Buenos Aires, 1925. Aurelia Gabriela Tizón (23), maestra, pintora, traductora de inglés, despliega caballete y tela una mañana, en el bosque de Palermo. Al rato aparece un jinete. Caballo blanco –su eterna preferencia–, uniforme militar impecable. Se saludan, se sonríen.
Cuatro años después, el 5 de enero de 1929, Juan Domingo Perón (33) y Aurelia se casan en la Iglesia Castrense Nuestra Señora de Luján, calle Cabildo, barrio de Belgrano. Coronel Padrino: el teniente coronel Bartolomé Descalzo, uno de los 188 miembros de la Logia San Martín, raíz del GOU (Grupo de Oficiales Unidos), de influencia decisiva en el futuro del novio…
Potota (deformación infantil de "Preciosa") Tizón era la sexta hija del matrimonio Cirpiano Tizón–Tomasa Erostarbe, españoles ambos, y él, conocido fotógrafo, dueño de un negocio de fotografía, y afiliado a la Unión Cívica Radical. Una respetable familia de clase media.
Hay pocos detalles de la vida en común del flamante matrimonio salvo que pensaban adoptar una hija: ¿posible signo de esterilidad de alguno? Sólo versiones…
Vivieron serenamente, con escasa vida social, en un piso de Santa Fe 3641. Aurelia siguió dando clases en los cursos de tercer grado de la Escuela número 2 República de Honduras.
El 10 de septiembre de 1938, apenas a sus 30 años y trece después de conocerse, un cáncer útero segó su vida. Descansa en un nicho del Cementerio el Salvador, Rosario, Santa Fe.
Perón habló poco y nada de la vida y la muerte de su mujer. La pregunta clave: ¿amó a Potota a su manera, algo distante, o se casó con ella obligado por las exigencias de la carrera militar? Porque en aquellos años un oficial del ejército soltero no era bien visto por la comunidad castrense. Grado, uniforme e idoneidad debían complementarse con un rígido esquema familiar.
Además su madre, Juana Sosa Toledo, tenía sangre tehuelche, y bautizó a su hijo como Juan Sosa: aun no estaba casada con Mario Perón. Demasiada carga para los prejuicios de entonces… En todo caso, otro enigma en la vida de Perón. Vida que tiene varios volúmenes, pero muchas páginas en blanco…
GIULIANA
Italia, septiembre, 1939. El hombre tiene 44 años. Es teniente coronel. Hace un año y nueve días que un cáncer se ha llevado a Potota, su mujer desde 1929. El hombre aún tiene cinta de luto en sus sacos anchos y largos. Es Juan Domingo Perón.
Ha llegado a Italia en misión diplomática: instrucciones secretas ordenadas por el general Carlos Márquez, ministro de Guerra. En realidad, investigar el movimiento fascista y los planes de su fundador, Benito Mussolini, que enamoraba a un gran sector del ejército criollo…
Misión sin plazo fijo: "Puede durar meses o años", le ha dicho Márquez.
Nancy de Fasola Castaño, una vieja amiga, lo acompaña al puerto. Y antes de que Perón se embarque en el Conte Grande, le augura:
–Viví años allá, y su estilo puede hacer furor entre las italianas. Se va a enamorar otra vez…
–Difícil –responde Perón.
–Nunca diga de esta agua no he de beber.
–Puede ser… Seguramente me casaré, pero con una criolla, no una europea.
Verano de 1940. Perón ya es un soldado de nieve. Ha recorrido Francia y Alemania. Ha conocido al papa Pío XII y a Mussolini. Ha estudiado estrategia bélica en Turín. Y suele pasear por las playas de Anzio…, donde un domingo alguien toma dos fotografías.
Al fondo, cinco árboles. Adelante, un Packard modelo 1939, chapa BY 7027. En primer plano, Perón, recostado con las piernas hacia atrás, y sonriente. Extraño: lleva el pelo sin gomina, un hábito que nunca abandonó. Su mejilla izquierda se apoya sobre el brazo derecho de una mujer sentada sobre un almohadón a rayas. En la escena hay otras dos mujeres, un tocadiscos portátil a manija, y una pila de discos.
