"Hubo una cofradía entre varones de la tele para disciplinar a las chicas que denunciaron acosos"

La periodista Luciana Peker habló con Infobae sobre el rol de Ni Una Menos en la nueva ola feminista mundial, las denuncias de acoso y abuso sexual que han impactado la industria del entretenimiento en EE.UU. y por qué en Argentina no se ha replicado ese fenómeno

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"Así que quiero decirles a todas esas chicas que miran televisión desde casa que un nuevo día se acerca. Y cuando ese nuevo día comience será porque miles de mujeres, muchas de ellas aquí presentes, y algunos hombres fenomenales, nos acercaron un poco más al momento en que nadie tenga ya que decir nunca más Yo también". Las palabras finales de la conductora, actriz y periodista estadounidense Oprah Winfrey, al recibir un premio a su trayectoria en los últimos Globos de Oro, coronaron un discurso que promete quedar en la memoria no solo de los que encienden las luces rimbombantes de Hollywood, hoy en cortocircuito por las denuncias de acoso sexual que se suman a ese "Yo también" ("Me too", en inglés). Fueron millones las mujeres y los hombres que escucharon a Oprah y apreciaron a todas esas celebrities vestidas de negro, acompañadas por otras tantas activistas cuyas voces estaban ayudando a reverberar.

Un antes y un después, dirán muchos, aunque no parece ser el caso de algunas voces de la industria audiovisual argentina. "Al día siguiente la televisión mostraba a Cacho Castaña diciéndoles a las mujeres violadas que eso era un chiste, que se relajen y que gocen", dice en diálogo con Infobae Luciana Peker, periodista especializada en género y autora de "La revolución de las mujeres" (Eduvim, 2017), su último libro. Y sigue: "La diferencia es insalvable, un abismo, entre cómo los medios tratan la violencia hacia las mujeres".

—¿Qué es ser feminista, desde tu punto de vista?

—Ser feminista es pelear por la igualdad de derechos entre varones, mujeres, personas trans y toda la diversidad sexual. Es pelear justamente para que las mujeres no carguen con las violencias que hoy son explícitas o implícitas, desde los micromachismos hasta los femicidios. Yo creo en lo que llamo un "feminismo del goce", que es muy latinoamericano, que es muy del sur, que no es necesariamente igual al feminismo europeo o norteamericano -del que toma cosas, se inspira y se nutre- y que básicamente consiste en pelear para que las chicas y los chicos que nacen y crecen hoy sean más felices.

—¿Y cómo estás viviendo que el feminismo empiece a estar en boca de programas populares? Vos fuiste a "Intrusos", por ejemplo.

—Yo lo festejo. El feminismo en la Argentina siempre ha sido popular y federal. Lo que pasa en las provincias, en los encuentros de mujeres desde hace 32 años es maravilloso, es masivo y es popular. La diferencia es que las cámaras nos daban la espalda o nos expulsaban, aun cuando ha habido muchísimas mujeres en la trayectoria televisiva. Desde Annamaría Muchnik, que hizo "Buenas tardes, mucho gusto", donde también empezó a trabajar Liliana Hendel. Annamaría después hizo la columna de "Ciudadanas", con Martha Merkin, y Hendel hizo durante años una columna de género en TN, en Canal 13, en Telefé, en la Televisión Pública; Mariana Carbajal, desde hace años en la Televisión Pública, y algunos espacios como el de Julia Mengolini en "Duro de domar". Pocas más. Ante ese panorama, poder llegar a más mujeres, a más jóvenes, a más señoras, en un momento tan candente, donde se producen tantos cambios, para mí es un gran avance.

—El fenómeno del "Me too" en Estados Unidos visibilizó distintas denuncias de acoso. ¿Cómo evaluás esa situación acá, en Argentina? ¿Cómo la tratan los medios?

—El fenómeno mundial del levantamiento de mujeres tiene como epicentro la Argentina. No es que estamos copiando algo que pasa afuera. Hay un antes y un después del 3 de junio de 2015, con Ni Una Menos, y con el paro de mujeres del 19 de octubre de 2016. De hecho, junto con Polonia, son los países cuyas iniciativas mueven las hormigas en el mundo para que las mujeres nos unamos y estemos convocando a un paro internacional para el próximo 8 de marzo. Por otra parte, el "Me too" en los Estados Unidos pone en escena algo que ya no se podía dejar de ver. La reciente entrega de los Globos de Oro, con Oprah (Winfrey) diciendo ese discurso maravilloso en contra de los hombres poderosos, llamando a los varones que no son violentos y no quieren serlo a que escuchen, dándole la mano a las mujeres, esa alfombra roja en donde las estrellas iban de la mano de activistas mujeres, migrantes, feministas, lesbianas, deportistas. Al otro día la televisión argentina mostraba a Cacho Castaña diciéndoles a las mujeres violadas que eso era un chiste, que se relajen y que gocen. La diferencia es insalvable, un abismo, entre cómo los medios tratan la violencia hacia las mujeres.

