El bullying está de moda. El problema no es nuevo. Lo nuevo es la impotencia para frenarlo. Proliferan especialistas, ong, libros, especializaciones, seminarios, campañas y hasta una ley… Un crecimiento inversamente proporcional a los resultados.
Tal vez no se está apuntando a donde corresponde.
El especialista en educación Mariano Narodowski es categórico: "El 'bullying' es el reconocimiento de la rendición de los adultos a actuar como tales". "En los nuevos tiempos indoloros de desresponsabilización adulta –explica el ex ministro de Educación porteño y autor de Un mundo sin adultos. Familia, escuela y medios frente a la desaparición de la autoridad de los mayores-, el bullying ocupa el lugar de la vieja disciplina escolar, del control férreo, la vigilancia precisa, la sanción, el castigo, que presuponía una autoridad adulta incuestionable y muchas veces autoritaria a la que los niños debían obedecer. Con la paulatina desaparición de la autoridad de los adultos los conflictos se vuelven anónimos: ya no hay una voz autorizada a la que recurrir".
"La ideología de la indulgencia ha construido el fenómeno", acusa sin vueltas Samuel Piquet, profesor y columnista de la revista francesa de debates Causeur, en un artículo demoledor contra la "escuela moderna" a la que señala como "responsable" de que el acoso escolar se haya convertido en un fenómeno irrefrenable.
Lo que vale para el "patoteo" vale también para la violencia de alumnos hacia profesores o de los padres hacia los docentes. Es otro dique que ha cedido, arrasando con la autoridad.
"Como en muchos otros flagelos que deterioran la convivencia social, la impunidad es la clave –escribe Piquet-. No hay castigos, no hay culpables; siempre hay atenuantes y culpas colectivas que diluyen la responsabilidad".
Cualquiera que escuche la descripción del columnista de Causeur pensaría que está hablando de la Argentina: "Los docentes hacen lo que pueden, es decir no gran cosa, despojados como están desde hace años de toda autoridad; el Ministerio (de Educación) está persuadido de que los principales peligros que acechan al niño en la escuela son la humillación (¡por los profesores!) y el aburrimiento, a los cuales hay que poner remedio mediante la 'pedagogía de la indulgencia'; los adultos ya no tienen ningún poder desde que la escuela decretó que la palabra del alumno valía tanto como la del profesor; la dirección cierra los ojos o minimiza los actos de acoso y no castiga más a sus autores".
Los alumnos acosadores no son casi nunca excluidos (Piquet)
"Los (alumnos) acosadores no son casi nunca excluidos", dice Piquet. La consecuencia es la impunidad y por lo tanto la reproducción del fenómeno. "No se puede predicar sin cesar la indulgencia hacia los 'verdugos', hacerlos pasar por víctimas y esperar que desaparezcan milagrosamente esos vejámenes", agrega.
"En esta escuela que ha invertido todos los valores, a los acosadores se les buscan todas las circunstancias atenuantes posibles. Y es por lo tanto mucho más frecuente que sea el acosado el que deja la escuela".
Todo parecido con Argentina no es casualidad, sino resultado de los mismos enfoques y las mismas claudicaciones de la autoridad educativa. Y adulta en general.
"Invitando a los 'educandos' a edificar ellos mismos su propio saber–agrega Piquet-, (la escuela moderna) ha confiscado la autoridad del profesor. Buscando por todos los medios hacer de éste último un par del alumno, lo ha convertido en un ser incapaz de protegerlo de sus camaradas".
E incapaz de protegerse de sus propios alumnos, como lo demuestra lo sucedido con la profesora amenazada en un colegio de La Plata que prefirió no tomar examen y ahora piensa dejar la docencia, porque sabe que no tendrá contención institucional alguna.
