Del cordobazo a Lanusse
Para aquellos historiadores que novelaron sobre la soledad del dueño la Quinta 17 de Octubre en los años de descanso, previos a 1970, viene bien un párrafo de una carta a su adelantado en Montevideo, Pablo Vicente, del 22 de octubre de 1967, en la que le dice: "En la carta que le escribí en cuanto llegué de Francia, le decía que no me mande más cartas de otros ni paquetes porque no tengo tiempo para contestarlas o a veces ni siquiera de leerlas: Usted paga franqueo inútil que imagino lo que le cuesta y yo aquí, atado a un cúmulo de cosas, ni siquiera le puedo sacar ningún provecho". No muchos meses más adelante, cuando aflore la crisis, escribirá: "Yo contra todos no puedo. Tendría que tener no menos de cinco secretarios para contestarles y así y todo no recibirían nada mío sino de los secretarios que, por otra parte, no los puedo pagar en la actualidad".
El marzo de 1968 salta por el aire la conducción del Mayor (RE) Bernardo Alberte. Su manejo merecía una ola de críticas y Perón lo defendió hasta que pudo. Pero en marzo, Alberte emitió un comunicado informando sobre reuniones políticas presididas por Perón en Madrid. El hecho le produce al dueño de Quinta 17 de Octubre una nueva serie de inconvenientes con el gobierno español, porque violaba su compromiso de no realizar actividades partidarias mientras se mantuviera su estatus de exiliado. Perón le escribe a Pablo Vicente, el 21 de marzo, comentándole "los líos que me ha acarreado esta disparatada conducta…cómo es posible aceptar que Alberte, sabiendo a lo que me expone, se ponga a hacer una cosa semejante".
Unos días más tarde relata: "Hoy ha llegado el Doctor (Jerónimo) Remorino y durante unos días estaré ocupado con él y el trabajo sigue atrasando de una manera abrumadora y pienso que un día u otro tendré que tirar la esponja. Como comprenderá esto no puede seguir así: todos me escriben pidiendo que les diga lo que hay que hacer porque según me dicen están en la peor incertidumbre".
Semanas más tarde le volverá a hablar de la presencia de Jerónimo Remorino en Madrid. La crisis con su Secretario General del Movimiento, Bernardo Alberte, termina entronizando al ex canciller Jerónimo Remorino, ya que "Alberte se ha estado aislando de los peronistas más calificados, para quedarse con chantapufis" (párrafo subrayado por Perón).
Con la jefatura del ex canciller Remorino llegaba también, como colaborador, el "Colorado" Jorge Daniel Paladino.
Para aquellos que en Buenos Aires se probaban sus ropas, el ex mandatario siempre guarda una ironía. "Me ha hecho reír mucho lo que se ha publicado sobre (Raúl) Matera que debe haber sido promovido por él. La afirmación de que yo lo he declarado mi heredero político y futuro conductor del Movimiento es de broma porque de poco podría valer mi declaración (si fuera tan tonto como para hacerla) si Matera sigue haciendo macanas como las que conocemos. Conductor es un puesto que se gana, no que se regala".
En el mismo marzo de 1968 se divide la Confederación General del Trabajo y se crea la CGT de los Argentinos presidida por el dirigente Raymundo Ongaro de la Confederación Gráfica Bonaerense, cuya sede en la avenida Paseo Colón se convertirá en un nido de prototerroristas o terroristas. La otra -la ortodoxa- en la calle Azopardo, la dirige Vicente Roqué (Harineros) y luego en 1970 José Ignacio Rucci (UOM), hasta que lo asesina la organización Montoneros (25 de septiembre de 1973).
El 12 de julio de 1968, Jerónimo Remorino le escribe una carta a Perón contándole que había "sufrido un grave accidente cardíaco que epilogó en un enema agudo de pulmón" y se ve obligado a renunciar. En un principio no nombra a nadie como Delegado y "si Paladino acepta quedar como Secretario General del Movimiento quedará él solo en Buenos Aires. Por la información que me llega hasta ahora se ha desempeñado bien y sobre todo con el tino necesario como para no pelear con nadie y neutralizar a los que se desvían de su deber mediante un trabajo indirecto en los sectores convenientes" (Esto se lo cuenta Perón a Pablo Vicente el 22 de julio de 1968).
El martes 20 de noviembre de 1968 falleció en Madrid el ex canciller y, en ese momento, Delegado de Perón en la Argentina, Jerónimo Remorino. Precisamente, en esos mismos días, el semanario Primera Plana se preguntaba: "¿Qué enturbiaba el viernes último el idilio entre Perón y el Poder Ejecutivo?" Y la respuesta era un duro documento con instrucciones a los dirigentes que había enviado el ex presidente en el que: "ordena reanudar la lucha porque a esta altura de los acontecimientos es ya indudable que la llamada 'revolución argentina' no es otra cosa que una continuación del 'gorilismo', nacido en 1955".
Para aquella época, Jorge Daniel Paladino va a ocupar la oficina central de la sede del Consejo Superior peronista, en la calle Chile 1466. Su equipo personal va a estar constituido por Zulma, su primera secretaria privada; Alicia Martínez, su leal y definitiva colaboradora; Raúl Lastiri, secretario, que venía de ejercer la misma función con Jerónimo Remorino y Norma López Rega, una suerte de "Correo del Zar" como le decía Perón, encargada de viajar con documentación a Madrid y a otros lugares y volver con instrucciones y cintas grabadas, que también había comenzado a trabajar con Remorino a partir de 1966. Era profesora nacional de Bellas Artes y también pasaba escritos a máquina. Lastiri y Norma se van a conocer en esas tareas y luego, a pesar del disgusto de José López Rega, vivirían juntos (Lastiri era un año mayor que él y le llevaba 35 años a la hija). El "Colorado" Paladino era puntilloso y riguroso al extremo, como todo acuariano, así lo recordaría Norma López Rega. Cuando fue ascendiendo y mejoró su status económico comenzó a vestirse en George´s de la avenida Alvear.
El Cordobazo
La explosión popular en la ciudad de Córdoba, denominada el Cordobazo, del 29 de mayo de 1969, fue el resultado de una sumatoria de demandas irresueltas: el cansancio de un sector de la población porque el gobierno no encontraba un cauce; problemas intestinos en las Fuerzas Armadas; activismo de todo tipo -pero organizadamente desde la ultraizquierda- y conflictos gremiales a simple vista. Los gremios clasistas querían disputarle el poder a la Confederación General del Trabajo de clara tendencia peronista. De un lado Agustín Tosco, el dirigente de Luz y Fuerza, secretario adjunto de la regional obrera y René Salamanca de SMATA. Del otro, José Ignacio Rucci decidido a imponer su autoridad (en 1970 sería designado secretario general de la CGT).
La magnitud del Cordobazo sorprendió a todos. Absolutamente a todos. Aunque funcionarios cercanos a Onganía sostuvieron más tarde que con anterioridad estaban informados que se avecinaba un bogotazo en Córdoba. En especial el coronel Conesa, delegado de la SIDE en la provincia, que ya había informado a su jefe Señorans con varios días de anticipación. Tanto es así que, a las 9 de la mañana del 29 de mayo de 1969, envió un télex al organismo con el siguiente encabezado: "Hechos anunciados comienzan" (Los años de Onganía, Roberto Roth, Ediciones La Campana, Buenos Aires 1980). Otros detalles me fueron aportados por su hijo Eduardo Conesa. También Juan Domingo Perón quedó asombrado. Posiblemente, aquellos que gritando su nombre reivindicarían el Cordobazo, desconocían que para Perón "el Cordobazo no tuvo ningún signo peronista…Fue de izquierda", según le confió más tarde a su biógrafo oficial Enrique Pavón Pereyra.
