Tuvo muchas vidas. Fue él y fue otros. Fue villano y noble. Amó y fue amado. Conoció el cielo y el infierno. Pero no sólo sobre el escenario, frente a una cámara de tevé o en un set de filmación. Miguel Ángel Solá (67) sabe lo que es transitar una existencia apasionada.
A mediados de los '90 se vio forzado a exiliarse en España. En plena época democráctica recibió amenazas de muerte. No las escuchó hasta que una lo golpeó donde más le dolía: le señalaron a su pequeña hija María, de dos años. Junto a su mujer de entonces, la actriz española Blanca Oteyza, viajó a Madrid. Hubo elogios de la crítica, éxitos, films y televisión de los dos lados del océano, ideas y regresos, y una separación amorosa. En 2014 lo llamaron para ofrecerle ser el villano Klaus Miller en La Leona. Y volvió. En esta volver trajo de la mano a su nuevo amor, la actriz Paula Cancio (33), a quien había conocido dos años antes y le había hecho entender que la vida sería -de ahí en más "donde el trabajo nos guíe, pero siempre juntos".
"Tengo la suerte de tener una mujer a la que le llevo 34 años, que se enamoró de mí y me lo dijo. Además decidió tener una hija conmigo y continuar la vida juntos. Estoy muerto por ella", confesó.
Juntos son padres de Adriana, de casi 4 años y él, por su parte, tiene dos hijas anteriores, de su relación con Blanca Oteyza. María Luz (20), que estudia en Madrid ("Es mi orgullo porque escribe mucho mejor que yo y a mí me gusta cómo escribo, así que imaginate") y Cayetana (16), que sigue sus pasos y va a ser actriz ("Me lo dijo un día antes de venir para acá y me dejó sin dormir en el viaje pensando. Va a ser muy buena").
Hoy, la dupla Sola-Cancio, además de compartir la vida, comparte el escenario nuevamente en Doble o nada. Él interpreta a un director de medios próximo a abandonar su puesto. Para definir a su sucesor, la somete a ella -una de sus más antiguas y queridas empleadas- a un juego perverso. Una suma de manipulaciones, traiciones y desafíos mutuos que lleva a pensar hasta dónde somos capaces de llegar y qué precio pagaríamos por un determinado objetivo si nos llevan al límite.
—Interpretás a un director de una empresa periodistica, ¿qué opinás de los periodistas?
—Hay periodistas y periodistas como hay actores y actores. El gran problema del periodismo es la exigencia al copyright de cada empresa. El periodismo se ha llenado de gente que no es periodista, que no tiene grado suficiente y que se han transformado en agentes de empresas o agentes políticos. El periodista que investiga, que se deja la piel, que busca la verdad, ese periodista para mí es uno de los seres más importantes que existen en el planeta.
—¿Te inspiraste en alguien en particular para componer este personaje?
—No, ejemplos hay de sobra y no sólo en el periodismo. Yo no puedo juzgar a mi personaje, le agradezco que me da la oportunidad de hacerlo. Si no, me lo pondría en contra y es difícil para un tipo de actor como yo, que cree en la magia. No es que yo meto mi personalidad adelante para mostrar una faceta más, que es una forma de ser actor que para mí es muy discutible. Eso de ponerte un bigotito más, una perita más y tener la misma respiración, los mismos movimientos, la misma forma de mirar, la misma forma de fumar, la misma forma de hacer las frases.
—¿Querés decir que la caracterización no hace a la composición del personaje?
—No, claro que no. La caracterización forma parte incorporada dentro de lo que es la historia del personaje.
—A lo largo de la obra el rol de la mujer es cuestionado y hay un doble estándar. Tu personaje, por ejemplo, dice: "Ninguna mujer puede ser directora de nada si la ven abierta de piernas". También se burla de los hombres que se ocupan de la casa.
—Yo no sé si forma parte de su pensamiento verdadero o de toda su manipulación. No sé quién es este personaje, me deja acceder a él para mostrar lo que pasa en ese momento, pero no sé qué siente.
—¿Qué le pasa a Miguel Ángel, persona, con esta doble moral que aparece en la vida sobre las mujeres?
—Hay gente a la que le gustan las mujeres pero no las quiere, ahí se produce una dicotomía.
—¿Te reconocés machista en algo?
