Hacía un año y medio que estaban buscando un embarazo cuando el test dio, por fin, positivo. Nerina y su marido se entusiasmaron pero la emoción duró poco: la primera ecografía mostró que el saco gestacional estaba pero el embrión no. La ginecóloga les dijo que lo que había pasado era normal pero era el año 2015 y Nerina acababa de escuchar a María Fernanda Callejón en la televisión: la actriz contaba que iba a ser madre después de haber perdido tres embarazos a causa de la trombofilia.
"Le pregunté a la médica si podía tener trombofilia y me dijo que no, y que sólo podíamos contemplar esa posibilidad si yo perdía dos embarazos más", cuenta a Infobae Nerina de Souza, que tiene 32 años y es licenciada en Comercio Internacional. El obstetra que le recomendaron le sugirió que no esperara a perder otro embarazo y fuera a ver a un hematólogo. Nerina pagó el estudio de forma privada. Efectivamente, tenía trombofilia. Salió del consultorio llorando.
Ella y Claudio, su marido, siguieron la indicación del médico. Tenían que seguir buscando un embarazo de forma natural y, recién cuando el test diera positivo, Nerina tenía que comenzar a inyectarse un medicamento anticoagulante llamado Heparina. Pasó otro año y medio en el que no quedó embarazada.
Fue por eso que decidieron ir a un instituto de fertilidad y probar con una inseminación asistida, que es una técnica sencilla con la que se depositan, a través de una cánula, los espermatozoides en el tracto reproductivo. Al día siguiente de la inseminación, Nerina comenzó a darse las inyecciones.
La indicación era que volvieran a su departamento, en Mataderos, y esperaran 15 días para hacerse un análisis de sangre y comprobar si había funcionado. "No aguanté. Tenía tanta ansiedad que me hice un test antes. Me dio negativo", cuenta. Por eso fue a hacerse el estudio de sangre con expectativas nulas. Se equivocó: estaba embarazada. "Esta vez no sabíamos si ilusionarnos o no", sigue.
Nerina, que venía de ver en un monitor un saco gestacional vacío, notó la diferencia en el instante. "Miré la pantalla y miré para otro lado. No lo podía creer, ahora se veían cuatro sacos. La ecógrafa primero se quedó en silencio y después nos miró y nos dijo: 'bueno chicos, no sé si es una buena o una mala noticia, pero son cuatro bebés. Claudio casi se muere de la alegría. Yo lloraba y me reía al mismo tiempo". En cada uno de los cuatro sacos había un embrión y en cada uno de los embriones había un corazón que latía.
"Fue tanta la emoción. Pasé de creer que no iba a poder ser madre a estar esperando cuatrillizos", dice, todavía algo incrédula. En la familia no entendían nada: cuando ellos decían "son cuatro", les preguntaban: ¿cuatro meses? Tenían que mostrar la ecografía para que les creyeran. La suma de la mala experiencia anterior, el desconcierto por ser primeriza y la conciencia de que iba a llevar un embarazo de alto riesgo, inauguraron una nueva forma del miedo.
"Yo sabía que alguno de los embriones podía quedar a mitad de camino. Cuando llegué a la semana 13 y me hicieron la translucencia nucal para ver si tenían algún trastorno genético, no encontraban a uno. Me agarró una desesperación terrible", cuenta. La siguiente ecografía mostró que el bebé seguía ahí, con sus hermanos.
A Nerina -que ya llegó a los 5 meses de gestación- la mandaron a hacer reposo absoluto, y en la empresa de correo internacional en la que trabaja le permitieron seguir haciéndolo desde su casa. Recién cuando pasó el impacto inicial empezaron a pensar en la logística, porque ella y su marido viven en un departamento de dos ambientes. Él, que es contador, buscó en Internet y sacó la cuenta: van a usar unos 1.000 pañales por mes.
"Tuvimos que buscar una casa, no sólo para que haya más espacio sino para estar más cerca de algunos familiares y amigos que nos puedan ayudar. Mis amigas y sus hermanas ya me prestaron huevitos, carros, mecedoras y están juntando ropa, porque yo compro pero la verdad es que no tengo idea qué cantidad voy a necesitar", se ríe. El Ford Focus que tienen tampoco les va a servir. Si piensan en moverse van a necesitar uno en el que entren cuatro butacas y dos carros dobles en el baúl.
"Cuando pensaba en ser madre nunca pensé en algo así. Me imaginé que iba a seguir estudiando, que iba a crecer en el trabajo, que son cosas que con un bebé podés hacer. Pasé de ser una mujer muy independiente a darme cuenta que, cuando nazcan, si no me ayudan no voy a poder salir ni a la puerta", dice, y le da risa la diferencia entre el guión original y la versión final de su vida.
Ahora, sus planes se limitan a planificar cómo va a hacer para amamantarlos a todos y a decidir si se anota o no en un curso de RCP (resucitación cardio pulmonar) para bebés. "No porque crea que les puede pasar algo, sino porque me di cuenta que si un día tengo una emergencia y estoy sola con ellos, no voy a tener chances de salir corriendo con un bebé y dejar a los otros".
Ya saben que, entre los cuatrillizos, hay dos varones y una nena. Uno se llamará Mirko, el otro Juan Cruz y la nena, Isabella (creen que la cuarta es Emilia). Nerina pasará hoy, su primer día de la madre, en la casa de su familia. En dos semanas van a internarla. Si todo sigue bien, va a esperar internada, controlada y quieta hasta fin de diciembre o comienzos de enero a que la gestación atraviese la barrera de los los siete meses y nazcan sus primeros cuatro hijos.