Se luce en cine, teatro y televisión. Hace pocos meses estrenó Neruda, con gran éxito internacional y la aguardan dos películas más. Mientras espera, se da el gusto de reponer Ay, amor divino, la obra que el año pasado logró excelentes críticas tanto en Buenos Aires como en España y que la retrata tal cual es.
Hacer un unipersonal no es fácil. Pero si además se trata de contar la propia historia del actor sin la máscara de un personaje, implica un desafío enorme. Mercedes Morán se anima: nació en 1955 y pasó su primera infancia en Concarán, San Luis, y desde ahí abre su corazón e invita a realizar un recorrido por su vida. "Es un viaje introspectivo personal que me cura, me sana", dice. Y a medida que avanza el relato entendemos por qué.
Decidimos acompañarla y navegar con ella por los distintos momentos de su vida que se anima a mostrar: "Al principio, me dio mucho miedo. Siempre opiné que cualquier personaje era mejor que yo, porque no me considero una persona interesante".
—¿En serio?
—Sí, no cumplo con los factores típicos de la actriz que te anima una fiesta. Soy muy tímida, bastante fóbica. Los personajes siempre fueron un trampolín para atreverme a hacer cosas que jamás me hubiera animado a hacer.
Capaz de reirse de cosas que en su momento seguramente la hicieron sufrir —sobre el escenario del Teatro Maipo— recuerda sus primeros años en el pueblo con una madre ultra católica, maestra y algo "mano larga", que la obligaba a rezar tres oraciones por noche y le decía que si dormía sin remera el diablo le iba a rasguñar la espalda.
"Atea, agnóstica, budista, hoy devota de la Virgen de Guadalupe… y hago meditación trascendental", así explica cómo fue cambiando su vínculo con la religión. No siempre fue igual. A los seis años se golpeaba la cabeza contra la pared pensando que había traicionado a Dios por espiar en la ducha a su hermano adolescente, de quien estaba enamorada y por eso creyó estar embarazada. La Fe perdura, el castigo, no: "Se mantiene intacta la creencia en algo superior, generador de luz y de amor que nos trasciende y que nos hace poner en ese punto de pequeñez casi insignificante. Es la mejor manera de derribar el ego", explica.
Como marcado a fuego aparece el vínculo con su padre. Amor, idolatría, adoración. ¿Cómo definirlo? Tanto de lo que es hoy Mercedes Morán puede entenderse en las discusiones (de las buenas) en las mesas familiares en las que creció con una libertad de opinión absoluta.
Y un recuerdo de ese padre que la fue a buscar a la comisaria cuando quedó detenida, en 1972, por manifestarse contra la masacre de Trelew. Ese padre peronista que le inculcó la importancia de priorizar lo social por sobre lo individual y la guió en el camino de la revolución: "Cuando hablo de su muerte, de alguna manera me vuelvo a encontrar con él cada noche, es muy emocionante pero además me da mucha paz".
—Hija de un diputado peronista, había que ser peronista. ¿Hasta cuándo?
—Y, hasta los 18, 19, ahí ya empecé a separarme. De River seguí siendo porque eso se hereda y no se cambia nunca.
—¿Se enojó cuando te alejaste?
—No, a él lo que más le importaba no era el signo partidario, le importaba inculcar en sus hijas la conciencia y compromiso social. Que nuestra felicidad no se sujetara exclusivamente a las cosas que nos pasaban en forma individual sino que fuéramos sensibles a lo que pasaba a nuestro alrededor.
—Algo quedó. Le pusiste el cuerpo a las causas que crees justas. Últimamente con todo lo relacionado con los derechos humanos y lo que pasó con el 2×1.
—Obvio. No estaba en el país en ese momento, me hubiera encantado asistir a esa marcha. Fue uno de esos hechos históricos donde uno tiene conciencia de que está asistiendo a algo que no es una movilización más.
—Sí, siempre que puedo voy.
—La última vez que hablamos me dijiste: "Detesto ese folclore que dice que lo feminista es opuesto a lo femenino. El feminismo es un canto a lo femenino".
—Es un absurdo total esa historia de que si sos feminista estás en contra de los hombres, no sos femenina. El feminismo es un movimiento que brega por la igualdad. Una igualdad de oportunidades y que el sexo no sea determinante para pagar más o pagar menos.
—¿En la Argentina, actores y actrices a igual posición ganan distinto?
—Sí, y además todo lo que eso refleja. Hay algo que tiene que ver con los carteles, con los nombres, con lo que puede parecer interesante contado desde el punto de vista de un hombre o de una mujer, las historias, los protagonistas.
Estoy dispuesta a apoyar cualquier medida que tome este Gobierno si estoy de acuerdo
—El galán puede ser galán hasta cualquier edad y la mujer se vuelve "la mamá".
—Y sí. Está expresado de tantas maneras… y hay una cantidad de cosas que se han naturalizado que son muy tremendas.
—Le pusiste el cuerpo al kirchnerismo. ¿Te sentiste desilusionada después?
—Yo no sentí que le puse el cuerpo, sentí que apoyé muchas de las cosas que hicieron y las sigo apoyando. Hice lo mismo con el Gobierno de [Raúl] Alfonsín y estoy dispuesta a apoyar cualquier medida que tome este Gobierno, o el que venga, si estoy de acuerdo. Y tengo una voz pública que si puede hacer algo para apoyarlo públicamente, no tengo miedo en hacerlo. A veces se estigmatiza y te hacen responsable a vos -como ciudadana que apoyó tal o cual medida- de todos los actos que hizo determinado gobierno. Eso es problema del que te acusa. Yo no me siento responsable de ninguno de los casos de corrupción de ningún gobierno, porque solamente los he votado y apoyado en lo que me parecía que estaba bien.
—¿Nunca te interesó participar en política?
—No de una manera convencional. Todo lo que hacemos es político. No me interesa tener ningún puesto en Cultura, pero sí asumo claramente que yo tengo un trabajo que hace específicamente a una movida cultural.
Me gustaría que todos los gobiernos entendieran que lo cultural es la mejor inversión que puede hacer un país
—Alguna vez me dijiste: "Quiero que la cultura no se vea como un negocio".
—Sí, me gustaría que todos los gobiernos entendieran, profundamente, no de la boca para afuera, que lo cultural es la mejor inversión que puede hacer un país.
—¿Hoy a Cristina Kirchner la extrañás?
—Hay cosas que extraño sí, sí.
Volvemos al teatro. El recorrido sigue con la llegada a la Capital y el descubrimiento del sexo en la adolescencia. A los 17 se casó por primera vez y de ese matrimonio nacieron sus primeras dos hijas: Mercedes (39) y María (38). Más tarde llegaría Manuela (22), fruto de su relación con Oscar Martínez. Y con los años los primeros nietos: María (7) y León (4).
La revolución vuelve a aparecer, esta vez en forma de familia. Las tres hijas mujeres con las que soñó cambiar el mundo y a través de quienes hoy entiende que "revolución" es justamente ese amor que se tienen.
Y finalmente el presente. Una enorme y prestigiosa carrera representada en cientos de personajes. La llegada de los temidos 50. La menopausia. Eso de lo que pocos hablan porque no vende o no queda bien. Donde, sin embargo, una sabe lo que quiere, cómo lo quiere y puede disfrutarlo y disfrutarse. Aprendió.
"Me gustaría pensar que los años que van pasando y dejan algo de conocimiento. Y uno empieza a dejar de lado esa tendencia a poner la responsabilidad afuera: te hacés responsable de las cosas que te hicieron mal -y que en algunos casos provocaste-, y también te hacés responsable de lo bueno que te pasa", dice rememorando las veces que lloró por amor en su adolescencia mientras se miraba al espejo con actitud piadosa. Esa forma de amar pasó y dio paso a un sentimiento mucho más sano.
—¿Hoy cómo es el amor?
—El amor hoy está en lo opuesto de la tensión. Durante mucho tiempo relacioné el amor con el nervio en la panza, las cosquillas y el hormigueo, con el prepararte para gustarle al otro. La vida me operó de eso. El amor hoy es un lugar donde soy yo, donde no trabajo para el otro y donde no hay fuente de conflicto ni tensión. Tuve que redefinir al amor porque uno empieza a reconocerlo de a poco cuando va cambiando. Al principio te cuesta reconocer eso como amor. Fue una conquista personal que me gusta mucho haber obtenido, darme cuenta que hay miles de maneras de vivir el amor.
El amor hoy es un lugar donde soy yo, donde no trabajo para el otro y donde no hay fuente de conflicto ni tensión
—¿Con vos misma cómo te llevás?
—Bastante bien, digamos.
—Me quedé con esto de "el personaje es más divertido".
—He trabajado mucho respecto de mi exigencia -porque creo que una no es menos exigente con los demás de lo que es con una misma -, y siento que logré bajarla. Sigo siendo muy obsesiva con mi trabajo, pero hay algo de la exigencia que te paraliza. Con eso he trabajado mucho y estoy un poco más piadosa conmigo.
—¿Cuando mirás el recorrido te arrepentís de algo?
—No, pero no quiere decir que no crea que me haya equivocado. He aprendido más de las equivocaciones que de los aciertos, así que no me arrepiento por eso.
