Cuando en marzo de 2015 tuvo lugar el juicio político al juez de Ejecución Penal Axel López (que resultó sobreseído), fue notoria la ausencia de respaldo de las agrupaciones feministas a los familiares de víctimas que habían impulsado ese juicio, a pesar de que poco antes había tenido lugar una de las primeras marchas masivas en protesta por la ola de asesinatos de mujeres. Recordemos que López era responsable de haber liberado a un violador que poco después reincidió (esta vez asesinando a su víctima, Tatiana Kolodiez), desatendiendo informes periciales que indicaban un alto riesgo de reincidencia. Ese juicio era, por lo tanto, una inmejorable ocasión para sentar jurisprudencia y, si López hubiese sido destituido, es muy posible que el juez Carlos Rossi lo hubiera pensado dos veces antes de liberar a Sebastián Wagner, violador y asesino de Micaela García.
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Ahora, cuando en el Senado se debate una reforma de la Ley 24660 con el fin de privar de salidas transitorias y libertad condicional a los condenados por delitos graves, entre ellos, la violación, nuevamente ciertas corrientes del feminismo más radical expresan su oposición a esta iniciativa.
Los fundamentos de esta actitud los explicó recientemente Rita Segato, antropóloga y profesora del Departamento de Antropología de la Universidad de Brasilia, donde reside, y donde ha realizado investigaciones en este campo, incluso entrevistando a personas encarceladas por este delito.
En el plenario de comisiones de Justicia y Asuntos Penales y Derechos y Garantías del Senado, Rita Segato expuso acerca de "cómo ser feminista y también antipunitivista, anticarcelaria", admitiendo que se trata de "una contradicción muy difícil de resolver".
El acto de violación es la punta del iceberg, de un mal que es social (Segato)
La corriente que representa Segato parte del concepto de que "el acto de violación es la punta de un iceberg", la manifestación o el síntoma de "un mal que es social", de "algo que anida en el inconsciente social". Una suerte de enfermedad colectiva de la cual el violador es el signo.
Según ella, la violación sería sólo otra manifestación de una serie de "agresiones sexuales" -que arrancan con la cosificación de la mujer en la televisión, por ejemplo- que "no pueden ser transformadas en crimen porque constituyen el mundo y la forma en que vivimos". Sólo se castiga al violador.
En la misma línea, un compañero de militancia de Micaela García escribió, con comprensible dolor, que la joven había sido víctima "de una sociedad enferma y machista, de un sistema inmoral y corrupto de pies a cabeza". Esta concepción se emparenta con la idea de que todo delincuente es en realidad una víctima de la sociedad, y lleva a plantear la imposibilidad o el sinsentido del castigo. Si fueron todos, nadie fue.
En otro orden, Segato considera que toda violación tiene la misma raíz que la violación usada como arma de guerra en los conflictos. La violación es -para el violador- un acto moralizador, una forma de castigar, en este caso, la independencia de la mujer. La agresión sexual no tiene que ver con el deseo o la libido, sostiene Segato.
A la víctima le tenemos que perdonar que está en su dolor, no puede pensar serenamente (Segato)
En esta actitud moralizante, agrega, "hay una gran convergencia entre la mentalidad punitivista y la mentalidad del agresor sexual". El "punidor" (sic) piensa "con odio".
Tampoco puede pedírsele opinión a la víctima. "A la víctima le tenemos que perdonar que está en su dolor, no puede pensar serenamente".
A continuación, la transcripción de lo principal de su exposición, de la que puede verse un extracto en el video que acompaña esta nota o completa en Senado TV (cliquear aquí, desde el minuto 25).
Exposición de Rita Segado en el Senado
"En mi posición que es la de alguien que es feminista y anti carcelaria, entonces la combinación (…) me lleva a una contradicción que es muy difícil de resolver, en mi propia conciencia personal, es decir, cómo ser feminista y también antipunitivista, anticarcelaria.
Estuve el año pasado en Sudáfrica en una reunión de feminismo anticarcelario que es un tema muy difícil de pensar.
El violador es un síntoma de un mal que es social y que nos atraviesa a todos; es la irrupción la manifestación de lo que anida en el inconsciente social.