—No me arriesgo a decir "no" del todo porque no lo sé. Si es por levantarle la mano a una mujer, nunca. Si es por agredir verbalmente a una mujer, alguna vez se me ha escapado una palabrota, pero me han dicho muchas. Si es por pensar que la mujer es menos que el hombre, nunca. Sí creo que hay malas personas, hay cierto tipo de gente que no me gusta, sea del sexo que sea.
—¿Te das cuenta rápido cuando alguien no te gusta?
—No, porque soy un tipo muy confiado. No tengo maldad para exponer.
—¿Es difícil hacer personajes con los que uno no acuerda ideológicamente?
—Tan difícil como con los que acuerda ideológicamente. Yo me siento un instrumento del personaje, no soy el que manipula al personaje, el personaje me va manipulando a mí.
—En tele te hemos visto hacer a algunos de los malos más malos de la historia. ¿Te cansa que te llamen para eso?
—Mi cabeza y mi sentimiento son capaces de hacer cosas mucho mayores que esos personajes tan mínimos. Son ricos para hacer como actor, pero no aportan nada a la vida del ser humano. No aportan nada a la convivencia y yo sé que podría hacer cosas bellísimas. Bueno, sabía, ahora ya no sé.
—¿Por qué?
—Y porque pasa el tiempo y no me llaman para eso.
—¿Con qué creés que tiene que ver? ¿Falta de riesgo de los productores?
—No, siempre creo que hay alguien a quien colocarle una determinada imagen. Yo si soy empresario o soy parte política o gobernante, o parte del poder, sé a quién establecer como yerno predilecto de la casa y sé a quién mostrar como el malo de la casa. Como sé a quién ponerle toda la publicidad del mundo y un soporte durante años, haga las pavadas que haga o las mierdas que haga. Y sé a quién tapar pese a que demuestre su capacidad de entrar en el alma humana.
—¿Sentís que te han tapado?
—Sí, claro, por supuesto. Lo han hecho de todas las maneras posibles. Pero no me importa, yo sigo vivo y sigo con mi carácter y con mi forma de pensar.
—¿Por qué? Las críticas te acompañan y sos considerado un gran actor en Argentina.
—Sí, no sólo en Argentina, gracias a Dios, en muchos países del mundo.
—Hoy son ustedes los que eligen estar acá.
—Elegimos porque seguimos la ruta del trabajo. Vivimos de esto, no viajamos de turistas. Pagamos nuestros pasajes para viajar, pagamos nuestra casa para alquilar, pagamos el colegio de nuestra niña. Es nuestra forma de vivir. Que nos gustaría que fuese más cómoda, más tranquila, más descansada, bueno, sí. ¿Y que tuviera una repercusión mucho más grande y mucho más rápida? Por supuesto que sí. Pero no tenemos esas plataformas, nos lo ganamos con talento. Los que vengan los ganamos con talento, los que no vengan, bueno, que vayan a otro lado.
—¿Lo sentís injusto?
—Injusto es que una persona tenga que hurgar en la basura para poder comer. Injusto es no tener con qué taparse, no tener techo. Injusto es no tener sanidad. Injusto es que un anciano no tenga una vereda lisa para caminar. Lo otro es una batalla de la vida. A mí no me la facilitaron nunca, me impidieron muchas formas de llegar a la gente. Aun teniéndome que ir del país, con amenazas de muerte a mi hija de 2 años, por eso me fui, no por otra cosa.
—¿Las amenazas venían de la política o de dónde?
—Las amenazas en esa época, de un gobierno democrático que teníamos. Estamos hablando de los noventa. Del desguace horroroso de la Argentina.
—¿Fue difícil irte?
—Claro. Como todo. ¿A quién le gusta que lo echen?
—En la obra suponemos que tu personaje se va a morir, aunque no sabemos si es cierto o no, y tiene que tomar ciertas decisiones a partir de eso. ¿Les tenés miedo a la enfermedad y a la muerte?
—Por supuesto, en cuanto tomamos conciencia, tenemos miedo. Lo que pasa es que uno piensa de joven que la vida va a ser así toda y que tiene para derrochar. Tiene mucha energía y no sabe dónde ponerla. Por lo general no la canaliza bien, se arruina la vida con drogas, con alcohol, con maltrato a su cuerpo, con maltrato al cuerpo de los demás.
