Aquel 1º de julio de 1987, los simpatizantes y allegados que se acercaron al cementerio de la Chacarita a rendir homenaje a Juan Domingo Perón en un nuevo aniversario de su fallecimiento descubrieron que su tumba había sido profanada. El cadáver del tres veces presidente de la Argentina había sido mutilado. Alguien había cortado las manos de Perón en una operación de ribetes malignos, instigada y luego encubierta por algún centro de poder.
El libro La profanación. El robo de las manos de Perón es resultado del encuentro, en 1995, entre Juan Carlos Iglesias, "un antiguo afiliado al radicalismo conmovido por el asesinato de su amigo el juez (Jaime Far Suau) que se había comprometido a ir hasta las últimas consecuencias en la investigación", y Claudio Negrete, "quien había vivido como periodista el impacto social y político" que produjo este hecho.
Sudamericana lanza ahora una edición actualizada y ampliada de la investigación que se publicó por primera vez a comienzos de los 2000.
La presentación del libro tendrá lugar este sábado 2 de septiembre a las 18 hs en el Centro Cultural San Martín (sala C). Dialogarán con Claudio Negrete, el ministro de Justicia de la provincia de Buenos Aires, Gustavo Ferrari, Julio Bárbaro y Graciela Fernández Meijide.
Juan Carlos Iglesias falleció en el año 2007. "Él ya no está más (…), pero aquel compromiso que asumimos sigue intacto", escribe Negrete en la presentación de la edición actualizada, en referencia al propósito que ambos se fijaron de "continuar el trabajo trunco de Far Suau".
La profanación es una rigurosa reconstrucción de la investigación del caso, interrumpida ni más ni menos que por la muerte del primer juez, junto a su esposa, en un accidente intencional -su auto fue saboteado en lo que constituye otro atentado impune-, a un año y medio de iniciada la investigación. Contiene páginas de gran interés, como la declaración completa de Isabel Perón a Far Suau, además de enumerar todas las interferencias en la investigación, las amenazas y atentados (en uno de ellos casi muere el comisario que investigaba el caso, Carlos Zunino), y recordar la reticencia y/o indiferencia de muchos políticos por el tema, incluso de aquellos que basaron toda su trayectoria en presentarse como peronistas "históricos" o "discípulos" de Perón.
Infobae dialogó con el periodista Claudio Negrete, también autor de Necromanía. Historia de una pasión argentina, acerca del libro que escribió con el abogado Juan Carlos Iglesias, amigo, confidente y colaborador del juez Far Suau. Negrete aporta en esta charla los elementos que lo llevan a escribir en el libro que, "mientras el Estado y los gobiernos miran para otro lado, hay gente que se mantiene atenta, dispuesta a que no se hable del tema y, menos aún, se investigue".
Los 30 años de impunidad de este caso delatan la debilidad institucional de la Argentina
— Entre las conclusiones a las que llegan en el libro, está la de que el robo de las manos de Perón fue "una operación exitosa". ¿Qué significa?
— Treinta años de impunidad, de no saber nada, asesinaron a cuatro personas clave, entre ellas, el juez del caso. Tanto la parte operativa de la profanación y, después de 30 años, la absoluta impunidad y casi el olvido, se puede decir que fue un éxito.
— ¿Los ejecutores contaron con alguna forma de respaldo estatal?
— Sí, lo que se puede constatar es que la misma estructura, no el mismo grupo, sino la misma estructura, se fue repitiendo en otros atentados de alto impacto en la Argentina, como la voladura de la Embajada de Israel, la de la AMIA, la sospechosa muerte del hijo del presidente Menem, e incluso la desaparición de Jorge Julio López y la dudosa muerte de Alberto Nisman. Es decir, hay en algún lugar un comando, un grupo o un autor intelectual que planifica. Luego un grupo que organiza y ejecuta la operación. Se repite la maniobra de ensuciar la escena del crimen, de poner pistas falsas para distraer a la justicia y a la atención pública, de instalar en los medios de comunicación hipótesis falsas o sin asidero. Y el punto final es la impunidad.
— No saber quién lo hizo…
— Cuando me preguntan ¿quién robó las manos de Perón?, yo pregunto ¿quién voló la AMIA? Y el resultado es el mismo: nadie. Y si nadie fue, casi podemos decir "no pasó nada". Esto delata la debilidad institucional de la Argentina, la ausencia absoluta de una democracia fuerte con capacidad para investigar estos atentados de alta conmoción pública y de una justicia que llegue a determinar qué pasó. A veces el resultado puede ser "no pudimos llegar a la verdad absoluta", pero la impunidad en estos casos es que se diluye la capacidad de investigar y de averiguar, y también el interés.
— Falla un funcionamiento institucional básico…
— Los argentinos tenemos casi la certeza de que esto ocurre también porque las instituciones están implicadas en los hechos de impunidad. Complicidad del Estado, complicidad de la política, complicidad de las instituciones del Estado, entre ellas, la justicia o las fuerzas de seguridad, que muchas veces participan del encubrimiento, de las pistas falsas. Debilidad, porque no hay justicia, no hay forma de averiguar qué pasó con un hecho como el de las manos de Perón, por el que nadie va preso.
— En el libro, se subraya fuertemente la responsabilidad del peronismo en esta impunidad.
— Es que cómo puede ser que a 30 años del robo de las manos no se sepa nada, ni se intente averiguar. De estos 30 años, 24, casi 25, gobernó el peronismo, es decir que tuvo a su alcance todos los instrumentos para impulsar la investigación judicial, que sigue abierta, y también para tomar la decisión política de ofrecer al menos la información que tiene el Estado sobre lo ocurrido.
— Cuando se comete un crimen, lo primero que se suele preguntar es a quién beneficia. ¿Benefició a alguien este hecho?
— Es imposible comprender la profanación y el robo de las manos de Perón sin el contexto de la Argentina de aquel momento. El hecho se conoció el 1° de julio de 1987, a 50 días de las elecciones, las primeras de la nueva democracia en las que se definía estructuras de poder, legisladores y la mitad de las gobernaciones. Pero lo que se jugaba en esa elección era mucho más, era si iba a continuar el proyecto de Raúl Alfonsín de reformar la Constitución para poder postularse nuevamente o era la puerta que abría el retorno del peronismo, que fue lo que finalmente ocurrió con el triunfo de (Antonio) Cafiero en Buenos Aires. Pero también era parte del contexto de ese año el levantamiento carapintada y las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida. Como consecuencia de esta inestabilidad y de las elecciones hubo más de 150 atentados, presiones, amenazas a dirigentes, peronistas y radicales, a legisladores, a jueces, a periodistas… Es decir, había en la Argentina un estado de bastante inestabilidad institucional y económica, con una inflación del 20 por ciento mensual.
— Y entonces se produce este siniestro atentado…
— El atentado al cuerpo de Perón fue una operación política en ese contexto de tantas otras que se hicieron, que buscó tocar al intocable del peronismo, probablemente vincular nuevamente al peronismo con la muerte, como había pasado con Herminio Iglesias en el 83, quizás tratar de llevar a un enfrentamiento político social que condujera finalmente a una suspensión de las elecciones. O que el peronismo pudiera acusar al gobierno radical del hecho. Lo concreto es que la dirigencia peronista, con la CGT, descomprimió el conflicto con una misa en la 9 de Julio, de 50 mil personas. Ahí empieza un largo proceso de investigación judicial que fue languideciendo. Y con la muerte del juez se cierra la causa por un buen tiempo.
Sin duda hubo zonas liberadas, complicidad del Estado, de algunas fuerzas de seguridad, de servicios de inteligencia
— ¿Hubo algún tipo de responsabilidad del gobierno radical?
— Todas las fuentes que yo consulté, y muy ligadas a la causa judicial también y ligadas al peronismo, hay un consenso general de que el gobierno de entonces estuvo totalmente ajeno a esto. La relación de Raúl Alfonsín con Isabel Perón, que era la única querellante en la causa, fue muy buena. La última vez que Isabel Perón estuvo en la Argentina fue en 1995 y tuvo una reunión muy dura, muy áspera, con el presidente Menem, al cual le reclamó que no hubiera hecho nada por el tema de las manos. Volviendo al gobierno de Alfonsín, aunque no se lo pueda relacionar al tema, sin duda que hubo zonas liberadas, complicidad del Estado, de algunas fuerzas de seguridad, de algunos servicios de inteligencia. Hasta es probable que algún sector del gobierno o del radicalismo haya tenido vínculos o más información que no se ha volcado en la causa. Lo concreto es que nadie quiso investigar, tanto en ese gobierno como en los gobiernos peronistas posteriores.
— Quedó descartada la hipótesis, de película, de una huella digital que abriría cuentas secretas. Ustedes descartan también una intención extorsiva porque nadie pidió dinero por devolverlas. ¿Fue una venganza directa contra Perón?
— Nosotros nos hemos inclinado más por el lado de la operación política en un contexto muy específico de la Argentina y del mundo. Se estaba reformulando el poder en la Argentina en un contexto mundial en el que desaparecía la Unión Soviética. Aunque parezca muy abstracto, cuando ocurren estos grandes movimientos en el mundo, lo que se reformula internamente es quiénes van a manejar el poder en cada lugar. Entonces, fue claramente una operación política. Perón era el intocable por lo que representaba para el peronismo. Ahora, la tercera hipótesis, la de una venganza de tipo esotérica, de la masonería, de la Propaganda 2, todo eso…
— No me refería a una venganza esotérica sino política…
— Bueno, pero en aquel momento se habló de una venganza o un castigo de la logia por pactos no cumplidos. Eso es fácilmente descartable, porque si hubiese sido solamente ese motivo, por qué no se hizo antes, durante la dictadura militar, cuando la P-2 sobre todo estaba en el máximo poder, con (el almirante Emilio) Massera. Y es difícil explicar por qué, si es un castigo esotérico, en el medio hay cuatro asesinatos, el intento de asesinar al comisario que ayudaba al juez, aparatos de inteligencia que viajan a otro país, como a España para profanar las imágenes religiosas que tenía Isabel Perón en su casa. Eso lo hace un aparato estatal o paraestatal. Ahora bien, puede haber, como funciona en el mundo, un mix entre la política y alguna logia dentro del poder político. Pero está claro que el factor político, el tema político, es central para entender el atentado.
El fin de la Guerra Fría coincidió con una Argentina que estaba reformulando su tablero interno
— Me interesa volver al contexto internacional de la Guerra Fría, en el que la Argentina, como otros países periféricos, era escenario de disputas entre potencias por espacios de influencia. ¿Qué posibilidad existe de una influencia o inspiración de una potencia extranjera en el atentado? Perón había vuelto a la Argentina, lo que parecía imposible por la situación de debilidad en que se encontraba, pero logra convencer a los centros de poder mundial de que su regreso era posible y conveniente. Puede haber defraudado expectativas…
— No creo que haya habido una instigación externa directa, porque de alguna manera Perón, cuando vuelve a la Argentina definitivamente en 1973, viene con una especie de consenso mundial para encaminar la Argentina que estaba desbordada de violencia política. Pero lo que puede vincularse a lo internacional es que, si el robo de las manos fue en el 87, ya estaba en proceso el fin de la Guerra Fría. Uno ve la foto en el 89/90 con la caída del Muro de Berlín, pero eso es marketing histórico. La realidad es que hacía ya varios años que el mundo bipolar, Estados Unidos y la Unión Soviética, estaban diagramando el desarme de ese sistema que ya había llegado a su agotamiento y que tenía un ganador, Estados Unidos. La fatiga de la Unión Soviética y la imposibilidad de mantener Alemania dividida por mucho tiempo más lleva a desarmar ese orden mundial. En ese desarme, cuando uno empieza a mover las fichas se reacomoda todo el tablero, de una u otra manera. Eso coincidió con una Argentina que estaba reformulando su tablero interno. Entonces, no creo que haya existido una influencia directa sobre el tema, independientemente de si hubo alguna logia implicada, las logias sí son organizaciones mundiales, pero sí estaba en juego qué iba a pasar con la Argentina a partir del año 87 u 89, con la elección presidencial ¿Iba a continuar un gobierno de Alfonsín, más socialdemócrata, más visto de centroizquierda, que intentaba encaminar el problema de Centroamérica con el Grupo Contadora? ¿Iba a seguir siendo un país un poco díscolo a alguna idea que pudieran tener en Washington? ¿O iba a terminar ese proceso y alumbrar uno mucho más previsible? Que, coincidencia o no, fue lo que pasó en la Argentina después del 89. Argentina se alineó con Estados Unidos, Consenso de Washington, y un proceso interno que fue el desmembramiento de lo poco que quedaba de la estructura del peronismo o del Estado de bienestar. Por eso yo siempre he puesto el hecho del robo de las manos de Perón en el tamiz de un contexto, de política argentina y mundial. Ahora, lo único constante es la decisión del peronismo de no investigar.
