El sueño se había tornado pesadilla a los pocos meses pero esa tarde ya no lo toleró más. Su llamada de auxilio la recibieron en la Embajada Argentina en Roma. Les dejó un teléfono y contó que trabajaba en un local nocturno en las afueras de la ciudad. No sabía si la iban a volver a llamar.
Clara tenía 27 años y había llegado a Italia de la mano de un promotor que le prometía bailar en grandes teatros. Pero esas propuestas laborales nunca le llegaron.
Lejos de casa, sola, comenzó a aceptar las nuevas sugerencias del promotor. Recuerda que la primera vez le dijo que debía acostarse con un conocido empresario del espectáculo. Eso "la iba a posicionar" para una selección de chicas que se iba a hacer. Hoy cree que ninguna de las dos cosas fueron ciertas: ni que el tipo era empresario ni sus chances.
Pasaron casi dos años hasta que se animó a llamar y las autoridades argentinas la contactaron. Recién entonces pudo tomar un avión rumbo a Buenos Aires.
Su peor temor era encontrarse con su familia. Se había ido a triunfar y en vez de una bienvenida con cartelitos en Ezeiza la esperaban los funcionarios judiciales. Todo lo que le pasaba la avergonzaba mucho.
Pidió por favor que no la identificaran, que quería "seguir con su vida". Las psicólogas que la acompañaron a su llegada pudieron verla un par de veces, luego no quiso más entrevistas. Clara no se llama Clara, pero todo lo demás es exactamente lo que le ocurrió.
"Los casos como los de la chica que estuvo en Italia muestran cómo en todas las clases sociales hay vulnerabilidad. Ella era de clase media, no es que no tenía expectativas. Pero el sueño de ser modelo o bailarina la llevó lejos de sus afectos. ¿Qué chica no sueña con ser Valeria Mazza? Su fragilidad estuvo ahí, en tener expectativas. Y quien le hizo la propuesta lo sabía", explica Vanesa Lorenzetti, coordinadora del equipo del Programa Nacional de Rescate de Víctimas del Ministerio de Justicia.
Las distintas historias que siguen desde el programa son muy parecidas a los de la chica argentina en Roma.
Lo que algunas relatan es que al comienzo, sobre todo con las más jóvenes, las seduce la idea de entrar a los VIP de las discos y que les paguen por estar ahí. Por allí abundan los dueños de agencias de promotoras, de modelos o algún reclutador de teatro de revistas.
"En esos lugares a las chicas las van probando. Insinúan para ver cuál es la que menos se escandaliza de la propuesta. Siempre con la idea de que hay que tener sexo con un tipo para seguir en carrera. Y ahí plantean una disputa con sus compañeras. Tenés que estar más dispuesta que las otras si querés ganarles esa carrera", agrega Daniela Gasparini, otra coordinadora de los equipos en el Ministerio.
A Marcela también le prometieron que iba a bailar. Ella se fue desde Rosario a Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más adinerada de Bolivia. Con menos pretensiones que Clara fue hacia allá para ganar experiencia y mandarle dinero a su madre y su hija, que se quedaría en Santa Fe.
También tenía confianza en un representante al que conocía y que ya la había ayudado con dinero.
Al principio bailó, como le había prometido, pero al poco tiempo les susurraron las ofertas de hombres que la miraban desde abajo del escenario. Las primeras veces dudó pero su representante le repetía que era buena plata, más de lo que iba a cobrar en un mes. Su sueldo apenas le alcanzaba para mantenerse y tenía que hacer los giros a su madre.
"El rol de los tipos que las llevan y las entregan es decisivo. Se ganan su confianza y luego para ellas no sólo es difícil romper con su plan inicial de progreso o porvenir sino con ese tipo que la acompañó en el recorrido. Son psicópatas profesionales y las convencen de cosas tremendas. En muchos casos primero las vinculan con el consumo y luego con la prostitución. Con estos temas de las confianzas, muchas de ellas tardan tiempo en darse cuenta que fueron entregadas por alguien en quien confiaban y que son víctimas", señala Lorenzetti.
Otro de los casos fue en España. Allí una tercera chica viajó con los mismos deseos que las anteriores. También estuvo casi dos años en Barcelona bailando primero y prostituyéndose después.
También llamó a la embajada para que la ayudaran a volver. Durante ese tiempo, según su relato, sentía que ella era la que controlaba lo que sucedía.
"Algunas de las víctimas te dicen: 'yo a esos tipos les sacaba plata'. No podían darse cuenta de que ellas eran usadas. Hay un autoengaño y ellas pierden siempre", sostiene Gasparini.
