetaban a sus hermanas y que sabían que esas hermanas se hacían cargo de parte de la manutención del hogar paterno, que ellos aflojaban por momentos. O sea que el caso es particular en ese punto. Pero habla de la fuerza que tenía el magisterio, el prestigio era muy fuerte también en los barrios. Porque el prestigio viene acompañando el sueldo: si vos estás ganando 300 pesos –actuales-, quiero decir, si vos estás ganando nada, el prestigio de tu profesión es nulo, aunque enseñes a leer a todos los chicos, mientras que en estas maestras el prestigio de la profesión venía acompañado por un sueldo considerable o por lo menos respetable. En las provincias muchas veces se decía, no sé si esto respondía a la realidad, pero se llamaba a los maridos de las maestras "el fogonero", porque se quedaba tranquilo al lado del fogón. "No, ese es fogonero" se decía en Córdoba, donde yo me crié durante un tiempo. Se decía "Ese es fogonero" ¿por qué? Porque se quedaba al lado del fogón.
Entonces, es un camino de independencia. Y, por otra parte, esas maestras daban cierta enseñanza que desbordaba hacia los barrios. Hay una anécdota de mi infancia que me solían contar que es que una chica era muy mala alumna de una de mis tías, una alumna pésima en cuarto grado digamos. Entonces fueron a hablar con la madre, fueron la directora y la maestra a hablar con la madre y la madre dijo: "Bueno, algún zonzo se la va a llevar". La indignación que les producía a estas dos mujeres evocar esa frase de la madre, porque era como si evocaran "bueno, finalmente la vamos a meter presa o la vamos a meter en un sótano". La indignación con la cual contaban esa anécdota, que yo la debo haber escuchado decenas de veces en mi infancia.
— Beatriz, a lo largo de los años, ¿sentís que perdiste oportunidades, académicas o de trabajo, por ser mujer?
— Yo no perdí esas oportunidades. Pero de nuevo, estás hablando con alguien que era de Filosofía y Letras.
— ¿Es decir que no sentiste nunca la discriminación por ser mujer en el ambiente de trabajo?
— No lo sentí en la Facultad, a lo mejor soy una persona completamente insensible a la discriminación (risas), digo: "si vos me discriminas, jorobate". A lo mejor soy completamente insensible. Pero no lo sentí. A ver, en las cátedras más difíciles de esa Facultad, en las lenguas clásicas, había dos hombres profesores titulares y una mujer que era la histórica que venía ya de los profesorados enseñando las lenguas clásicas latinas. La mujer era más temida que los hombres, todos más bien tratábamos de ir a cursar completo con Aída Barbagelata, que era una especie de vestal del latín que nos liquidaba en todos los finales. En griego no, en griego eran dos hombres. Estoy pensando en las materias más duras de esa Facultad, digamos…
— ¿Y nunca te dijeron, por ejemplo, "vos de esto no podés hablar porque sos mujer"? ¿O "No podés hablar de política", o "De esto no entendés"?
— No.
— En ningún ambiente.
— No en ese ambiente. Puedo contar otras anécdotas que tienen que ver con eso y que coinciden con algunas anécdotas actuales. Un día en la década del 60, tardía década del 60, yo me iba a una de las CGT importantes de ese momento, la zona izquierda, donde Walsh había escrito el diario de esa CGT, etcétera, me iba a hacer no sé qué cuestión política que tenía que hacer ahí y había estrenado un conjunto de mini short. Fines de la década del 60, estrenaba un conjunto de mini short que eran los que se usaban en ese momento. Y un amigo mío, que me sorprendió en el momento en que yo salía de una oficina para tomar el colectivo e ir hacia la CGT, me dijo: "Vos en realidad lo que querés es morfarte un compañero sindicalista". Eso te diría que fue lo máximo que escuché. Y era un tipo que yo apreciaba mucho, muy inteligente: no voy a dar más caracterizaciones porque sería fácilmente…
— em(Risas)/em Identificable.