Para el comandante en jefe del Ejército, Alejandro Agustín Lanusse, la revuelta cordobesa fue un severo llamado de atención: "Yo intuí, ese difícil 29 de mayo de 1969, que algo estaba pasando en el país (…) Esa mañana, en Córdoba, reventaba todo el estilo ordenado y administrativo que se había venido dando a la gestión oficial (…) El 29 de mayo es el instante crítico que marca el fracaso político de la Revolución Argentina. Córdoba ha vivido ayer un día terrible que pasará a la historia. El 17 de octubre es pálida sombra de lo ocurrido ahora" (La Prensa, 2 de junio de 1969).
Con el paso de los meses, especialmente a partir del 29 de mayo de 1969, la Quinta "17 de Octubre", en la calle Navalmanzano 6, pasó a convertirse en un lugar de referencia de toda la dirigencia argentina. Perón no tenía la infraestructura necesaria para atender a todas las visitas, leer los informes, responder las cartas y llamados telefónicos, por lo que pide a Vicente, en la misma carta, que exprese las disculpas del caso en su nombre, y agrega: "Yo contra todos no puedo. Tendría que tener no menos de cinco secretarios para contestarles y así y todo no recibirían nada mío sino de los secretarios que, por otra parte, no los puedo pagar en la actualidad".
Algo similar va a expresar Paladino, en un informe del 9 de mayo, cuando tras un viaje a Mendoza (acompañado por Roberto Ares), dice que el entusiasmo que notó en la gente es 2digno de los primeros tiempos del peronismo".
El asesinato de "El Lobo"
El 30 de junio de 1969 el asesinato del dirigente metalúrgico Augusto Timoteo Vandor inaugura una larga lista de asesinatos que se extendería a través de los años sesenta. El terrorismo, la subversión o la ultraizquierda no reparó en matar civiles, militares, mujeres y niños. La Argentina comenzaba a entrar en la dimensión desconocida. Un año antes -a instancias del dirigente Héctor Villalón- Perón y Vandor había limado sus diferencias en el pueblito vasco de Irún.
Jorge Daniel Paladino le explicó a Perón de la siguiente manera, en una carta fechada el 7 de julio de 1969: "Mi General, Ud. ya conoce lo fundamental del asesinato de Vandor. Es evidente que quienes planificaron su muerte pretenden descabezar al movimiento obrero peronista. Yo me he asombrado en estos días, razonando con los compañeros que trataban de explicarse lo que está ocurriendo en el país, cómo la gente –nuestra gente-, comienza a darse cuenta que el Peronismo tiene algunos enemigos con los que no habíamos contado. O nos habíamos olvidado.
Por lo que a mí respecta, tengo bien en claro que a Vandor lo mataron porque estaba jugando bien. Entiendo que esta es la clave de todo. Para Vandor habían quedado lejos sus errores pasados, sobre todo aquel grande de Mendoza. Entonces los diarios y revistas exaltaban su figura. A medida que se fue rectificando también fue virando el monopolio de la prensa. Cuando trascendió que 'se había reconciliado con Perón', le apuntaron sus cañones y ya no lo largaron. La campaña arreció en los últimos meses hasta extremos sin precedentes".
El jueves 12 de febrero de 1970, el Mayor (RE) Pablo Vicente, el adelantado del ex presidente Perón en Montevideo, recibió varias cartas desde Madrid. En una Perón dice: "Pienso como Usted que este año 1970 nos va a dar mucho trabajo pero, me alegra ver que la gente comienza a empeñarse en el trabajo contra la dictadura. Me visitan muchos, hasta antiguos gorilas que están de vuelta, pero especialmente muchachos de la juventud. De todo ello recojo la impresión que las cosas comienzan a moverse mejor que hasta ahora (…) Tengo la impresión que la dictadura militar no tiene mucha vida, pero es preciso estar alerta, no sea que nos quieran meter otro General, para seguir tirando con los mismo perros y distintos collares. No sé por qué, pero me deja intuir ésta situación, que se acercan días de decisión como los que esperamos desde hace tantos años".
"[…] Según vengo viendo por los que se mueven, parece que hay muchos que comienzan a pensar en el futuro. Han estado en París, (Arturo) Frondizi y (Pedro Eugenio) Aramburu, pienso con la intención de llegar hasta mí pero no han llegado. He recibido una carta de un oficioso informante pero le he contestado en forma de no dejar lugar a dudas sobre lo que pienso de estos dos personajes […] Sin embargo, la acción del Coronel (Juan Francisco) Guevara, como la del Coronel (Luis Máximo) Prémoli, etc., me dan la sensación de que algo se ha de estar preparando en la dictadura para una salida espúrea".
"Nosotros no tenemos otra salida que seguir en la guerra revolucionaria hasta terminar con todas estas combinaciones políticas, como asimismo con la dictadura que es la que las promueve con intenciones de complicar la vida y hace aparecer a sus candidatos como espontáneos que se largan al ruedo, como dicen los gallegos".
Perón estaba comenzando a definir el papel que cumplirían las organizaciones armadas que se decían peronistas, y habrían de prestarle una gran ayuda para su retorno al poder. Un juego delicado, peligroso y pendular con otros sectores del Movimiento. Años más tarde, cuando quiso encuadrarlas, las organizaciones armadas (que se habían fusionado en Montoneros) lo rechazaron y combatieron.
Perón lo preveía cuando le dijo al coronel Juan Francisco Guevara, un personaje central en la Revolución Libertadora de 1955 (que le reclamó por su cercanía con el terrorismo), durante una conversación privada en Puerta de Hierro: "Usted tiene razón con lo que está pasando. Yo, claro, voy a volver al Poder y tengo dos caminos: las urnas o las armas. Para llegar por las urnas yo necesito que me voten todos, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda y (por el momento) yo no puedo dar un documento político u opinión de doctrina porque voy a perder votos. Ahora, eso sí, cuando llegue al gobierno ahí llegará el enfrentamiento, pero yo desde el gobierno" (Relato grabado del coronel Guevara el 4 de junio de 2004, en mi archivo).
Secuestro y asesinato de Pedro Eugenio Aramburu
El teniente general Alejandro A. Lanusse relató que en mayo de 1970 el país vivía un clima de generalizada desazón, que repercutía en las filas del Ejército. Por esta razón le pidió a Onganía que realizara una exposición a los altos mandos de la Fuerza en Olivos. La cita se llevó a cabo en un salón cerrado cercano al chalet presidencial el 27 de mayo de 1970. "La exposición, recordó Lanusse, fue lisa y llanamente una catástrofe nacional (…) Con la Nación a punto de estallar, el Jefe del Estado, calmosamente, se dedicó a dibujar pirámides jerárquicas que indicarían nuevas ideas para lograr estructuras participacionistas. La filosofía era de un corporativismo literal, puro, en el que intentaba embretarse la pasión política de los argentinos".
A medida que el Presidente iba exponiendo se notaba la sorpresa frente a la irrealidad y el desasosiego. El general Raúl Carcagno, luego de un tiempo prudencial, le preguntó a Onganía en cuánto apreciaba la duración de la etapa para concretar los objetivos que se exponían y el Presidente dijo: "Es un proceso muy largo. No se puede reestructurar la sociedad en diez o veinte años". Ante otra pregunta -esta vez del general Alcides López Aufranc- Onganía señaló en un pizarrón unas pirámides, triángulos y círculos que manifestaban planes, ideas, estructuras sociales, y esquemas que nadie entendía, o querían entender.
A la mañana siguiente el Ministro de Defensa, José Cáceres Monié, mantuvo un off the record con los periodistas acreditados ante su cartera. Conocía lo sucedido el día anterior y les advirtió: "No creo ya que podamos seguir nuestras conversaciones informales sobre los planes del Gobierno Nacional. A partir de la exposición presidencial de ayer, no podemos esperar sino una acción enérgica del Ejército".