Esto pasa porque la escuela y el docente han perdido autoridad (Ravaglia)
"Esto básicamente se da porque la escuela pierde autoridad, el docente pierde autoridad –admite Ana Ravaglia, subsecretaria de Enlace y Cooperación Intersectorial e Institucional, del Ministerio de Educación nacional, ante la consulta de Infobae sobre la dificultad para frenar el 'bullying'-. El tema del acoso es un tema de poder; si la escuela no ejerce el poder sobre la situación total, si el docente no es visto como una autoridad, se van a ver más, no menos casos".
Este reconocimiento es un primer paso. Falta ver qué se hará. La nueva gestión elige poner el acento en la formación docente. "No se resuelve esto si no tenemos docentes bien formados, equipados, bien parapetados; el docente tiene que tener la formación como para intervenir pero no sólo en el momento del conflicto sino antes de que se produzca y, si es el caso, después".
Ravaglia sostiene que "la escuela siempre valoró la relación asimétrica entre maestro y alumno: hay cosas que son de competencia del maestro respecto de las cuales el alumno escucha".
"No tiene que ver con no tener diálogo –advierte-, con no considerar al alumno una persona pensante, capaz de usar el juicio crítico".
Pero, ¿no está deteriorada esa relación asimétrica en la escuela actual?
"Claro que sí –responde Ravaglia-, se ha deteriorado. Incluso desde la concepción de algunos pedagogos. Por eso es que uno de los ejes de este ministerio es la formación docente. Hay que enseñar a ser un ciudadano responsable pero no por eso perder el lugar de docente. Los sociólogos dicen que todo es tan cambiante que hay que formar gente para vivir en la incertidumbre. De acuerdo, pero hay que formar con alguna certeza. El educador es un facilitador del conocimiento, pero es un enseñante también".
"Sin asimetría entre adultos y niños no hay educación –insiste Narodowski-. La utopía de una escuela indolora, 'copada', para 'disfrutar', como valor único y supremo de la existencia, es un artilugio para no hacerse cargo de formar. Es un remedio 'progre' para no sentir el dolor de nuestra cultura contradictoria y renegar de nuestro lugar de adultos que, lo queramos o no, somos a quienes recurren nuestros alumnos para reconocer los límites que impone la vida social. Negarnos a esa palabra, negarnos al no, es habilitar cualquier forma de vínculo, incluso los más abyectos".
Fustiga también la deserción adulta y la idea de que el bullying es un problema a solucionar "entre todos", como sostienen "los nuevos especialistas indoloros, en un mundo en el que las responsabilidades entre grandes y chicos tienden a igualarse y donde las relaciones son cada vez más desjerarquizadas".
La autoridad docente quedó relegada a una sombra por temor al exceso autoritario (Narodowski)
Lo que está desvirtuado, en el fondo, es la función misma de la institución: "En una escuela 'divertida' donde los alumnos no deben aburrirse y en la que el valor mayor es el 'entusiasmo', los conflictos o las agresiones están vistos como un fenómeno exterior a la educación que debe resolverse con consensos aplanados o, en casos extremos, debe tercerizarse en especialistas", dice Narodowski. Y remata: "La autoridad docente quedó relegada a una sombra por temor al exceso autoritario. En la escuela esto es cada vez más evidente siendo que los más grandes ya no están llamados a hacerse cargo de dirimir conflictos entre niños o adolescentes, sino que son espectadores o, en el mejor de los casos, unos árbitros muy blandos".
Ana Ravaglia aclara que, desde el Ministerio se trabaja el tema "por el lado positivo, desde el lado de la convivencia, a través del Programa de Convivencia Escolar".
No existen estadísticas sobre bullying –no las había en la anterior gestión-, lo que vuelve difícil evaluar resultados. Las herramientas heredadas por el nuevo gobierno son dos documentos pomposamente bautizados "Guía Federal de Orientaciones para la intervención educativa en situaciones complejas relacionadas con la vida escolar n° 1 y 2". Por si no alcanzara, un subtítulo agrega: Recuperar el saber hacer de las escuelas en relación con la convivencia y el cuidado comunitario.
¿Se van a revisar estas guías?
