"El lugar de Wanda es aquel, el que está lleno de mariposas", dice Beatriz con la mirada clavada en un estante con fotos. "La última foto de ella es la que está con el marco negro. Esa se la sacó el 6 de febrero del 2010".
Cuatro días después, Wanda Taddei, su hija de 29 años, entró al hospital agonizando con el 60% del cuerpo quemado. Su esposo, el músico Eduardo Vázquez, la había rociado con alcohol y prendido fuego con un encendedor.
La casa de Jorge Taddei y Beatriz Regal, los padres de Wanda Taddei, está repleta de mariposas. Una, metálica, cuelga de una cadenita en su cuello y otras decoran sus uñas. Hay otras en la heladera, en los marcos de las fotos y en los adornos.
Para ellos la mariposa es un símbolo de la lucha de su hija por respirar durante los 11 días en los que agonizó. Es que en la sala en la que Wanda luchaba por sobrevivir, un dispositivo "aleteaba" indicando cuando respiraba por su cuenta. Su madre vio en esa máquina una mariposa y nunca pudo desprenderse de esa imagen.
Wanda y Eduardo Vázquez habían sido novios cuando ella tenía 15 y él 20. El vínculo se afianzó varios años después cuando se reencontraron. Ella tenía 27 y él 32. Para entonces, la joven ya tenía dos hijos y él era el baterista de Callejeros (todavía sin condena por la tragedia de Cromañón).
A fines de 2009 decidieron casarse. Dos meses después, el 10 de febrero de 2010, Wanda ingresó a la guardia del Hospital Santojanni con su cuerpo quemado. Murió el 21 a causa de las infecciones que le produjeron las heridas y los daños irreversibles en sus vías respiratorias.
El femicidio de Wanda marcó, en palabras de su padre, "un antes y un después" en el tratamiento de la problemática dentro y fuera de la Justicia. En 2012 Vázquez fue condenado a 18 años de prisión por el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 20 de la Ciudad.
¿Por qué no prisión perpetua? Porque los jueces consideraron que existía un atenuante por "emoción violenta" relacionado al trauma que le había dejado el incendio de Cromañón.
Gracias a la presión social y el empuje de la familia, un año más tarde la Cámara Federal de Casación Penal descartó el atenuante, demostró la intencionalidad y condenó al músico a perpetua. Fue un punto de inflexión.
El femicidio produjo un impactante efecto copycat: los casos de ataques con alcohol y fuego se multiplicaron, un fenómeno que fue conocido después como el "efecto Wanda Taddei".
Mientras tanto, la lucha contra la violencia machista, la figura del femicidio y las cuestiones de género todavía pujaban por instalarse en los medios de comunicación y la sociedad.
Después del crimen, del juicio y de la condena, los daños colaterales y la ausencia calaron hondo en sus familiares. "La violencia no termina con el femicidio", resume Beatriz. "Si bien la violencia más importante la recibió Wanda porque perdió su vida, nosotros seguimos, durante mucho tiempo, recibiendo violencia".
Beatriz y Jorge perdieron una hija; Nadia y Rubén, una hermana; los hijos de ambos, una tía y Facundo y Juan Manuel perdieron a su mamá cuando tenían 8 y 5 años respectivamente.
Los hijos de Wanda, sin embargo, no eran hijos de su asesino –aunque convivieron con él en ese ámbito violento– y quedaron a cargo de su padre y de la pareja (su "mamá del corazón").
Según datos de La Casa del Encuentro, desde el 2008 al 2014 hubo en Argentina 2.196 hijos que perdieron a sus madres en manos de femicidas: los hijos de Wanda son dos de todos ellos.
Aunque suene absurdo, para Beatriz y Jorge esos chicos "tuvieron suerte": "No todos los chicos quedan con abuelos que los protegen y tíos que los quieren. ¿En qué familia pasa esto? ¿En qué familia se llevan bien con la mamá del corazón y con el padre como si fuera nuestro hijo?", preguntan como si, en su inmenso dolor, igual tuvieran que agradecer. Se refiere a otros "huérfanos de femicidios" que entran en lo que llama 'la teoría de las dos C': un padre en la cárcel y el otro en el cementerio".
