Luego del combate de Darwin–Goose Green, el 29 de mayo los británicos avanzaron sobre las principales defensas argentinas, que aguardaban el ataque principal atrincherados en el anillo de montes que rodea Puerto Argentino.
Los atacantes contaban con gran superioridad material, la movilidad y la iniciativa, que les permitiría determinar el lugar y el momento de la acción. El avance desde el Oeste obligó a los argentinos a reorientar sus defensas, construidas bajo la expectativa de un ataque desde el Norte.
El plan británico consistía en atacar las posiciones argentinas sin tregua, relevando a sus unidades a medida que tomaran los cerros que rodeaban a la capital.
El 11 de junio recrudecieron los bombardeos de ablande, sobre todo en los montes Longdon, Dos Hermanas y Harriet. Los obuses caían sobre tropas que en algunos casos llevaban sesenta días en las mismas posiciones, en un clima extremo y bajo fuego desde el 1° de mayo.
El monte Longdon fue atacado el 11 de junio, alrededor de las 21, por el Tercer Batallón de Paracaidistas británico. Simultáneamente, los montes Dos Hermanas y Harriet también fueron atacados. Los argentinos tenían un radar terrestre en el Longdon, pero estaba apagado pues al funcionar atraía el fuego naval. Sin embargo, los ingleses perdieron el factor sorpresa cuando uno de ellos pisó una mina antipersonal. Fue el combate más duro e intenso de toda la guerra, y se prolongó por unas diez horas en las que se llegó al combate cuerpo a cuerpo.
A las 6.30 del día 12, hubo una orden de repliegue al Wireless Ridge. Finalmente, unos ochenta sobrevivientes argentinos lograron retroceder, pero acciones de resistencia aisladas se sostuvieron hasta las 8. Fue en este momento que, según denuncian veteranos de ambos bandos, algunos paracaidistas fusilaron prisioneros y soldados argentinos heridos, y mutilaron algunos cuerpos. Los atacantes tuvieron 23 muertos y 47 heridos. La superioridad inglesa era aplastante: 600 hombres del Para 3 atacaron a los 260 argentinos de la compañía B del Regimiento 7.
Así, en la noche del 11 al 12 de junio los británicos quebraron la primera línea de las defensas argentinas. En la mañana del día 12 no hubo combates, pero los argentinos vieron cómo los ingleses reagrupaban sus fuerzas para el asalto final. El ronroneo incesante de los helicópteros se mezclaba con el duelo de artillería entre las piezas británicas y las argentinas. Bajo los obuses, riadas de soldados confluían sobre Puerto Argentino, en la idea de que los ingleses no bombardearían la población. Muchos estaban al límite de sus fuerzas.
Más allá de los esfuerzos de algunas fracciones de unidades, el frente estaba roto y entre los británicos y el cuartel general de Menéndez sólo se encontraban las posiciones del Batallón de Infantería de Marina 5 (BIM 5) en los montes Tumbledown, Williams y Sapper Hill.
Mientras los británicos se preparaban para el último asalto y desalojaban las posiciones de los argentinos sobrevivientes del RI 7 en la zona del Wireless Ridge y Camber, al Este de Puerto Argentino y en el aeropuerto importantes unidades estaban inmovilizadas y no participaron en la batalla. El desorden aumentó: soldados, aislados o en grupos, armados y desarmados, confluían en la localidad. Estaban separados de sus unidades y abatidos, en muchos casos luego de enfrentar tremendos combates. Mientras se producía este desbande, durante el 12 y el 13, la artillería británica y argentina mantuvieron intensos duelos.
El Monte Tumbledown, de 230 metros de alto, estaba muy bien fortificado y defendido. El BIM 5, que lo defendía, tenía un buen adiestramiento y adaptación al clima. Sus soldados habían padecido menores carencias de alimentos o equipos, por contraste con el Ejército, ya que contaban con su propia línea de suministros.
En la noche del 13 de junio comenzó allí un combate que se prolongó hasta bien entrado el día siguiente. Finalmente, los infantes argentinos se replegaron en orden y bajo fuego británico, protegidos por los cañones del Grupo de Artillería 3 que comandaba Martín Balza.
Hubo un intento de contraataque desde el poblado, que fracasó. Era el final.
Frente al panorama de un combate casa por casa que sólo aumentaría la matanza, el general Menéndez parlamentó con los británicos, y rindió la guarnición de Malvinas el 14 de junio de 1982.
La premisa de que siempre es más costoso atacar que defender no se verificó en Malvinas. Los principales combates se desarrollaron siempre con gran superioridad material británica. Asimismo, muchos de los soldados argentinos no estaban, a mediados de junio, en condiciones de combatir, colocados además en una situación desventajosa por sus mandos. Hubo excepciones notables: oficiales, suboficiales y soldados que dieron muestra de extraordinario valor y liderazgo en condiciones muy difíciles. El Informe Rattenbach destaca la actuación profesional y eficiente de algunas unidades, como el Batallón de Infantería de Marina 5, los pilotos de la Fuerza Área, la artillería y la aviación del Ejército.
Meses después del final de los combates, unos niños kelpers que jugaban o buscaban recuerdos de la guerra en los cerros encontraron el cadáver de un soldado argentino. Allí, donde lo encontraron, además del BIM 5 combatieron soldados dispersos de distintas unidades del Ejército.
Los isleños lo bautizaron "Pedro", pero su identidad aún se desconoce. Toda una metáfora de lo que aún nos falta conocer sobre la guerra de 1982.
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