Roberto Gargarella: "Argentina es un país que habla mucho de igualdad pero no la practica habitualmente"

El abogado y sociólogo habló con Infobae sobre su apoyo a la campaña "Hombres por la Igualdad", que promueve que los varones compartan con las mujeres las tareas domésticas y el cuidado de niños y ancianos

Se puede ser varón y feminista. Sí, se puede. Las mujeres necesitamos incluir en nuestras filas a hombres dispuestos a compartir las pesadas cruces de los mandatos patriarcales: cuidar el hogar, a los niños, a los enfermos y a los viejos. El INDEC nos brinda tres datos concluyentes que respaldan las desventajas: las mujeres dedican 6,4 horas al trabajo doméstico no remunerado y los hombres 3,4 horas; y ganan un sueldo equivalente al 74,2% de lo que cobra un varón. Casi el 90 % de las mujeres argentinas trabajan en el hogar y no reciben paga por eso.

Roberto Gargarella es uno de los argentinos que adhirió a la campaña de Naciones Unidas a favor de la equidad entre varones y mujeres junto a otros muchos famosos deportistas, periodistas, artistas, jueces, fiscales, médicos y científicos. En diálogo con Infobae el académico de la Universidad Di Tella y de la UBA, especialista entre otros temas en equidad y desarrollo, explica desde las ciencias sociales que el machismo es el dominio de la fuerza sobre los otros y asegura que el escenario ha mejorado pero que todavía hay muchas situaciones de sometimiento naturalizadas. "Basta con ver el techo de cristal para las mujeres en los trabajos, en la Justicia, en las empresas. Creo que culturalmente y jurídicamente tenemos que tomar nota del modo en que hasta hoy nos seguimos comprometiendo con prácticas de discriminación", dice.

—¿Por qué decidió unirse a Hombres por la Igualdad?
—Es muy fácil unirse a una iniciativa por la igualdad de género con la que me siento completamente identificado. El tema es preguntarse cómo trató a mi compañera, cómo me comporto con ella, si la ayudo en la casa, en definitiva cómo trato a las mujeres en general. Hay montones de situaciones de abuso que hemos normalizado. Firmo este tipo de acuerdos convencido, pero no quiero reivindicar eso. Espero ser consistente en los actos cotidianos con este tipo de adhesiones.

—¿Qué conceptos que promueve Hombres por la Igualdad le interesaron?
—Me interesó vincular género e igualdad, sobre todo a la luz de prácticas que asumo han quedado naturalizadas como normales y son prácticas de la desigualdad.

—En las redes sociales muchos de los que adhieren a HIM subieron videos en los que animan a otros varones a compartir las tareas en el hogar.
—Hemos crecido mucho pero al mismo tiempo seguimos naturalizando muchas situaciones de sometimiento. Convivimos con eso y Argentina es un país que habla mucho de igualdad pero no la practica habitualmente.

—Si nos vamos con la máquina del tiempo hacia al pasado, cómo ve al machismo en términos históricos y sociales.
—Bueno, en tiempos pre civilizatorios era la guerra y el uso de la fuerza. Lo que se impone es la fuerza y el hombre es quien la impone. Eso regularizó prácticas de sometimiento. Cuando aparece la ley quiere reaccionar frente a estas situaciones pero normalmente refleja situaciones de dominación y ayuda a reproducirlas. El derecho reproduce y refleja posiciones de desigualdad de clase, de raza y de género. La ley tiene un discurso de universalidad: todos los hombres son iguales. No importa si es blanco o negro, rico o pobre, mujer o varón. Uno adhiere al derecho, porque ve esa universalidad que en su primera versión siempre es un derecho que reproduce situaciones de inequidad de base.

—En cuanto a la brecha en el mercado laboral ¿cómo afecta el desarrollo económico?
—Creo que hay razones de sobra para mostrar que las discriminaciones afectan el crecimiento. Pero la defensa de la igualdad debe hacerse en forma independiente del crecimiento económico.

—Cuando en las elecciones parlamentarias pasadas se prohibió una lista de candidatas mujeres, usted escribió un texto a favor de ellas.
—La Constitución Argentina de modo muy explícito tiene compromisos muy fuertes con la igualdad de género. Nuestra Constitución, como todas las cartas magnas occidentales y latinoamericanas, han ido sumando compromisos con derechos que van para adelante. El texto nos favorece, no hay hacer mucho malabarismo intelectual para hacer una defensa jurídica de este tipo de reclamo.

—En el ámbito académico hay colegas mujeres que se quejan de la falta de crecimiento profesional…
—El hecho de que recaiga muy especialmente sobre la mujer el cuidado de los hijos obliga a la academia a reconocer que una mujer puede quedar embarazada y que eso va a impactar por un tiempo en su carrera académica. Más allá de lo que culturalmente se le agrega sobre las espaldas, hay hechos naturales como llevar un embarazo durante nueve meses que además las implica emocional y físicamente. Hay una cuestión natural que la academia y el trabajo en general deben empezar a reconocer.

—La socióloga feminista Dora Barrancos aseguró que muchas veces los hombres son también víctimas de la cultura patriarcal…
—Me parece que el hombre corre con demasiadas ventajas que yo subrayaría en rojo muy fuerte. Basta con ver el techo de cristal para las mujeres en los trabajos, en la justicia, en las empresas. Creo que culturalmente y jurídicamente tenemos que tomar nota del modo en que hasta hoy nos seguimos comprometiendo con prácticas de discriminación y relegamiento de la mujer.

—Hay feministas que son abolicionistas y dicen que detrás de la prostitución siempre está la trata y la explotación sexual. Por otro lado tenemos a las propias prostitutas organizadas que quieren tener derecho sobre su propio cuerpo y poder regular su actividad…
—El derecho tiene sus reclamos universales. Al trazar líneas universales lo que hace es generar situaciones donde puede haber sobre inclusividad o sub inclusividad, y dejar afuera un montón de casos particulares. El buen derecho es el que sabe reaccionar frente a ciertos dramas, tragedias, angustias. Y la trata es un drama que merece una reacción de importancia. En Argentina es un crimen demasiado común con vinculaciones con el poder coercitivo y el poder político. El derecho tiene que frenar eso. Pero también creo que todas las personas deben ser reconocidas en su libertad de pensar críticamente. Si una persona dice quiero ser dueña de mi cuerpo, la última palabra la tiene esa persona.

—¿Qué son el machismo y la violencia machista?
—Cuanto menos civilización tenemos, menos respeto hacia el otro. Se impone la ley de la selva y predomina quien tenga más capacidad de amenaza. El machismo está involucrado con esas prácticas de dominación. Uno somete a través de una institución o con poder de clase o por la fuerza. El machismo tiene mucho que ver con la opresión del otro a través de la fuerza.

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