En la casa donde esa madrugada sucedió todo, Facundo y Juan Manuel dormían. Ya quemada, Wanda le ordenó a Vázquez que los llevara a la casa de su hermana. En los primeros días de internación, el hermano de Wanda llevó al hospital una grabación en la que sus sobrinos le decían a su mamá: "Mamá, te queremos, nos vamos a portar bien. No te vamos a hacer rezongar más, curate rápido". Beatriz suspira: "Se culpaban ellos".
Los símbolos -como las mariposas- los recuerdos, las fotos y hasta las redes sociales, les sirven a sus seres queridos para sentir a Wanda menos ausente. "Yo le escribo mucho por Facebook a Wanda casi todos los días, aunque por ahí 6 meses no le escribo. Incluso le pongo que espero respuesta".
"Wanda, mi amor querida, hoy es un día tan especial que no sé cómo contarte", le dice Beatriz en un mensaje privado a su hija para avisarle que le pusieron su nombre al aula de una universidad. "Imposible creer que ya no estás", dice otro. "Cinco años. Me parece una pesadilla de la que no voy a despertar. Sabés que te extraño mucho".
"Hace ocho años que le escribo", cuenta Beatriz a Infobae. En los momentos donde más siente su falta usa esa vía para transmitirle lo que dicen sus hermanos o sus amigas y le trata de explicar lo mucho que la extrañan todos. Si ve una frase que le gusta o le hace acordar a ella, también se la envía.
"Wanda, hoy estuvimos con papá. Cada uno busca con desesperación el camino del consuelo, que no existe, pero seguimos", le escribió otro día que fue a visitar los restos de su hija al Cementerio de Flores. "Las personas te escriben y esperan respuesta. Yo también espero. Que mis besos alados te lleguen".
La muerte de Wanda transformó a Beatriz y Jorge en activistas contra la violencia de género. Fueron a donde los invitaron, dieron charlas en colegios, iglesias y universidades, organizaron reuniones, recibieron distinciones y tratan a diario con víctimas que los contactan para pedirles ayuda. Esa fue su forma de aprender, ayudar a otros y pasar su duelo.
"Yo fui criada en una sociedad machista. Aunque nunca hubo golpes, tuve un matrimonio machista. Llevé una vida machista", dice Beatriz. "Lo fui aprendiendo. El trabajo es duro pero de a poco vemos resultados".
Ella es hoy la impulsora en Argentina de la campaña del "banco rojo", una instalación con una inscripción que dice "En memoria de todas las mujeres asesinadas por quienes decían amarlas". "El que ama no mata", dice.
—¿Cómo fue para la familia "el después" de la muerte de Wanda?
Beatriz: Pasamos momentos muy difíciles. Mi hija menor entró en estado de pánico y dormía a upa nuestro, aunque ella tenía un hijo para darle el pecho. Vivió con nosotros dos meses, tenía miedo de que él se le apareciera. Nada termina con el femicidio, el femicidio trae aparejado un quiebre en muchas cosas. Las familias quedan en un estado de duelo muy grande, con depresiones muy grandes que te enferman el cuerpo. Él tuvo dos veces cáncer, yo estuve años casi sin poder caminar y se me cayó el cabello.
Jorge: Valentín, el bebé de Nadia, la pasó muy mal también. Su madre estaba muy tocada por el crimen de su hermana.
—¿Se trató el tema con los hijos de Wanda en ese momento?
B: Nosotros tomamos una decisión como familia que se dio de manera natural. Wanda muere el 21 y el 25 cumplía un año el hijo de Nadia. Acá se hizo la fiesta y no se hizo velorio.
