Cuando Simone de Beauvoir destacaba el “feminismo cristiano”

Las manifestantes que en Capital, Mar del Plata o Tucumán protestaron contra la Iglesia parecen no haber leído “El segundo sexo”, donde se alude al rol católico en la conquista del derecho de voto para las mujeres

Simone de Beauvoir, ícono feminista, habla de un “feminismo cristiano” en “El segundo sexo”

Ya es un clásico. No hay marcha de mujeres o encuentro nacional ídem sin que algún grupo de exaltadas tome como blanco de algún ataque a la iglesia más cercana, haciéndola símbolo de "enemiga principal" de la causa femenina. Esta vez, hubo pintadas en la catedral de Mar del Plata, intentos de algo análogo en la de Capital y una intervención pretendidamente artística en la que un grupo de mujeres se autodegradó actuando un aborto frente a la de Tucumán.

No son sólo expresiones de intolerancia sino de ignorancia histórica.

Además del hecho de que las mayores conquistas de la mujer en materia de derechos políticos se han verificado en las sociedades de impronta cultural judeo-cristiana, muchos de estos avances fueron promovidos en primer término por la propia Iglesia.

Militantes ultra-feministas en un espectáculo degradante frente a la catedral de Tucumán

Como lo reseña Simone de Beauvoir en su ensayo El segundo sexobiblia del feminismo-, tan temprano como en 1919, el Papa de entonces, Benedicto XV (de nombre civil, Giacomo Paolo Battista della Chiesa), se pronunció por el voto femenino. La escritora y filósofa francesa llega incluso a hablar de "feminismo cristiano".

"Al feminismo revolucionario -escribió Beauvoir en El segundo sexo-, al llamado feminismo independiente de madame Brunschwig, se adjunta un feminismo cristiano: Benedicto XV se pronuncia en favor del voto femenino, en 1919; monseñor Baudrillart y el padre Sertillanges desarrollan una ardiente propaganda en este sentido".

Simone de Beauvoir estaba aludiendo así al futuro cardenal Alfred-Henri-Marie Baudrillart y al teólogo dominico Antonin Sertillanges.

Pintadas en la Catedral de Mar del Plata

"En el Senado -seguía diciendo Beauvoir-, muchos católicos, el grupo de Unión Republicana y, por otro lado, los partidos de extrema izquierda, son favorables al voto de las mujeres; pero la mayoría de la asamblea está en contra". Esto pasaba en los años 20 y 30. Recién en 1945, conquistarán las francesas el derecho al voto.

En un artículo del año 2013, el diario vaticano L'Osservatore Romano, citaba una carta abierta de la Unión Femenina Nacional Italiana dirigida al líder conservador (que fue Premier de Italia) Antonio Salandra, en el año 1919, señalando: "Los partidos democráticos le echan el ojo al feminismo, de vez en cuando se muestran como sus paladines, pero no ofrecen ninguna contribución orgánica y duradera en el campo del pensamiento o de la acción. Solamente los partidos clericales y socialistas (…) dan cabida a la mujer incluso en sus organizaciones económicas y políticas".

Todavía en 1905, el Papa Pío X afirmaba que la mujer no debía votar, "sino dedicarse a una elevada idealidad de bien humano"; pero lo mismo pensaban los socialistas, que veían a las mujeres como muy conservadoras y por lo tanto no querían darles el derecho al voto.

Pero en poco tiempo, a la par de un creciente protagonismo de los católicos en la política italiana, esa posición del Vaticano será revisada por Benedicto XV, que fue Papa de 1914 a 1922. El Partido Popular, co-fundado por el sacerdote Luigi Sturzo y por Alcide de Gasperi, además de incorporar a una mujer a su dirección, Giuseppina Novi Scanni, dirigente del sindicalismo femenino católico, incluyó el derecho de las mujeres al sufragio como un punto de su programa.

El papa Benedicto XV se pronunció, en 1919, en favor del derecho de las mujeres a votar

El Osservatore Romano destaca que este posicionamiento, debido en buena medida al activismo de las mujeres, también se inscribe en una tradición. "Esta apertura era el resultado no solo de la tradición católica (el derecho canónico, por ejemplo, durante siglos ha sido el único que ha puesto en el mismo plano el adulterio masculino y el adulterio femenino), sino también de una actividad infatigable por parte de las mujeres católicas que había destacado claramente sus dotes, sus capacidades y valores. Basta pensar en la actividad de numerosas jóvenes, en su mayoría maestras o comprometidas en organizaciones obreras, como Angelina Dotti, Pierina Corbetta o Adelaide Coari".

Y el padre Sertillanges, mencionado por Simone de Beauvoir, escribía en 1930: "Si en todas partes, en los grupos femeninos, se desarrollan iniciativas, se asumen cargos, si se conquista una amplia instrucción, si se construye un valor personal y profesional que pronto se convertirá en un valor de opinión, a la larga no se podrá seguir razonando sobre el voto femenino de modo académico".

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