El aborto, en primera persona: "Tuvimos suerte de haber tenido ayuda, otras mujeres terminan muertas"

Anahí interrumpió dos embarazos. Uno cuando tenía 16 años y el otro a los 28. Eugenia abortó a los 19, cuando ya iba a la universidad. Hoy, por primera vez, cuentan sus experiencias públicamente con un objetivo: que se debata el proyecto de ley de despenalización.

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Eugenia (izquierda) y Anahí en Infobae. Apoyan la despenalización del aborto (Augusto Fornaciari)
Eugenia (izquierda) y Anahí en Infobae. Apoyan la despenalización del aborto (Augusto Fornaciari)

Anahí se puso de novia cuando recién había terminado la primaria. Tenía 15 años cuando quedó embarazada y se convirtió en madre adolescente. Además de pegarle, su novio no le permitía cuidarse por lo que, al año siguiente, volvió a quedar embarazada. Ese fue su primer aborto. Eugenia, a su izquierda, llegó a la decisión de abortar por un sendero diferente. Se cuidaba con pastillas anticonceptivas y tenía al lado a un buen compañero pero, por un desajuste hormonal, sumado a un descuido, quedó embarazada. Fue hace poco -tenía 19 años y ya estudiaba en la universidad- que decidió interrumpir voluntariamente su embarazo.

Es difícil que una mujer anónima se atreva a contar públicamente un aborto. No tanto por vergüenza, sino porque, para la ley argentina, sus casos son considerados ilegales. Ni una ni otra había sido violada y ni su salud ni sus vidas corrían riesgo. Esas son las únicas causas que permiten hacerse un aborto de manera legal en nuestro país.

Anahí R. (29) y Eugenia A. (22), sin embargo, acceden a contarlo por primera vez en una entrevista con Infobae porque tienen un objetivo. Sacar al aborto del tabú: ponerle caras, historias y contexto. Y mostrar la diferencia entre ellas -que tuvieron información, apoyo y no eran pobres- y otras mujeres que abortan a escondidas con métodos inseguros, como sondas, perchas, agujas de tejer y tallos de vegetales.

Anahí R. 

Ella es de La Matanza e interrumpió voluntariamente dos embarazos (Augusto Fornaciari)
Ella es de La Matanza e interrumpió voluntariamente dos embarazos (Augusto Fornaciari)

"Tuve a mi hijo a los 15 años. Dejé el secundario para cuidarlo. Si bien no lo buscamos, fue un embarazo deseado, no se me pasó por la cabeza abortar", comienza Anahí, que hoy trabaja de secretaria en un consultorio médico de Ramos Mejía. Aunque en ese momento no lo sabía, estaba sufriendo violencia en todo su espectro: no sólo física sino sexual -contemplada en la ley– porque su novio no le permitía tomar pastillas anticonceptivas y se negaba a usar preservativo.

"Hasta que me enteré de que estaba embarazada otra vez. Él estaba feliz, era de esos hombres que quieren que tengas muchos hijos así se aseguran de que te vas a quedar en casa". Pero Anahí tenía un bebé de 1 año y medio, no tenía trabajo ni estudios básicos y seguía aguantando humillaciones, control y golpes.

"No lo quería tener, de ninguna manera. Cuando una mujer está decidida a abortar lo hace como sea, más allá de que sea ilegal", cuenta. Primero probó métodos caseros: tomó unos "yuyos abortivos", cítricos, Ibuprofeno y probó con hacer ejercicio físico extremo y levantar peso. "Por suerte no llegué al tallo de perejil ni nada de eso".

Por consejo de una prima, decidió hacerse un aborto con pastillas (Misoprostol). El método es considerado por la Organización Mundial de la Salud en la guía "Aborto sin riesgos" como el más seguro para interrumpir el embarazo de manera casera antes de las 12 semanas de gestación. Pero Anahí tardó en saber cómo hacerlo y, cuando quiso abortar, ya estaba casi de 5 meses. Terminó en la guardia del hospital de Morón con contracciones, dolor intenso y hemorragia. 

"Mentí, no dije que había querido abortar. Al mismo tiempo tenía terror de que me agarrara una infección y me terminaran vaciando. Fue una angustia muy grande, tuve miedo de terminar muerta. Además, en el hospital se dieron cuenta y me trataron muy mal. Mi novio nunca se enteró, pensó que lo había perdido. Como me pegaba mientras estaba embarazada, se quedó calladito", relata. "Es una situación tan fea que cualquier mujer trataría de evitarla. Por eso me parece absurdo cuando dicen que si se despenaliza el aborto todas van a salir a abortar".

Juntas. Una ayudó a la otra a acceder a un aborto seguro con pastillas (Augusto Fornaciari)
Juntas. Una ayudó a la otra a acceder a un aborto seguro con pastillas (Augusto Fornaciari)

Anahí salió adelante pero recién pudo terminar con la relación violenta 5 años después. "No me arrepentí, nunca. No es cierto que un aborto te deja una herida para toda la vida".

Pero el año pasado, cuando tenía 28 años, volvió a suceder. "Me cuidaba con anticonceptivos. Yo tenía trastornos de la alimentación y anemia así que me hice 4 tests y todos me dieron negativo. Me enteré del embarazo cuando ya estaba de 20 semanas. Acababa de separarme. Ya era madre soltera, no quería tener otro hijo". Sin apoyo de su ex -"él me dijo que la situación lo había superado"-otras mujeres cumplieron un rol fundamental.