— Identificable. Un tipo sumamente inteligente y muy amigo mío en ese momento. Y yo me quedé pensando y me quedé pensando en otra cosa, que dicho en términos actuales era que, en efecto, yo no estaba vestida para ir a la CGT. Porque tampoco me hubiera puesto esa ropa para ir a un casamiento. Es decir nadie va de mini short marrón con medias ¾ anaranjadas y botitas a un casamiento.
— Hay vestimenta adecuada para las situaciones, decís.
— No, digo que no me lo hubiera puesto. Eso es todo lo que me quedé pensando y dije sí, en efecto, esto que era de una boutique que había entrado muy en onda, Buenos Aires se caracterizaba por tener los mini short más short de Buenos Aires, seguramente si hubiera tenido que ir a un casamiento no lo hubiera llevado.
— Por estos días hubo precisamente una cuestión que llegó a cierto escándalo mediático por la pregunta que le hizo un conductor a una víctima de acoso, cuando le preguntó cómo estaba vestida. ¿Qué pensás de eso?
— Bueno, en principio lo que pienso es que ese conductor no eligió el momento, si quería hacer la pregunta no podía ser ahí, sobre caliente, y en una transmisión en directo con la persona que en esa misma noche había sufrido dos agresiones. Verdaderamente, si quiere indagar la cuestión yo no soy quién para cerrar las preguntas de nadie, no soy quién para cerrar las preguntas. Si quiere indagar la cuestión no es el momento y cuando uno quiere indagar las cuestiones en momentos poco adecuados, lo más probable es que cometa un error. Y yo creo que lo que cometió en ese momento es un error. Lo cual no quiere decir que estoy afirmando que alguien no tiene derecho a preguntar cómo fueron todas las circunstancias. La verdad, tampoco estoy dispuesta a negar todas las preguntas en todas las circunstancias porque hay un decálogo que dice "esto no se puede preguntar".
— ¿Pensás que pasa eso ahora, que hay un decálogo que dice esto no se puede preguntar y que se llegó a un extremo en relación con eso?
— Bueno, la insensibilidad respecto del momento de la pregunta no fue evocada por nadie de los que atacaron al conductor. Si yo hubiera tenido que pronunciarme en ese momento, hubiera dicho cómo un hombre de esta experiencia televisiva puede hacer un directo doce horas después de este acontecimiento diciéndole "cómo andas vestida". Entonces yo diría que ha perdido toda noción de cómo se hace una pregunta. Las preguntas, las afirmaciones, las negaciones, tienen circunstancias de enunciación.
Todas nosotras hemos pasado por una experiencia en un subterráneo, que es un verdadero clásico
— Ahora, más allá de la libertad para preguntar ¿tiene relevancia saber de qué modo estaba vestida? En el sentido de ¿hay posibilidades de que por vestirte de determinada manera te puedan pasar determinadas cosas? ¿Se permiten determinadas cosas por cómo estás vestida?
— Son dos cosas diferentes, que por vestirte de determinada manera te pueden pasar determinadas cosas yo diría que no. Que hay condiciones en las cuales hay elementos concurrentes, y si vos te encontrás con alguien que tiene esas características psicológicas, que son características psicológicas terribles, porque son características que al parecer algunos expertos piensan que no se pierden, porque una masturbación en público ya no parece ser de los hechos casuales. Bueno, esas características no parecen evitables según la forma en que vos te vestís. Todas nosotras hemos pasado por una experiencia en un subterráneo, que es un verdadero clásico, y la hemos pasado vestidas con un Burberry que nos llega hasta la punta de las botitas. O sea que yo diría que ni un exhibicionista de subterráneo, y mucho menos un violador, en esas circunstancias, ni puede ser detenido ni tampoco encendido por la forma en que una se viste, sin duda. Otra cosa es cómo se ejercen los derechos. Digo, a mí me gusta vagar por Buenos Aires y muchas veces vagar en los lugares que no son mis lugares frecuentes. Y para escribir un libro hace un tiempo lo hice de una manera bastante arriesgada. Muchas veces mis amigos, los que conocen bien la ciudad, me decían "no deberías hacer eso porque son territorios inseguros". ¿Eso era estigmatizar a la gente que está viviendo en esos territorios? No. Era reconocer que hay zonas de la ciudad en las cuales la inseguridad tiene sus protagonistas. Entonces bueno, yo no le hice caso a mis amigos, seguí vagando. Entonces los derechos, el ejercicio más pleno de los derechos en las teorías más clásicas, dicen que están acostumbrados por el ejercicio más inteligente de la providencia. Lo cual no es renunciar a los derechos sino ejercerlos de la manera más inteligente.