La mujer que lo acompaña viste una blusa sencilla –dos botones desprendidos–, un short, y el pelo a lo Gingers Rogers o Betty Grable…
Es mediodía.
Una segunda fotografía los muestra solos. Ella calza zapatillas con suela crèpe. Él, zapatillas de rafia teñida con suela de soga.
Ella es Giuliana dei Fiori, de 20 años (más o menos), de una buena familia del norte italiano.
Perón la conoció en una fiesta. Tal vez los presentó Ludovico de Camerana o Carlos Mancini, los dos grandes amigos del teniente coronel en sus años italianos.
¿Qué se dijo en ese círculo? "Giuliana fue el gran amor de Perón, y pudo cambiar su vida. A fines del 40 él se mudó a Roma, se instaló en la pensión Weber, Piazza Esquilino 29, casi en la esquina de la embajada argentina, y ella lo siguió. Ocuparon cuartos contiguos. Jamás se exhibieron en público. Pero el mundillo militar y político no ignoraba la historia. Un día, todos los militares argentinos en Europa recibieron la orden de volver, por seguridad: la guerra entraba en su faz más peligrosa. Perón partió vía España, y Giuliana lo siguió hasta Barcelona. Allí alargaron la despedida cuanto pudieron, pero el último adiós… tampoco fue el último. Perón retrocedió hasta Zaragoza, la alcanzó, pasaron otra semana juntos, y ya no volvieron a encontrarse".
En Buenos Aires, y por años, él confesó que tenía dos certezas: lo definitivo de aquel adiós aragonés, y que Giuliana estaba embarazada.
Hacia 1970 le pidió al todopoderoso empresario peronista Jorge Antonio que fuera a Italia y la buscara. La misión fue larga: miles de kilómetros y de preguntas. Pero nada.
–Hace treinta años que nadie sabe de ella. Desapareció en la guerra. (Informe final del enviado)
PIRAÑA
Mendoza, 1941. Perón tiene 45 años. Terminada su misión en Europa, regresa a Buenos Aires e inmediatamente le asignan nuevo destino. Profesor del mendocino Centro de Instrucción de Montaña. Se instala en una casa de la calle Perú. Se dedica casi con furia al trabajo –antídoto contra la soledad– y al deporte: esgrima, equitación, esquí.
Inauguración de la filial del Instituto Nacional Sanmartiniano. Perón, vocal. Allí descubre a una chica que lo impacta: María Cecilia Yurbel Peña. No tardan en vivir juntos… discretamente. Él la lleva a reuniones sociales, pero –según testigos–la presenta como hija, sobrina o ahijada.
Sin embargo, a la luz del tiempo pasado y de la lógica, suena extraño. En un mundo social pequeño (estudiosos y militares), ¿era posible esa variación de roles? Otro enigma…
Algunos biógrafos arriesgan: "Es hija de un campesino sin recursos que la entregó a Perón para todo servicio". Tampoco hay acuerdo acerca de su edad: ¿17 años, o más? En realidad, tendría entonces 21…
Ya en Buenos Aires, Perón vive con ella en un departamento de la calle Posadas y la exhibe como novia. Un diario la describe como "bella, desenfadada, piernas esbeltas, caderas mórbidas". En diciembre del 43, Perón ya coronel y secretario de Trabajo y Previsión, en Radio Belgrano… ¡la presentó como su hija!
En cuanto a su apodo, "Piraña", tampoco hay acuerdo. Una versión: "Perón le dijo que comía como una piraña". Otra: "Tenía dientes muy grandes". Otra: "Perón, cada tanto, aparecía con huellas inequívocas: mordiscos de amor".
El 15 de enero del 44, terremoto de San Juan, "Piraña" partió como una luz: tenía parientes allá. En ese interregno apareció Eva Duarte. Cuando "Piraña" volvió, Eva la echó con palabras destempladas. "¡La fleté!", le dijo a Perón.
Nunca más se vieron. Ella murió en 1998. Tenía 65 años. Y jamás habló de su vida con Perón.
