Evangelina estaba embarazada de su segundo hijo y una idea empezó a darle vueltas en la cabeza. Pensó "cada persona tiene sus tiempos" y por eso, cuando le ofrecieron adelantar el parto para evitar que su hijo naciera en el feriado de Navidad, dijo que no. Tampoco quería que le dieran anestesia y estaba incómoda con la idea de no poder elegir: la obstetra le dijo que "por protocolo" y "por si pasaba algo", era mejor que se la dieran. El bebé, finalmente, les dejó en claro a todos cómo iban a ser las cosas: nació en el carril del Metrobus de la 9 de julio, mientras su papá trataba de llegar a la clínica a más de 100 kilómetros por hora. Fue, por supuesto, un parto sin anestesia y con una sola partera: su mamá.
Evangelina Quiroz tiene 35 años y se puso de novia con Mariano Berlusconi en 2009. Ella ya era madre de Florencia, una nena que había tenido a los 16 años en un parto sin anestesia. Pasaron cinco años hasta que Evangelina y Mariano decidieron tener un bebé juntos. Y en 2015, finalmente, quedó embarazada.
"Fue un embarazo súper tranquilo. Es más, yo seguí yendo al gimnasio y estudiando Derecho sin ningún problema. La mañana del 23 de diciembre de 2015, me levanté porque tenía que hacerme un pre-quirúrgico por si llegaba a ir a cesárea. Pero yo había ido a la obstetra el día anterior y me había dicho que estaba todo bien y que iba a tener un parto excelente. Así que como me levanté con unas ganas de comer terribles decidí desayunar y no ir a hacer el estudio", cuenta a Infobae.
Pero al rato empezó a sentirse "rara". Su marido, que había hecho con ella el curso de preparto, le tocó la panza dura, vio que tenía contracciones, controló el tiempo entre una y otra y llamó a la partera. La partera dijo "está bien, pero ésto es para largo chicos". Evangelina tenía mucho dolor pero quiso esperar: "Le decía a mi marido 'esperemos, no voy a llegar así como una loca a la clínica'. Se supone que son muchas horas de trabajo de parto, uno rompe bolsa, pierde el tapón mucoso. Y nada de eso estaba pasando".
Pero Mariano pensó ésto: vivimos en Ituzaingó, es hora pico, es el último día laboral de la semana y llegar al Instituto del Diagnóstico, en Capital, va a ser una locura. "Vamos", le dijo. La cargó en el auto, subió el bolso y salieron. "Subimos a la autopista y empezamos a ir por la banquina. Mariano manejaba con una mano y con la otra sacaba una camisa por la ventana, pidiendo paso. Yo quería mantener la calma, pensaba ¿por qué estoy gritando de dolor si me preparé tanto para este momento?"
Recién habían pasado las 9 de la mañana cuando vieron el embudo que había en el peaje. Mariano se metió por el carril exclusivo de colectivos y cuando el empleado de la cabina del peaje le vio la cara a Evangelina le levantó la barrera sin dudar. Bajaron en la 9 de julio y se metieron en el carril del Metrobus.
"Los colectiveros miraban, nadie entendía nada, y él seguía a más de 100 kilómetros por hora, esquivando colectivos. Yo venía acostada, con el asiento reclinado. Y en un momento le digo: 'Mariano, ya no aguanto más'. El sostuvo el volante con la mano izquierda y con la derecha me levantó el vestido, me corrió la bombacha y me dijo: 'Eva, la cabeza del bebé está afuera". Mariano quería llegar a la clínica así que decidió no parar.
"Cuando me dijo eso, me senté para mirarme y el bebé salió hasta la mitad. Tenía los ojos cerrados, los brazos estirados y las manitos habían quedado adentro. Y tenía dos vueltas de cordón alrededor del cuello. Estaba tirante porque el cordón no lo dejaba moverse, así que me lo metí un poco para adentro, le desenrosqué una vuelta, después la otra, lo agarré fuerte para que no se me resbalara y me lo apoyé en el pecho". Ninguno de los dos está seguro del lugar exacto en qué nació Franchesco: creen que fue un poco antes de llegar al Obelisco. Tampoco de la hora. Lo que sí saben es que no eran tan chiquito como para nacer así: pesaba 3,100 kilos.
Evangelina dice que no se asustó: "Yo iba mirándole la cara, ya había abierto los ojitos, movía la boca, quería succionar. No le di la teta para esperar a que le limpiaran todas las secreciones de la boca". Su marido, que nunca dejó de manejar, hizo una maniobra peligrosa y dos policías de la Metropolitana salieron corriendo a frenarlo: "Cuando se acercan y ven el color del bebé y el cordón umbilical que todavía nos unía, dicen 'no, chicos, les llamamos una ambulancia, esperen por favor'. Como no esperaron, los dos policías cortaron el tránsito de la 9 de julio. Creen que también dieron aviso a la Policía porque a los pocos minutos tenían un patrullero atrás y otro abriéndoles camino adelante. Así, con una rueda en la bicisenda de Marcelo T. de Alvear y la otra en la calle, llegaron.
Evangelina bajó con el bebé envuelto en la toalla y en el vestido largo que tenía puesto. Ella fue a la sala de partos, a que le sacaran la placenta. Franchesco fue a neonatología por lo antihigiénico que había sido su parto. "Así que el 24 a la noche lo trajeron y nos trajeron un menú especial. Y así pasamos la cena de Navidad, los tres juntos comiendo cerdo relleno en la clínica".
Franchesco ya tiene 16 meses. Y en la vida de Evangelina, aquello de que "cada persona tiene sus tiempos", cobró una nueva dimensión. "Yo pensaba: hay una Ley de parto respetado hecha, justamente, para respetar los tiempos y las decisiones. Pero no se cumple. En los sanatorios hay muchos protocolos donde los padres no pueden decidir" (hoy arranca la Semana Mundial del Parto Respetado). "Eso me llevó a pensar que era una buena idea dejar que mi hijo siguiera creciendo con sus tiempos. Me parecía que eso de 'a los 8 meses tiene que gatear', a 'tal edad tiene que comer' no permitía que él lo fuera haciendo a su manera y lo único que generaba eran frustraciones".
Así que en vez de anotarlo en un jardín maternal, lo anotó en un taller (no es un jardín porque no tiene estatuto legal) que promueve la llamada "Educación viva y consciente", muy popular en España. "Es un lugar que busca que los chicos estén libres de condicionamientos, de comparaciones, donde se acepta que los chicos tienen sus tiempos personales para cada cosa. Si en una institución le dicen: no te subas ahí que sos muy chiquito', acá lo pueden hacer".
Evangelina habla de que los tiempos son personales y no una tabla de Excel. Es que así fue, es y será su vida: Evangelina no fue a la universidad a la edad en que la mayoría de los jóvenes van porque tuvo una hija mientras estaba en tercer año del secundario. Pero ahora está a punto de recibirse de abogada. Y esa hija que tuvo mientras era adolescente y cambió todos los planes, acaba de anunciar que está embarazada. Así que este año, cuando Evangelina cumpla los 36, se convertirá en abuela.