Ricardo Bruno: “Los perros viven con nosotros, los gatos nos dejan vivir con ellos”

Médico veterinario y etólogo, acaba de publicar una guía para ayudarnos a entender a nuestra mascota felina que, dice, “es un animal que no está realmente domesticado”

Si en algo coinciden los fanáticos de los gatos con sus detractores es en que éstos conservan el misterio y la independencia que caracteriza a los animales salvajes. Bellos y esquivos, quieren y no quieren estar con los humanos. Se escabullen con el mismo sigilo con que se nos acercan. Entonces, ¿cómo no entusiasmarse con un libro como el de Ricardo Bruno, especialista en comportamiento animal, que ofrece revelar el secreto de la idiosincrasia gatuna?

¡Miau! Una guía para entender a tu gato (Grijalbo, 2017) promete responder a dudas tales como si nuestra mascota es feliz, si es posible evitar que se afile las uñas en nuestro mejor sillón, por qué es capaz de desaparecer por varios días, si prefiere la casa al dueño, por qué toma agua de la canilla si tiene su taza llena y, sobre todo, cómo llevarnos mejor con el gato, ese raro "inquilino" que se cree con más derechos que nosotros sobre la casa, la cama, el sofá, los almohadones, los cajones…..

"La adaptabilidad de los gatos y la necesidad de las personas de mantener algún tipo de contacto con la vida natural –escribe Bruno- son las responsables de un hecho muy curioso: que una especie animal con un patrón de conducta tan distinto al del ser humano haya alcanzado una popularidad que roza la adoración".

Alguna vez maldito y estigmatizado, hoy el gato es una mascota muy popular. Foto: Ariel Grieco

Ricardo Bruno es médico veterinario (UBA) y especialista en etología (diploma del Consejo Profesional de Médicos Veterinarios de la Argentina), con larga experiencia en el tratamiento de pequeños animales –perros y gatos en especial- en Argentina y en el exterior. Ha trabajado para asociaciones de protección animal en Alemania y en Turquía. Da clases sobre su especialidad y asesora en comportamiento animal.

En la entrevista a continuación, responde algunas de las preguntas más frecuentes sobre los gatos; no todas, quien quiera profundizar deberá apelar al libro, por lo demás hermosamente ilustrado (¿hay un animal más fotogénico que el gato?)

Bruno es autor de textos académicos sobre su especialidad, pero ¡Miau! es su primera obra de divulgación, editada con la guía de Florencia Grieco.

— ¿El gato destronó al perro como mascota preferida?

— En las grandes capitales del primer mundo, sí. Porque es mucho más económico mantenerlo, le deja a la gente más libertad. Y además es un animal fascinante, desde lo estético e inclusive desde lo comportamental. A mí el comportamiento de los gatos me encanta. Obviamente, son dos cosas distintas un gato y un perro. Uno no puede esperar lo mismo de un gato que de un perro. Yo siempre digo que los perros viven con nosotros y los gatos nos dejan vivir con ellos. El que no entiende eso no puede tener un gato.

¿Domesticado o adaptado?

— En algún lado leí que el gato es el que nos ha domesticado a nosotros…

— Sí, son un poco cosas dichas así para impactar más. Pero en realidad algunos autores hasta plantean que el gato es un animal que no está domesticado en realidad, sino que su poder de adaptación le permite vivir con el ser humano.

El gato es dos animales en uno

— Usted resuelve eso diciendo que el gato es bimental, que tiene doble personalidad.

— Eso está científicamente comprobado. Comportamentalmente el gato es dos animales en uno. Cuando es cachorro, hasta los ocho o diez meses, el gato es un animal muy gregario, como un perro, como las personas. Y a partir de la adultez, sobre todo en los gatos machos, empieza el típico comportamiento de gato, de animal que pertenece a una especie no gregaria. No quiere decir que no sean buenas mascotas pero el gato no pertenece a una especie gregaria o social. Igual es una muy buena mascota.