El acto de violación es la punta de un iceberg, en el cual la violación se encuentra en su base y en todos los estratos, pero sólo la ley puede capturar en la punta de ese iceberg. La mayor parte de las agresiones sexuales no pueden ser transformadas en crimen porque constituyen el mundo y la forma en que vivimos
Basta ver las noticias o muchos programas de TV donde vemos ese ojo mediático desnudando y rapiñando a las mujeres igual que lo hace un violador pero de una forma que no es crimen. (…)
Entonces decimos que la agresión sexual que conseguimos tipificar como crimen es la punta de un iceberg de un comportamiento social extenso y que es una espiral de violencia como se dice en el feminismo mundial (cuyas manifestaciones) no son ni pueden ser tipificadas por la ley pero constituyen el semillero el caldo de cultiva donde germinan los agresores y por eso la ley no está consiguiendo parar en ningún país este tipo de crímenes.
(Prolifera la legislación, pero) el crimen contra la mujer solamente crece. Quererlo parar con la cárcel es como querer eliminar un síntoma sin eliminar la enfermedad.
Hay que desbaratar el semillero, no simplemente cortar los yuyos. Ellos seguirán creciendo porque se trata de un síntoma social, de un mal social; es la irrupción de una plaga mucho más presente en toda la sociedad que lo que estamos acostumbrados a creer.
Hay que trabajar en la sociedad. No se puede actuar, legislar, sentenciar, condenar ni castigar, sin pensar. Lo que estamos viendo es el intento de actuar sin pensar.
Es tan absurda la solución punitivista que consiste en enviar al violador a una verdadera escuela de violación como es la cárcel, Las cárceles de mujeres y de hombres, inclusive las juveniles, son verdaderas escuelas de violadores.
No sólo se viola al violador para castigarlo, eso todo el mundo lo sabe, sino que esa institución total es un espacio de reconversión, de reprocesamiento de identidades de género. Como lo muestra el libro "Amor macho", de Jacobo Schifter, (…) con datos de la cotidianeidad de la cárcel, la relación entre quienes dominan y quienes obedecen dentro de la institución carcelaria se expresa en términos de dominación sexual y en la violación de los más débiles entre los presos. O sea, estamos castigando al violador con un lugar donde va a aprender a violar más, no menos.
La Ley no alcanza eficacia material en términos de sentencias punitivas de los jueces si no obtiene eficacia simbólica, retórica, poder de convencimiento, capacidad de persuasión y disuasión (…).
Los jueces no pueden tomar decisiones adecuadas porque no comprenden el crimen sexual. El crimen sexual es un tipo muy particular de crimen que hay que saber entender y los jueces no tienen formación en este campo.
[Hay que trabajar en todos los campos] para que la gente comience a tener una conciencia de género. Los jueces, como parte de una sociedad, no comprenden el crimen de género, ellos son miembros de una sociedad en las cuales la agresión de género es opaca, incomprensible, ininteligible, porque la agresión de género es una agresión de abuso pero es un abuso del poder.
El problema del juez (Carlos) Rossi, del juez (Axel) López, de la tesis zaffaroniana, así como de las posiciones en el otro extremo, las posiciones punitivistas, es que todas carecen de una comprensión real de lo que son las agresiones de género. Ninguna de las dos comprende el problema como un problema de la sociedad.
En el caso de la perspectiva zaffaroniana, no consiguen salir de la concepción de la agresión sexual como una agresión de la libido sexual, de la intimidad, de la sexualidad. Y la agresión sexual no es una agresión del deseo.
El crimen sexual es un crimen por medios sexuales pero es un crimen aleccionador y también bélico. Todos los autores que escriben sobre las guerras de hoy hablan de un feminización de la guerra y también en América Latina, las guerras mafiosas, los Estados autoritarios, las guerras represivas; ahí la agresión sexual cumple un papel como un arma, como un cañón, O sea, es una forma de la desmoralización y la destrucción del enemigo. No es un crimen de la intimidad.
El agresor y la víctima no tienen ni obtienen ninguna intimidad y no se trata de deseo sexual. El modus operandi es sexual, pero no el móvil del crimen. Lo más paradójico es que el agresor es un moralizador. Es impresionante, nos deja perplejos cuando nos asomamos a cómo piensa el agresor su crimen. Y los sujetos punitivistas tambièn son moralizadores.
Ahí hay una gran convergencia entre la mentalidad punitivista y la mentalidad del agresor sexual. No hay tiempo aquí para explicarlo pero tengo convicción absoluta de que es así [en base a sus años de experiencia].
Entonces, ¿qué quiere el punidor?, ¿qué quiere aquel que quiere castigar? Además del error de pensar con odio, de pensar con rabia…. Es necesario pensarlo con sosiego, con tranquilidad, por eso decir "el derecho de las víctimas" es un gran error, a quien no podemos pedirle que piense cómo se legisla es a la víctima porque a la víctima le tenemos que perdonar que está en su dolor, no puede pensar serenamente. La violencia no puede ser pensada sin serenidad.