Dos páginas de una pequeña biblia rotas, una postal con la imagen de la virgencita de la Merced, una pulsera de plata, una libreta del Ejército, una factura del pago de la cuota de una escuela y una cédula de conducir… A sus 81 años, María del Carmen Penón tomó los folios que contenían esos objetos, se largó a llorar y empezó a hablarles en voz baja.
Ninguno de los presentes en una de las oficinas del Archivo Nacional de la Memoria escuchó qué fue lo que dijo. La mujer, ya anciana, se encontró después de 35 años con las pertenencias personales de su hijo Elbio Eduardo Araujo, que descansaron desde junio de 1982 dentro de una fosa sin identificar del cementerio de Darwin de las Islas Malvinas.
La madre supo hoy, después de más de tres décadas de lucha, que su hijo de 19 años yace bajo la cruz número 16 del Sector B3 en el cementerio de la Isla Soledad. Hoy tomó conocimiento del lugar exacto donde descansan los restos del "Cabezón", el "Ñato" y, como si fuera poco, se llevó esos objetos que Eduardo guardó hasta el último segundo de su vida.
"Hoy mi hijo nació de nuevo. Mi hijo Eduardo volvió a nacer. Fue lo que sentí cuando vi esos sobres con las cosas. Pobrecito, mi amor. El va a tener su lugarcito ahí en las Malvinas, pero que nadie lo toque de ahí. Para mí, Malvinas es Eduardo y Eduardo es Malvinas", le dijo María del Carmen a Infobae treinta minutos después de haber recibido la confirmación de la identidad de su hijo mayor.
En medio de la emoción, María del Carmen tuvo la lucidez de recordar un hecho determinante ocurrido en 1991, año en el que viajó por primera vez a las Islas Malvinas y visitó Darwin.
"Estaba junto a las madres de Miguel Arrascaeta y Miguel Ángel González, que murieron con mi hijo en el mismo ataque en el Monte Longdon. Caminamos un poco por las tumbas y en un momento yo decidí que adoptásemos tres tumbas como si nuestros hijos estuvieran enterrados allí. A partir de eso, siempre les hablamos a esas mismas tumbas", afirmó.
No se sabe si respondió a alguna suerte de conexión espiritual entre madre e hijo, pero hoy María del Carmen se enteró de que la tumba real donde descansa Eduardo Araujo se encuentra ubicada apenas a cuatro fosas de la que ella había "adoptado" hace 26 años.
La mujer acudió a la ex ESMA poco antes de las diez de la mañana. Junto a ella estuvieron sus dos nietos y su hija María Fernanda Araujo, quien preside la Comisión de Familiares Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur.
Lo que en un principio fue incógnita, nerviosismo y hasta cierto grado de pesimismo, se transformó luego en euforia, gritos y llanto.
"Apenas nos lo dijeron, mi mamá pegó un gritito y lloró. Cuando tuvo las pertenencias, las besó una por una y cuando todos habíamos dejado de llorar, en un momento se puso a llorar sola. Aceró las pertenencias a su cara y les habló. No sé bien qué dijo. Tomemos conciencia de que esto estuvo 35 años con mi hermano", afirmó Fernanda emocionada.
La conmoción fue tal que al momento de abandonar el edificio, la señora debió ser atendida en una de las ambulancias del lugar por una baja de presión. Tardó unos 15 minutos en reponerse y luego fue un vendaval de emociones y recuerdos.
Precísamente, mientras los ex combatientes y otras familias presentes en el predio la felicitaban, María del Carmen necesitó poner en palabras el recuerdo del último contacto con su hijo. Un impulso plagado de congoja y orgullo.
"Él se fue de casa el viernes 9 de abril. Un viernes santo. El domingo 11 fue el cumpleaños del padre. Entonces fuimos al Regimiento (de Infantería Mecanizado 7° de La Plata). Después de insistir, nos dejaron entrar a saludarlos. Nos encontramos en la plaza de Armas. Empezó a sonar el himno y ¿sabés qué hizo? Se puso en posición recta para cantarlo, con la mano así (pone los dedos firmes y estirados junto a su ceja derecha). Cada vez que yo canto el himno, lo tengo a él en esa posición, pegadito a mi hombro. Ese 11 de abril fue el último abrazo que nos dimos", describió.
Y continuó sin interrupciones: "El lunes 12 fuimos de nuevo y no nos dejaron entrar. Volvimos el martes 13. Insistíamos, pero nadie nos dejaba pasar. Se ve que estaban preparando todo y nadie nos decía nada. A la tardecita se empezó a escuchar la banda de música, los estaba despidiendo. Se abrió la puerta del cuartel y empezaron a salir los camiones militares. En uno de esos, que era una especie de combi, lo vimos. Sacó medio cuerpo de una ventanilla y empezó a gritar "volveremos, ¡Byyyyyyyeee, Byyyyyyyeeee! Corrimos atrás del camión y su imagen se hizo cada vez más chiquita. Esa fue la última vez que lo vi".
De pronto dejó de hablar, y hubo unos segundos de silencio. Posiblemente, esa imagen haya revivido en su memoria: la cara de su hijo Eduardo, saludándola con una sonrisa, con su silueta juvenil tan parecida a la de la foto del registro de conducir que hoy tuvo en la mano.
El 26 de abril de 1982, la familia Araujo recibió la primera carta de Eduardo. "'El 14 llegamos a las Malvinas', fue lo primero que nos escribió. Nos decía 'acá no va a pasar nada', pero yo no terminaba de creerle del todo".
Ante la escasez de la información sobre lo que sucedía en las Islas, María del Carmen se las rebuscó para mantenerse informada. "Nos enterábamos poco de lo que pasaba ahí. Me tomaba varios minutos para poder enganchar en la radio la sintonía de Radio Colonia, una emisora uruguaya que decía otras cosas respecto a lo que decían en las radios argentinas. Mi marido me lo tenía prohibido. Me decía 'apagalos a esos que mienten todo el tiempo' y yo le respondía '¿Y si dicen la verdad…?'".
Luego, la familia recibiría entre los primeros tres días de junio de 1982 el segundo y último telegrama de su hijo. Luis Eduardo Araujo murió el 11 de junio a causa de la explosión de un proyectil en una de las batallas más sangrientas ocurridas en el Monte Logndon.
Para la hermana de Eduardo, María Fernanda, también significó una jornada especial. Ella se consagró como presidente de la Comisión de Familiares Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur.
"No sólo nos llevamos el positivo, sino que también me llevo este regalo de él (las pertenencias). Es un regalo para su hermana. Qué manera de luchar tantos años y la verdad que me den esto, no lo puedo creer", afirmó en medio del llanto.
"Ahora, lo único que esperamos es poder llegar a Darwin. La sensación que tengo es de correr hacia él. De salir corriendo, llegar a las Islas, de tirarme y acostarme encima de la tumba y quedarnos charlando un buen rato", expresó María Fernanda, en compañía del secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación, Claudio Avruj.
Para la hermana del soldado Araujo, el enorme proyecto realizado entre el Comité Internacional de la Cruz Roja junto a los Estados de Argentina y Reino Unido en la búsqueda de la identificación de los hasta ahora denominados "Soldados solo conocidos por Dios" representó un espacio de mea culpa y autocrítica. Años atrás, cuando la idea surgió, tanto ella como su agrupación se mostraron reacios a la idea de exhumar los cuerpos de las fosas sin identificación en el cementerio de Darwin.
"Hay que destacar el respeto a las madres. Hay madres que comenzaron con esta lucha hace mucho. La Comisión de Familiares al principio tuvo una posición más dura, porque la verdad se nos llenó todo de fantasmas. De parte de la Comisión de Familiares les queremos pedir disculpas a esas mamás y papás y familiares directos por tener un posición dura al principio. No fue por ir en contra sino por miedos. Todo lo nuevo y lo desconocido trae esto, trae miedos", aseguró.
Ese remolino de entredichos y contradicciones entre los familiares pareció quedar de lado en la ex ESMA. De hecho, tanto Fernanda como su madre María del Carmen permanecieron en el lugar durante toda la tarde, a la espera de las entrevistas de las familias que acudían en turnos siguientes.
La vida de ambas se mostró completa hoy. La vida logró parecerse hoy a la de su amado, extrovertido y gracioso Eduardo Araujo. Ese mismo soldadito de 19 años que, según comentaron algunos compañeros sobrevivientes, alegró y contagió de energía a toda la Compañía B al entonar la canción la "Colina de La Vida", de León Gieco, junto al acompañamiento de la percusión de una lata de dulce de batata.
De hoy en adelante, María del Carmen podrá ver esa foto de la licencia de conducir que descansó durante 35 años junto al cuerpo de su hijo. La podrá observar y escuchar en su cabeza las estrofas de esa canción de Gieco:
"La realidad duerme sola en un entierro
camina triste por el sueño del más bueno
La realidad baila sola en la mentira
y en un bolsillo tiene amor y alegrías".
Fotos: Gustavo Gavotti
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