"Hola, qué tal, ¿me das un licuadito de malta?". Gustavo se apoya en el mostrador de uno de los novedosos puestos que parecen haber sido teletransportados de Palermo al mar. Los despachantes, todos con barba típicamente hipster, se ríen y uno de ellos abre la canilla para que una IPA ámbar brillante desborde un vaso con forma y espíritu de copa del mundo: dorada y adorada.
La explosión de las cervezas artesanales empezó a clavar sus esquirlas en la playa de Pinamar. Este verano, por primera vez, son al menos cuatro marcas las que instalaron módulos, puestos o camioncitos sobre la arena con el fin de conquistar los paladares de los turistas, mucho más acostumbrados por estos lados a consumir mate o licuados que alcohol.
Según el relevamiento estimativo que hizo Infobae, cada día se despachan alrededor de 200 litros de esta bebida ancestral y se pueden probar más de 20 variedades: rojas, rubias, negras, la clásica IPA; especiadas, frutales, dulces, amargas, lupuladas. Patagonia, Berlina, Antílope y Kailua son las marcas que "primerearon" en el frente marítimo de la ciudad. Los precios por una pinta van de los 100 a los 120 pesos.
La primera en desembarcar fue Patagonia, que abrió un espacio el verano pasado (y repite este) en una de las zonas donde más jóvenes se juntan. Y así le va: este año su container, ubicado sobre un médano, con cinco mesas y almohadones sobre el suelo, explota especialmente durante el happy hour, de 18 a 20. En esa franja se llena de jóvenes y adultos que buscan su vaso de plástico para llevar a la orilla o se quedan allí, menos como un after beach, que un after beer, mientras el sol se esconde detrás de los edificios bajos.
"Los fines de semana no damos abasto. Durante el happy hour se arman filas que dan toda la vuelta", cuenta Tincho, uno de los empleados del local, que además ofrece un metegol y un jenga gigante para emular aquellas extrañas noches del programa de Sofovich.
En la zona sur de Pinamar se destaca la cerveza artesanal Antílope, una de las mejores novedades en esta materia. Hecha en Castelar, la marca se instaló dentro del parador Posta Sur, con mesas y sillas frente al mar y una oferta de cinco variedades, además de merchandising. "Pinamar te ofrece una buena exposición como marca, hay público de la edad que toma mucha cerveza, es un lugar adecuado para hacer este súper esfuerzo económico y logístico para sostener la calidad de la cerveza", cuenta Ramiro González, uno de los creadores de esta cerveza hecha en el conurbano oeste.
"La verdad que es una buena idea, disfrutar del atardecer con una birrita helada y sabrosa es un placer. Ojalá se haga costumbre y haya muchas más", reclama Ana Simonetti, una psicóloga platense, que veranea aquí con su esposo y sus dos pequeños hijos.
En el límite entre Ostende y Pinamar, un camioncito verde militar resalta entre paradores rústicos. Allí aterrizó Berlina, una de las más famosas cervezas artesanales del país, ícono de Bariloche, ciudad con fuerte arraigo en la materia. "Venimos a vender, pero sobre todo a generar cultura birrera a Pinamar. Es una súper apuesta, porque siempre nos movimos en la montaña y en la ciudad", explica Facundo Scuderi, encargado del puesto, también él llegado de Colonia Suiza, el minipueblito donde nació esta cerveza en 2004.
La gran diferencia de la cerveza artesanal respecto de la industrial que se consigue en supermercados es que es 100% natural, no tiene aditivos y posee más ingredientes, sabores, aromas y cuerpo. El ingrediente principal es la malta, el grano de cebada secado y germinado. Este elemento es el que le aporta azúcares y consistencia. El lúpulo es el responsable del típico gusto amargo. Las variedades que más se venden en Pinamar, coinciden los vendedores, son la roja y la IPA, siglas de Indian Pale Ale.
Las cervezas artesanales nacieron a finales de los 90 en Argentina y sufrieron un bache de interés durante la primera década de los 2000, pero luego tomaron impulso. Una de los primeros emprendimientos tuvo origen en Mar del Plata. Luego el ghetto se extendió a La Plata, El Bolsón y Bariloche. Desde hace uno o dos años, barrios porteños como Palermo y San Telmo tienen una densidad de cervecerías artesanales que recuerda a otros booms comerciales. "Es paddle para hipsters", ríe Mariano, un turista justamente palermitano.
Además de los paradores en la playa, Pinamar también ofrece al menos otros seis locales en el centro de la ciudad, entre los bosques y los negocios: Beer House, Barba Roja, La Albúfera, Crimson, 7167, y 1516, que también está en Cariló.
Pero esos lugares están destinados al consumo nocturno. La novedad está frente al mar. Y quizá por el clima a veces hostil, sobre todo cuando sopla el viento sur, o tal vez por la costumbre vernácula, las playas argentinas no son como las brasileñas o las colombianas, donde la cerveza se despacha como agua. En estas arenas oscuras del sur bonaerense, el mate es la estrella de los atardeceres. Sin embargo, algunos empiezan a cambiar las preferencias. Los productores lo intuyen y apuestan a eso: "Veníamos postergando la playa porque el mate acá es muy fuerte, pero notamos que sobre todo cuando las tardes están lindas, la cerveza llama a todo el mundo", sonríe Scuderi.
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