Como hace falta receta para comprar el Misoprostol, en una organización feminista la ayudaron para evitar que, por no tener acceso, se hiciera el aborto de manera insegura. Con ayuda de ellas -otras mujeres buscan asistencia en "Socorristas en red"-, consiguió la receta y pagó 2.000 pesos por el medicamento en una farmacia de Capital. Ese lugar que debería ocupar el Estado y está cubriendo el movimiento de mujeres es para ellas, el mejor ejemplo de "sororidad" (solidaridad entre mujeres).

Anahí es hoy militante de la izquierda pero otras mujeres, más allá de sus banderas políticas, la acompañaron: se quedaron con ella mientras se colocaba las pastillas, le tomaron la fiebre, la contuvieron. "Fui una afortunada porque tuve quién me informara y me acompañara. Pero no todas tienen esa suerte. La problemática real del aborto es que otras mujeres mueren por hacer lo mismo pero de forma insegura. Por eso es tan importante que se pueda hacer en un hospital público y con el acompañamiento de especialistas". 

Mario Sebastiani es doctor en Medicina (UBA), tocoginecólogo y obstetra del Hospital Italiano. Además, es investigador y autor del libro "#Aborto legal y seguro" (Paidós): "Los abortos con tallos de vegetales, sondas y perchas no son un escenario del pasado. Sólo hay que ir al Conurbano o al norte del país", dice a Infobae.

Mario Sebastiani, autor del libro “#Aborto legal y seguro”
Mario Sebastiani, autor del libro “#Aborto legal y seguro”

"Este cuerpo extraño que se colocan en el momento de desesperación, puede provocar una infección y producir las contracciones. En nuestro país no hay estadísticas pero se calcula que mueren, por lo menos, 100 mujeres al año por complicaciones de abortos", detalla.

Es como consecuencia del "Síndrome tricolor" que Sebastiani observa en "moribundas" desde hace más de 40 años. "La sepsis generalizada hace que la mujer quede pálida por la anemia, azul por la cianosis y amarilla por la insuficiencia hepática", cuenta en su libro. De ahí a la muerte, hay pasos. A la cifra de muertes por complicaciones en hospitales hay que agregarle el subregistro: mujeres que mueren días después sin pedir asistencia médica. Contándolas, se calcula que son 150 las muertes por abortos inseguros al año. Una cada dos días y medio. 

Anahí entonces continúa: "Por eso digo. Quieren hablar de vidas, hablemos de vidas. La penalización del aborto no hace que haya menos abortos sino que las mujeres se mueran. Después del segundo aborto yo tendría que haber ido al hospital para ver si todo estaba bien o si necesitaba un raspado. ¿Te digo la verdad? No fui, me dio miedo de que se dieran cuenta, me denunciaran y me metieran presa".

Eugenia A. 

Eugenia abortó a los 19 años en un consultorio en Capital (Augusto Fornaciari)
Eugenia abortó a los 19 años en un consultorio en Capital (Augusto Fornaciari)

"Tengo 21 años. Mi aborto fue a los 19″, comienza Eugenia A., que estudia Política Social en la Universidad de General Sarmiento y milita en el Movimiento Evita. Eugenia estaba con un joven con quien no tenía una relación formal. Se cuidaban sólo con anticonceptivos.

"Yo tomaba pastillas desde los 14 años por desórdenes menstruales. Las quería dejar, estaba cansada y lo peor era que me estaba olvidando de tomarlas. En ese lapso empezamos a usar preservativo". Pero ya era tarde. Como siempre había sido irregular, no se desesperó por el atraso. Los test le daban la razón: todos daban negativo. El análisis de sangre, después, mostró que estaba embarazada.

"La decisión fue instantánea. Salimos los dos del laboratorio y yo dije: 'No lo voy a tener'. El me acompañó en todo el proceso". Como ya estaba de 16 semanas, hacer un aborto con pastillas era riesgoso. Por eso, la pusieron en contacto con un médico ginecólogo, también militante, que le practicó una aspiración manual endouterina (AMEU) en un consultorio de Capital.

"Le pagamos lo básico, la intención de él no era hacer un negocio. Hay médicos que se están jugando el título y la libertad para evitar que te hagas un aborto riesgoso". Así y todo pagaron $4.000: todos los ahorros del compañero de Eugenia. Los especialistas consultados por Infobae calculan que alguien que no tiene contactos hoy debería pagar más del triple por un aborto en un consultorio.

"No me estaba muriendo de hambre, tenía la contención de mi familia pero igual era un embarazo no deseado. Estaba en el segundo año de la universidad, tenía un trabajo muy malo y no tenía una pareja formal", dice.

(Augusto Fornaciari)
(Augusto Fornaciari)

"Imagino a los que van a decir 'lo hubieras pensado antes'. Es cierto que quedé embarazada por una falencia pero no lo busqué. Ninguna mujer se embaraza para salir corriendo a abortar. La discusión no pasa por aborto sí, aborto no. El aborto se hace igual, es una realidad. El gran problema no es si somos asesinas, si el embrión es o no persona o si 'el bebito' te va a perseguir el resto de tu vida. El problema es que están empujando a muchas mujeres a hacérselo de la peor manera. Si el Estado sigue mirando para otro lado, esas mujeres van a seguir muriéndose".

Que se debata el proyecto de ley de despenalización del aborto será uno de los ejes del Paro Internacional de Mujeres del 8 de marzo (#8M): como sucede con los femicidios, también se trata de mujeres muertas.

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