No se desconectan del 'celu': las apps que más usan los millennials en la playa

De la elección del balneario a conocer gente, todo pasa por el teléfono

"Sin celular no hay verano", parece ser el leitmotiv de los cientos de chicos y chicas que llenan Playa Grande en Mar del Plata y que no se alejan ni por un minuto del teléfono. Instagram, Snapchat, Facebook y Tinder, las aplicaciones en las que más batería gastan los millennials en la playa.

"Yo me entero todo lo que hace la gente por Instagram, yo así me enteré de que acá estaba la movida por ejemplo, pero depende para lo que uno lo quiera", le explica Micaela (25) a Infobae , que vino desde Santa Fe capital de vacaciones con amigas, y que habla con la seguridad de quien sabe lo que dice.

Ella conoce a la perfección los engranajes de un sistema en el que cada aplicación tiene un objetivo específico. "Si quiero encarar se tira el Tinder porque te dice a cuánta distancia estás de la otra persona", continúa la santafesina, que no se queda sólo en la teoría: "Hace cuatro días salí a tomar una cerveza artesanal con un chico que conocí así, acá en la playa".

"Facebook ya no se usa y la historia del Whatsapp quedó en el pasado, es muy reducida, es sólo para gente conocida. Antes de pedir el número ahora es pedir el Insta, entonces tenés más idea de qué personalidad tiene esa persona", expone Micaela sobre el estado de situación de las principales redes sociales en el verano de 2018.

"La historia ayuda muchísimo para saber donde sale la persona que uno quiere enterarse", suma Fabián (27), rosarino, sobre otro de los usos de Instagram, pieza clave en la rutina de él y los cuatro amigos con los que vino de vacaciones. Pero la Historia en la aplicación dura sólo 24 hs. por lo que el chequeo tiene que ser constante, aclara, lo fugaz es lo que prima, un recurso heredado de Snapchat, otra de las vedettes de la temporada.

"Se sacan fotos y se suben en el momento, después a la noche nos juntamos con los amigos y hacemos un conteo a ver quién tiene más ranking en el día", comparte sobre una competencia puertas adentro del departamento que alquilan, en la que también la red social es soporte y estrella indiscutida.

También rosarina, Agustina (23), desarrolla un poco más la cuestión de la Historia y la separa de subir por ejemplo una foto fija que perdure en el perfil: "Yo uso WhatsApp e Instagram, nada más, uno para ubicar a mis amigas y en la otra la que va es la Historia, te sentís denso si subís foto". Aunque hay posiciones encontradas.

Nada es casual. Detrás de una foto frente al mar, se esconden varias elecciones: la de la mejor captura, el filtro que más favorece, la hora de la publicación no es una circunstancia y el lugar tampoco. Nunca -resaltan todos- se olvida poner la geolocalzación, como tampoco el hashtag y las etiquetas. No se está publicando una imagen, se está publicando información. "Se mira 5 o 6 veces antes de subirla, se pone el color, se saca el color, algún filtro", admite Gastón (25), marplatense.

Está desmayado sobre la arena. La noche hizo finalmente efecto y se durmió con la cabeza doblada contra la mochila. No le importa lo que pasa a su alrededor porque sabe que ahí, en el mundo físico, en el cercano, no es donde se libra la verdadera batalla. Arriba del pecho, bien cerca de la barbilla, tiene el celular, la llave que lo conecta a lo largo y ancho de la playa, con conocidos y desconocidos, con todo lo que puede soñar.

"Subís y etiquetas la playa y la gente viene porque ven que se llena", sigue Agustina, dando cuenta de esa conexión, de esos datos que surgen desde el corazón de las redes sociales y se traducen en acción. "Se usa todo lo que sea visual y WhatsApp que es fundamental", intenta enmarcar Martina (19), de San Miguel de Tucumán, mientras su amiga Delfina (19), sentada a unos metros agrega: "Es presumir, es decir miren estoy en Mar del plata en la playa", y se ríe.

