Los límites de la seducción en tiempos de acoso

Los nuevos límites femeninos definen las formas de la conquista masculina. Una declaración de atracción sexual o un mensaje con un piropo caminan por la delgada línea que divide el acoso de la seducción

Coquetear en la calle también puede ser considerado acoso (Getty)

Lucía aún tenía el pelo mojado cuando salió de su casa. Eran las 8, o faltaban pocos minutos para que lo sea. Su rutina matutina era sencilla: despertarse, desayunar (quizás no), bañarse, caminar por Ciudad de la Paz y tomar el subte D en Avenida Cabildo para ir a trabajar. Esa mañana, una camioneta negra irrumpió en la escena para modificar la costumbre de cada día: "¿Querés ir a desayunar?", escuchó desde el vehículo. Lo miró extrañada, se sacó los auriculares y le respondió: "¿Qué?". Él volvió a insistir: "Si querés podemos ir a desayunar. Te vi, sos hermosa y me encantaría tomar algo con vos". Ella entendió rápidamente que debía salir de ahí. Un "no, gracias, llego tarde al trabajo" sirvió para escapar. Él la siguió unas cuadras hasta que ella desapareció en las escaleras del subte. Pasó más de un año y Lucía, que cada mañana debe caminar las mismas cuadras, ya no lo hace tranquila.

El debate sobre los límites de la seducción y el acoso sexual están en boca de todos. Aquí y en cualquier parte del mundo. Las mujeres, hartas de ser víctimas de situaciones humillantes y agraviantes, comenzaron a denunciar lo que antes callaban. Enterraron -afortunadamente- la sumisión. Se volvieron enemigas del silencio y lograron exponer una innumerable cantidad de situaciones en donde la conquista y el coqueteo estaban mal etiquetados. Y -lamentablemente- bien vistos.

La persona acosada sufre estrés cotidiano que muchas veces decantan en enfermedades (Getty Images)

El acoso, asomándose en estas historias, se manifiesta. ¿Es posible, siendo hombre, seducir a una mujer sin contemplar el contexto? La respuesta es no. ¿Es desubicado hacerlo en una situación en la que la otra persona no lo espere? Seguramente sí. ¿Y en la calle, o en un bar, o fuera del horario laboral? Posiblemente también.

"Ir más allá de lo que la persona deja entrever que quiere es acoso. Y el acoso se lleva a cabo a través de una manifestación de poder. Para marcar territorio, moverse estratégicamente y presionar al otro, que ya dijo que no, solo para sentir que pudo lograrlo", dice a Infobae Hugo Huberman, psicólogo social y el coordinador de la campaña de Lazo Blanco para Argentina y Uruguay.

"El contexto del mensaje de WhatsApp tras la jornada laboral es difícil, me atrevería a decir que en vez de un intento de seducción es una situación de acoso. No importa si es un piropo, una invitación a tomar un trago o una foto de la persona desnuda. Dentro del horario se puede hablar, tomar un café, almorzar. Y allí sí combinar una salida fuera del horario laboral. Sin todo esto previo no", agrega Huberman.

En el trabajo, la seducción también puede desencadenar en la desubicación (Getty Images)

En Estados Unidos, el movimiento #MeToo (yo también) impulsó a las víctimas de agresiones sexuales en Hollywood a que hagan sus denuncias contra los acosadores. Sin embargo, un centenar de artistas y personalidades del mundo del entretenimiento en Francia realizó una dura crítica hacia esta iniciativa, asegurando que "la violación es un crimen. Pero el coqueteo insistente o torpe no es un crimen, ni la galantería es una agresión machista".

El comunicado también sostiene: "Del otro lado, se convoca a los hombres a encontrar, en lo más profundo de su conciencia retrospectiva, un 'comportamiento fuera de lugar' que podrían haber tenido hace diez, veinte o treinta años, y del cual deberían arrepentirse".

"Los códigos intergeneracionales hacen que los hombres y las mujeres cambien sus modos de manejarse según la edad que tengan. Manejan diferentes códigos de respeto. Pienso que las generaciones más grandes son más irrespetuosas. Los jóvenes menores de 35 toman más recaudos, piensan con más detenimiento el paso que van a dar. Incluso teniendo la facilidad de la tecnología y las redes sociales, que quizás les permiten esquivar la conquista en persona y apostar a lo virtual", explica Huberman.

El movimiento impulsado desde Hollywood para denunciar a los acosadores y abusadores

Para Juan Eduardo Tesone, miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina, la seducción se transforma en acoso cuando "no existe una relación de paridad o se excede la línea en una relación jerárquica en cuanto al poder". Tesone sostiene que "por más que la seducción se intente llevar adelane fuera del horario laboral, creo que dentro del respeto no me parece desubicado. La situación cambia cuando hay insistencia".

"El acoso se da cuando el hombre o la mujer no atiende los mensajes claros de que sus comentarios o comportamientos no son deseados, ni bienvenidos e incluso son insultantes. Desafortunadamente, algunas mujeres no hacen que su reacción negativa sea obvia ni clara", opinó en una entrevista a la BBC la socióloga británica Catherine Hakim.

"No coincido con la última frase de Hakim. Considero que si a una persona se la intenta seducir en una situación inesperada para ella, está mal, es desubicado. Se debe generar un clima o mínimamente plantar la sensación de lo que va a ocurrir. Es complicado para una mujer, en muchas situaciones, ser tajante en su respuesta; puede tener temor o simplemente sentirse paralizada. Por ejemplo, coquetear en la calle tampoco es recomendable. Yo siento que es acoso, por no respetar el espacio público, un espacio de derecho común", dijo Huberman.

El acoso laboral, si es jerárquico, agrava la situación por completo (Getty Images)

Respecto al fenómeno del piropo, los los especialistas son claros: avasallamiento e inoportunismo. "Con la mujer se establece una jerarquía asimétrica. El piropo a veces es avasallante e inoportuno. Con el piropo se naturaliza una situación de desigualdad", cuenta Tesone a Infobae.

La socióloga chilena María José Guerrero señaló que "a las mujeres latinoamericanas se les inculca la idea de que cuando dicen que no, en realidad quieren decir que sí. Es un mensaje que se nos mete en la cabeza desde niñas y se extiende por toda la región. Nos crían para hacernos rogar; nos dicen: 'no le digas que sí, hazlo sufrir. Así es difícil que un 'no' se entienda como tal; y puede llevar a una situación de acoso".

"No hay que cortar la posibilidad de que dos personas se conozcan. No se admite la falta de respeto ni la desubicación. Es imprescindible encontrar el momento preciso, que la otra persona esté cómoda y no sorprenderla con un mensaje descolocado. El otro ser humano no tiene por qué conocer las razones ni la cantidad de tiempo que esa persona lleva pensando en contarle lo que le pasa. Por eso es fundamental que la seducción sea mutua", concluye Hiberman.

LEA MÁS:

Acoso en el trabajo: qué pueden hacer las empresas para prevenirlo

100 artistas e intelectuales francesas firmaron un manifiesto contra el #MeToo: "La galantería no es una agresión machista"