Hace 32 años que existe pero no es un lugar que se vea en las postales de "La Feliz" o que los turistas tengan presente en su itinerario. Aunque deberían. Ubicada en el corazón de una reserva natural, La Cabaña del Bosque no se ve al llegar a la entrada. El verde follaje y un estanque con peces dan paso a la casa de dos plantas, en la que se hace un culto del té y de una forma de tomarse la vida.
Para los que dicen que Mar del Plata en enero es "Buenos Aires con mar", haciendo una relación directa con el ruido, la acumulación de gente, las filas largas para poder comer y las esperas eternas, La Cabaña cambia el tiempo de las cosas. Lo primero que se advierte es que la gente baja el tono y en las mesas todos susurran, al punto de que un nene extrañado pregunta: "Mamá, ¿por qué hablamos así?". Ella no sabe qué contestarle, porque hasta ese momento no se había dado cuenta.
"Empezó como empiezan todos los proyectos, casi por casualidad", dice Sonia, la anfitriona, una fanática de la literatura que alguna vez vivió en esa casa, a la que invitaba a sus vecinos a tomar el té. Se convirtió así en un punto de encuentro de todos los chicos del barrio y, una de esas tantas tardes compartidas, alguien le dijo: ¿Por qué no ponés una casa de té? Y con vajillas de familiares, platos y tazas diferentes, esta mujer valiente que hoy ronda los 70 se lanzó a la aventura.
Las donaciones forman parte de la identidad de la Cabaña. Mientras habla con Infobae, Sonia mira los detalles del kimono que trae puesto, hecho en China en el año 1939 y que esa misma mañana alguien le donó. Los vecinos del Bosque Peralta Ramos continúan hasta el día de hoy con esa costumbre, sabiendo que en La Cabaña esas cosas se cuidan. Por eso muchos prefieren llevarlas ahí a dejarlas morir o arruinarse en un desván, en una caja o en alguna casa de empeño.
Ubicada en la intersección de Don Arturo y Los Cedros, al llegar a la puerta lo único que se ve son árboles. El paisaje no podría estar más alejado de cualquier cosa que pueda asociarse cuando se habla de Mar del Plata: pájaros, peces naranjas nadan en el estanque junto a las mesas y si ya no quedan sillas disponibles no existe la lista de espera. En ese caso Sonia pide amablemente a los clientes que vuelvan otro día. Algunos eligen esperar. El lugar es grande, entrarían muchos más, podría haber menos bosque y todo continuaría siendo igual, pero esta particular empresaria gastronómica probablemente está más dispuesta a sacar mesas que a talar árboles.
La experiencia del té
"La vajilla nace toda diferente", comenta Sonia que acaricia la manecilla de una taza de cerámica, dando a entender que el emprendimiento fue siempre para ella una cuestión más familiar que comercial. El clima gira en torno al té y a una filosofía especial que tiene que ver con esa infusión tan particular. En La Cabaña se sirve caliente, helado, con azúcar negra, con limón, fruta, cítricos del mediterráneo, verde, negro y se presenta en distintos tipos de vasos y recipientes, al punto de que en algunas ocasiones se parece más a un cocktail que a lo que el común entendería por "un té".
"Es una experiencia y las experiencias se viven en forma intensa o nunca las grabás", dice segura la anfitriona, consciente de que al principio el contraste genera cierta extrañeza en los clientes. "Cuando empezamos con el tema del té no era hábito tomar el té, lo ha conseguido por las propiedades que tiene, antes se consideraba de personas mayores", explica Sonia, sobre los primeros días, cuando los diseños del té los hacían ellos mismos, para lo que habían armado una especie de laboratorio en el que experimentaban con las variedades. Hoy también lo hacen con la comida, con tostados en pan de campo que dice, son su especialidad, con palta, distintos quesos o los scones.
"Si la gente piensa que los vamos a atender rapidísimo este no es el lugar", comenta ella, dejando en claro de que los tiempos son un tema especial. "En verano todos quieren que vayan muchos clientes, yo también quiero, pero que estén en esta sintonía", dice y abre los brazos quedándose en silencio, mientras a su alrededor sólo se ve el bosque y lo único que se escuchan son pájaros. "El que venga a conocer La Cabaña tiene que venir dispuesto a estar en paz, que es lo que vamos a procurar que sienta, a no estar pendiente del celular, dispuesto a una experiencia que tiene cierta rusticidad, nuestras tortas y nuestra pastelería son muy caseras, muy simples, y es muy importante que esté abierto a vivir la experiencia del té", agrega.
"La experiencia del té para mí tiene que ver con darse cuenta de que las hebras del té son todas recogidas a mano, no hay ninguna máquina que coseche té, las distintas procedencias tienen que ver con la temperatura, con la altura, con el tiempo de brote, detrás del té hay una vida dispuesta, hay gente muy trabajadora en los lugares más característicos, que viven del té y para el té. Hay un gran amor en quien elige los brotes más tiernos para hacer el blanco, que espera una maduración especial para hacer el verde, porque en realidad son todas las misma planta puesta a distintas alturas, climas, en diferentes lugares: detrás de una taza de té hay mucha vida", ilustra Sonia, y remarca que no es una bebida para tomar rápido, que "el momento del té implica otra cosa".
No son pocas las personalidades de la farándula y también de la política que llegaron hasta La Cabaña. Sonia solamente se permite develar el nombre de Mirtha Legrand y aclara que lo hace porque la propia diva lo hizo público en alguno de sus almuerzos. Pasaron presidentes, alguna presidenta, actores, pero nunca se los trató distinto a como se trata al resto de las visitas.
Un lugar lejos de la playa, de los barcos, del puerto, de la peatonal, de los teatros, del bullicio, una casa escondida en un bosque y una experiencia abierta al que quiera vivir el secreto mejor guardado de Mar del Plata.
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