Navegan en las profundidades de los océanos, fueron creados para no ser vistos y tienen una enorme importancia estratégica. Es por ello que la Argentina cuenta desde 1933 con un arma táctica que tiene la poderosa ductilidad para pasar inadvertida ante flotas enemigas.
Ya sea por lo secreto de sus operaciones, o por la reserva con que las fuerzas armadas de los países suelen encubrir las diversas contingencias por las que atraviesan estos particulares sumergibles y quienes los conducen, no existen demasiados antecedentes de rescate de submarinos varados en la profundidad de los océanos. En esta nota, una lista de los casos más conocidos.
Squalus (1939)
El 23 de mayo de 1939, el Squalus, un submarino estadounidense que realizaba tareas de patrulla, se hundió cuando se encontraba a pocas millas de la costa de New Hampshire. La tragedia se desató cuando se abrió una válvula por una falla mecánica. Mientras la nave se sumergía, ingresó agua a algunos compartimentos y provocó la muerte de 26 de los 59 tripulantes.
Los sobrevivientes lanzaron una boya mensajera y bombas de humo esperando que alguien advirtiera el pedido de auxilio. Después de cinco horas llegó al lugar el Sculpin, gemelo del Squalus y luego arribaron las naves de rescate. Para el operativo, que luego fue considerado "el mayor rescate de la historia", se utilizó una campana que permitió evacuar a los sobrevivientes. La nave fue reparada y se utilizó durante la Segunda Guerra Mundial.
Pacocha (1988)
El USS Atule combatió en la Segunda Guerra Mundial, donde hundió al submarino Iawu Toyo y al destructor Igushi Tojo, y en 1974 fue adquirido por la Marina de Perú, junto con su gemelo, el BAP La Pedrera.
El 26 de agosto de 1988, el submarino —rebautizado por la Armada de Perú como Pacocha— chocó con el barco pesquero japonés Kiowa Marú en proximidades del puerto del Callao. La colisión abrió un rumbo de más de 2 metros y el submarino se fue a pique.
Los tripulantes cerraron las escotillas y portas estancas, venciendo con sus brazos la presión del agua. Aislaron así los sectores inundados de la nave. Las baterías se mojaron y empezaron a emanar gases tóxicos, en tanto que la nave se asentó en el fondo del océano, a 50 metros de profundidad.
Los marinos atrapados decidieron autoevacuarse y salieron de a uno por la escotilla lateral, soportando la altísima presión marina. De los 52 tripulantes, 8 murieron durante el naufragio.
El 23 de julio de 1989, la Marina del Perú reflotó el Pacocha luego de un complicado procedimiento que finalizó con la inyección de aire en el interior de la nave.
Kursk (2000)
El 14 de agosto del 2000, el submarino nuclear ruso K-141 Kursk se hundió con sus 118 tripulantes cuando navegaba las aguas del mar de Barents, en el Océano Ártico, luego de que se produjeran dos explosiones en la sala de torpedos.
La Armada rusa mantuvo en secreto la tragedia con la intención de no revelar el material bélico nuclear —un reactor y misiles— que llevaba el Kursk. Y dejaron a la tripulación a 110 metros de profundidad en el mar de Barents, librada a su suerte. Pero 16 días después del episodio, la presión pública de los familiares de los tripulantes llevó a la Fuerza a aceptar ayuda extranjera para intentar rescatar a los supervivientes. Lamentablemente, la decisión política de no aceptar ayuda a tiempo terminó condenado a la tripulación.
Priz AS-28 (2005)
El 5 de agosto del año 2005, el submarino ruso de salvamento Priz quedó atrapado con siete tripulantes a bordo mientras realizaba tareas de rescate y combate. Quedó enlazado a un cable metálico cuando navegaba en cercanías de la península de Kamchatka, a 190 metros de profundidad en el Océano Pacífico.
Ante la falta de capacidad para llevar a cabo el rescate, el gobierno de Vladimir Putin aceptó la ayuda de Gran Bretaña, que puso a disposición el Scorpion 45, un vehículo submarino operado remotamente (ROV) del cual dependía el rescate de los tripulantes del submarino.
La tarea de la nave consistió en cortar los cables de las hélices del Priz que impedían al submarino navegar libremente y así logró llevarlo a la superficie con el rescate de todos sus ocupantes en perfectas condiciones de salud.
ARA San Juan
Hoy, frente a la desaparición del ARA San Juan, los métodos de rescate alistados para poner en acción en el supuesto caso que el sumergible de la Armada Argentina sea encontrado en el fondo de la plataforma submarina comprenden a un mini submarino con capacidad para adosarse a la escotilla del San Juan y posibilitar el ingreso en su interior de personal de socorristas, una cámara de rescate —las cápsulas Mc Cann— aportada por la marina de los Estados Unidos y un buque mercante apto para operar en un rescate submarino.
(Producción: Fernando Morales)
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