J: El tema lo hablaron únicamente con su papá y con su "mamá del corazón", a quien Wanda conocía y apreciaba. Con nosotros hablan todo el día de Wanda, de lo que hacía, de sus comidas, pero jamás dijeron una palabra sobre lo que pasó. Yo les cuento anécdotas, se ríen, siempre recordamos lo bueno.
—¿Qué relación tenían con Eduardo Vázquez?
J: Yo siempre traté de incorporarlo a la familia. Tal es así que accedí a sacar un cuadro donde estaba mi yerno, el padre de mis nietos. Vázquez la quería a Wanda, pero como su pertenencia. La sociedad machista confunde el amor con la propiedad: la mujer deja de ser un sujeto para convertirse en un objeto. Mientras no cambie esta matriz seguirán habiendo femicidios.
B: Él es más conciliador, yo soy más dura. Wanda lo quería. Cuando él empieza a andar bien económicamente a partir de algunos shows que hizo, empieza a llegar tarde y mi hija, que no es ninguna tonta, lo echó tres veces. Él veía que su presa se le iba, que estaba perdiendo el control. Los albañiles nos contaban de las peleas que tenían. Una vez le dije '¿vas a ser una sometida toda tu vida?' y ella me dijo 'si es necesario, sí'. No entiendo cómo una mujer tan liberal podía actuar así. Ella fue quien ayudó a su hermana a separarse cuando vio que el marido la despreciaba y disminuía. Ella sabía todo pero creía que lo iba a cambiar. Yo sigo estando enojada con ella. Cuando voy al cementerio, sobre todo, me enojo mucho.
—¿Hablaron de él alguna vez con sus nietos?
B: No. El otro día uno de ellos me preguntó dónde existía la pena de muerte. Yo le contesté y le dije que no estaba de acuerdo con ese castigo. '¿Abuela, dejan salir antes de tiempo a los que tienen prisión perpetua?', me preguntaron también el otro día. El sufrimiento que deben haber pasado esos chicos debe haber sido terrorífico.
—Van a hacer siete años que Vázquez está detenido. ¿Qué piensan de él hoy?
B: Es un psicópata perverso, sigue diciendo que no la mató. Lo viví en carne propia en el juicio, con él llorando. Hace unos meses nos mandó una carta pidiéndonos perdón e incluso puso un teléfono particular para que lo llamemos. Decía que la amaba, que era el amor de su vida, que tenían un amor sublime, que él nunca podría haber matado a Wanda. Dice que nos mandó la única foto que tenía con ella, los hijos y su hija. Quedará en mi casa guardada en un lugar que siempre trato de olvidarme cuál es. Yo no la pude ni leer, no quiero ni ver la letra.
J: La leí yo. Él está en la cárcel, hasta está estudiando y toca los viernes en las cárceles. Yo siempre digo que me parece bien que estudie, que la pase bien, que se pueda cultivar. Pero ahí adentro. Ese es su castigo.
B: Nosotros siempre dijimos la verdad, siempre pensamos que él tenía que tener todas las garantías, no queremos que sea maltratado dentro de la cárcel. Mi hija el otro día me planteó que si le pasaba algo a sus hijos ella era capaz de matar y yo le dije que yo también decía que por mis hijos mataba y moría. Pero cuando a vos te pasa una cosa así te das cuenta que no sos un asesino.
Aunque parece que pasó mucho tiempo, recién van ocho febreros después del crimen de Wanda. "Yo tengo que hacer como que no pasa nada, pero pasa, por dentro pasa. El dolor es cada vez mayor", dice su mamá.
Después de un silencio, Beatriz se toca una herida que tiene en el mentón, bien tapada con maquillaje."No sé si vos te das cuenta que estoy quemada", dice. "El otro día me pasé de aceite haciendo unas pizzetas y me saltó a la cara y al pecho. No me quise atender, ni me puse nada porque quiero sentir el dolor que sintió ella. No es lógico eso en una persona sana. Son reacciones psicológicas o psiquiátricas que no me traen ningún bien. Pero forma parte de lo mal que quedamos".