No sólo aparecen hay historias más allá de las fronteras. En los locales nocturnos de Recoleta y Palermo las chicas llegan de manera similar.
Muchas del interior, vienen para estudiar y comienzan con la idea de juntar algo de dinero para aliviar a los padres.
La ruta es parecida: primero las vieron en una disco donde hacían "presencias" y las invitaron a una fiesta privada; luego terminaron trabajando en los boliches de noche. De esa manera, en poco tiempo pasaron de cobrar algunos cientos de pesos por mostrarse una noche en un VIP a juntar 50 o 60 mil pesos al mes.
"En esos lugares nocturnos, cuando hacemos allanamientos, nos encontramos con chicas que nos dicen que no trabajan ahí, que ellas estaban tomando algo. Te das cuenta de que no es así por cómo están vestidas. Pero lo sostienen igual. En algún momento entran en crisis y pueden pedir ayuda", explica Lorenzetti.
Las experiencias de las jóvenes que van al extranjero o que son del interior del país y llegan a las grandes ciudades, no necesariamente se producen en condiciones de cautiverio o una violencia física que aterrorice a las víctimas.
Primero se generan las más diversas situaciones de engaño, con paulatinos recortes de la autonomía. "Salen acompañadas, les dicen que su dinero se lo manejan otros. Van achicando su campo de acción para que no tengan relaciones en el exterior que puedan complicar los planes. En general, las víctimas tardan en darse cuenta de estos mecanismos. Su crisis se produce cuando caen en la cuenta e intentan modificar esa realidad. Es ahí donde aparece la violencia física y ellas dimensionan dónde están metidas", explica Galmarini.
En los tres casos que se mencionan en la nota, la mayor dificultad para desatar el nudo y regresar al país fue la vergüenza que les provocaba a las víctimas develarle a padres y hermanos que el relato que habían sostenido durante la estadía en el extranjero era una ficción.
Hay un doble engaño, el de los representantes a ellas y luego el de ellas a los suyos. Durante un tiempo desean que sea una mentira piadosa porque creen que es el precio que deben pagar para llegar adonde quieren, y luego todo eso se les hace inmanejable. "¿Cómo les decís a tus papás que nada de lo que dijiste es verdad? Quedan atrapadas y con mucha angustia", agrega.
La etapa de la captación es muy sutil y efectiva para los intereses de quienes manejan a las chicas.
Paula es estudiante de una universidad privada de la zona de Belgrano. Vive en Olivos y no depende de un sueldo para vivir. Tiene 22 y aún duerme en la casa de sus padres. Cuando tenía 17 comenzó a hacer "presencias" en un boliche top de zona norte. La llamaban, podía ir con sus amigas. Todas tenían que ser "monas como ella", según las palabras de quien la contrataba.
Pasaba las madrugadas del fin de semana allí y se llevaba unos 800 pesos por noche. Cuenta que los patovicas sabían que era menor pero no le pedían documento. Estaba en el VIP con otras tantas chicas y el ambiente la divertía.
"Era genial, salíamos y no pagábamos. Los hombres se acercaban, con una sonrisa les decíamos que no y luego se iban. Nadie se ponía muy pesado. Luego se sumaron chicas de agencias de promotoras y cambió bastante. Al principio la dueña de la agencia venía y le decía a alguna de sus chicas que había un empresario, un jugador o un piloto de automovilismo que la quería conocer. Después directamente venía y les decía que a tal hora el tipo en cuestión las esperaba en sus casas. A esa hora las chicas se iban".
"En esos lugares no hay inocencia. Los que te van a entregar están midiendo sus reacciones. Si ven que se niega, van a otra. Esperan y prueban de nuevo. Poco a poco tratan de naturalizar eso de irse con un hombre que tiene contactos o que te puede ubicar en determinado lugar", analiza Lorenzetti.
La experiencia de Paula con las "presencias" terminó en noviembre de 2016 luego de que le propusieran ir a Uruguay a hacer desfiles y promociones. Ella estaba de novia y prefirió no ir pero varias de sus amigas pasaron un mes y medio allá. Según cuenta, en un momento comenzaron las propuestas sexuales y cuando algunas chicas se negaron, quien las había llevado cambió el trato con ellas.
A la vuelta hubo varias que no regresaron al boliche. "Para muchas fue una desilusión tremenda porque habían ido a trabajar en eventos y lo estaban haciendo. No sé cuántas accedieron. Quizás sólo un par, pero a ellos les sirve. Van haciendo una selección y varias chicas se van quedando", cuenta Paula, que ahora trabaja de promotora en el Turismo Carretera.
SEGUÍ LEYENDO: