Ella es personal trainer; él, músico. Están en pareja desde hace cuatro años y conviven junto a Cló, su gato siamés, en el décimo piso de un departamento céntrico. Ella, durante estos años de relación, ha tenido sexo ocasional y también relaciones más profundas con otras personas. Él, también. Ese es el acuerdo que pactaron cuando fundaron su relación, porque creen que la monogamia y la exclusividad sexual no son la única forma de tener un vínculo de pareja. Lo suyo se llama "Poliamor", una forma de relacionarse dentro de un movimiento mundial llamado "Amor libre".
Ella se llama Luciana (37) pero hasta sus padres le dicen Shiksa. El es Nathan (29) pero, como nació en Kansas, en la Argentina es el "El gringo". "Cuando nos conocimos -arranca ella, mientras ofrece café- los dos veníamos de parejas que habían fracasado. Los dos, también, veníamos cuestionándonos el concepto de monogamia. Yo pensaba: 'No soy una mina celosa, no veo al otro como una posesión, y nunca me molestó que un novio saliera o se fuera de vacaciones con amigos. ¿Podría tener más de una relación en simultáneo?".
No habla de "meter los cuernos": "Eso es romper un acuerdo de exclusividad sexual y me parece un espanto. Hablo de crear nuestro propio acuerdo, en donde tengamos la libertad de tener relaciones sexuales, amorosas y duraderas con otros sin dejar de ser una pareja estable".
Barajaron la opción de formar una "pareja abierta", aunque decidieron que preferían enmarcarse en lo que se conoce como "Poliamor": "En una pareja abierta, los dos pueden tener relaciones sexuales con otros pero no pueden desarrollar sentimientos de ningún tipo. A mi me resultaba irreal y un poco absurdo", dice él. Ella agrega: "Claro, ¿cómo ponés el límite? ¿puede tener sexo toda la noche con otra pero no puede hacerle un té si está enferma? ¿Puede ir a la cama pero no al cine? Conocí a una pareja abierta que había acordado que no podían estar más de 3 veces con el mismo, para no engancharse. Eso me sigue pareciendo coartar la libertad del otro".
Fue así que decidieron que su única regla iba a ser el consenso: yo respeto tu libertad de relacionarte sexo-afectivamente con otros, vos la mía. Los dos lo sabemos, los dos estamos de acuerdo y nadie manipula a nadie. Si en algún momento alguno se incomoda, siente celos o sufre, el acuerdo se revisa.
"Cada pareja hace el acuerdo que quiere. En nuestro caso, sabemos cuando uno va a salir con alguien. De hecho, él está con una chica hace bastante tiempo y con la que obviamente hay sentimientos, y a mí me gusta saberlo. Por seguridad y porque me calienta. Yo soy bisexual, he estado con hombres y con mujeres y también he tenido sentimientos. De eso se trata el poliamor: mantener más de una relación en simultáneo con una base que no es sólo sexual sino también afectiva".
Shiksa y Nathan no cuentan su elección desde la superioridad moral ni se consideran "la evolución de la especie". Ella tiene amigas que están con una misma pareja desde hace 15 años, se sienten a gusto y eso también le parece una forma de amor libre. "Lo importante es saber que no hay una única forma verdadera de amar. Y lo digo porque hay muchos mitos: mucha gente cree que ésto no es amor, que no es una relación en serio, que es así porque tenemos miedo al compromiso o que si él está con otras es porque no me valora. También hay una doble moral: muchos de los que se espantan le meten los cuernos a sus parejas pero dicen que eso sí es amor verdadero, porque respetar al otro es ocuparse de que no se entere".
¿Existe, en este contexto, margen para los celos? "Yo tuve más miedo de tener celos que celos en sí -contesta él-. He tenido momentos de inseguridad más que de celos. Una vez, ella estaba saliendo con un sueco y la relación parecía algo más que sexual. Quería estar con él y a veces sólo se veían, la pasaban bien y no tenían sexo. Lo bueno es que no tuve miedo frente a esa sensación de inseguridad, se lo dije y estuvo todo bien". Nathan leyó mucho cuando sintió inseguridad -hay un perfil en Facebook llamado "Experiencias amor libre Argentina", con 13.500 miembros- y entendió que a otros les pasaba lo mismo.
"Creo que nos enseñan que la monogamia es sinónimo de respetar a tu pareja, tener proyectos, querer tener hijos -reflexiona él-, entonces, cuando te sacan eso, brotan un montón de dudas. ¿Si quiere estar con otro está realmente enamorada de mí? ¿Esto es una relación estable en la que se pueden tener hijos y proyectos? Y resulta que sí".
"Hay gente -dice ella- que dice 'no puedo vivir sin vos'. Yo no quiero estar con alguien que no pueda vivir sin mí. Quiero estar con alguien que, a pesar de poder vivir sin mí, prefiere vivir conmigo. En este contexto es igual: no necesito que él quiera tener sexo sólo conmigo porque somos una pareja y se supone que sólo debe desearme a mí. Quiero que él tenga ganas de tener sexo conmigo a pesar de poder estar teniendo sexo con otras personas".
Shiksa y El Gringo no se revisan los celulares ni controlan los "me gusta" que un o una ex ponen en una foto. "Muchos creen que el celular es el cerebro oculto de la pareja, el lugar que esconde todos los secretos. Yo siento mucho alivio de que eso no forme parte de nuestras vidas", dice Nathan. "Una de las cosas que más me gustan de nuestra relación es que somos muy honestos. Siempre me pareció muy ilusorio creer que la persona con la que estamos tiene que cubrir todas nuestras necesidades: esa es la versión Disney de la pareja, en donde el otro es la media naranja que tiene que encajar, completar y ser suficiente".
"Me pasa lo mismo -dice ella-. Yo siento que no tengo nada que ocultar, que él me conoce de verdad, no sólo la versión que se puede contar. No tengo doble vida ni le meto los cuernos. Creo que tenemos una relación mucho más profunda que la que podríamos haber tenido en la monogamia".