Es suizo, veranea en Mar del Plata y su historia inspiró a todos en el skatepark de la rambla

Alex llegó desde Suiza y está por primera vez de visita en la ciudad balnearia. Lo primero que hizo fue buscar un skatepark y alquilar una habitación cerca

Alex Pipoz viajó hace unas pocas semanas desde Suiza a la Argentina para visitar a su novia, Simone, que desde hace varios meses cursa un posgrado de arte en Buenos Aires. Oriundo de Basilea, hoy pasa unos días con ella en Mar del Plata y esta semana sorprendió a todos los que lo vieron rodar en el skatepark del Bv. Peralta Ramos, al que llegó con su historia a flor de piel.

Alex Pipoz posa en el skatepark de la rambla de Mar del Plata (Fotos de Christian Heit)

Fueron en total unos 244.880 turistas los que llegaron a Mar del Plata el último fin de semana desde distintos lugares del país y -por qué no- del mundo. Entre ellos Alex y Simone, una pareja suiza que pasa unos días en la ciudad balnearia, intentando conocer los paisajes que menos se les parezcan a los de su Basilea natal, en el límite con Alemania y Francia, según dicen, muy parecidos a los del sur argentino. Por eso en unas semanas planean, además, conocer Jujuy.

Cuando Simone, que desde hace varios meses estudia en Buenos Aires, le propuso a Alex conocer Mar del Plata, él no tenía la menor idea del lugar del que ella le estaba hablando. Sin embargo, dijo que sí y después hubo una sola cosa que le interesó saber: "Lo primero que hice fue meterme en Google Maps y buscar dónde había un buen lugar para hacer skate", dice él, mientras a su alrededor saltan bicicletas y se escucha constante el ruido de las tablas girando sobre el pavimento.

El skate es desde hace más de 20 años la pasión de Alex. Entra en el bowl y lo atraviesa a toda velocidad, los que practican a su lado y lo ven por primera vez se quedan unos minutos con la vista fija en la pierna metálica, lo miran mantener el equilibrio, deslizarse, analizan sus movimientos, unos se sonríen, otros asienten con la cabeza y siguen en lo suyo, es uno más, a los pocos minutos a nadie le importa cuántas piernas tiene.

"Cuando tengo puesto el pantalón largo la gente no se da cuenta de que no tengo la pierna", dice él, que sonríe como acto reflejo a todo el que se le acerca y que luego de cada movimiento necesita algunos minutos para recuperarse. Con las pasadas la herida y los huesos comienzan a pasar factura. Hace 6 años, a partir de un cáncer que hoy está controlado, un doctor en Suiza le informó que iban a tener que amputarle la pierna. "No", respondió él. Cuando le preguntó "¿Por qué no?", dijo que no estaba dispuesto dejar el deporte, a lo que el médico le contestó que no tenía por qué hacerlo. Pero no fue fácil.

"Todos mis amigos hacen skate, somos un gran grupo, mis mejores amigos lo hacen y sus hijos también", comparte él con Infobae y deja saber que fueron precisamente ellos los que lo desafiaron tras la operación a volver a subirse a una tabla: "Tengo unos amigos a los que tenía pensado visitar en Barcelona y después de lo que pasó me dijeron que todavía me esperaban, que tenía que ir ahí y hacerlo con ellos. Entonces me puse ese plazo para poder lograr volver a subirme".

"El skate tiene el poder de conectar personas de distintos lugares", suma Simone mientras lo ve atravesar la pista y comenta que a diferencia de Mar del Plata, donde el skatepark sobre el Bv. Peralta Ramos es una obra del gobierno de la Provincia de Buenos Aires, en Suiza el Estado jamás invertiría en hacer una. Sin embargo, es gracias a esa cercanía que genera entre las personas el deporte que nunca falta un lugar donde practicar, un punto donde encontrarse con "buenas personas".

Otra de las diferencias con su país es que la gente acá se le acerca. Los más chicos le hacen preguntas, algunos hombres mayores que lo ven a la pasada paran a felicitarlo y otros skaters le piden una foto, quizás estos últimos los que más entiendan sobre la dificultad de hacer con una sola pierna lo que ellos intentan con dos. "En Suiza solamente me miran, es muy extraño que alguien se acerque", comenta Alex, que abre la mochila y saca una botella de agua. Después vuelve al borde de la pista, mira un momento el mar, y con un gesto que hace parecer natural pero que le costó horrores volver a aprender, se lanza otra vez con la tabla al vacío.

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