Sin embargo siempre hay alguien que está en contra. Lucas tiene 23 años, es de Santa Fe y dice que solamente "mira la hora" en el celular. "Yo vengo a disfrutar, no vengo a ver una red social, de último lo hago a la noche que no tengo cosas para hacer", manifiesta, y su amigo Nicolás lo chicanea con la rapidez de una captura de pantalla: "Lo que pasa es que no pagó el 3G". Otro integrante del grupo, que prefiere no dar su identidad, suma un nuevo espectro: "Yo no puedo hablar mucho porque estoy medio casado y me vigilan del Instagram de mi novia y las amigas", antes de agregar con una sonrisa que si da declaraciones a Infobae corre el riesgo "de que lo dejen por WhatsApp", la peor de las humillaciones.

Los que tienen algunos años más son ajenos a las especulaciones del mundo millennial y lo viven desde otro lado, como Eleonora (43) y Karina (47), dos amigas, profesoras, que vienen de Zona Oeste del Gran Buenos Aires, Castelar e Ituzaingó, que también admiten que usan el celular, pero que ponen a Facebook en el primer lugar de su propio ranking playero.

"Uso mucho el celular en la playa, para los WhatsApp, algo que subo a Facebook y quiero ver si alguien lo vio, todas esas cosas. Ayer fue mi cumpleaños, así que ayer lo usé un montón", dice Eleonora. "Antes no existía y vivíamos lo más bien, yo calculo que nos acostumbramos", indaga sobre una costumbre adquirida, que ahora es tan necesaria como la lona y el protector solar.

"El otro día subí por primera vez una historia, una foto nuestra, vi a mis sobrinos que lo usan y la puse, no sabía qué duraban 24 horas, me lo dijo un amigo al otro día", comenta, mientras Karina argumenta que aunque a ella "la critican" por usar mucho el teléfono, lo hace siempre para comunicarse. "Tengo dos hijos que son grandes, de 25 y 22, pero estoy pendiente de verdad", acota y acto seguido le declara la guerra a WhastApp.

"El WhatsApp lo odio, me parece el peor invento que existe en la tierra, es el fin de la comunicación telefónica, la gente ahora sólo se manda mensajes", se queja la profesora, que si bien se admite usuaria de Facebook, dice que desde que llegaron a la feliz, el 30 de diciembre pasado, no hizo una sola publicación. Aunque sí lee las del resto de sus contactos. "Ahora todo tiene que ser público, tenés que publicar toda tu vida", reflexiona.

Fotos: Christian Heit

Mirta (60), que viene desde San Vicente, mira a sus hijos adolescentes usar el celular y no le pasa inadvertido el poder que tiene sobre ellos. "Cuando se acaba la batería a mí no me conflictúa, pero para los chicos es todo un tema", ejemplifica, mientras su hija la mira de reojo y Tomás (19), su hijo, cuenta que usa todas las redes: "Instagram, Snapchat, los uso, WhatsApp, historias no porque es más para mi vieja y Facebook sólo para mirar", repasa. Tinder no se lo bajaría porque en San Vicente, donde viven, se conocen todos: "'Pueblo chico infierno grande', se enteran que tenés Tinder y sos un descanso".

La realidad es que el celular, ni bueno, ni malo, responde a nuevas formas. Antes se leía en la reposera las revistas de la farándula, hoy los protagonistas somos nosotros mismos, nuestros conocidos, los que nos rodean. Producimos contenido en nuestro propio reality show para todo el que lo quiera ver. Cada vez hay más información disponible, al alcance de un like, la chica o el chico que nos enamore este verano ya no es necesario que esté cerca, que la fortuna lo haga venir a a la misma playa, ni que se anime a sacarnos charla. Solamente que llegue a nuestro perfil y que nosotros hayamos dejado pistas suficientes.

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