EVA
Cuando bajó del tren que la trajo a Buenos Aires tenía 15 años. Buscaba trabajo. Soñaba con ser actriz. Pero ni en el más loco de los sueños imaginó que sería la heroína de películas (10), cuentos y novelas (9), obras de teatro (5), una ópera, y hasta una historieta dibujada por el genio de Alberto Breccia.
Pero ese día, valija de cartón en la mano y mucho hambre, se burlaron de ella. Pasó por un bar, preguntó dónde había una pensión barata, y unos muchachones le dieron una dirección:
–Preguntá por don Justo. Buen tipo, y no cobra caro…
Llegó hasta una mansión: la residencia presidencial. Y "don Justo" era el presidente Agustín P. Justo.
Primer golpe. No: segundo. El primero fue su nacimiento como Eva Ibarguren, apellido de su madre, Juana, porque su padre, el estanciero Juan Duarte, no la reconoció. En esos años, doble baldón: en la partida de nacimiento se escribía "hijo adulterino".
Los siguientes nueve años fueron duros, pero en ascenso. Desde protegida y alimentada por la veterana actriz Pierina Dealessi hasta sus años dorados (radio, cine, teatro), sólo imaginaba un largo estrellato… Pero otro y muy distinto sería el destino.
Enero 15 de 1944. A las nueve menos ocho de la noche un terremoto hace pedazos la ciudad de San Juan. Más de siete mil muertos, 80 por ciento de casas destruidas. Luto, congoja, duelo nacional, y una semana después, festival en el Luna Park para recaudar fondos. Perón en primera fila.
Unos días antes se habían cruzado en la calle Florida, alcancías en mano, pidiendo ayuda para San Juan. Pero la noche clave fue la del 22 de enero.
Los años tejieron cien versiones sobre ese encuentro. ¿Ciertos, falsos? En todo caso, aceptemos el testimonio de Eva recordado por Domingo Mercante (h): "Mil veces escuché que Evita le decía a mi padre el coronel: '¿Se acuerda, Mercante, cuando usted, en el Luna Park, me llevó de la mano para hacerme sentar al lado de Perón? ¡Ay, el miedo que tenía! Y usted, mire que estuvo inspirado, ¿eh?'".
Esa noche se fueron juntos. Y ya no se separaron. Sólo la muerte pudo.
Recuerdo personal. Siempre como periodista, trabajé con algunos hombres que me doblaban la edad y fueron cercanos a la pareja. Uno de ellos, Américo Barrios, acompañó a Perón a lo largo de su exilio, y me confió (a mí y a muchos), que después de su primera noche con Eva, el coronel dijo:
–Esa mujer me hizo sentir como ninguna en toda mi vida.
Por los gestos, según Barrios, se refería al encuentro sexual…
Días previos al 17 de octubre del 45. Perón está preso en la isla Martín García por convocar a los trabajadores a defenderlo, fracasado su proyecto de conciliación política de todos los sectores luego del golpe del 4 de junio del 43 que derrocó a Ramón Castillo.
Desde la prisión le escribe a Eva: "Adorable tesoro, tan pronto salga de aquí nos casaremos y nos iremos a vivir a cualquier sitio (…) Díle a Mercante que hable con Farrell para saber si autorizan que nos vayamos al Chubut…". ¡Le prometía una vida sin política!
Pero en la noche del 17 de octubre, el destino escribió el segundo gran paso… En adelante, Eva fue un volcán político desde la fundación que llevó su nombre. Su odio a la injusticia que conoció desde niña se convirtió en ígneo fanatismo. Palabras como "No voy a parar hasta que en este país no quede una piedra que no sea peronista" no sólo inquietaron a Perón: desató olas de furia. El mundo militar empezó a cuestionarla: dividir al país en blanco y negro era un camino demasiado peligroso… para todos.
Otro recuerdo personal. El mismo hombre que me confió el secreto de aquella primera noche, deslizó una definición clave:
–Perón quería ser Perón de siete a una (el horario castrense), pero Eva lo obligó a ser Perón full time…
Se cierne el final. En 1950, el cirujano Oscar Ivanissevich, ministro de Educación, la opera de apendicitis, pero nota que algo más grave sucede en ese cuerpo: cáncer de útero.
