La directora de una escuela argentina y un dilema que recorre el mundo: a qué baños pueden ir los alumnos gays y trans

Silvia Galarza dirige una escuela técnica donde el 75% de los alumnos son varones. Quiso tener un baño mixto para que los jóvenes gays y trans no recibieran burlas. No se lo permitieron

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Señora directora: Silvia Galarza, en la puerta de la escuela técnica n°1, en El Talar.
Señora directora: Silvia Galarza, en la puerta de la escuela técnica n°1, en El Talar.

Silvia Galarza es docente desde los 21 años. Estudió Educación Física pero hace seis años se propuso ocupar un espacio que alguna vez fue impensado para una mujer. Es la directora de una escuela técnica, en Tigre, en donde los alumnos estudian para ser técnicos electromecánicos, maestros mayores de obras, técnicos químicos e informáticos: todos oficios que todavía parecen "sólo apto para machos" y que solían entrar en cortocircuito cuando una mujer, un alumno gay o trans trataba de ser uno más. Fue Silvia quien entendió que ahí, en la misma escuela, estaba el núcleo del conflicto y que podía hacer algo para picar la piedra. Lo que nunca imaginó es de donde vendrían las resistencias.

"El problema no son los alumnos sino los adultos: algunos docentes, algunos padres y algunos inspectores", cuenta a Infobae desde la Escuela técnica número 1, en el Talar, donde trabaja. Se refiere a que en marzo, cuando comenzaron las clases, decidió que uno de los baños de mujeres de la escuela iba a convertirse en unisex para que las chicas y chicos gays y trans pudieran elegir a cuál ir. En mayo, un inspector ordenó que el baño vuelva a ser sólo para mujeres.

"Lo que veía era que había varones gays que no iban al baño en todo el día. Tal vez pasaban 6 u 8 horas en la escuela sin ir al baño. Cuando les preguntamos qué pasaba nos dijeron que ellos no se sentían cómodos, que muchas veces los cargaban, les decían 'puto' o los daban vuelta cuando estaban en los mingitorios", explica ella. "Darlos vuelta" significa moverlos para que queden expuestos, con sus genitales afuera. En la escuela que Silvia dirige, el 75% de los 1.800 alumnos son varones.

El gráfico fue tomado de la explicación que dio el restaurante griego Kroger, hace un año, cuando decidió que sus baños iban a ser unisex.
El gráfico fue tomado de la explicación que dio el restaurante griego Kroger, hace un año, cuando decidió que sus baños iban a ser unisex.

Lo que cuenta es la misma historia que suelen contar las chicas trans (que fueron a la escuela antes o durante su transición a mujeres): que como no querían hacer pis de pie sino que entraban a un baño y cerraban la puerta, algunos alumnos se colgaban a espiarlas. "Es el morbo de ver qué tenés ahí y cómo vas al baño", dice Saira Millaqueo, la chica trans argentina que hace un mes logró que la admitieran en un equipo profesional de mujeres.

Lo que sucede en los baños lo muestra una encuesta que difundió hace seis meses la Ong "100% Diversidad y Derechos"el 36% de los casi 800 alumnos LGBTI encuestados (lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersexuales) evitan ir al baño en la escuela "porque se sienten inseguros o incómodos". Casi 8 de cada 10 contestaron, además, que alguna vez escucharon en la escuela "comentarios despectivos como ´maricón' o 'torta".

 

"Mi idea era decirles 'entrá con libertad al baño', no importa tu orientación sexual o tu identidad de género. Este es un baño que nos pone a todos en el mismo lugar", explica Silvia. Hubo una sola madre que fue a hablarle: le dijo que en el baño mixto no había mingitorios, que los varones hacían pis con la puerta abierta y que no quería que su hija les viera los genitales. Tenía, además, temor de que sucediera un abuso sexual.

Silvia le explicó que había seis baños y que sólo uno pretendía dar respuesta a una minoría de alumnos: los que pedían permiso para ir a los baños de preceptores o para salir durante la clase cuando se aseguraban de que los baños de varones estaban vacíos. El resto de los alumnos podía elegir usar los otros.

El baño unisex duró dos meses. "Los chicos no tenían ningún problema con el baño mixto y la mayoría de los padres lo entendieron. Pero el inspector vino y dijo que por la disconformidad que habían manifestado muchos padres, me tenía que retrotraer", cuenta. Silvia entonces, fue al INADI e hizo una denuncia. "Por lo general las denuncias las hacen los alumnos cuando son discriminados. Es la primera vez que una directora hace una denuncia de este tipo", explicaron a Infobae desde el INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo).

Uno de los fundamentos de Silvia es que se guió por la Guía Nacional para situaciones de conflicto, que dice, entre otras cosas, que se debe "incluir en las normas de convivencia institucionales el respeto a la diversidad y la identidad de género". No es que no existan los baños unisex: en la Argentina, por ejemplo, ya hay en la Universidad de La Plata y la Universidad Nacional de Cuyo.

Hay un restaurante en Atenas que puso un cartel en los suyos que se volvió viral: "Tenemos baños unisex porque, a veces, los baños separados por géneros ponen a los otros en situaciones incómodas: papás con hijas, mamás con hijos, padres con chicos con discapacidad, gente LGTBI, adultos que necesiten ayudar a ir al baño a padres ancianos". El tema llegó a la tapa de la revista TIME, que lo tituló: "La batalla de los baños".

“La batalla del baño” fue la tapa de la revista Time, hace un año.
“La batalla del baño” fue la tapa de la revista Time, hace un año.

"Hay un alumno gay que iba al baño mixto con una amiga y que había logrado evitar las burlas. Ahora nos contó que espera a que salgan todos del baño de varones y ella se queda en la puerta, de campana", sigue. No es la primera vez que Silvia marca un precedente: en 2013, cuando se hablaba poco de identidad de género, tuvo un alumno que estudiaba para ser técnico químico y comenzó a hacer la transición. En la escuela le permitieron lo que muchas escuelas aún no permiten: que vaya a educación física con las mujeres y que se vistiera para su egreso como quisiera: "Eligió un trajecito y tacos", recuerda.

Fue justo ese año que llegó una resolución que indicaba que las clases de educación física tenían que ser mixtas: "Aún con la resistencia de muchos docentes, fuimos de las primeras escuelas en implementarlo. Algunas nunca lo hicieron. Los docentes no querían, decían que las chicas no rendían igual que los varones o que era peligroso porque les iban a tocar la cola. Preferían separarlos en lugar de permitirles explorar su sexualidad y enseñarles a respetarse".

Según la encuesta de la Ong, la clase de gimnasia es el espacio que más esquivan por sentirse incómodos: el 43% de los alumnos encuestados dijo que faltó alguna vez a la clase de gimnasia por este motivo. 

Son muchos los adolescentes que hablan del bullying que sufren en la escuela por su orientación sexual o identidad de género, aunque son pocos los que lo denuncian. Hubo en el INADI 22 denuncias el año pasado (17 sucedieron en escuelas públicas). Y van 8 este año. "Yo se que eso está pasando, por eso me interesa tanto trabajar la diversidad sexual en la escuela, no importa que acá vengan a formarse como maestros mayores de obras. De esa intolerancia viene la mayor parte de la violencia".

Fue así que el año pasado, Silvia y las dos vicedirectoras -también mujeres, con cargos ganados por concurso- decidieron que las últimas dos horas de los miércoles los docentes, enseñaran la materia que enseñaran, trabajaran el tema de la "Educación sexual integral".

"Por ejemplo, el docente de matemática dio una clase sobre noviazgos de jóvenes gays, el de literatura hizo un corto con los alumnos sobre noviazgos homosexuales en la adolescencia y la docente de arte abordó la promiscuidad en la Edad Media. Lo hicimos porque nos dimos cuenta de que la única forma en que se abordaba el tema era desde 'cómo evitar las enfermedades de transmisión sexual', nunca desde lo emocional".

Silvia y sus colegas docentes, durante una jornada.
Silvia y sus colegas docentes, durante una jornada.

La exposición de los cuadros que estudiaron en el bufette del colegio fue otro problema: "A los adultos les pareció escandaloso que esos cuadros estuvieran expuestos en la escuela, a muchos docentes también. No son los alumnos, somos los adultos los que tenemos la cabeza cerrada", opina. Los cambios, tomados de a uno, son pequeños: no es un baño, un cuadro o una clase de gimnasia. "Es la suma de todas esas pequeñas cosas las que, creo yo, pueden generar un cambio desde los lugares más machistas", dice Silvia, que tiene 48 años y tres hijos. Ahora resta esperar: aún no sabe si el baño mixto será una batalla perdida o sentará un precedente.

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