"Tomamos el ministerio el año pasado y nos movimos con lo que teníamos. Está previsto avanzar sobre las líneas de la guía, seguir ampliando, incorporar situaciones nuevas y sobre todo trabajar mucho con los ministerios de educación provinciales", responde Ravaglia.
Las guías ministeriales son producciones de 2014, gestión de Alberto Sileoni. Una veintena de páginas cada una y un total de más de 20 mil palabras para decir muy poco de concreto. Al eufemismo, a la jerga pedagogista y a la redundancia conceptual, se suma un lenguaje inclusivo que -como educadores deberían saberlo- es incorrecto castellano. "En esta guía se sostiene que la intervención institucional se define por su potencial de transformación de los sentidos y modos de la organización escolar (espacios, tiempos, posiciones, tareas y trabajos, modos de circulación de la palabra y de asunción de responsabilidades en la escuela) (…) Así también promueve miradas interdisciplinarias y la asunción de la propia responsabilidad junto a con otros y otras, en tanto adulto y adulta, docente, directivo o directiva,…."
Aunque el documento incluya entre sus objetivos el "propiciar una política de cuidado de cada estudiante, estableciendo un vínculo asimétrico entre las personas adultas frente al alumnado", la escuela argentina hace tiempo viene destruyendo ese vínculo mediante la deslegitimación del rol docente y la propia guía se contradice renglones después.
Por caso, se propone "pensar la generación y desarrollo de vínculos en las escuelas a partir de la construcción de una autoridad pedagógica democrática, entendida como la autoridad construida a partir del diálogo, del reconocimiento del otro y una asimetría entre personas adultas y jóvenes…". La economía de palabras no es virtud de los autores de la guía.
Las acciones de niños, niñas y adolescentes deben nombrarse de modo que no estigmaticen ni rotulen la identidad de los involucrados (Guía oficial)
La mayor parte de las recomendaciones están dirigidas a evitar que los adultos estigmaticen a los pequeños angelitos. "…. las acciones de niños, niñas y adolescentes deben nombrarse de modo que no estigmaticen ni rotulen la identidad de los involucrados, tal como está estipulado legalmente [N. de la R: nótese la amenaza velada]. Asimismo los modos de intervención deben mantener propósitos principalmente educativos y no punitivos, jurídicos o patologizantes".
Pasar a las propuestas de la guía es sólo más frustración. El docente debe analizar el problema en sus muchas dimensiones y además tener en cuenta una serie de leyes –14, ni más ni menos- además de las provinciales, si cabe, y las resoluciones del ministerio: por ejemplo, Ley de Educación, de Derechos de los niños, de Identidad de género, de Migración (¿?), de Bullying, etcétera. Se insiste en que los niños son "sujetos de derecho, superando el paradigma tutelar".
De entrada se desresponsabiliza al alumno y se culpa al entorno. "Podemos afirmar que las respuestas violentas de las alumnas y los alumnos se producen en muchas ocasiones frente a la supresión o negación del conflicto, frente a la falta de reconocimiento de las posibilidades del estudiante, frente a la negación de las diferencias, frente a la ausencia de proyectos y a la falta de intervención de las personas adultas".
Las recomendaciones para el "Antes (del conflicto)" son "no minimizar los pedidos de ayuda", "crear en la escuela un clima de valores", "un pluralismo razonable" porque "en la homogeneidad sólo encontraremos disciplina, rutina y ausencia de respuestas a lo inesperado".
La única mención a la disciplina en toda la guía oficial es como mala palabra
Nótese que la única mención a la disciplina en toda la guía es con categoría de mala palabra.
"Se sugiere repensar la vida institucional y los vínculos que allí se dan (…) Una pregunta orientadora del trabajo puede ser: '¿cómo se construye el derecho a la educación en nuestra escuela?".
"¿Qué condiciones para la circulación de la palabra, el diálogo entre generaciones, la construcción de una autoridad pedagógica democrática posibilita la escuela?".
De esta abstracción se pasa a la obviedad. "Es necesario que cualquier persona adulta de la escuela que presencia situaciones de conflicto entre alumnos intervenga".
