Joaquín Furriel: "Me dio tristeza cuando lo atacaron a Darín y me da tristeza cuando lo atacan a Echarri"

“Hoy es muy difícil opinar y eso me provoca mucha tristeza” dice el protagonista de “El faro de las orcas” en esta charla con Infobae en la que cuestiona las críticas a quien piensa diferente y cuenta cómo cambió su vida tras el ACV.

Venía de protagonizar El Patrón en cine y El tiempo entre caníbales en televisión, papeles por los que fue galardonado con un Cóndor de Plata y un Martín Fierro cuando sufrió, en octubre de 2015, un ACV. El Faro de las orcas fue el primer libro que recibió con la propuesta de interpretar la historia de Roberto Bubas. Tanto le gustó el papel que lo aceptó más allá del esfuerzo físico que requirió: "Era muy exigente, no solamente porque tenía que cabalgar a pelo, también las escenas en el agua. Hubo jornadas que reconozco que me iba a dormir muy cansado".

El personaje, más allá de su complejidad, lo conectó con su adolescencia: "A los 15 o 16 años, empecé a viajar de mochilero por la Patagonia y tengo una foto justo donde está puesta la cabaña de la filmación. Hay que ponerle el cuerpo a personajes así, pero de alguna manera siento que previamente ya me estaba preparando para que esto suceda".

—¿Cómo elegís este proyecto, porque te llega en un momento muy particular?

—Si bien el médico me dijo que no me iban a quedar secuelas y eso me tranquilizó mucho, yo sentía que estaba muy vulnerable, tenía mucho miedo, y una cosa es hacer las compras, cocinar, pagar algo, charlar, pero otra cosa es actuar. Son muchas las cosas que están pasando en ese momento para que la escena suceda, para que vos estés presente y el espectador en tu mirada y en tu comportamiento pueda ver que el personaje está. No sabía si eso lo iba a lograr o no. A las dos semanas llega el guion, lo leí y me pareció que era, por un lado, la primera película que iba a poder ir a ver con mi hija, y vi que aspira a la belleza, a mostrar cuánta riqueza tenemos en los paisajes, en lo humano también, y hay veces que no es lo que más se visibiliza. También habla del autismo, del amor de una madre y la desesperación por tratar de sacar a ese niño de ese ostracismo en el que está, y de personajes como Beto, que quieren definitivamente que este mundo sea mejor y para ser mejor hay que respetar y hay que entender a la naturaleza.

Conecté con la vulnerabilidad

—El director planteó el atractivo de la dificultad de filmar con variables que uno no maneja y que dependen de la naturaleza.

—Sí, por un lado, te aclaro que no hubo ningún contacto directo con las orcas porque no está permitido y está bien que así sea. Las hicieron en animatronic y digital. Lo que pasa es que como vos decís, por ejemplo estábamos con el bote, los buzos nos llevaban, estábamos listos ahí para hacer la escena, el muelle allá, una grúa enorme. El sueño del pibe, estaba todo espectacular. Íbamos a hacer la escena donde se acercaba la orca y la tocábamos, por ejemplo y de repente el agua bajó quince centímetros y no se pudo hacer la toma porque con esos centímetros que bajó el mar ya no servían para el plano. Todos los que estábamos haciendo esta película sabíamos que era así, que tenía esa variante.

—Hablaste hace un ratito del ACV y antes había estado la fractura también. ¿Cambió algo a partir de ese momento en tu vínculo con la vida, con la profesión, con la paternidad?

—Sí, muchas cosas. La primera es que conecté con la vulnerabilidad, primero, física y después, un poco más. La primera fue un accidente doméstico de los más tontos, pero que pudo haber tenido una consecuencia grave y la segunda, más impredecible. No tengo una respuesta médica de por qué me pasó lo que me pasó. Pero sí noto que puedo discriminar un poco mejor cuándo hay un problema y cuándo realmente no llega a ser un problema, cuándo es menos que eso. Estoy disfrutando mucho el tiempo libre entre mis trabajos. Estoy eligiendo bien, pienso mucho en mi salud, si es un proyecto que me va a dar felicidad, ánimo, ganas de trabajar. Y estoy tratando, en la medida de lo posible, de no sobrecargarme con trabajo.

—¿El miedo se pasa en algún momento?

—No. No, porque mi sensación es que miedo tenemos todos, siempre, ya saber que nos vamos a morir es un miedo que algunos lo manifiestan más o menos. Eso ya te pone un límite, se termina, lo tuyo, tus hijos, tus padres. Es lo único certero que tenemos, esto se termina. Algunos creerán en la reencarnación. Hay un montón de opciones para después de eso. Yo siento permanentemente una especie de agradecimiento con el destino, porque en mi caso no tengo Dios, entonces estoy agradecido con lo que me tocó, que no quedé comprometido. Hay una escena que por cambios climáticos se adelantó, una escena en el hospital donde yo cuento toda mi historia. La producción me pregunta: "¿Podrás hacer esta escena mañana? No estaba en plan y la tenés la semana que viene". Yo dije que sí porque siempre combiné televisión, tiras diarias con teatro clásico. En el teatro clásico vos no podés improvisar y la tira diaria te exige lo contrario, que estés muy rápido en sacar las escenas adelante porque esa escena puede salir a la noche. Entre esa combinación de entrenamiento durante tantos años digo: "Sí, la hago"; pero hasta que no terminé de hacer la escena no sabía cómo podía. Ahí tenía miedo, cuando hicimos la toma, me dio la certeza de que ya estaba bien, que no me habían quedado secuelas en el trabajo tampoco. Necesité un tiempo porque emocionalmente se me armó una especie de desequilibrio. Lo compartí con Maribel, le dije: "Estoy con este tema. Creo que estoy bien, pero no sé si voy a poder decir toda la letra. No tengo idea. Creo que sí, pero solo me sale, no sé acá, con cuarenta personas alrededor".

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—¿Hubo orgullo y tranquilidad una vez que salió y que estuvo todo bien?

—Sí, tranquilidad sí. A partir de ahí empecé a ver que de verdad no me había quedado ninguna secuela. Sin embargo, no quiero pasar por alto la vulnerabilidad y el miedo; me parece que cuanto más cerca los tenga y más pueda expresarlo, mejor es, porque si no empezás a armar una estructura que se puede manifestar de maneras muy incómodas. Te podés poner soberbio, distante, especulativo. Hay tantas maneras que uno tiene para tapar la inseguridad.

—Siempre estuviste muy comprometido con lo social. ¿Cómo estás viendo hoy a la Argentina?

—Es difícil poder dar una opinión que no eclipse todo lo que vinimos hablando antes. Está muy difícil poder opinar, eso es lo que me provoca mucha tristeza. En el ejercicio democrático nos estamos prepoteando permanentemente. Está muy bien que cada uno crea en el proyecto político que cada uno cree y está muy bien que uno se exponga y que lo diga y quienes no, que también lo digan. Lo que está faltando es tolerancia, estamos como los perros cuando se están mordiendo la cola permanentemente. Hubo una gran lección en la última elección presidencial donde realmente la mitad más uno eligió un cambio. Hoy cambió el signo político, pero la respuesta es la misma; quien apoya al Gobierno actual es criticado por muchísima gente de una manera muy agresiva y quien crítica al Gobierno actual es criticado de una manera muy agresiva por el oficialismo. Es lo mismo que vivimos durante los 12 años anteriores a la etapa esta, que veremos cuánto tiempo va a tener de Cambiemos. Lo que vivo es eso, es una tristeza porque me pone mal ver que en reuniones familiares o con amigos no nos escuchamos. Ya uno hace una mínima opinión a favor o en contra y todo se eclipsa en eso. Se tapa todo.

Cuando leo las noticias, estoy leyendo la operación política que hay detrás de esas noticias

—¿Te ha pasado en lo personal?

