Comienza el año 1765. Una embarcación española recorre el Océano Atlántico. Su itinerario comienza en Cádiz, hace una parada en Montevideo y se dirige a Lima, para lo cual debe rodear el continente por el extremo sur y subir por el Pacífico. La embarcación se llama Purísima Concepción.
El 10 de enero, mientras recorre las costas de Tierra del Fuego, el barco encalla entre unas rocas. Comienza a entrar agua en la embarcación y los 193 tripulantes saben que ya no llegarán a Lima.
Es la época en que la conquista del mundo se juega en el mar. Lejos de desesperar, los hombres del Purísima Concepción realizan un prodigio: se organizan, abandonan el barco y se las arreglan para llegar a la costa.
Sobreviven todos al naufragio. Es una escena real que bien podría haber escrito Stevenson. La cosa no termina ahí: durante tres meses viven instalados en lo que hoy se conoce como Caleta Falsa, en Tierra del Fuego.
La épica sigue: mientras arman el campamento se encuentran con que la zona está habitada por indígenas. Lejos de levantarse en armas, logran una convivencia pacífica con los dueños originales de las tierras, que los vieron llegar sin barco desde el mar, como langostas humanas que salían del agua. Una escena real que bien podría haber escrito Defoe.
Durante su estadía en el continente los tripulantes se la pasan yendo y viniendo al barco perdido para recuperar víveres, madera, armas, y así construir otra embarcación que los lleve hasta el puerto de Buenos Aires, adónde efectivamente desembarcan en el mes de abril de 1765. Hasta acá, la primera proeza de esta historia.
Muchos años después, 249 para ser exactos, la investigadora argentina Dolores Elkin se puso en la cabeza lograr una segunda hazaña: reconstruir la historia.
Fue en el 2014, cuando descubrió restos de una civilización mientras recorría la zona como parte de un relevamiento general.
Arqueóloga y exploradora de National Geographic, es además parte del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL, del Ministerio de Cultura), e investigadora del CONICET.
Su vínculo con el Purísima Concepción nació con un programa arqueológico que se proponía, entre otras cosas, estudiar naufragios acontecidos en la región. Este la atrapó particularmente por la doble misión que implicaba: encontrar restos del navío y restos del campamento.
Así, fue recopilando información clave. En 2014 encontraron una bala de cañón de hierro, con un diámetro de 9 centímetros, aproximadamente.
"Esa es la medida que se utilizaba para cañones de 6 libras. Y es el calibre de cañones que pidió el Purísima Concepción. No puedo asegurar que hayan sido esos, porque la única documentación que tengo dice que son los que debería haber llevado a bordo. Pero uno empieza a atar cabos por distintas vías. No hay registro que nosotros conozcamos de otro naufragio de la época de una embarcación que haya llevado cañones", dice Elkin.
Ahora, gracias al uso de un magnetómetro –un aparato que capta señales magnéticas y detecta el hierro–, pudo llegar a un punto clave en la investigación: delimitar la zona del mar en la que podrían estar sumergidos esos cañones.
Como en Indiana Jones, como en La Momia, su trabajo está lejos de ser puramente de laboratorio. Es que para encontrar restos o pistas tanto Dolores como su equipo del Programa de Arqueología Subacuática del INAPL deben tener entrenamiento de buzos, para poder sumergirse en aguas profundas.
No solo eso, llegar a Caleta Falsa es una verdadera travesía: hay que volar a Ushuaia, desde ahí andar 200 kilómetros hasta Estancia María Luisa, donde acaba el camino. Luego, tres días a caballo hasta Caleta Falsa. Esto lo hicieron a fines del 2017 con el apoyo de National Geographic y encontraron elementos claves.
"A mí me atrapó de entrada la historia del Purísima Concepción. Era una historia conocida, pero no tan difundida, al menos en nuestro ámbito", cuenta la antropóloga.
"Es una historia de éxito más que de fracaso. Normalmente los naufragios vienen con tragedias y finales tristes, pero acá se salvaron todos los tripulantes. Hubo algún fallecido, pero por otras razones. Además, ellos convivieron armoniosamente con la población indígena local. Y con los restos del navío, más madera de la zona, construyeron otro barco para volver a Buenos Aires".
Uno de los elementos más importantes de la investigación fue la copia de un diario del naufragio que pudieron conseguir. Gracias a él lograron reconstruir detalles que ayudaron a tener una idea acabada de lo que sucedió con el navío mercante del imperio de Carlos III, el Rey de España en ese entonces.
Según un documento que llegó a las manos de la arqueóloga, el Purísima Concepción habría pedido unos 20 cañones de hierro de 6 libras. Y según las estimaciones, estos podrían estar a un máximo de 5 metros de profundidad. Eso será lo que tendrán que encontrar a continuación, para lo cual la delimitación de la zona es clave.
Otro gran componente de esta exploración estuvo conformado por las excavaciones arqueológicas terrestres, coordinadas por el arqueólogo Martín Vázquez.
Se realizaron excavaciones pequeñas y comenzaron a aparecer fragmentos de cerámica gruesa con aspecto de vasijas. Más allá del hallazgo en sí que suponen las piezas, el valor principal es que ratifica las pistas que indican la presencia de los sobrevivientes allí.
"Recuerdo una frase del diario (de los náufragos) que dice que los indígenas antes hacían puntas de flecha de piedra y que cuando llegaron ellos las empezaron a hacer con vidrio. Permite comprobar la fusión de las dos culturas", agrega Elkin.
"Son varias piezas que van generando un rompecabezas. Si las tomás de manera individual no, pero si tenés varias y logras llenar esos huecos, te das cuenta que tenés una escena, una imagen que para mí es el naufragio del Purísima Concepción".
Los próximos pasos son ampliar la excavación en tierra para encontrar más evidencia de cómo era la vida diaria de los náufragos y realizar más intentos de buceo, con mejores condiciones climáticas, en la zona donde la señal magnética distinguió la presencia de hierro.
"Habría que comprobar si están los cañones, cuántos hay, si se pueden sacar y ver si vale la pena sacarlos", dice.
Parece saber que las grandes historias no siempre dependen de encontrar lo que se busca sino de buscar lo que no se sabe si se va a encontrar.
"Desde el punto de vista arqueológico –agrega–, creo que lo que hacemos es dar vida, rescatar a la historia. Estamos dando materia prima para un relato fascinante que, de otra forma, hubiera quedado en el olvido".
Fotos y videos: La Huella Films