Le dice, discretamente, que habría que hacerle unos estudios y luego operarla… pero Eva estalla. Le pega un carterazo e imagina una conspiración contra ella. Nadie, ni Perón, puede convencerla. A fines del 51 su deterioro la va llevando hacia el final. Rechaza, en un tan famoso como doliente discurso desde el Ministerio de Obras Públicas, la candidatura a vicepresidenta.
La agonía y el silencio en torno (sólo rumores…) se extiende hasta el 26 de julio de 1952 y hasta el histórico comunicado: "Cumple la Subsecretaría de Informaciones el penosísimo deber de informar al pueblo argentino que hoy a las veinte y veinticinco ha fallecido la señora Eva Perón, jefa espiritual de la Nación". Tenía apenas 33 años.
El 16 de septiembre de 1955 Perón es derrocado por un golpe militar encabezado por la Marina. Se refugia en el buque cañonero Paraguay.
Empieza su largo exilio.
NELLY
Pero antes –breve transgresión cronológica–, el caso Nelly Rivas.
La muerte de Eva desarboló a Perón. Con ella se fue todo. Los años felices. Los días en la quinta de San Vicente. El invierno con leños encendidos.
El líder se transforma. Entre 1953 y 1955 es una sombra. Invita a la quinta presidencial a chicas muy jóvenes y afiliadas a la UES (Unión de Estudiantes Secundarios). Entre sus risas y su bullanga se siente revivir. Y se fija en una.
–Tenemos amiguitas nuevas. ¿Cómo te llamás?
No contesta. Pero al rato le dice a una amiga:
–Nunca me voy a separar de este hombre.
Perón se acercaba a los 60 años. Nelly tenía 14 (Ver: La historia de Nelly Rivas, la "niña amante" de Juan Domingo Perón)
El escándalo sopló con fuerza. Perón se defendió: "No cometí ninguna transgresión". Pero derrocado en 1955, el gobierno de la llamada Revolución Libertadora lo acusó de estupro, condenó a los padres de Nelly y los confinó en la cárcel de Villa Devoto, y ella fue a parar a un correccional de menores.
Nelly se casó y tuvo dos hijos. En 1973, retorno de Perón, se encontró con él. La acompañaba su marido. Perón le susurró: "Entenderás que esta es la última vez que nos vemos".
Nelly Rivas murió en 2012, a los 73 años.
ISABEL
Nace en La Rioja (4 de febrero de 1931) como María Estela Martínez Cartas. Crece en Buenos Aires. Su padre, bancario, se muere en el 38. Una fuerte pelea con su madre la empuja a vivir con el matrimonio Cresto (José e Isabel Zoila). Estudia danzas españolas, algo de piano, algo de francés… y don Cresto, que se jacta de ser médium, la lleva hacia el espiritismo…
En 1951 entra en una compañía de baile. La primera gira la lleva al Uruguay, a Panamá, y hacia el fin de 1955 al cabaret Pasapoga, en la avenida Urdaneta, Caracas, Venezuela.
Ya no es María Estela: adopta "Isabel", acaso como recuerdo de Zoila, la mujer del espiritista.
Perón y ella han viajado sin conocerse, pero sus proas llegan a un puerto común: el cabaret.
El general no tiene prejuicios acerca de la palabra "bataclana". Isabel es una mujer, y él nunca –propia confesión– pudo vivir sin mujeres. "Siempre necesité una a mi lado".
Confesión que, según amigos y biógrafos, no implicaba necesariamente el sexo: por lo general, la simple y cálida compañía ocupaba lo más alto del podio…
En esos días, Perón vivirá dos episodios que lo marcarán para siempre. Dos días antes de la Navidad de 1955 fue invitado a un espectáculo de danzas en la ciudad de Panamá: el ballet dirigido por el cubano Joe Herald.
Según el historiador norteamericano Joseph Page, la troupe llegaba de una gira por los Estados Unidos y Colombia. Enrique Pavón Pereyra, el amigo y biógrafo personal de Perón, asegura que éste vio el show en el local Happy Land, y después invitó a todos a la ciudad de Colón, donde donde vivía en esa etapa de su exilio.