—¿Te boicoteaste en algún momento?
—Sí. Es la vida misma. Es muy difícil poder hablar de las cosas sin vivirlas. Claro que me boicoteé. Pero no bajé a ningún infierno, no me jorobé la vida ni le jorobé la vida a nadie por eso.
—Sin incluirte, ¿qué tres actores argentinos te gustan?
—Es una injusticia, ayer a la noche fui a ver a Portaluppi, que me encanta. Awada me encanta. Hay cientos de actores.
—¿Hay actores sobrevalorados en la Argentina?
—Claro que sí. Eso es la historia, se confunde fama con capacidad. La fama se obtiene de tanto estar en las pantallas, en los medios haciendo cualquier tipo de cosa, y lo otro son años de mostrar capacidad para hacer diferentes cosas.
—Hace poco en una nota dijiste, en referencia a Doble o nada: "No es teatro para que te roben el dinero del bolsillo con pavadas como nos tienen acostumbrados con muchos éxitos".
—No sé si eso es literal, debe haber sido más complicado, pero sí creo que los entretenedores te meten la mano en el bolsillo, en el corazón, en la cabeza y en la billetera.
—¿Cuesta la actualidad del actor?
—El actor no es en general. Hay algunos a los que les cuesta mucho, a otros les cuesta menos, a otros les cuesta bien poco, viven de réditos. Es diferente para todos. Del actor Miguel Ángel Sola, no está fácil, pero nunca estuvo demasiado fácil para mí.
—Vos tenés la necesidad de seguir trabajando más allá del placer que te pueda implicar.
—Y sí, hasta el fin de mis días, por supuesto. Es que debe ser así, porque si no, te pasa como a papá: lo echaron de su trabajo y en cinco años se derrumbó. El trabajo, depende lo que hagas, es fuente de salud también. Porque ¿qué vas a esperar? ¿una jubilación de Argentina? ¿Con las características de lo que son los gobiernos argentinos para los jubilados? Todos, no estoy hablando de uno en especial. Los ladrones más ladrones. Los que decían: "Si yo no digo que van a recibir el doble de jubilación, no me van a votar y si yo no digo que la ley es irrestricta para ingresar a la universidad libre, no me van a votar". Gente a la que se le ha perdonado eso y que lo sigue haciendo mañana, tarde y noche.
—¿Lo interpretarías a [Carlos] Menem?
—Ya lo hice en televisión. Con Doria.
—Pero no era él en particular.
—No, era un ministro corrupto. Tenía características, no era igual, no es necesario imitar las formas de la gente, con el alma ya a la vista es suficiente.
—¿A Néstor Kirchner lo harías?
—Nunca lo vi personalmente ni lo vi hablar. No estuve aquí. No me guiaba por la realidad argentina. Yo no soy peronista. Respeto y tengo amigos peronistas, pero cuando me cuentan qué es el peronismo, no lo entiendo. Es decir, lo que ya saqué en conclusión es que como son tantos, sobran y se matan entre ellos. Entonces, como no quiero esa perspectiva para una sociedad, creo que sería mejor ampliar la visión de lo que somos, tratar de ser más argentinos y menos movimentistas, digamos.
—¿La situación actual cómo la estás viendo?
—No es buena. Yo estoy todo el tiempo mirando el mapa de lo que es América del Sur, que es un continente que todo el mundo quiere arrasar pero todavía no ha sido arrasado del todo. Somos muy canallas si nos dejamos morir o si nos dejamos suicidar como lo estamos haciendo. Existe una cosa que se llama instinto de conservación, existe otra que se llama instinto de supervivencia. No estamos mirando nuestra belleza, estamos mirando solamente formas de la muerte, no de la vida.
—¿Cómo deberíamos reaccionar?
—Tendríamos que reaccionar a lo que nos molesta diciendo "no". Y ahí no es cuestión de bandería política. La gente está mucho más allá de cualquier bandería política, que terminan siendo porquerías, porque terminan echándole la culpa al otro y simplemente al otro. En el medio la vida pasa. En el medio la vida quiere vivir y la estamos matando todo el tiempo.
Para ver la entrevista completa:
Agenda: Doble o nada se presenta de jueves a domingos en el teatro La Comedia (Rodríguez Peña 1062)