— Es decir que es un animal doméstico y a la vez salvaje, según las circunstancias…

— Es que tiene como una llave que hace un click. O sea, una de las experiencias más impactantes que uno puede tener es encontrar al gato propio, al gato de uno, en la calle. (Risas). Ahí entran en conflicto los dos cerebros del gato: dentro de la casa, es una mascota cariñosa, que se deja acariciar, y donde uno le abrió una ventana y sale al jardín y se va a la casa de los vecinos o a los techos con otros gatos, su cerebro cambia y vuelve a ser un cerebro típico de gato. Es lo que yo llamo bimentalidad.

El gato es “bimental”, dice el doctor Ricardo Bruno. Foto: Adolfo Rozenfeld

— Entre gatos y perros, la gente se divide como entre River y Boca, ¿no?

— Sí.

— Y los argumentos de los que son pro perro y tienen reservas hacia el gato son que es traicionero, desleal, individualista, etcétera.

— El ser humano necesita encasillar todo, y dentro de eso también a los perros y a los gatos. Ahora bien, yo hice un estudio sobre la personalidad de propietarios de perros y de gatos…

— Ah, qué interesante…

— Claro, por ejemplo es muy difícil que a un rugbier, a un jugador de fútbol o a un miembro de las Fuerzas Armadas, le gusten los gatos, porque ya los valores que él aprecia, justamente por su personalidad, son la camaradería, la lealtad, el espíritu de grupo…

— La obediencia.

— La obediencia, la subordinación. Cosas que se pueden conseguir en un perro y jamás se van a conseguir en un gato. En cambio los artistas, la gente que es más sensible, que tiene profesiones más creativas, que ama la libertad… para esa gente el gato es su animal.

“Nunca van a ver un gato policía” (María Elena Walsh). Foto: Adolfo Rozenfeld

— Recuerdo que María Elena Walsh decía "nunca vas a ver un gato policía".

— Claro, eso es imposible.

— Ahora, el dueño de un gato se pregunta: ¿este gato me quiere o me está usando? ¿Se aprovecha? Son medio "vividores" los gatos, ¿no?

— La respuesta correcta es que generan un vínculo como cualquier especie animal y cualquier ser vivo; generan un vínculo con el ser con quien están. Ese tema de querer…, hay que ver incluso si los perros lo quieren a uno. O sea, se generan vínculos, vínculos fuertes, y el gato es una muy buena mascota si uno lo respeta, si uno respeta sus tiempos.

Cuanto más fuerce uno a un gato a tener el contacto que uno quiere, más se va a alejar

— ¿Cuáles son los errores que cometemos, lo que debiera hacerse con el gato?

— El error más común es creer que los gatos son perros chicos. Sobre todo hay que respetar sus tiempos. El gato es un animal que quiere caricias, uno se las da, en un momento no quiere más, se va, y uno tiene que aceptar eso. Cuanto más fuerce uno a un gato a tener la relación que uno quiere o a tener el contacto que uno quiere, lo único que logra es alejar cada vez más al gato de uno porque lo empieza a ver como una fuente de desagrado.

…la idea es que el gato sienta como un castigo divino cuando hace algo que no debe…

— Retarlo, por ejemplo, ¿no es una buena política?

— No, de hecho está contraindicado. El único castigo que sirve con los gatos es el castigo remoto, que es el castigo que el animal…

— No asocia con uno.

— No asocia con el dueño. La famosa pistolita de agua.

— Tirarle agua de lejos…

— Sí, la idea es que el gato sienta como un castigo divino cuando hace algo que no debe hacer. Igualmente es demasiado inteligente y al poco tiempo ya relaciona el rociador con uno, lo que es bueno también porque entonces ya sabe: va a hacer algo, uno agarra el rociador y ya no tiene necesidad ni siquiera de castigarlo.

Castigar a un gato está contraindicado. Foto: Eugenia Corriés

— Un rociador de plantas o de ropa sirve.

— Sí, igual ahora hay cosas un poco más tecnológicas. Hay un aparatito que dispara aire comprimido haciendo un ruido como cuando uno está inflando la goma de un auto y saca el pico, y eso ayuda mucho y es portátil. Pero también sirve el rociador.