Una vez todos allí, un instante cumbre, aunque el diálogo inicial no permita presumir su dimensión futura…
Perón conoció a una de las bailarinas, de nombre artístico "Isabelita". Según los testigos, "desde el primer momento hubo intimidad", y al cabo de unos días ella le preguntó:
–General ¿no necesita usted una secretaria?
–Sí, creo que voy a necesitar una secretaria.
–Yo podría ayudarle incluso como camarera, además de secretaria.
–No tengo dinero.
–Trabajaría gratis.
Lo demás sucedió por añadidura. Es decir, cayó de maduro. El líder derrocado, de 60 años, y la joven danzarina riojana, de 24, empezaron a vivir juntos a mediados de enero de 1956: días en que su amante la bautizó como "Chabela"…
Cuando se conocieron, Perón vivía a sus anchas en el hotel Washington…, pero su billetera se agotó, de modo que la pareja se mudó a un más que modesto departamento en la calle 38 número 2–52, Bella Vista, cerca de la Embajada de los Estados Unidos.
No mucho después, los días panameños del romance quedaron atrás, y luego de recalar brevemente en la República Dominicana, Perón consiguió asilo en la España del tirano Francisco Franco…, que lo acoge pero le prohíbe declaraciones y actividades políticas.
Compra una mansión en Puerta de Hierro, un sereno barrio a veinte kilómetros de Madrid, y pone la escritura a nombre de Isabel, "sin profesión conocida", según reza el documento.
Se casan el 15 de noviembre de 1961 ¿Era necesario? Para los sentimientos de ambos, no. Pero entre otros cepos y cerrojos, la dictadura de Franco condenaba el concubinato…
Una versión de algunos íntimos de Perón jura que "fue un matrimonio de conveniencia", justamente por el pecado mortal que la ultracatólica España franquista hacía caer como un mazazo sobre las uniones de hecho…
Sin embargo, no parece haber sido así. Se amaron, acaso a la manera de Perón: treinta y seis años de diferencia, la mente y los actos de él sumergidos en la política, ciertos achaques que abrieron dudas sobre su salud futura, y una Chabela que obligadamente sumó a sus roles… también el de enfermera.
Como era de imaginar, y a pesar de Franco y su férrea limitación, la Quinta 17 de Octubre se convierte en La Meca peronista. Todos peregrinan: amigos y oportunistas, periodistas y escritores, todos en busca de algún rédito.
Y de pronto, en la quinta y por influjo de Isabel, se instala un personaje siniestro: José López Rega.
Es un mediocre ex policía que, en armonía con Isabel, cree en horóscopos, escribe libros disparatados sobre predicciones, colores y destinos, dice que Perón es un faraón y que su misión es cuidarlo. Y por añadidura, un asesino: jefe de la terrible Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), que dejaría un reguero de cadáveres.
Isabel lo instala en un dormitorio contiguo. No hay registros (sólo rumores) de que hayan sido amantes. Su poder crece: filtra visitas, revisa la correspondencia, maneja la casa.
Un día, alguien le pregunta a Perón por qué ese hombre tiene tanto poder y tanta influencia. La respuesta es una penosa confesión:
–Cuando usted no pueda levantarse solo del inodoro, entenderá por qué…
En 1973 la salud de Perón entra en fase terminal. Vuelve. Asume su tercera presidencia. Y, replicando lo que no pudo conseguir con Eva, que se moría, nombra vicepresidenta a Isabel…, y se muere –infarto– el primer día de julio de 1974.
Lo demás es historia tristemente conocida. Inepta para el Sillón de Rivadavia, es pasto fácil para el golpe de los criminales del Proceso militar.
Con dignidad, soporta la caída y los cinco años de cárcel. Sigue viviendo en España. Tiene 83 años.
Jamás, a pesar de las cien entrevistas que le pidieron, volvió a hablar de Perón. Su amor, si lo hubo, se transformó en dignidad. Sólo quiso ser la secretaria y la mujer de Perón. Pero la Historia le tendió una trampa.
LEA MÁS: