La cárcel de máxima seguridad donde se habla de Borges y de la violencia machista

Infobae visitó el Pabellón 4 de la Unidad Penal N° 23 de Florencio Varela. Allí, desde 2010 y sin apoyo de ningún tipo, el abogado Alberto Sarlo brinda clases de filosofía y literatura y ya editó 8 mil libros escritos por los propios internos. La visita de un juez para debatir sobre cuestiones de género y la reinserción de un ex preso que ahora es funcionario provincial

Guardar
Agustín Marcarian
Agustín Marcarian

"He perdido la cifra de los años que yazgo en la tiniebla; yo, que alguna vez era joven y podía caminar por esta prisión, no hago otra cosa que aguardar, en la postura de mi muerte, el fin que me destinan los dioses. Con el hondo cuchillo de pedernal he abierto el pecho de las víctimas, y ahora no podría, sin magia, levantarme del polvo". Jorge Luis Borges, La escritura del dios, El Aleph (1949). 

El pabellón 4 de la Unidad Penal 23 de Florencio Varela, en el conurbano bonaerense, alberga a los presos considerados más peligrosos. La mayoría fueron condenados por delitos graves, que van desde un robo a mano armada hasta dos homicidios, con penas que superan los 20 años. Casi todos, por distintas circunstancias, tienen en su historial carcelario varios traslados que los llevaron a conocer penales de toda la provincia. Bien saben lo que es tener que estar alerta las 24 horas del día, pensando estratégicamente cada uno de sus movimientos a fin de sobrevivir a una mirada desafiante, a una discusión, a una pelea. ¿Cómo salir airoso ante una amenazante "faca de dos metros", si la vida vale lo mismo que un par de zapatillas, una almohada o un plato de comida rancia? Así es la cárcel y sin embargo hoy aquí todos coinciden en algo: en el pabellón 4 de Varela, el encierro no se parece en nada a todo lo vivido anteriormente.    

Pasillos largos, siete portones de rejas, cuatro controles. Entre la tenue luz que llega desde los ventanales, guardiacárceles con su uniforme policíaco evitan miradas con internos de camiseta de fútbol, que pululan en la unidad de mediana seguridad y observan con ojos tediosos la llegada de los extraños. Afuera, unos pocos afortunados disfrutan de una soleada y calurosa mañana viendo a sus pequeños hijos patear una pelota. La estructura edilicia del penal probablemente sea similar a la de cualquier otro. Al final del último pasillo están los pabellones 1,2,3 y 4, de máxima seguridad. Es la hora 11 del miércoles 25 de octubre y la presencia del abogado platense Alberto Sarlo (44) no debería sorprender a nadie. Por el contrario, se lo esperó durante toda la semana. Sucede que esta vez, Sarlo llegó acompañado por un periodista y un fotógrafo de Infobae y varios funcionarios del Poder Judicial. Cristian Fraga, secretario de Ejecución Penal de Menores de Lomas de Zamora, junto a Martín Sorbo y Roberto Fernández, de la Defensoría. "Supimos lo que están haciendo acá y quisimos venir a dar una mano en lo que haga falta", le dijo Fraga a Sarlo al llegar al Penal ubicado en el kilómetro 15,5 de la ruta Provincial 53, en una zona de Varela íntegramente rural.  

Al ingresar al pabellón 4, el pasillo que comunica todas las habitaciones parecía una estación de subte en horario pico. Cincuenta y seis hombres salieron de sus celdas al mismo tiempo, cuaderno y lapicera en mano, para formar una ronda. Algunos improvisaron banquitos con tachos de pintura boca abajo y una frazada encima donde acomodar el traste. Saludaron uno a uno a cada visitante y prepararon cuatro mates que iban a ir girar la ronda a un ritmo frenético. Ya va a empezar la clase. Hoy: vida y obra de Jorge Luis Borges.  

