"Mis padres sacaron un crédito en el banco y me compraron"

Hace algunos años, Andrea Belmonte descubrió la historia de una obstetra que adelantaba partos de adolescentes y vendía a los recién nacidos. A ella la hicieron nacer prematura y sus padres, luego, la compraron

Andrea Belmonte tenía 29 años y estaba embarazada de su primera hija. Su mamá la había acompañado a un control y en el consultorio del obstetra pasó algo que Andrea no terminó de entender. Cuando el médico preguntó: '¿antecedentes de enfermedades?', Andrea -que sabía que varios en su familia habían tenido graves problemas cardíacos-, dijo 'sí'. Pero su mamá miró al médico, le dijo 'no' con la cabeza y frunció la cara, como diciendo 'no le haga caso'. Unos meses después, Andrea rompió bolsa y se desesperó. Era primeriza y, como su marido estaba trabajando, era su mamá quien le sostenía la mano. Andrea, buscando una voz tranquilizadora en medio de un dolor salvaje, le preguntó: ¿es normal que duela así? Su mamá le respondió "no me acuerdo". En la sala de partos, Andrea entendió: lo que estaba sucediendo no era sólo el nacimiento de su hija. Estaba naciendo, también, la duda.

"Yo jamás había dudado de mi identidad pero cuando me conecté con la maternidad aparecieron preguntas que nunca me había hecho. Me acuerdo que pensaba 'no puede ser que mi mamá no recuerde el día que me tuvo, no se puede olvidar un parto", cuenta ella a Infobae desde su casa, en Santa Rosa de Calamuchita, Córdoba. Después, vuelve a aquel día: dice que la hicieron esperar más de 6 horas para parir, que perdió mucha sangre, que la beba murió en el canal de parto.

A Andrea se le había muerto su hija y lo único que le quedaba eran las fotos que se había sacado unos meses antes, mientras estaba embarazada. "Y ahí empecé a hacer preguntas. Cuando le pregunté a mi mamá por qué no había fotos de ella embarazada de mí me dijo que en aquel entonces, fines de los 60, se decía que el flash de la cámara le hacía mal a los bebés". Lo que sí había eran fotos de ella recién nacida: una bebé prematura que entraba en la palma abierta de una mano.

En 2001, un año después de la muerte de la beba, murió su mamá. "Ahí fui a buscar a una hermana de ella y le dije lo que me estaba pasando. Ella fue a hablar con el cura y él le dijo que me lo contara, que yo merecía saber la verdad. Así que me dijo que era adoptada. Se me vino el mundo abajo", cuenta. Pero esa tampoco era la verdad.

Fue a Abuelas de Plaza de Mayo y le dijeron que no: las fechas no coincidían. Además, sus supuestos padres no eran militares ni nada parecido: la madre era gerente de ventas en Fuyi (la empresa de aerosoles y combustibles) y el padre era vendedor en la misma empresa y profesor de educación física. Andrea fue, entonces, al Registro Civil de Morón. Se encontró con que sus papeles estaban quemados: había ocurrido un incendio en el archivo. Con lo poco que rescató se comunicó con el Equipo Argentino de Antropología Forense. Ahí ataron cabos: tenían varios casos distintos de jóvenes que desconocían su identidad y no eran hijos de desaparecidos. Había un nombre que los cosía a todos: el de la partera.

“La señora que me vendió al nacer”. En 2012, Andrea publicó en Facebook la foto de la partera.

Nilda Civale de Álvarez había sido la jefa de obstetricia del Hospital de González Catán y tenía un consultorio privado en Ramos Mejía. Lo que hacía, determinaron después, era adelantar los partos de adolescentes para evitar que nacieran en un hospital a término, a la vista de todos. Una vez que nacían, los vendía. "Después supe que en ese entonces mis padres sacaron un crédito en el Banco Nación, supongo que para pagar los encargos. Ahí entendí que me habían comprado, como quien compra un par de zapatos. Compraron primero un varón, mi hermano, y mi mamá no paró hasta que consiguió a la nena".

La partera mientras era juzgada por la venta de tres bebés. “Me tendrían que agradecer”

Junto con otras dos mujeres que habían descubierto lo mismo, llevaron a la partera a juicio. La mujer que se sentó en el banquillo de los acusados era una anciana de 83 años. Estaba siendo juzgada por haber vendido, por lo menos, a tres recién nacidas "pero ella creía que había hecho una labor solidaria: decía que nos había hecho un favor, que le teníamos que agradecer, que si no fuera por ella 'podríamos haber terminado comiendo comida de perros, en la calle'. En mi familia decían lo mismo: que mi mamá biológica tenía 15 o 16 años y que no me había podido criar. De repente eran todos actos de bondad: una que no puede criar y la otra que no puede dar a luz y la partera en el medio salvándonos la vida". La partera fue condenada a 7 años de prisión y, cuando la sentencia quede firme, los cumplirá en su casa.

Andrea junto a Gabriel, su marido, y sus dos hijas la semana pasada, en el festival Lollapalooza.

Andrea vive hoy con su un marido, sus dos hijas y algunos perros -a veces dos, a veces tres- que levanta de la calle y entrega en adopción. "Yo ahora estoy en paz con mi familia, ésta, la que construí yo. Fueron 17 años dudando y buscando, ya no necesito buscar más", dice. Y se refiere a su mamá biológica, a la que eligió no rastrear. "No se, yo ya sufrí mucho con la mamá que me tocó, uno no sabe con qué más se puede encontrar", suspira. Y es que detrás de esa duda que nació en una sala de partos puede haber una ruleta rusa: una mamá a la que le robaron a su hija y que jamás la olvidó, o una mamá que la entregó a cambio de plata cuando todavía no pesaba ni dos kilos.