— ¿Y la libertad dónde queda ahí?
— Justamente, la libertad siempre es ética. Como dirían Simone de Beauvoir y Sartre, la libertad siempre tiene la dimensión ética, justamente. Vos no podés perder la libertad cuando reflexionás sobre cómo ejercés tus derechos. Cuando vos reflexionás sobre cómo ejercés tus derechos la estás poniendo de manifiesto, no perdiendo. Hay que tener una visión muy simplista de los derechos diciendo "ah, si yo reflexiono sobre cómo ejerzo mis derechos los pierdo". Esa es una visión simplista, no es así. El ejercicio de los derechos lo que supone es también el ejercicio de una reflexión libre que tiene una dimensión ética muy fuerte. Es decir, yo tengo la libertad de abandonar a mi madre al borde de la muerte. La libertad la tengo. Ahora, ?¿cómo hago el ejercicio de esa libertad? No hay ninguna ley, excepto la ley moral, que me impida ejercer esa libertad. Es cierto reconocimiento de que yo esa libertad, ese derecho que es independizarme de un enfermo para que lo cuide el Estado, que lo cuide Dios, encomendárselo al Papa, qué sé yo, ese derecho está medido por otros, por otras formas del ejercicio de ese derecho.
— Lo que no estaríamos hablando ahí es de riesgo. Hay cuestiones que tienen que ver con la libertad y en donde lo que hay es como un riesgo de ejercer cierta libertad.
— Y, es probable. Es decir, es probable que… Digamos, voy a poner uno de los ejemplos más banales: una persona que no anda muy bien en bicicleta es preferible que no ande en bicicleta por la ruta ¿eso quiere decir que no tiene la libertad de andar en bicicleta por la ruta? No. Tiene la libertad lo mismo que los que andan muy bien en bicicleta por la ruta. Ahora, si no es muy segura esa persona de sus reflejos, de la forma en que gobierna su bicicleta, etcétera, si es la primera vez que va a ser un camino largo en una ruta, tiene que ver esa libertad en términos también de una prudencia, que en este caso no sería ética sino técnica. No creo en una sociedad de individuos que solo tengan derechos, los individuos también tienen que tener reflexiones sobre sus derechos.
— Es un momento en donde se está hablando de los derechos sobre el propio cuerpo de las mujeres, se volvió a hablar de la posibilidad del tratamiento de despenalización, y hasta se habla del tratamiento de la legalización del aborto en la Argentina. Vos opinaste en distintas oportunidades, hablaste incluso en términos personales, contaste cosas muy fuertes en términos personales, en distintos momentos. Me saber cuál es hoy tú opinión sobre el tema.
— Mi opinión sigue siendo la misma que hace muchos años, en ese punto creo que no se cambió una célula de mi cerebro. Yo hablé cuando Claudia Acuña hizo una tapa memorable (N. de la R.: para la revista Tres Puntos) con creo que eran treinta mujeres que decían "Yo aborté". Yo hablé y hablé de la manera más descarnada del asunto; es decir no pronuncié ni que había reflexionado sino que había reivindicado mi libertad y que me había sentido extremadamente aliviada después de hacer los abortos.
Los sistemas anticonceptivos eran buenos pero también a una persona muy joven podía pasarle lo que le pasa a las personas jóvenes en ese caso
-Decís "los abortos"… no fue "un aborto".