Agustín Marcarian
Agustín Marcarian

Desde 2010, Alberto Sarlo brinda en el pabellón 4 de Varela clases de filosofía y literatura. También alfabetiza y enseña boxeo. Lo hace a pulmón, sin apoyo de ningún tipo, ni estatal ni privado. Él pone los libros, la garganta y el cuerpo. Los internos, la cabeza y el corazón. También las manos, porque desde el mismo año se creó la Editorial Cartonera Cuenteros, Verseros y Poetas, a través de la cual los integrantes del pabellón escriben y publican sus propios libros. Siete en total, todos de distribución gratuita. Ahora van por el octavo en diciembre y el noveno para comienzos del próximo año. Ocho mil libros escritos de puño y letra de estos hombres privados de su libertad a lo largo de casi ocho años. Libros que primero llegaron a manos de otros presos de la unidad y hoy no solo atravesaron los muros del penal, sino también las fronteras de nuestro país: este año los "cuenteros" fueron reeditados en Brasil y Perú. Además, su historia quedará plasmada en Pabellón 4, un documental del cineasta Diego Gachassin a estrenarse a mediados de 2018.  

Todos aquí cargan con un pasado de violencia, sufrida y ejercida día a día hasta el punto de ser naturalizada, casi como una forma única e ineludible de vivir. El encierro no modificó esa matriz de violencia. Por el contrario, la mayoría encontró en la cárcel más agresión que en la calle. En el pabellón 4, sin embargo, se liberó la magia y todo cambió. "Acá no hay pastillas, acá no hay facas", se enorgullece Sarlo, parado delante de un pizarrón de acrílico. A su derecha, dos estantes cargados de libros dan forma a la biblioteca "Rodolfo Walsh".  

Agustín Marcarian
Agustín Marcarian

El docente le dio la bienvenida a los funcionarios judiciales, les agradeció la visita y los puso al tanto de las dificultades que atraviesa el proyecto. Los talleres y el trabajo de la editorial no están institucionalizados y muchas veces chocan con la burocracia de un sistema penitenciario bonaerense vetusto y cerrado. Necesitan ser visibilizados, quieren que todo lo hecho y aprendido sea tenido en cuenta a la hora de evaluar la justicia la evolución en su proceso de "resocialización".

Son muchos los escritores y filósofos a los que tuvieron acceso, y a partir de los cuales empezaron a hacerse preguntas, a pensar diferente, a pensar. Sobre la existencia, sobre la verdad, sobre el poder, sobre la violencia, sobre Dios. Kant. Diderot, Foucault, Rousseau, filosofía cuántica, Nietzsche, Freud. Lo real y la realidad según Lacán, el Superhombre de Niestche. "¡Bum!, me hizo la cabeza", recuerda Carlos Miranda Mena, ex interno y actual funcionario en el área de educación del Ministerio de Justicia de la Provincia. "Kongo", como le dicen sus ex compañeros de celda, fue contratado por el Estado como operador social para el dictado de clases de literatura, filosofía y boxeo en distintas unidades penitenciarias. Además, vuelve cada miércoles al pabellón como docente y colaborador de Sarlo. "Esto no se sabe porque hay gente que no quiere que se sepa. El Poder Judicial tiene que saber que existimos. Ojalá todos recapaciten y se den cuenta que enseñar a Borges no es peligroso. Alfabetizar no es peligroso. Yo hago eso y lo hago gratis", dice el abogado antes de empezar. Y hace una pausa: "Ahora vamos a empezar la clase. Como siempre, pido que la guardia se retire, porque nuestras clases son sin guardia. La cultura no necesita guardia y yo me siento más seguro acá que en cualquier lado". 

Antes de iniciar la clase, Alberto pone al día a la visita: "Analizamos toda la obra de Borges. Cada uno fue seleccionando y a partir de ahí los chicos fueron escribiendo". 

La clase se interrumpe a los pocos segundos por la llegada de un invitado más al pabellón. Se trata del juez de Ejecución penal de Lomas de Zamora Mario Valitutto, magistrado que tuvo a cargo la decisión de otorgar la libertad a Carlos Miranda Mena. "No es un dato menor que hoy Valitutto esté acá -dice "Kongo"-. Porque yo estoy en libertad, pero todavía hay pibes detenidos. Y gracias al esfuerzo de todos y al taller literario, gracias a que Alberto trajo los libros para que podamos pensar, hoy lo podemos tratar a Valitutto como persona y puede visitar el pabellón. Para mí es un orgullo poder tener diálogo con él, que me trate como a un sobrino. Porque yo pensaba que era el cuco. Es fundamental que los pibes también vean el estigma ese que uno tiene de que el juez es malo y te quiere cortar la cabeza".

El juez de Ejecución Penal
El juez de Ejecución Penal Mario Valitutto junto al ex interno y actual funcionario Carlos Miranda Mena. Foto: Agustín Marcarian

Valitutto respondió los halagos: "Yo soy un ciudadano igual que ustedes con la diferencia de que tuve la posibilidad económica y social en la vida de poder estudiar, ser abogado y luego juez. Valoro muchísimo lo que están haciendo porque entendí los sentimientos de muchos de ustedes cuando ingresan a la cárcel. Lo que han pasado en la vida no lo voy a juzgar porque no soy juez de sentencia. Me interesa lo que hacen ahora y lo que van a hacer después. La vida a veces da revanchas y la posibilidad de salir adelante. Sepan aprovechar esta chance porque no se da mucho en la vida, y menos en una unidad carcelaria".

Antes de retirarse, todos los funcionarios judiciales se comprometieron a colaborar en la gestión para que el trabajo de Cuenteros, Verseros y Poetas sea tenido en cuenta por el Poder judicial.

"Un hombre se confunde con la forma de su destino, un hombre es, a la larga, su circunstancias. Más que un descifrador o un vengador, más que un sacerdote del dios, yo era un encarcelado". Ídem.

Jorge Ramón Rivas está detenido por un robo "bastante complicado". Le dieron 17 años y lleva diez detenido. Tuvo cerca de 40 traslados y hace tres años que está en el pabellón 4. "Antes no era lo que soy ahora. Andaba de cárcel en cárcel, agarrándome a puñaladas. Yo no tuve una buena vida y me crié con un concepto bastante erróneo. Quería llevarme el mundo por delante y en la cárcel seguía con ese mismo pensamiento. Quería ser alguien y para eso tenés que hacer cosas malas. Cuando llegué acá pensaba solo en tratar de conseguir algún beneficio para irme. De a poco fui leyendo, involucrándome con los libros y me cambió la cabeza rotundamente. Ya no queda nada de ese Jorge, ahora me siento persona", sostiene ante Infobae.

Jorge Rivas recostado en su
Jorge Rivas recostado en su celda con el libro Juguetes Perdidos, publicado en 2016 por la editorial Cuenteros, Verseros y Poetas. Foto: Agustín Marcarian

El primer libro que agarró Rivas fue Mi planta de naranja lima, de José Mauro de Vasconcelos. "Una novela bastante triste, que me hizo llorar. Desde ese momento no paré de leer hasta ahora. Ya escribí en dos libros de la editorial, Juguetes Perdidos y La Filosofía no se mancha II, y ahora se viene el tercero", dice Rivas. "Quiero salir para poner en práctica todo esto que sé. Me da miedo, pero quiero salir".

Brian Calla González es reincidente, está detenido desde hace 3 años y cinco meses por robo, su segunda causa. El próximo 27 de noviembre recuperará la libertad. "En el pabellón 4 me encontré una vida totalmente diferente a lo que venía pasando en la cárcel. Me pude encontrar conmigo mismo, yo soy instructor de boxeo y acá me hicieron ver que todos tenemos un talento o algo en lo que nos podemos desenvolver saliendo de la vida que hemos llevado. En la literatura y la filosofía encontré un refugio, la forma de salir de este mundo y adquirir conocimientos, poder expresar cosas que no le digo siquiera a mi familia. Schopenhauer dice que el hombre es libre solamente cuando hace arte. Mi arte es el boxeo, es en ese momento cuando siento que no estoy preso".

Brian Calla González encontró en
Brian Calla González encontró en el boxeo su modo de sentirse libre. Foto: Agustín Marcarian

En el próximo libro de la editorial saldrá el segundo cuento escrito por Brian. "Uno cuando escribe vuelca pasiones, sentimientos. Tiene que largar cosas para no explotar, cosas que uno se viene tragando en el desarrollo de su vida. Yo lo pude hacer a través del lápiz y el papel", dice el joven que ya sueña con poder desarrollar su pasión por el boxeo y vivir de eso una vez afuera.

Francisco Bus Soto fue condenado a 22 años por dos homicidios. Vivía en los monoblocks de Dock Sud, Avellaneda, frente a la autopista. "El lejano oeste", según lo describe. "Estuve varias veces a punto de morirme. Esto le dio un giro copernicano a mi vida. Me hizo ver que el mundo no es lo que me inculcaron en el barrio. Llegar acá me hizo abrir los ojos, con la ayuda de Alberto, y de Carlos como ejemplo. Hoy por hoy quiero darle una mano a todos los que vengan", sostiene.

Francisco Soto le alcanza un
Francisco Soto le alcanza un mate a Sarlo en medio de la clase. Foto: Agustín Marcarian

Ya eran las 13.30, pero faltaba una última visita en el pabellón 4. La de Roberto Alfredo Conti, juez de Primera Instancia del Tribunal en lo Criminal N° 6 de Lomas de Zamora. Conti es además replicador en violencia de género del poder judicial. Asesora a magistrados y funcionarios en la temática en la que se especializa. Esta es la tercera vez que ingresa al pabellón, siempre en forma voluntaria y con algún material distinto para trabajar con los presos. "Conocí al proyecto y a Alberto por un colega y decidí acercarme a dar una mano. No les doy asesoramiento jurídico ni hablo de los casos de ellos porque no me corresponde. Vengo a hablar de violencia de género y las implicancias legales de cada delito. Quiero ayudarlos a hacer un cambio de mirada cuando en la mayoría de los casos hay una historia de violencia familiar y una naturalización del machismo", explica Conti.

El Juez Roberto Alfredo Conti
El Juez Roberto Alfredo Conti junto a la funcionaria judicial Magalí Alescio y Alberto Sarlo

Sus charlas sobre igualdad de derechos y contra la violencia machista calaron hondo en los integrantes del pabellón, pero la matriz patriarcal está muy internalizada en los pibes y la maduración lleva tiempo. Uno de ellos, por ejemplo, reconoció que ejercía violencia cuando reprendía a su novia por la vestimenta que elegía.

– "A ella le gusta usar calzas y yo antes me enojaba. Ahora la dejo. Incluso pensé que cuando salga del penal le voy a comprar unas con las tres tiras, porque a mí me gusta esa marca", dijo uno de los pibes.

– "Bueno, ¿ves? eso es violencia", le respondió Conti, ante el murmullo de los otros 55.  "Vos no le tenés que imponer nada ni decirle qué tiene que ponerse. Si querés hacerle un regalo llevala a comprar y que elija ella la que quiera".

Conti señala que durante las charlas poco a poco los integrantes del pabellón se van dando cuenta de que ejercían violencia contra sus propias parejas sin tomar real dimensión de lo que hacían. Algunos reconocieron que, estando en libertad, al llegar a su casa obligaban a sus mujeres a tener sexo después de consumir drogas o alcohol, lisa y llanamente una violación. Poder dimensionar eso hoy los avergüenza, pero los hace crecer. "Están tomando conciencia de ello y empezaron a escribir sobre el tema", remarca el magistrado. Las próximas dos ediciones de la editorial contarán con el material trabajado por los escritores en los últimos meses: una selección de cuentos inspirados en la obra de Borges, y otra sobre la violencia de género.

Guardar