Así se llegó al viernes 29 de mayo de 1970 en que se celebró el Día del Ejército en el Colegio Militar de la Nación y se cumplía un año del cordobazo. Como era una costumbre, tras las palabras del comandante en Jefe se pasó a un salón para un brindis. El general Onganía, en presencia de los otros dos comandantes en Jefe preguntó a Lanusse qué repercusión habían tenido sus palabras ante el generalato. La respuesta fue cauta pero sincera: "Las conclusiones que sacaron los generales fueron, por supuesto, variadas, pero puedo ubicar, dentro de la amplia gama de puntos de vista, a dos sectores: el sector de los generales que no entendieron lo que usted quiso decir y el sector de los generales que están en total desacuerdo con lo que usted", dijo.
En ese instante del diálogo, un oficial se apersonó e informó que había sido secuestrado el general Pedro Eugenio Aramburu. El lunes 1º de junio se realizó una primera reunión del Consejo Nacional de Seguridad. Al día siguiente se llevó a cabo la segunda, de manera desordenada, en la que el ministro del Interior, general (RE) Francisco Imaz, puso de relieve la condena peronista al secuestro del ex presidente de facto. Lanusse completó el concepto diciendo que Paladino también culpaba al gobierno y propuso convocar a la dirigencia política.
Una idea que fue considerada sacrílega por Onganía.
El miércoles 3 de junio, Paladino le escribió a Perón que desde el 30 de mayo había querido comunicarse con él por teléfono pero que no lo llamó para "no ponerlo en el compromiso de que sus primeras opiniones, mi General, dichas así con la información deficiente que yo podría darle telefónicamente, fueran grabadas como graban todo aquí y pasaran a estudio de los múltiples servicios de informaciones. Entendí que en estos momentos Perón es la última palabra y no debíamos jugarla de entrada".
Hoy pocos dudan de la autoría de Montoneros en la muerte de Aramburu. Algunos sostendrán que la Operación Pindapoy se hizo para impedir la caída de Onganía. Y lo cierto es que el presidente de facto ya estaba condenado a partir de la reunión de Altos Mandos del Ejército del 27 de mayo. Es más, quizá hubiera caído antes si no fuera porque todo quedó en segundo plano tras el secuestro de Aramburu. Otros dirán que los integrantes del grupo montonero habían sido armados y financiados por gente cercana al gobierno. Sobran razones que prueban alguna conexión con uno u otro integrante del comando. Pero nadie puede probar ni la instigación ni mucho menos la complicidad en el asesinato. Lo cierto, lo probado en mi libro "Fue Cuba", es que dos de los asesinos fueron entrenados militarmente en Cuba (Fernando Abal Medina y Norma Arrostito) y la conducción montonera, en 1978, se guareció en La Habana.
Onganía "invitado" a devolver el cargo de Presidente
Entre el 29 de mayo y el 8 de junio de 1970 se sucedieron innumerables reuniones entre el presidente Juan Carlos Onganía y los Comandantes en Jefe; de funcionarios de la Administración Pública con altos jefes militares; cónclaves de altos mandos en las tres Fuerzas Armadas; conciliábulos de dirigentes políticos, todo bajo un clima de desinterés general de la población. El sistema se había conmovido y la figura de Onganía, la denominada esfinge estaba hecha trizas. Reclamaba una autoridad que ya no tenía y una seriedad que había perdido el 27 de mayo. El poder no estaba en la calle, se encontraba en los cuarteles y había llegado la hora del reemplazo.
El lunes 8 de junio, el Comandante en Jefe del Ejército emitió un comunicado, a las 11.20 por Radio Rivadavia, informando que "la responsabilidad asumida por el Ejército, en la Revolución Argentina, es incompatible con la firma de un nuevo cheque en blanco al Excelentísimo señor Presidente de la Nación, para resolver por sí aspectos trascendentales para la marcha del proceso revolucionario y los destinos del país". Unos minutos más tarde se emitió otro comunicado, firmado por el presidente de la Junta de Comandantes, almirante Pedro Gnavi, suspendiendo una reunión cumbre con Onganía. Por la tarde se conoció otro pronunciamiento de la Fuerza Aérea con un estilo similar al de los otros dos comandos. La respuesta del mandatario de facto Onganía fue otro comunicado afirmando que "la era de los golpes y de los planteos ha concluido y no volverá." Él ya no recordaba que era el fruto de esa era. A las 14.55, los tres Comandantes en Jefe dieron a conocer una declaración, informando que reasumía "de inmediato el poder político de la República", e invitaba "al señor teniente general Onganía a presentar su renuncia al cargo que hasta la fecha ha desempeñado por mandato de esta Junta".
El sábado 13 de junio, el ignoto general Roberto Marcelo Levingston -en ese momento Agregado Militar en Washington- fue llamado por teléfono por Lanusse. Se encontraba en una reunión social y cuando se le ofreció el sillón de Rivadavia pidió unas horas para pensarlo. El jueves 18 de junio asumió la Presidencia de la Nación.
Nacen las organizaciones armadas
El secuestro de Aramburu, la toma de la localidad cordobesa de La Calera por un comando montonero (el 1º de julio de 1970) y la ocupación de la localidad bonaerense de Garín, por las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), el 30 de julio de 1970, marcaron el fin del anonimato y el salto a la superficie de las organizaciones armadas. Así por lo menos lo consideraron las fuentes militares.
Roberto Santucho, jefe del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), estaba preso y por razones de seguridad (había fracasado un intento de rescatarlo) es trasladado de Villa Quinteros al Penal de Villa Urquiza, Tucumán. A través de un ardid -simula un ataque de hepatitis- logra fugarse del Hospital Padilla donde lo atendían y aparecer días más tarde en las islas Lechiguanas donde se realiza el V Congreso, que instituye al Ejército Revolucionario del Pueblo como brazo armado del PRT (28 al 30 de julio de 1970).
Mientras los hechos se sucedían en la Argentina, Perón seguía detalladamente la situación desde Madrid. En un informe de esos días, Paladino le informa a Perón que "la situación política general evoluciona rápidamente (…) Ya está el desacuerdo entre Levingston y Lanusse. No se ha llegado todavía al enfrentamiento pero la lucha por el poder ya está planteada. Levingston quiere 'sacarse de encima' a la Junta pero, por supuesto, no muestra sus cartas. Su problema lo lleva al seno del Ejército; la batalla se va a librar ahí".
El asesinato de José Alonso
No fue un simple asesinato el de José Alonso, veterano Secretario de la CGT, fundador de "Las 62 de Pié Junto a Perón" y dirigente participacionista. Fue uno de los primeros realizados por las organizaciones armadas (que se decían peronistas). Siempre se señaló a los asesinos dentro del grupo Descamisados, a pesar de que se dieron a difusión como Comando Montonero Emilio Maza del Ejército Nacional Revolucionario. Años más tarde van a relatar cómo lo mataron y, a la vez, reconocieron que también hicieron lo mismo contra Augusto Timoteo Vandor. Los fundadores de la "orga" se decían cristianos revolucionarios por no decir cristianos influidos o infiltrados por la ultraizquierda guevarista.
Muchos pasaron por los Campamentos Universitarios de Trabajo organizados en el '68 por el cura obrero Sebastián María Macuca Llorens, un sacerdote tercermundista que tuvo dos hermanos en el PRT-ERP. En el mismo año los jóvenes se acercaron a la CGT de los Argentinos de Raymundo Ongaro. En 1969, sus fundadores Oscar De Gregorio, Horacio Mendizábal y Norberto "Cabezón" Habegger consideraron que había llegado el momento de comenzar a pensar en acciones armadas. Otros tomaron contacto con las Fuerzas Armadas Peronistas sin perder su individualidad y en 1970, como Descamisados, pasaron a la acción directa a través de distintos operativos. Según un trabajo adjudicado a Norma Arrostito y publicado en Nadie Fue como Anexo, Descamisados se fusionó a Montoneros en 1972. Ya se hablaba de guerra revolucionaria, guerra popular prolongada, y que el poder pasaba por la boca de los fusiles.
El general Roberto Marcelo Levingston, mientras tanto, intentaba una profundización de la revolución, en otras palabras quedarse más tiempo en el gobierno, aunque no se sepa para qué (era la percepción generalizada).
La Hora del Pueblo
Entre el martes 10 y el sábado 14 de noviembre la ciudad de Tucumán sufrió grandes convulsiones en sus calles. Noventa de sus cuadras céntricas se convirtieron en campo de graves enfrentamientos entre obreros, estudiantes y fuerzas del orden. Y sólo todo terminó cuando fuerzas conjuntas militares y policiales, a órdenes del coronel Jorge Rafael Videla, impusieron la calma.
Las primeras reuniones conjuntas para la formación de La Hora del Pueblo se realizaron en la granja avícola de Pilar de Manuel Rawson Paz. Luego en el departamento que tenía Benito Llambí, ex embajador peronista y hombre de innumerables contactos políticos. A esta cita asistieron Paladino (invitado por el dueño de casa) y Eduardo Belgrano Rawson que trajo a Balbín. Eran los primeros tanteos y Balbín se permitió una ironía, le dijo que urgía una salida política, incluso con un jefe militar como candidato de un acuerdo porque tengo comunizado el treinta por ciento del partido. A lo que Paladino respondió: Nosotros tenemos más.
El lanzamiento multipartidario se realizó el 12 de noviembre de 1970 en el departamento del independiente Manuel Johnson Rawson Paz, en Montevideo casi avenida Alvear. Para la historia, esta la foto que muestra a Paladino escuchando la lectura de la declaración realizada por Balbín, y Rawson Paz dos sillas a su derecha. Allí estaban, por primera vez en la historia, los más altos dirigentes de la UCRP, Justicialismo, Socialista Argentino, Conservador Popular y el Bloquista para exigirle al gobierno militar el retorno a la normalidad constitucional; la actividad política; un llamado a elecciones sin exclusiones y respeto a las minorías. Nadie lo decía abiertamente, pero los días de la presidencia de facto de Roberto Marcelo Levingston estaban contados. El mandatario de facto fue echado por la Junta Militar en el mes de marzo de 1971.
El golpe de Alejandro Lanusse
El martes 2 de marzo de 1971, el teniente general Alejandro Agustín Lanusse asumió la presidencia de la Junta de Comandantes en Jefe, e inmediatamente comenzó a pulsar la opinión de los mandos superiores del Ejército sobre el estado del país. La sociedad está cansada, opinó por escrito, Alcides López Aufranc, el jefe del Cuerpo III.
El 12 de marzo de 1971, tras el "Viborazo" en Córdoba, armado contra el interventor José Camilo Camilo Uriburu. De ahí en más se fueron sucediendo una serie de hechos que llevaron al aislamiento absoluto de Levingston y el 23 de marzo, a las dos y diez de la madrugada, presentó su renuncia. La Junta de Comandantes reasumió el poder y el teniente general Alejandro Agustín Lanusse llegaría al despacho presidencial y las Fuerzas Armadas intentarían una decorosa retirada del poder.
El peronismo se prepara para volver a ocupar el poder
Frente a los primeros anuncios del nuevo gobierno de Alejandro Lanusse, Perón le escribe a Pablo Vicente el 7 de abril: "La situación emergente de la defenestración de Levingston no cambia sino en algunos nombres porque mantiene la orientación anterior. En consecuencia, no podremos tener la menor confianza en lo que pretendan hacer en el futuro. […] Grave error se cometería si, encandilados con las falsas promesas de la dictadura, abandonásemos la lucha revolucionaria empeñada por los grupos activistas de nuestra juventud, como desconfío que pueda estar ocurriendo, como asimismo si nos confiáramos en los cantos de sirena que ensayarán ahora las agrupaciones políticas, en forma de posibilitar insidiosas intenciones".
Hacia el final de la carta le dice que va a exigir su reconocimiento como jefe del Movimiento para las futuras negociaciones con la dictadura militar. En principio, Lanusse ensaya un contacto directo con Puerta de Hierro y envía al coronel Francisco Antonio Cornicceli y, luego, al nuevo embajador en Madrid, el brigadier (RE) Jorge Rojas Silveyra:
Las 10 condiciones
De acuerdo a lo observado en la carta a Vicente, el 13 de abril Paladino llegó a Madrid para realizar consultas. El sábado 17 arribó José Ignacio Rucci, acompañado por los sindicalistas Juan J. Minicillo y Lorenzo Miguel. Una visita ingresó a la casa del expresidente de manera desapercibida para el periodismo: el jueves 22 de abril entro un enviado de Lanusse, el coronel Francisco Cornicelli. Fueron tres horas de diálogo -en presencia de Paladino y López Rega- grabadas y más tarde reproducidas en la prensa. Primeramente, el dueño de casa se explayó sobre su pasada obra de gobierno y la actualidad nacional e internacional.
Durante el encuentro, el coronel Corniccelli entregó dos páginas con un Ayuda Memoria que llevaba como título "TRATATIVAS" y contenía diez puntos. Eran las condiciones para establecer un fluido diálogo. A estos puntos responderá Paladino en la posterior cumbre con Alejandro Agustín Lanusse, el 25 de mayo de 1971.
El último punto que llevó el enviado de Lanusse –y que fue inicialado por Paladino- decía: 10º) Conjuntamente con el Movimiento Nacional Justicialista seguirá alentando los propósitos de conciliación nacional y de afirmación de una política de recuperación que armonice con los fines del llamado "Gran Acuerdo "Nacional".
En un momento del diálogo, en la Quinta 17 de Octubre, el enviado de Lanusse sacó el tema de la violencia subversiva que se expandía en la Argentina:
C. -En este momento hay muchos que masacran vigilantes y asaltan bancos en su nombre.
P. -Sí, sí y lo seguirán haciendo, cada día habrá más…
C. -…lo seguirán haciendo hasta tanto usted no defina su posición con respecto a ellos.
P. -No, no, se equivoca usted, aunque yo les diga que no lo hagan…
C. -Lo van a hacer, pero no lo van a hacer en nombre de Perón.
P. -Lo van a seguir haciendo, porque ése es un conflicto que tiene otra raíz que ustedes no conocen.
La respuesta de Perón sorprendió a Cornicelli. Perón le estaba hablando de la Guerra Fría, la Cuba comunista y el entrismo. Conocía bien el problema pero no estaba decidido a actuar. No lo podía hacer. ¿En nombre de quién y en beneficio de quién? Esta tarea la dejaría para más adelante y con el apoyo mayoritario de la sociedad. En el diálogo con Cornicelli, Perón autorizo a Paladino a que concurriera al encuentro con Arturo Mor Roig, tal como le había comentado a Pablo Vicente unos días antes. La cita con el Ministro del Interior fue el comienzo. Luego, como veremos, vendría el encuentro con Lanusse.
Como reseñó el periodista Alfredo Semprún, en el ABC de Madrid, los encuentros finalizaron el 23. Luego, Jorge Paladino se recluyó en su hotel, preparó los documentos con las directivas y volvió a encontrarse a solas con Perón, antes de subirse al avión de Aerolíneas Argentinas. El domingo 25 los muchachos embarcaron a la mañana para Buenos Aires. Rucci, Lorenzo Miguel, Miniccilo y Paladino. En Ezeiza, los dirigentes sindicales fueron recibidos por una multitud.
La cumbre del 25 de mayo de 1971. Lanusse y el Delegado de Perón frente a frente
Ese día, según el largo informe de Jorge Daniel Paladino a Perón, por una gestión del coronel Cornicelli, la Hora del Pueblo se reunió con el teniente general Alejandro Agustín Lanusse. El encuentro, como aclaró el Delegado, fue secreto y participaron siete personas: Ricardo Balbín, Horacio Thedy, Jorge Paladino, Alejandro Lanusse, el Ministro del Interior Mor Roig, Ezequiel Martínez, Secretario de la Junta Militar, y el general Rafael Panullo, secretario general de la Presidencia. Se realizó con gran sigilo en el chalet de la residencia de Olivos.
El planteo inicial de los dirigentes políticos fue que "tras un comienzo promisorio, el gobierno se había detenido. No había hechos concretos para avalar la prometida salida política y, consecuentemente, estábamos otra vez en foja cero".
La reunión se realizó entre 19.10 y 22.30, y "hablaron primero Balbín y Thedy, luego algo Lanusse y después yo. Finalmente la cuestión quedó bastante centrada a un contrapunto entre peronismo y antiperonismo, tocándome a mi fijar -escribió Paladino- la posición peronista y a Lanusse la otra (…) Martínez y Panullo se limitaron a escuchar y tomar nota. Y Mor Roig tuvo algunas intervenciones que no resultaron afortunadas y el gobierno informó que el brigadier (RE) Carlos Rojas Silveyra sería el embajador en Madrid y el que estaría en permanente contacto con Puerta de Hierro. La titularidad de la representación en España fue una exigencia de la Fuerza Aérea".
En la tercera carilla se destacan tres cuestiones que eran importantes para Perón. La primera es la posibilidad cierta de su retorno a la Argentina. Lo seguía la cuestión económica personal del ex presidente, en cuanto a sus pocos bienes personales y sus salarios y pensiones adeudados por más de tres lustros. La tercera trataba directamente sobre la devolución de los restos mortales de su segunda esposa, María Eva Duarte, Evita.
En el siguiente párrafo, al margen de una cuestión de forma en cuando al tratamiento al ex presidente Perón -ente "Señor" o "General"- Lanusse aceptó la restitución de los restos de Evita en Madrid y esa va a ser una de las primeras tareas del embajador Rojas Silveyra o "Rojitas" como lo llamaba Juan Perón.
El viernes 3 de septiembre de 1971, el gobierno de facto de Lanusse cumplió con el permanente pedido del peronismo de que se devolvieran los restos de Evita. La ceremonia se realizó en la residencia de Juan Domingo Perón y se formalizó con un acta en la que firmaron los presentes.
En el archivo de Perón existen otros elementos relacionados con el momento de la entrega del cadáver de Evita. Existe una película de varios minutos, cuyo dueño -Mario Rotundo- me dejó ver. Está filmado el féretro recién abierto y es iluminado con una lámpara de mano, porque la película fue sacada por José López Rega. El estado del cadáver embalsamado se veía en mal estado, con golpes en la cara. Por último, en el archivo se encuentra un largo relato escrito a mano por un testigo -Carlos Pedro Spadone- que entró a la Quinta 17 de Octubre a las 14.30 del 4 de septiembre de 1971, dejando constancia de todo lo que vio al lado de Perón, Isabel, López Rega y Paladino.
En el acta de entrega del cadáver consta que Jorge Daniel Paladino estaba presente en ese momento. Pero el acta registra la firma ficticia de Alexandro Angeli. En realidad era el sacerdote Giulio Madurini, de la Congregación de San Pablo, encargado de cuidar la tumba de Evita, enterrada en el Cementerio Mayor de Milán bajo el nombre de María Maggi, viuda de Magistris.
El 17 de septiembre, quince días más tarde de la devolución de los restos de Evita, Lanusse anunció el calendario electoral dentro del marco de lo que denominaba el Gran Acuerdo Nacional. Las elecciones presidenciales se realizarían el 11 de marzo de 1973 y la entrega del poder al nuevo mandatario el 25 de mayo. El anuncio intentaba desarmar el mecanismo de un golpe en ciernes dentro del Ejército.
Pocos días más tarde, el comandante de la Armada, Pedro J. Gnavi, -un firme aliado del Presidente- habría de resistir, entre el 2 y el 8 de octubre, una embestida de varios oficiales superiores que objetaban la política del Gran Acuerdo Nacional (es decir, la participación del peronismo en el futuro electoral); el respaldo naval al calendario de elecciones y la incorporación al gabinete de "hombres competentes" de extracción política. Los disidentes, secundados por varios capitanes de navío de Puerto Belgrano, la más importante base naval, exigían el retiro de Gnavi. Alejandro Lanusse no cedió a las presiones y respaldó a su colega en la Junta Militar (no podía avalar las demandas de los críticos del jefe naval, en medio de un estado deliberativo que podía volverse en su contra). La crisis fue superada con el pase a retiro de media docena de almirantes y varios capitanes de navío. De todas maneras, Gnavi tenía los días contados. Lo sucedería el vicealmirante Carlos G. Coda que revistaba como Agregado Naval en Londres.
Al finalizar la crisis en la Armada, se sublevaron varias unidades mecanizadas del Ejército en la provincia de Buenos Aires que buscaban la cabeza del propio Lanusse. La noche del 8 de octubre el Presidente se dirigió enérgicamente al país: "Un grupo minúsculo de oficiales del Ejército, imbuido de una ideología crudamente reaccionaria, ha pretendido erigirse en árbitro del futuro argentino en un intento absurdo, oscurantista y retrógrado, destinado a torcer el rumbo de la historia y contrario a la tradición de nuestras armas".
Uno de los jefes rebeldes, el coronel Carlos García, acusó al Presidente de "haber renegado de la revolución de junio de 1966". Exigía volver atrás las agujas del reloj y profundizar el proceso sin límite de tiempo. Los jefes de Cuerpo respaldaron la autoridad de su Comandante y el golpe fue sofocado. En esas horas de confusión la colectividad política en su totalidad apoyó a Lanusse. Aunque la actitud de los partidos políticos argentinos no sorprendió, los medios de comunicación destacaron en cambio el apoyo que le brindó el presidente socialista de Chile, Salvador Allende.
La renuncia de Paladino y la llegada de Héctor J. Cámpora
Ya se conocía que habría elección presidencial y que el gobierno militar intentaba un acercamiento con el peronismo para llegar a un acuerdo o entendimiento. Perón no lo quería y vio la hora de endurecerse para perfilar al Movimiento. Sabía muy bien -como se lo dijo Paladino entre otros- que la sociedad estaba "harta" de los militares: había llegado la hora de endurecer. Mostrar los dientes. El miércoles 3 de noviembre de 1971, La Opinión tituló en la tapa: "Circularon versiones sobre la renuncia de Paladino". Al día siguiente el mismo matutino dice: "La renuncia de Paladino ratifica el liderazgo de Perón", algo que el Delegado nunca puso en duda. También se afirma que el sucesor sería Héctor J. Cámpora (también se habló de Jorge Osinde), quien partió a Madrid en la tarde anterior.
Con la firma de John Davis Lodge, el 29 de noviembre de 1971, la embajada de los Estados Unidos envió un análisis de la situación al Departamento de Asuntos Latinoamericanos en Washington. En síntesis decía: "El anuncio de que Perón acepto la renuncia de Paladino y el nombramiento de Cámpora en su reemplazo son señales de una nueva fase de Perón en las negociaciones con Lanusse y los otros partidos políticos. Cámpora que tiene reputación de ser el "síseñor" y Perón va a dirigir la parte política del sector peronista y Cámpora va jugar un rol limitado en la estrategia de Perón de unificar el peronismo.
"El 9 de Noviembre, Cámpora anunció a la prensa en Madrid su designación como Delegado de Perón en Argentina […] La designación de Cámpora llego después de meses de esfuerzos de la línea dura del peronismo y otros cercanos a Perón para cortar la autoridad e influencia que tenía Paladino sobre Perón. Hubo dos figuras importantes en la designación de Cámpora: Jorge Antonio y Julio Romero de Corrientes". Lodge se olvidó de citar a dos integrantes de la Quinta '17 de Octubre' que ayudaron a defenestrar al 'Colorado' Paladino, ellos fueron Isabel Perón y José López Rega.
El jueves 3 de febrero de 1972, los diarios consignaban que los dirigentes metalúrgicos Lorenzo Miguel y Victorio Calabró se entrevistaron con Isabel Martínez de Perón en Buenos Aires y durante el encuentro -que se realizó en un departamento de Quintana 260 (propiedad de la familia Romero)- los sindicalistas se quejaron por las declaraciones vertidas contra el "vandorismo" por los integrantes del Consejo Provisorio de la Juventud Peronista. Sin nombrarlo, estaban hablando de Rodolfo Galimberti. "No vamos a aceptar injurias a la memoria de Augusto Vandor, ni agravios al vandorismo", declaró Miguel a la salida.
Los dirigentes sindicales podían decir lo que quisieran pero los vientos, junto con sus protagonistas, iban por otra senda. Si no que lo diga el acto de Ensenada de la Juventud Peronista (en etapa de organización) que encabezó Rodolfo Galimberti, en el que se coreaban consignas contra el vandorismo, cuando el orador central sostuvo que a los dirigentes obreros "burocratizados los vamos a pisar como cucarachas". El acto debía contar con la presencia de Isabel Perón, pero mando una adhesión argumentando que se encontraba indispuesta. La lucha no termino, ni terminaría, ahí: días más tarde manos anónimas profanaron la tumba de Augusto Vandor y la Unión Obrera Metalúrgica se vio en la necesidad de advertir en una solicitada del 3 de marzo que "ni las balas, ni las calumnias, ni el terror, podrán hacernos retroceder".
El jueves 2 de marzo, después de tres meses en la Argentina, Isabel y José López Rega retornaron a Madrid, siendo despedidos en el aeropuerto por más de 1000 personas, entre militantes y dirigentes de todas las ramas del partido.
El lunes 13 de marzo de 1972, tras las gestiones que realizaron Giancarlo Elia Valori, del Instituto para las Relaciones Internacionales y del Centro de Estudios Estratégicos de Roma, y Rogelio Frigerio, más la publicidad del documento "La realidad es la única verdad" firmado por Perón, con una manifiesta influencia del pensamiento desarrollista (el documento contenía una fuerte crítica a la gestión económica de la dictadura que el frigerismo lo tomó como una victoria; el periodista Enrique Alonso, Francois Lepot, me contó que lo pasó a máquina), Juan Domingo Perón y Arturo Frondizi hablaron frente a frente por primera vez. Luego hubo otra reunión el 29 de marzo, poco antes que Frondizi terminara su gira europea.
El diálogo fue grabado por sugerencia de José Miguel Vanni, un habitué de Navalmanzano 6. El encuentro entre dos dirigentes que se habían enfrentado, más tarde acordado y vuelto a enfrentarse en años anteriores, dio pie para anécdotas del pasado, confidencias de ese presente y miradas al futuro. Lo dramático de ese diálogo es que muchos de los problemas que se diagnostican ahí, sobre la Argentina de 1972, aún están vigentes y agravados cuatro décadas más tarde (Para los que deseen profundizar sobre éste encuentro ver Perón-Frondizi, la conversación, de Luís Eduardo Meglioli, El Emporio Ediciones, Córdoba 2012).
En ese momento, la Argentina era reconocida por ser un país con 72% de clase media; 6% de desocupación y 4% de pobreza. Ahora sí, en marzo de 1972, las cifras oficiales hablaban de una inflación de 21% en los tres primeros meses y 50% en el último año.
El lunes 10 de abril de 1972 cayeron asesinados el jefe del Cuerpo II de Ejército, Juan Carlos Sánchez y el empresario de la FIAT Oberdam Sallustro. El primero a la salida de la sede de su comando, en Rosario. La muerte de Sánchez fue producto de un operativo conjunto, denominado "Sonia II", entre el PRT-ERP y las FAR. El segundo fue ultimado cuando las fuerzas de seguridad estaban a punto de rescatarlo. Ante la ola de violencia y los rumores de cambios en lo más alto del poder, Lanusse habló desde el Chaco el viernes 14 de abril. Para algunos realizó una suerte de renunciamiento histórico a su candidatura presidencial, para otros se colocó en la lista de potenciales candidatos a la hora de decidir quién seria y bajo qué condiciones, cuando dijo: "Aquí tenemos la obligación histórica de limitar las pretensiones personales y ceder todos un poco, en aras de la unión de los argentinos. Y en ese 'todos' está incluido, sin lugar a dudas el que ocupa hoy el cargo de presidente de la Nación".
Mientras se esperaba una respuesta de Perón surgió la noticia desde Madrid que el gobierno español había decidido cambiar el status jurídico del ex presidente. De esa manera, al dejar de tener las limitaciones de un exiliado, Perón podía hablar directamente sin necesidad de intermediarios. La quinta 17 de Octubre dejaba de ser la Casa Rosada en el exilio, como dijo un observador. Terminaban así años en los que Perón fue varias veces reprendido por un gobierno que a su vez era presionado desde Buenos Aires.
El miércoles 3 de mayo, Lanusse volvió a blindar a su gobierno de eventuales asonadas militares, al promulgar la ley 19.609, señalando que se realizarán elecciones el 25 de marzo de 1973 y la entrega del poder el 25 de mayo siguiente. La nueva norma establecía que también las elecciones se harán "sin ninguna clase de limitaciones, condicionamientos o exclusiones" y que la confirmación del calendario electoral está destinada a "aventar definitivamente las especulaciones de quienes aún creen posible impedir la pacificación del país y su anhelada estabilidad institucional". El tiempo demostraría que nada era definitivo a pesar de la ley: Las elecciones se adelantarían dos semanas y el gobierno militar condicionó a los candidatos a vivir en la Argentina a partir del 25 de agosto de 1972. Esta última demanda tenía nombre y apellido, Juan Domingo Perón.
Alejandro Lanusse congela su candidatura presidencial. Otra cumbre en Puerta de Hierro.
El 14 de mayo Lanusse presidió una reunión de gabinete, cuyos detalles salieron a la luz dos días más tarde y, luego, se vieron reflejados en sus Memorias, en la que leyó un documento donde expresaba que por razones de tipo personal e institucional no quería ser candidato a Presidente de la Nación: "No deseo ser Presidente constitucional…creo que no es saludable para la imagen del país –y en consecuencia de las Fuerzas Armadas—que yo fuera Presidente constitucional, porque sería muy difícil desechar la apariencia de continuismo que tendría el futuro gobierno, y eso de ninguna manera es bueno". En ese documento que le habían preparado sus asesores, también, Lanusse consideró que esa pretensión era trasladable a algún "miembro del gabinete". Esta consideración la agregó de puño y letra y tenía un destinatario: Francisco Guillermo Manrique, el Ministro de Bienestar Social. Al mismo tiempo, Lanusse estimaba que descartada su candidatura estaría en mejor posición para volver a levantar la propuesta formulada en su discurso en San Nicolás.
El 27 de julio de 1972, ante más de mil oficiales reunidos en el salón de actos del Colegio Militar de la Nación, Lanusse realizó una larga exposición, de la que siempre se recordará una frase. Para ser más precisos, en realidad era parte de un concepto más extenso, cuando trató las prevenciones del justicialismo al regreso de su líder: "Ahora la trampa es esa: después de 17 años en que no se lo dejaba venir, y por eso se le hacía la trampa, la trampa consiste en que se le dice: Venga, señor. Los otros días tuve una reunión con dirigentes gremiales, que pude conducirla como si fuera ni más ni menos que una simple conversación entre varios argentinos. Y al referirme a éste tema, les dije que si Perón necesita fondos para financiar su venida, el Presidente de la República se los va a dar. Pero aquí no me corren más a mí, ni voy a admitir que corran a ningún argentino, diciendo que Perón no viene porque no puede. Permitiré que digan: porque no quiere. Pero en mi fuero íntimo diré: porque no le da el cuero para venir". Ahí, volvió a reiterar la condición para ser candidato: residir en la Argentina a partir del 25 de agosto.
La réplica oficial de Juan Domingo Perón al discurso de Lanusse llegó a Buenos Aires vía la agencia española EFE: "Yo me pregunto: ¿Para qué quiere este señor conversar conmigo? Si él quiere tener una opinión del Partido Nacional Justicialista que lo haga con el Consejo Superior del mismo o con su actual presidente el doctor Héctor J. Cámpora. ¿O no se han organizado ya las fuerzas políticas? Y si se han organizado no será para conversar luego con terceras personas que podrán o no tener opiniones responsables pero que, de acuerdo con la ley de las organizaciones políticas, dictadas por la propia dictadura, han de ser la genuina representación del pueblo argentino". Para irritarlo aún más a Lanusse, el hombre de Puerta de Hierro dirá: "En lo que se refiere a los asuntos institucionales que comenta, me inclinan a pensar como Augusto Álvarez: Quién lo mete a Lanusse a reformador institucional, que no es un asunto del arma de Caballería".
La espiral sangrienta
El 22 de agosto de 1972 la Argentina entró definitivamente en un proceso de suma cero, en el que la muerte era el resultado obligado. Fue la consecuencia de causas que se remontaban, según la ubicación ideológica del analista, a fechas distintas. Ninguno fue inocente y uso la violencia como arma, mientras la sociedad observaba absorta. Los muertos en la Base Aeronaval Almirante Zar habían matado antes, y también lo hicieron para escapar del penal de Rawson, y los que quedaron vivos siguieron matando aún en plena democracia (1973-1976). El paisaje político argentino de aquellos años estaba manchado con sangre, de uno y otro lado. Se vivía un clima de guerra, esa fue la palabra contenida en los partes de las organizaciones armadas y en el lenguaje castrense. Quienes debían custodiar el imperio de la ley adoptaron los mismos métodos que sus enemigos y de haber triunfado éstos hubieran realizado un baño de sangre. Lo proclamaban, hacer de los Andes un inmenso paredón.
Desde hacía tiempo Lanusse presentía la sed de venganza de muchos miembros de las FFAA. Una vez comentó a un amigo: "Estoy como las viudas en los velorios, salgo de uno y entro en otro". Instituyó la Cámara Federal Penal, la cámara del terror o el "camarón" y después del 25 de mayo de 1973, tras su disolución, rigió la ley de la selva. Y cuando la sociedad -y su dirigencia- no sabía cómo salir de esa ecuación maldita que había desafiado al propio Juan Domingo Perón -de ese cuanto peor mejor de Mario Eduardo Firmenich- echó mano a una solución siniestra, clamando por un retorno de las FFAA al poder, y llegó el Proceso de Reorganización Nacional que terminó estrellándose en Malvinas, el 14 de junio de 1982.
Trelew fue el grito de guerra, para algunos, a partir de ese día. Menos de un año más tarde, uno de los partícipes del gran escape asesinaría al contralmirante Hermes Quijada, el oficial que tuvo que salir a la televisión, el 25 de agosto, a explicar lo inexplicable. Su muerte fue la consecuencia de la "Operación Hermes", ensayada una y otra vez en las calles de La Habana por el Gallego Fernández Palmeiro. Más tarde, el juez federal que sustanció la causa, Jorge Vicente Quiroga, también fue asesinado en pleno centro de Buenos Aires. Antes de ellos y después de ellos cayeron muertos innumerables argentinos. La lista es muy larga y repasarla sumerge a uno en la tristeza más infinita.
El 24 de agosto, apenas unas horas a que venza el plazo, Lanusse pronunció un discurso por la cadena nacional por el que desechó toda posibilidad de permanencia en el poder: "Quien les está hablando así como los otros comandantes en Jefe, y los más importantes funcionarios del Gobierno, que han sido señalados como continuistas, de hoy en más, han ratificado que no integrarán el futuro gobierno. En cambio, otros se han marginado del proceso -en obvia referencia a Perón- porque no han regresado al país, supuestamente porque no están dadas las condiciones".
En la misma ocasión anunció las reformas provisionales a la Constitución Nacional: el presidente, vicepresidente y senadores nacionales serán electos de forma directa y con mayoría absoluta (en un distrito único); se implanta el voto directo y el ballotage; se eleva a tres el número de senadores por distrito y regula fortalecimiento de la independencia del Congreso de la Nación, previendo la posibilidad de su auto-convocatoria (Artículo 55). Desde la localidad española de San Sebastián, el 27 de agosto, Perón volvió a reiterar que no aceptaba la fecha del 25 de agosto "porque no quiero convalidar una medida que es totalmente arbitraria e inconstitucional". Preguntado si eso significaba que renunciaba a asumir la jefatura de la Argentina, solo respondió: "Yo no renuncio a nada. A nada que no me obligue la constitución" y luego sostuvo que la Argentina era "un volcán". El proceso electoral se ponía en marcha. El retorno de Perón también.
Un día lluvioso
Eran las once y ocho minutos de la mañana del lluvioso viernes 17 de noviembre de 1972, cuando el avión de Alitalia paró sus turbinas y comenzó el momento del desembarque. El vuelo Roma-Dakar- Buenos Aires se había desarrollado sin inconvenientes, y no hizo falta echar mano a los planes alternativos: A) descender en Asunción y B) Montevideo. La Opinión, en su contratapa, anunciaba que el brigadier Ezequiel Martínez, por decisión de la Junta de Comandantes, se entrevistaría con Perón. Una cosa es lo que la Junta imaginaba y otra el deseo del General.
Antes de pisar tierra argentina, Perón conversó con Santos y Jaime sus custodios españoles, como bien recordó Norma López Rega al autor. No había armas arriba del avión porque Perón dijo que iba como "prenda de paz" y antes de decolar de Fiumicino se hizo revisar los bolsos de viaje.
El vicecomodoro René Salas subió al avión por la escalerilla de la Primera Clase y pidió hablar con el recién llegado. Antes de ordenar requisar todo, le dijo que las instrucciones que él tenía eran que bajara acompañado por no más de cinco personas, que no podía acercarse a los invitados especiales, ni a los periodistas, y que serían trasladados al Hotel Internacional de Ezeiza. Así se hizo, aunque se sumaron los dos españoles.
Perón bajó primero y atrás lo siguieron Isabel, el Delegado y José López Rega. Al pié de la escalera lo aguardaba una caravana de automóviles que encabezaba un Ford Fairlane, color claro. A partir de ese momento Perón estaba bajo el cuidado especial del comisario Díaz, quien en algún momento, para darle más gravedad a lo que se vivía, o para ejercer algún tipo de presión, "llegó a apuntarlo al General, con un revólver en la espalda (cuando amago con abandonar el hotel) …y los restantes íbamos detenidos, todos cagados en las patas, y cuando llegamos al cuarto del hotel el General se sentó en la cama y dijo: Que bueno, al fin me puedo sacar los botines, y nos hizo aflojar la tensión a todos", rememoró Norma López Rega.