— ¿Tiene memoria de las personas? Uno puede estar años sin ver a un perro y sin embargo el animal se acuerda, reconoce. ¿El gato también?

— También. De hecho el cerebro de los mamíferos en un 80 por ciento es igual en todas las especies; difiere muy poco entre unos y otros. En ese porcentaje muy chico en el que empieza a presentar diferenciación, es donde el ser humano está en la cúspide y ha desarrollado una corteza cerebral que le permite tener una cognición totalmente distinta a la de los animales. El humano es el único que tiene la capacidad de hacer metarrepresentaciones.

— ¿Hay diferencias de comportamiento según la raza del gato? Se dice por ejemplo que el siamés tiene conducta de perro, que es más sociable.

— Sí, la cuestión genética es real. Obviamente cada raza tiene sus características. Pero se parte de una base anterior que es la genética de la especie donde son todos gatos. Pero bueno, cada raza tiene lo suyo como nos pasa también a los humanos: no es casual que la mayoría de la gente negra tenga mayor capacidad atlética que el resto. Pero también en los animales de pedigrí, de raza, uno tendría que pensar en la línea familiar, en aquello en lo que el criadero se ha enfocado. Son tres niveles: como especie, son todos gatos, después, cada raza tiene sus características y finalmente cada criadero o cada línea puede tener sus características familiares, para bien o para mal. El comportamiento de cualquier individuo, en este caso del gato, hoy se sabe que depende un 30 por ciento de su genética y un 70 por ciento de su ambiente y, sobre todo, de cómo fue criado en el primer año de vida.

¿Hay razas más sociables que otras? (En la foto, una gata oriental)

— Justamente, eso es algo que usted subraya en el libro: es muy distinto tener a un gato desde cachorro que adoptarlo ya adulto.

— Sí, seguramente.

— ¿Es más difícil la adaptación?

— Lo que pasa es que si uno encuentra un perro adulto que nunca ha estado en contacto con la gente, tal vez en pocos meses o en un año lo transforma en una buena mascota; a un gato adulto que no ha tenido contacto con la gente es prácticamente imposible tenerlo como mascota. Por eso son buenas mascotas cuando son adoptado desde chiquititos porque empiezan a generar y mantienen durante toda su vida una relación infantiloide con el propietario.

— ¿Y si se los castra? ¿No vuelven a ser como cachorros?

— Bueno, en realidad la castración lo que hace, sobre todo en los machos, es que no tengan tanta necesidad de hacer cosas de machos. Pero no es que le cambie el carácter. Lo que pasa es que uno de los principales problemas que tienen los dueños de gatos es el vagabundeo, y eso con la castración se resuelve en un noventa por ciento.

Si el gato es socializado desde cachorro, será una buena mascota. Foto: Luciana Simoni

— Y la marcación.

— El otro gran problema es el marcaje, que orinen por todos lados; también se resuelve con la castración en un porcentaje muy alto.

— ¿No hay motivo para sentirse culpable por castrarlos o por esterilizar a las hembras?

— No. Mucha gente siente que los mutila, y no voy a decir que no es una mutilación, pero los animales domésticos, inclusive los perros, como mascotas son más felices castrados. Uno les saca un problema de encima. Si no van a vivir una vida natural, les estamos sacando por lo menos un problema.

— ¿Usted es de River o de Boca?

— De River.

— Quiero decir ¿perro o gato?

— (Risas) Ah, yo siempre he sido pro gato en el sentido de que el gato me fascinó desde chico por su comportamiento. Y en buena medida fue por los gatos que me he dedicado al comportamiento animal. Pero a mí me gustan los perros, soy una persona que necesita tener una relación de camaradería y de compañerismo y de fidelidad, y entonces me gustan más los perros. Mi actual mascota es una perrita callejera. El problema además es que como tengo la visión de que el gato tiene que hacer una vida natural. Y los gatos outdoor…

— Que pueden salir de la casa.