Reinan las palabras "contención" y "escucha"…
"Dado que las agresiones físicas y verbales pueden entenderse como manifestaciones de un conflicto que no logró ser adecuadamente procesado poner en palabras los sentimientos y pensamientos puede ser una ocasión valiosa para que los alumnos empiecen a comprender con mayor perspectiva el conflicto".
"Tomar el hecho como una oportunidad de aprendizaje y crecimiento".
Se sugiere desplegar "estrategias pedagógicas tendientes al desarrollo de habilidades en la búsqueda de arribar a la resolución no violenta de conflictos y la participación ciudadana". ¿La concisión?: bien, gracias.
A no desesperar. Por si no bastara con esta guía, hay una segunda, más extensa. Aquí se tratan temas realmente serios, como la agresión de alumnos o de padres hacia los profesores y hasta la aparición de armas en las aulas, pero no por ello se aportan soluciones. Sólo algunas indicaciones genéricas que cualquiera que transita las aulas argentinas sabe que no se cumplen.
En la práctica, nadie “contiene” al agredido, sea éste alumno o docente
"Contener al/la docente que sufrió la agresión y brindarle el apoyo que necesita". Sabemos que no funciona así en la práctica. Gonzalo Santos, docente y escritor, tuvo que volver a dar clase en un secundario bonaerense con el alumno que lo trompeó sentado en primera fila.
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Otra recomendación: "Contener al estudiante, poner en palabras la situación; y conversar acerca de lo ocurrido (…) evitando los detalles y la estigmatización". Y, por supuesto, "no olvidar (…) el trabajo acerca de las causas o situaciones".
Pasamos a las "violencias entre personas adultas", eufemismo para referirse a los cada vez más frecuentes ataques de padres a docentes. "Ante una agresión se debe procurar mantener la calma, tratando de contener la situación", sugieren. Siguen otras obviedades como intentar calmar al agresor, avisar a las autoridades, al médico si hay heridos, y nuevamente "contener al docente" agredido, etc.
Más concretas son las instrucciones para encarar a un alumno armado… Hay que tratar de llevarlo a la dirección para aislarlo del resto. Convocar a la familia, evaluar si cabe revisarle la mochila (cuidado con su la privacidad). "El tema no debe ser planteado como un delito [sic], sino como una preocupación".
Si efectivamente tiene el arma, el docente debe "intentar convencer a la o el estudiante de que apunte el arma hacia un mueble o piso de madera o hacia una mochila con libros, (…) pedirle que saque el dedo del gatillo; sugerirle que deje el arma sobre un superficie horizontal", etcétera. Es textual.
Se recomienda "la realización de talleres y jornadas de reflexión e intercambio grupal", "tener presente el rol de la escuela en la promoción y protección de los derechos", y siguen largas parrafadas sobre maltrato infantil, violencia de género en el noviazgo, abuso sexual, suicidio, etcétera.
El maestro debe ser asistente social, psicoanalista, psicólogo social, terapista de grupo, animador, abogado , relacionista público… Y swat
La conclusión es que el maestro tiene que ser asistente social, psicoanalista, psicólogo social, terapista de grupo, animador, abogado conocedor de leyes, relacionista público… Y policía o por qué no swat, para desarmar a un alumno.
¿Cuándo enseña? En síntesis, los docentes están atrapados entre la liviandad de las autoridades educativas y la tendencia de las demás autoridades a dictar leyes que serán letra muerta.
"Los gobiernos -dice Narodowski- lanzan campañas de difusión y leyes antibullying que normalmente les sacan más poder a los educadores para transferirlo a la policía o a los jueces; leyes que, en la Argentina abolicionista de nuestros días, no son sino una declaración de principios hueca. La violencia en la escuela no se soluciona con más leyes penales o con agravantes para los agresores sino brindando a los educadores capacidad de toma de decisiones y escenarios de responsabilidad y rendición de cuentas sobre sus acciones".
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