— No, no, fueron varios. Los sistemas anticonceptivos eran buenos pero también a una persona muy joven podía pasarle lo que le pasa a las personas jóvenes en ese caso. Y sigo teniendo la misma posición en este momento. Lo que yo le diría a los que están en contra del aborto es que, por favor, unifiquen su razonamiento. Si ellos piensan que se puede usar la píldora del día después, que piensen que están matando ahí también a una persona, porque ya está concebida. Que unifiquen su razonamiento y entonces que no puede haber anticonceptivos excepto los que intervengan antes del momento en que un espermatozoide se junta con un óvulo. Los que dicen "la píldora del día después está autorizada, la ley la autoriza", por supuesto eso me parece un avance enorme, pero los que dicen que eso está bien pero el aborto está mal que me expliquen. Porque justamente ahí entran en lo que sería bueno discutir.
— Hay gente que está en contra de una cosa y de la otra también ¿no?
— Sí, bueno, el Papa seguro.
— ¿Y lo pensás, como lo presentó en su momento Simone Veil en Francia, en términos de salud pública?
— Claro, en la Argentina las cifras son cien mil, cien mil chicas menores de 20 años embarazadas de las cuales el 70 por ciento no ha querido embarazarse. Bueno, o sea que ya estamos en términos de salud pública masiva, es uno de los temas de salud pública masivos en la Argentina. Pero no lo pienso solo en términos de salud pública porque hay chicas y mujeres de 20 o de 40 años que no tienen esos problemas de salud pública pero también pueden decidir no tener un hijo en un determinado momento de su vida.
— ¿Y en tu caso pensás que tiene que haber un límite en el momento del embarazo para tomar una decisión como esa?
— Las leyes europeas tienen el límite, es más, se llaman leyes de plazo. Me imagino que la discusión debe estar bien fundada para poner ese límite. La cuestión es que en la Argentina los plazos hasta ahora no han sido cumplidos porque iba la chica violada en el seno de su propia familia y entonces en el hospital le decían "no se lo hacemos", tenía que conseguir un defensor de pobres, ir al juez y cuando llegaba al juez el niño ya había nacido y estaba haciendo la conscripción. O sea que en la Argentina las leyes de plazos tienen que ser respetadas. Por otra parte hay solo ocho distritos en la Argentina que permiten el aborto a chicas violadas y a mujeres en riesgo de salud.
— No se cumple el protocolo de aborto no punible.
— Ocho hay, ocho. Y en esos ocho no se llega a abortar si no aparece un juez en el medio que diga que sí, que fue violada.
— En términos de la cuestión de la violencia, lo que también empezó a aparecer en estos últimos meses, en todo el mundo, no solo en la Argentina, es la cuestión de la denuncia retrospectiva por llamarlo de algún modo. Como si hubiera habido una toma de conciencia de que algo, una suerte de abuso que se sufrió en ese momento pero no había una conciencia de que eso era un abuso. Qué pensás de eso.
— Haber esperado una década me parece, verdaderamente, haberse tomado un plazo largo para una denuncia. Pero bueno, si alguien siente la necesidad de hacerla después de una década, que la haga. Otras víctimas de las injusticias sociales no esperan una década sino que salen a la plaza en el mismo instante. Pero bueno. La cuestión es el tema de la probación, después de una década cómo es un sistema de pruebas, ahí se hace más complicado. De todas maneras siempre uno puede decir que hubo grupos que sufrieron mucho y que en algunos casos esperaron mucho tiempo para hacer sus reivindicaciones y en otros no. Es decir, las largas historias de la lucha de los negros en Estados Unidos, de los esclavos en Estados Unidos, o las largas historias del movimiento obrero marcan que hay momentos en que eclosiona la denuncia y hay momentos en que o por la represión o por el temor o por lo que fuere la denuncia se mantiene en términos casi secretos. Bueno, ahora eclosionó. Los argentinos hemos estado durante veinte años juzgando a los -no me fui a otro lado, por favor- jefes militares de la represión y del terrorismo de Estado y todas las víctimas fueron muy cuidadosas en presentar sus pruebas, todas. Las primeras cuando Strassera, el fiscal del juicio de las Juntas, llamó a cantidad de víctimas y eligió los casos para poder hacer el juicio a las Juntas, se eligen los casos. La duración de los juicios tiene que ver con que por un lado los fiscales, por otro lado los defensores, por otro lado el sistema judicial, han sido muy cuidadosos en establecer sus pruebas. Y estoy hablando de genocidas, estoy hablando de terroristas de Estado. Ese cuidado en establecer las pruebas es más afín a lo que yo pienso respecto de la Justicia.
— ¿Pensás que se está viviendo una suerte de revolución de las mujeres con algunas injusticias en el camino, como suele haber en toda revolución?
— Puede ser. Para poder ser revoluciones tienen en un punto que pasar una raya, cruzar una raya, sino no son revoluciones sino transformaciones pacíficas, institucionales, etcétera. O sea que eso es posible. Habría que ver otras historias ¿fue excesiva la historia del sufragismo, por ejemplo? Porque más sometidas que las sufragistas… Habría que verlo, digamos, habría que preguntarles a los historiadores de la cuestión de la mujer y de la historia de la mujer si fue excesiva la historia del sufragismo. No lo sé. O sea que sí, las revoluciones todas tienden a pasar un punto para poder quebrar una inercia social, eso sin duda es así.
— Beatriz, decís que en el ambiente en el que te movés nunca sentiste haber perdido la posibilidad de un trabajo por ser mujer. ¿Y alguna vez tuviste que abandonar algún espacio por un acoso?
— No. Sacando alguna anécdota que tuvo que ver no con el trabajo sino con viajes y ese tipo de cosas no. A ver, el privilegio de mi formación también entra acá. Mi primer trabajo formal, formal, a los 21 años, una cosa así, antes de eso daba clases particulares, fue en Eudeba y luego en el Centro Editor de América Latina, donde Boris Spivacow, el gerente, gran editor argentino, yo creo que no diferenciaba hombres de mujeres de perros y de ranas. Creo que no hacía diferenciación en el reino animal, vegetal y humano, absolutamente. Mientras que sus chistes eran permanentemente chistes de insinuaciones sexuales, "Querida, ¿vos me querés? ¿Pero me querés mucho querida? ¿Mucho, mucho?" Esos eran sus chistes. Uno decía "Boris, que pesado" y seguramente a fin de año no nos aumentaban el sueldo que era muy bajo pero no diferenciaba quién dirigía colecciones, no puedo recordar eso. Por supuesto en esas dos editoriales para secretarias entramos todas mujeres. Yo entré para ser secretaria de Aníbal Ford. Susana Zanetti era secretaria de Horacio Achával, etcétera. Ahora, Susana Zanetti terminó dirigiendo Capítulo Argentino. Muy rápidamente Aníbal se liberó de mí y dirigí una colección de clásicos, después no sé qué otra cosa y… O sea que son medios muy privilegiados ¿entendés?
— Sos una persona que trabaja con el lenguaje. ¿Qué te dice la palabra patriarcado?
— La palabra patriarcado me dice lo que es, es decir un régimen, sea cual sea su forma política, incluso sea cual sea su contenido ideológico, cuya hegemonía está en manos de los hombres. Y que uno podría decir que es un régimen que se ha ido agrietando con las últimas décadas, con las últimas décadas. Es decir, yo creo que la dirigente más poderosa de Europa es una mujer, es Merkel. Más poderosa y además aparte de ser una dirigente de derecha, una dirigente que le impuso a Europa que recibieran a los refugiados sirios. Es decir que merece respeto fuerte. Y que acaba de elegir como sucesora a otra mujer. Y que tiene como contraria a otra mujer. O sea que uno podría decir en Alemania el patriarcado ha desaparecido. Es decir, no desapareció el capitalismo que lo acompañó pero el patriarcado, sí… Yo creo que si uno quiere decir cuál fue el momento en el que se cruzó la línea es posible que se haya cruzado con Thatcher en Inglaterra, esa fue una gran transformación de Inglaterra, no nos gusta la transformación pero esa fue una gran transformación que fue hecha por una mujer. Es posible que se haya cruzado con Thatcher en Inglaterra y con Merkel en Alemania.
En Alemania no desapareció el capitalismo que lo acompañó pero el patriarcado, sí
— ¿Estamos muy lejos de eso acá?
— Bueno, Cristina tuvo mucho poder. Aunque uno no haya acordado con la forma en que lo ejerció, tuvo mucho poder. Y yo creo que también tuvo la admiración y el apoyo de Néstor Kirchner.
— Pero Cristina no tenía particularmente una sensibilidad con el tema que tuviera que ver con las mujeres. Algo que uno le ve ahora que está fuera del poder pero mientras estuvo en el poder no parecía que el tema de los derechos de las mujeres fuera un tema para ella ¿no?
— Bueno, ella estaba contra el aborto y sigue estándolo. Eso era un tema… Pero en las otras cuestiones, no sé si no introducía algún cuidado digamos en el trato, etcétera, que son formas de civilización del lenguaje. Pero por otra parte, lo que más bien me interesaría resaltar es que, además de la martingala que inventaron, si no hubiera muerto Néstor para seguir siendo presidentes para siempre, esa era una pareja política que se fue convirtiendo en relativamente equilibrada.
— ¿Como pares decís?
— Sí, se fue convirtiendo en relativamente equilibrada, me da la impresión.
— ¿Alguna vez te sentiste feminista, te llamaste feminista?
— Suscribo todas las reivindicaciones del feminismo, no tengo inconvenientes en decirme feminista pero no es un adjetivo con el cual yo comenzaría a definirme. Lo primero que diría es que soy una persona de sensibilidad de izquierda, eso es lo primero que yo diría.
— No "una mujer de sensibilidad de izquierda" "sino una persona de sensibilidad de izquierda".
— Soy una persona de sensibilidad de izquierda. Eso es lo primero que yo diría si me tengo que definir. Tengo todas las reivindicaciones del feminismo, todas absolutamente. No he militado en el feminismo, y ahí hay otra cuestión, si yo no he militado en el feminismo entonces qué pasa ¿tengo derecho a llamarme feminista en un sentido pleno? Soy alguien que cuando ha pensado que tal idea que tiene es importante, ha militado por ella. Digamos, soy una persona de un mundo en transición.
— Si hoy tuvieras que hablar con una chica de 15 años justamente, ¿le dirías hoy te toca vivir un tiempo mejor?
— No, yo no le diría eso porque a mí no me gustaba que me dijera mi mamá "A vos sí que te gustó una linda época", no. Yo le diría "hacé tu vida, rompé cuantas vidrieras puedas –en el sentido simbólico del término-, hacé tu vida y chau. Sé completamente independiente". A mí no me gustaba, y creo que a nadie le gusta, que le digan "mirá, nosotros la tuvimos peor". Más bien yo digo yo la tuve mejor, tiendo a decir. No quiero dar ese mensaje del nosotros la tuvimos peor, nos costó muchísimo. Pensá, yo cuando aborté no sabes dónde era mientras que vos ahora vas a ir tranquila a la farmacia a comprar una pastilla. No, no, se lo ganó, se lo ganó aunque sea por haber nacido de una mujer que se lo ganó ella o de una abuela que se lo ganó ella.
— Te hago la última pregunta ¿crees que Ni una Menos como consigna y como movimiento ha tenido incidencia? ¿Lo considerás como un movimiento importante en relación con esto?
— Importantísimo. Yo me asombré en las primeras marchas. Me asombré en una por ver la Avenida de Mayo que…
— La primera.
—… no se podía entrar ni salir porque era realmente asombroso. Creo que lo que yo vi en la plaza en la última manifestación por el aborto ahora, lo que yo vi en esa plaza es que era gente muy joven en muchos casos, no en todos. Es lo que se recogió de ahí también, yo decía estas chicas que tenían 14, 15 años en aquella marcha. Yo creo que fue fundamental, fundamental. Y yo creo que es una forma de poner el tema que fue fundamental. Que no es poner a la víctima desangrándose sino poner en escena la resolución de que eso no suceda más. Eso fue y es fundamental.
ENTREVISTA COMPLETA, ACÁ
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