— Que pueden salir de la casa, estadísticamente viven la mitad del tiempo que un gato indoor. Yo al gato siempre le he permitido una vida con salida al exterior y he pagado las consecuencias. A la última gatita que tuve a los 8 años a la gatita la atropelló un auto. El otro problema con el gato outdoor es el de las enfermedades infecciosas felinas, las virósicas.

El gato es un cazador solitario. Foto: Adolfo Rozenfeld

— El gato es un animal individualista, pero si uno va al Botánico ve verdaderas asambleas, ¿qué están haciendo ahí?

— Habiendo comida, los gatos pueden estar juntos, pero eso no quiere decir que sean una especie gregaria. Se toleran en virtud de que hay comida abundante. La analogía que permite entender cómo funciona una colonia de gatos es la de un edificio de departamentos de un ambiente, donde cada uno vive y se las arregla solo y todos los sábados a la noche hacen fiesta en la terraza para relacionarse socialmente. Así es la vida del gato. El gato es un cazador solitario, individualista, come su propia presa y a la noche, por una cuestión reproductiva, tiene que hacer esas famosas reuniones de Don Gato, donde hay peleas, hay de todo, pero básicamente tienen una finalidad de reproducción.

— ¿Y la convivencia perro gato es posible? ¿En que condiciones?

— Sí, todo depende del período de socialización, de las etapas tempranas, ya sea del perro o del gato. Es mejor que el gatito sea cachorro que al revés. Si llega un cachorro de perro a una casa donde hay un gato adulto, es muy complicado. La ventaja es que los gatos tienen acceso a lugares a los que los perros no llegan; si el cachorro se pone muy molesto el gato se sube a una determinada altura y se acabó.

El gato cachorro es un animal muy gregario

— ¿Cómo diría usted que estamos en la Argentina en materia de cuidado de los animales?

— Como en todo, con respecto a países del primer mundo estamos muy lejos, muy mal. Con respecto a países como Turquía, un poco mejor. Por eso escribí este libro, porque el principal problema en la Argentina es que hay poca información real. Todo el mundo habla y dice lo que se le ocurre.

— Un libro para entender al gato y disipar prejuicios.

— Sí, lo escribí pensando en decir cosas que son confirmadas. Después intenté que fuese lo más ameno y llevadero posible para que llegue a todo el mundo pero siempre con rigor científico.

— ¿Se sigue experimentando, haciendo ensayos, con los gatos?

— Sí, el gato es un pobre animal que ha sufrido los embates de la ciencia, sobre todo en estudios de neurología y neurofisiología se lo ha usado mucho, y casi en el mismo nivel que al mono. Sí, ha sido terrible. Mi visión es que el gato realmente ha pagado un costo muy alto por tener un poco de comida y de techo con el humano.

Foto: Adolfo Rozenfeld
El gato es un sobreviviente

— ¿A qué se debió eso?

—Lo que pasa es que es fácil de mantener, puede vivir enjaulado. Además, es un animal muy inteligente, útil para estudios neurofisiológicos…

— En otra época de la historia también sufrió el embate de la persecución. Por la creencia de que era un animal demoníaco.

— El gato es un sobreviviente, sobre todo en Europa, por la Inquisición. Lo salvó el hecho de que, cuando volvieron de una de las tantas Cruzadas, los soldados trajeron una peste transmitida por la pulga de la rata, y entonces…

— La llamada Peste Negra…

— La Peste Negra. Y el gato entonces volvió a tener un cierto crédito. Como ha pasado históricamente: los antiguos egipcios tampoco es que lo adoraban porque sí, lo adoraban porque controlaba a los ratones. Un imperio que basaba su riqueza en los granos que almacenaba, imaginemos la cantidad de ratones que había. E imaginemos lo importante que era el gato.

— Entonces, a respetarlo un poco más al pobre gato…

— Sí, como a todo ser vivo. Al gato hay que intentar respetarlo y comprenderlo. Justamente, uno lo puede empezar a respetar cuando primero lo comprende, porque si no vienen esos falsos calificativos de traicionero, perverso o ingrato.

“Para respetar al gato, primero hay que comprenderlo”. Germán Romani

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