—Ante denuncias de acoso de actrices argentinas, por ejemplo la de Calu Rivero algunos meses atrás, se tiende a creerle al denunciado. ¿Por qué creés que pasa esto?

—La denuncia de Calu Rivero, su conmovedora carta, relata una situación que ella ya había informado. Darle la espalda, como hicieron casi todos los medios, incluso algunos volvieron a poner las escenas hot de esa novela, "Dulce amor", cuando Calu justamente estaba contando el nivel de incomodidad que había sentido, es parte del desprecio, de no escuchar a las mujeres que están contando que están sufriendo. ¿La perjudica a Calu? Sí, pero perjudica a muchas otras chicas. ¿Calu habla por ella? Sí, pero como dijo Uma Thurman hace unos días: "Hablan especialmente por las otras, por las que vienen, por las chicas". La televisión argentina ha reaccionado, no solamente ante la denuncia sino ante el relato de Calu, con mucho desprecio.

Corporativamente los programas más importantes, desde "Showmatch" hasta el programa de Mirtha Legrand, defendieron no solo a un actor, que en este caso era el acusado, sino a todos los que pudieran ser acusados. Si se duda de que alguien pueda ser un abusador porque es padre de familia, si se dice que una chica denuncia porque quiere fama y dinero, que si tardó en contarlo entonces no es válido porque lo tendría que haber contado antes, o que un actor no puede ser abusador porque tiene una carrera exitosa que lo avala. Si esos son los argumentos, entonces no se está invalidando solo el testimonio de Calu Rivero, sino los de todas las chicas que no son conocidas.

—¿Creés que nuestro medio audiovisual no está preparado para contener estas denuncias de acoso?

—No está preparado, pero además hubo una actitud que es peligrosa y nociva: hubo una cofradía entre varones. Se buscó disciplinar a quien denunciaba para que no se produzcan más. Hasta ahora, y esto es lo que tenemos que cambiar, el mensaje de la televisión es que otras chicas no denuncien. Ese es el mensaje que las feministas no podemos tolerar, y no es casual que salgamos también ahora más fuertemente a decir que sí, que aceptamos estar en espacios más populares y más mediáticos. Nosotras les decimos a las chicas que no se callen más. La televisión hoy, corporativamente, les está diciendo que se callen. Y ahí es donde no lo aceptamos y pedimos que se dé un mensaje que no tolere la violencia.

—¿Cuál es tu evaluación sobre cómo la Justicia recibe las denuncias de acoso? ¿Por qué cuesta tanto que se le crea a la mujer cuando denuncia?

—En Argentina se aprobó una enorme cantidad de leyes sobre violencia de género. Muchas de ellas están a la avanzada del mundo. Faltaría una ley específica de acoso, aunque tampoco todos los problemas se solucionan con leyes. La Justicia se tiene que capacitar y tiene que saber escuchar a las víctimas con respeto y dignidad. Les tiene que creer. Sin ese paso, no va a haber justicia.

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—¿Existen determinadas prácticas de sororidad cuando hay una denuncia de acoso?

—Yo creo que sí, principalmente en los últimos años. El acompañamiento entre mujeres, la escucha, decirse -como el hashtag español que me gusta mucho- "Yo te creo, hermana". La comprensión, por sí sola, ya es muy sanadora. Por más que parezca un recurso muy básico, la comprensión, la lucha y las marchas son sanadoras.

—¿Cómo te imaginás, de acá a cincuenta años, la lucha feminista?

—Yo considero que esto es una revolución, tanto de las mujeres como de otras identidades sexuales, y básicamente me gusta imaginarme a nenas y nenes más gozosos y felices. Que puedan vivir su sexualidad de forma plena. Que todo lo que hagan, lo hagan por placer y no por sometimiento, que puedan tener las elecciones y las pruebas sexuales que quieran, que eso no signifique una carga, que puedan aspirar a la carrera que quieran, o a no tenerla. Una sociedad con menos mochilas y con mucho más goce.

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