—La pasaste muy mal por la denuncia de Jorge Lanata en su momento. ¿Te lo volviste a cruzar alguna vez? (N. de R.: el periodista afirmó que el Incaa gastó casi 900 euros en festejarle el cumpleaños a la actriz, ella lo desmintió y el instituto de cine se disculpó por las rendiciones de gastos mal realizadas).
—Me lo volví a cruzar varias veces, porque vivimos durante mucho tiempo en el mismo edificio. Ahora él se mudó y yo sigo viviendo ahí.
—Qué momento incómodo en las reuniones de consorcio.
—Justamente no eran las reuniones de consorcio -porque no asisto-, pero el ascensor tampoco era el mejor lugar. Me lastimó mucho y creo que es la primera vez que me río acordándome de eso, así que algo empezó a curarse. Fuimos amigos alguna vez, éramos muy cercanos y lo respeté mucho en una época.
—Con los cumpleaños ¿ya se terminaron los insultos que sufriste en las redes o siguen?
—No, siguen, por lo menos hasta el último. A lo mejor en el próximo ya se olvidaron. Las redes y la tecnología son cosas fantásticas, pero hay que tener cuidado y aprender a utilizarlas.
Lanata me lastimó mucho, creo que es la primera vez que me río acordándome, así que algo empezó a curarse
—¿Dónde duerme tu celular?
—No duerme en mi cuarto, no comparto cuarto (risas). Lo pongo a dormir antes de acostarme, lo apago. Tengo hijas con el celular al lado de la almohada, prendido toda la noche, y es casi imposible convencerlas de que se desenchufen un rato.
—¿Con Fidel (N. de R.: Sclavo, artista plástico uruguayo y su pareja desde el año 2006) sí compartís cuarto?
—Con Fidel comparto cuarto por muchas razones. Una de ellas es que Fidel no usa celular. No lo apaga, directamente no usa.
—¿No usa celular?
—No, se resistió, por momentos lo odié por eso y últimamente tengo una gran admiración por su actitud.
—Soy incapaz de semejante cosa.
—Sí, ¿viste lo rápido que uno se acostumbra a estas nuevas modalidades? Me acuerdo cuando tenía 16 años, que llegaba a un bar a esperar a un noviecito. ¿Qué pasaba cuando no llegaba esa persona? Uno esperaba cinco minutos, diez, quince, "está bien, ya está, no llega". Ahora llamás y listo.
—¿El celular mató el romanticismo?
—Si lo único que hubiera matado fuera el romanticismo, no me importaría tanto, porque no soy una defensora del romanticismo. Pero sí creo que exacerbó el control por el otro, que eso sí me preocupa muchísimo.
—¿Qué quiere decir que no sos una defensora del romanticismo?
—Que hay unas ideas que nos vendieron sobre el romanticismo que creo que nos han hecho muy mal.
—Que Fidel no caiga en San Valentín con las flores, los bombones y el pasacalle…
—Con el pasacalle lo echo directamente. No tiene que ver con suprimir gestos amorosos, tiene que ver con una idealización del amor que es muy mentirosa.
—¿Qué pasa con el sexo y la pasión después de los 50?
—Hay un endiosamiento, como que todo lo importante pasa cuando sos joven. Hay mucho invento. Se supone que pasados los 50 es un valor seguir siendo muy joven, muy activo desde todo punto de vista y también sexualmente. Se califica a los hombres según su rendimiento sexual… Hay otras tablas más interesantes y hay una necesidad, por lo menos personal, de sinceramiento con respecto a eso y a muchas cosas. En el espectáculo empiezo diciendo mi edad, que está completamente desaconsejado. Me parece una trampa horrible, porque a las mujeres nos mandan a mentir la edad y después nos acusan de manipuladoras y mentirosas.
Llega el futuro, que en este caso viene guiado 100% por el deseo: "Cuando termine Ay, amor divino, voy a filmar una película con Luis Ortega, El ángel (sobre la vida de Robledo Puch), un proyecto fantástico. Y me voy a sacar unas ganas locas que tenía de trabajar con él. Después, me voy a Uruguay a filmar una comedia y más adelante a Chile".
—¿No tenés ganas de hacer tele?
—Siempre tengo ganas de hacer tele y siempre tengo ganas de hacer teatro y siempre tengo muchas ganas de actuar. Pero no puedo conciliar. Y la tele es un compromiso largo que no me permitía hacer algunas películas que me ofrecían y que tenía ganas. Ahora estoy más abierta a llevar a cabo ese deseo.
Agenda: Ay, amor divino se presenta los lunes a las 20.30 horas en el Teatro Maipo.
PARA VER LA ENTREVISTA COMPLETA:
Agradecimiento: Paula Balmayor producción de vestuario, Sofia Diez peinado y maquillaje.
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