—No, no tanto porque lo que me está pasando es que, por ejemplo, cuando leo las noticias, no estoy leyendo las noticias, estoy leyendo la operación política que hay detrás de esas noticias. Un poco con la gente lo mismo, cuando escucho el debate, estoy tratando de entender de qué manera está informada esa persona y qué ocurre. Más allá de eso, sí estoy muy pendiente de la realidad. La realidad para mí es la que me encuentro todos los días cuando lo voy a visitar a mi viejo a la zona sur, que agarro Camino Negro, Camino de Cintura, gente que conozco de diferentes sectores sociales, de diferentes sectores socioculturales. Por otro lado, en cuanto a la comunicación en general, me cuesta mucho dirimir qué es lo que está pasando realmente porque no termino de percibir muy bien. Estamos viviendo un momento triste en cuanto a la sociedad, porque realmente criticar a alguien porque piensa diferente a uno para la historia que tenemos en nuestro país no es sano, de la manera que yo veo que a veces lo hacen. Me parece muy negativo eso. Me dio tristeza cuando lo atacaron a [Ricardo] Darín y me da tristeza cuando lo atacan a [Pablo] Echarri, me parece que está mal. Está muy bien que haya actores que confían en un proyecto político, ya sea Frente para la Victoria, Frente Renovador, Cambiemos. Está muy bien, los respeto. Hay que tener respeto por la opinión del otro, vivimos en un país democrático. Lo último que me gustaría decirte es que tampoco me gusta cómo se habla de la corrupción, me parece que la corrupción de la manera en que se trata es una palabra general que no tiene ningún sentido. La corrupción no es así, no es una palabra general. Corrupta es una persona. No se puede generalizar y decir que porque tal fue corrupto entonces todos son corruptos. Actualmente, por poner un ejemplo, Alejandro Tantanian es el director del Teatro Nacional Cervantes y está haciendo una gestión maravillosa. Acérquense, las entradas son súper accesibles, como tienen que ser, porque nosotros somos uno de los pocos países en el mundo donde la cultura es accesible. Ver que una persona del Teatro Nacional Cervantes sea corrupta no significa que Alejandro Tantanian o todo su equipo y todo el Teatro Nacional Cervantes… No, no es así. Por eso creo que hay que volver a valorizar a la Justicia y que cuando a una persona se la juzga de corrupta, la Justicia tiene que decirlo antes que uno. Nos hacemos mucho daño todos nosotros como sociedad generalizando.

La realidad para mí es la que me encuentro todos los días cuando lo voy a visitar a mi viejo a la zona sur

—Vuelvo a lo primero que decías sobre lo peleados que pareciera que estamos y que no nos podemos acercar. ¿Pensamos que a esta altura ya la famosa grieta iba a ir camino a cerrarse?

—No tiene por qué suceder. Para mí, está bien que exista esa grieta. Existe en todo el mundo. El problema es que la grieta tal cual se la entiende es una grieta que sí, de repente es un país que está agrietado, está separado; los que nos gobiernan después de este gobierno, si son opositores a este gobierno, van a decir que este gobierno hizo todo mal. ¿Siempre vamos a estar empezando de cero? ¿Siempre va a venir uno que es un genio que nos va a salvar del anterior que era un desastre? No podemos pensar que nuestro país está por delante de la personalidad de nadie. Es un país que significa y que tiene una historia mucho más grande que cualquiera de todos nosotros solos. No existe esa idea. La grieta también favorece al atractivo de muchos. Hay muchos programas que se sostienen gracias a la grieta. Como CQC, no hubo mejor época para CQC que los noventa, por el humor que manejaban, lo que ocurría en el país. La grieta por momentos ya es marketing en algún punto y en otro es maravilloso. Viajo porque fui a festivales, en todos los países hay pensamientos opuestos, hay grietas. En Estados Unidos, en Europa. Lo que pasa es que nosotros ponemos la grieta por delante del pensamiento.

—Sé que no te gusta demasiado hablar de tu vida privada, pero no voy a dejar de preguntarte cómo está Eloísa y cómo estás vos como papá.

—Bien. Acá, con el colegio, las actividades. Estoy con las manualidades, aprendiendo cosas y jugando con ella.

Somos uno de los pocos países en el mundo donde la cultura es accesible

—Me decías que El faro de las orcas es una película para ver con ella.

—Sí, de hecho Eloísa vino unos días a la Patagonia cuando estaba filmando y tiene muchas ganas de verla, así que ya armé plan para el primer fin de semana después de que se estrene. Vamos a ir con sus amiguitas y algunos padres a ver la película.

—Hay que ver cine argentino el primer fin de semana.

—Es lo que nos sostiene. Todavía no tenemos ninguna ley como tienen los franceses, que protegen su cine, nosotros tenemos que sobrevivir con nosotros mismos. Así que los invito a todos a que vengan el primer fin de semana que la van a pasar muy bien, es una película bellísima.

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Agradecimiento: Paula Balmayor, producción de vestuario.