— Es sorprendente la poca importancia que le dieron al hecho pese a su gravedad. Además, está prácticamente confirmado que el primer juez de la causa, que fue también el que más se involucró en la investigación, fue asesinado. Y se suma un tema, que ustedes tratan en el libro y que, aunque aparentemente no tenga que ver con el robo de las manos termina en lo mismo, en otra profanación, que es el de la embustera Martha Holgado que pretendía ser hija de Perón. Lo llamativo es que también en este caso, el peronismo tuvo una actitud de indiferencia cuando no de complicidad, hasta hubo "históricos" que le dieron la razón a esta mujer. Otros dejaron avanzar su reclamo hasta un punto increíble…
— Sí, podemos decir que fueron tres las profanaciones si hablamos de la invasión y la violación de un cadáver. La primera fue el robo de las manos. La segunda cuando, en el año 2006, sacan los restos de Perón para llevarlos al museo de San Vicente que armó el peronismo en la provincia de Buenos Aires con Eduardo Duhalde a la cabeza, la manipulación del muerto para construir política y provincializar los restos de Perón. Cuando lo sacan de la bóveda de Chacarita se autoriza a que tomen las muestras para el ADN de la supuesta hija de Perón. Le sacaron ni más ni menos que el brazo derecho y el fémur de la pierna derecha, porque había que hacer cuatro muestras, una para la hija de Perón, otra para la defensa de Isabel Perón, otra para la justicia y una de custodia. Ese cuerpo, ya más mutilado, es llevado a la CGT donde lo colocan en un féretro nuevo porque el otro estaba roto. En todo ese traslado, seguramente sufrió más daños. Y cuando llega a San Vicente, circula el rumor de que no estaban allí los restos de Perón por el cambio de féretro, y no tuvieron mejor idea que volver a abrirlo. Es la manipulación de la muerte con fines absolutamente políticos y personales. Eso también es parte de la violación de un muerto.
— ¿En qué estado está hoy la causa?
— Hay dos hechos que quiero remarcar. Primero, que en el año 2009 al juez de la causa, que en este momento está abierta, el doctor Alberto Baños, le entraron a su casa de Adrogué y se llevaron tres expedientes de la investigación del robo de las manos. Año 2009, o sea, sigue habiendo gente interesada en que no se investigue. Poco tiempo después, le dejan en su despacho de Tribunales un féretro en miniatura con una bala y una foto de él. Es decir, hay grupos que siguen activos supervisando qué pasa con la investigación. Lo segundo, que es la última novedad en la causa, es que hay información que en principio estaría desclasificada en la CIA. El juez tomó nota de eso y de que la CIA además dijo que solamente daría información sobre el robo de las manos de Perón en tanto haya un pedido de la justicia argentina. El juez Baños hizo ese pedido en dos oportunidades, en la segunda invocando tratados bilaterales de colaboración e intercambio de información. Así que en la causa se está esperando que la inteligencia de Estados Unidos pueda agregar algo sobre qué información manejó en aquel momento.
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