Hasta la mañana siguiente, dentro del Hotel Internacional de Ezeiza y sus calles adyacentes, se suscitaron una serie de hechos que, vistos muchos años más tarde, manifestaban la fragilidad institucional del momento, la violencia contenida. El principal personaje apuntado con una pistola; otro ex presidente de la Nación con una ametralladora; colimbas camuflados; Perón impedido de dirigirse a su casa en Vicente López, con dos ametralladoras antiaéreas 767 apuntando a las puertas del hotel; el secretario de la Junta de Comandantes, brigadier Ezequiel Martínez presionando para que vaya a reunirse con sus jefes; unos pocos miles de adherentes que habían intentado acercarse desoyendo la prohibición del Estado de Sitio; una chirinada o sublevación en la Escuela de Mecánica de la Armada y la población que observaba lo que le mostraban los canales oficiales. El recién llegado en son de paz estaba recluido en su habitación por "razones de seguridad". La mayoría de la gente entendió que estaba "preso". Una radiografía de la impotencia y el desencuentro. Una imagen lamentable.
Ante la posibilidad de que se desatara lo impredecible, a la mañana siguiente, Perón y sus acompañantes fueron autorizados a salir de Ezeiza y se fueron a la casa de la calle Gaspar Campos 1065, haciendo caso omiso a las presiones para lograr una cumbre con la Junta Militar. A partir de ese momento, la gente y la dirigencia tomarían a ese lugar como un obligado punto de referencia. Solo en ese primer día, Perón debió salir siete veces a una ventana para saludar a una muchedumbre que lo vitoreaba, principalmente plagada de jóvenes que no habían vivido su primera etapa de gobierno (1946-1955). El domingo 19 se vio obligado a asomarse 25 veces a partir de las 6.55 de la mañana. A las 9.55 tuvo que pronunciar un discurso, en especial, sobre el papel de la juventud en el escenario político. En esa jornada, recibió a los dirigentes del Encuentro Nacional de los Argentinos y La Hora del Pueblo.
La reconciliación
Perón y Balbín se vieron cara a cara en Gaspar Campos el 19 de noviembre de 1972. Por algunas razones difíciles de entender el jefe radical llegó tarde a la cita, cuando los socios de la coalición partidaria ya se encontraban reunidos y no pudo hablar a solas con el dueño de casa. Fue el día en que Balbín debió saltar una cerca para ingresar por atrás a la casa de Perón y también fue el día en que escucho de su viejo adversario: Usted, doctor Balbín, y yo, representamos el 80 por ciento del país. Esa frase era coherente con la carta que le había dirigido en 1970.
Como no se pudo realizar el diálogo a solas, Enrique Vanoli (Secretario Político de la UCR) habló con Jorge Osinde y el 21 de noviembre, a las nueve de la noche, los dos se encontraron en Gaspar Campos. Balbín quería explicarle que las elecciones tenían que ser limpias y sin combinaciones extrañas -relató el periodista Enrique Medeot- porque en medios radicales se sospechaba que López Rega intentaba confundir a Perón deslizándole que Balbín podría estar complicado en alguna maniobra con el ministro, y su correligionario, Arturo Mor Roig.
Según Vanoli "esa reunión fue trascendente, los dos se encerraron en una habitación y creo que la charla duró una hora", Balbín expresó que "el general me dijo que ya estaba amortizado y que quería dedicar sus últimos años a trabajar para el reencuentro de los argentinos".
Una Zimmerwald latinoamericana
Mientras gran parte de la dirigencia argentina peleaba por candidaturas parlamentarias en las listas de los próximos comicios, o posiciones en los futuros gobiernos provinciales, en Santiago de Chile el jefe del PRT-ERP, Roberto Santucho, preparaba a su organización para el enfrentamiento armado generalizado que se avecinaría en el Cono Sur de Latinoamérica y especialmente la Argentina. En noviembre de 1972, tras dejar Cuba, pasar por Europa y próximo a volver a la Argentina de manera clandestina, Roberto Santucho, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Menna mantuvieron las primeras entrevistas que dieron forma a la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR), una multinacional de bandas terroristas que integraron el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), de Chile; MLN-Tupamaros de Uruguay; el Movimiento de Liberación (MLN) boliviano y los erpianos argentinos.
Como correspondía a la época, todo sería coordinado por el Partido Comunista de Cuba y sus servicios de Inteligencia. Miguel Henríquez, jefe del MIR, comparó al proyecto en marcha con un pequeño Zimmerwald, recordando la primera conferencia de 1915, en esa ciudad suiza, de la que participaron revolucionarios internacionalistas liderados por Lenin. En Chile, se tomaron varias decisiones para coordinar su funcionamiento y la formación de escuelas de cuadros. Al año siguiente la nueva organización ingresaría a la Argentina para cometer todo tipo de delitos y convertirla en una suerte de aguantadero, en pleno mandato presidencial de Perón. Terminadas las negociaciones los tres jerarcas del PRT-ERP volvieron a la Argentina por el sur.
Cosas del destino: para combatir a la nueva coalición guevarista, en octubre de 1975, durante una reunión que se celebró en Santiago de Chile, la Argentina de la presidente María Estela Martínez de Perón participó en la formación del Sistema Cóndor, al lado de representantes del gobierno de Augusto Pinochet, Hugo Banzer, Alfredo Stroessner, Juan María Bordaberry y Ernesto Geisel.
El miércoles 13 de diciembre de 1972, mientras su gente preparaba las valijas para el viaje inminente, Perón atendió al dirigente sanjuanino Eloy Camus y al sindicalista Rogelio Coria. Fue en esas horas que Perón le confió al Secretario General del peronismo que el elegido a candidato a Presidente de la nación era Héctor J. Cámpora. Esto debía mantenerse en secreto, pero al salir de Gaspar Campos 1065, Abal se traslado al departamento de Benito Llambí y pidió reunirse a solas con el Delegado. Fue en ese lugar, tan caro a la historia del peronismo, que el Secretario General le deslizó al Delegado, en voz baja, que el Gran Dedazo lo ungía candidato presidencial. Me lo confirmó Beatriz Haedo de Llambí: "Sí, fue aquí en este espacio. Desde aquí también nació La Hora del Pueblo, se consolidó el FREJULI, se aprobó el Pacto Social y fue el cuartel íntimo de Cámpora durante su campaña. Aquí también, más adelante, se nos anticipó que Cámpora dejaría de ser presidente de la Nación; que asumiría interinamente Raúl Lastiri, y Benito sería el Ministro del Interior para dar paso a la postulación de Juan Perón".
El jueves 14, Perón abandonó Gaspar Campos a las 16.24 rumbo a Ezeiza. Llamó la atención la fuerte custodia policial de la Federal y bonaerense, operativo comandado por el teniente coronel Miguel Alfredo Mallea Gil, jefe del cuerpo de Artillería con asiento en Ciudadela. A las 18.35, Perón y su comitiva -que integraban Jorge Osinde, Juan Esquer (que no pisaba Madrid desde 1968) y Héctor Cámpora- partieron a Paraguay en un avión de Aerolíneas Paraguayas. Parece que, cuando el avión alzaba vuelo hacia Asunción, Abal Medina le susurró a Rucci el nombre del candidato presidencial y el secretario general de la CGT, tras una exclamación irreproducible, casi se desmaya de furia, la misma que nacería en amplios sectores de la dirigencia justicialista. Años después, Ángel Federico Robledo, le expondría al historiador Joseph Page que José López Rega e Isabel presionaron a Perón para que designara al dentista de San Andrés de Giles (Perón, Joseph Page, Grijalbo, Buenos Aires 2009).
Perón había renunciado a ser candidato del FREJULI y deja un largo documento a su dirigencia: "El Frente Justicialista de Liberación ha tenido a bien proclamar mi candidatura a la presidencia de la Nación (…) lo que obliga a mí gratitud y profundo respeto. Sin embargo, frente a la situación existente en el país, me veo en la obligación de declinarla en beneficio de soluciones que permitan terminar con la dictadura militar que con sus desaciertos ha llevado al país a su triste estado actual".
Ya en Asunción, instalado en el Hotel Guaraní, Perón ratificó el mandato a Cámpora y lo amplió, como cuenta en El Mandato de Perón, un opúsculo que el propio Delegado firmó ( pero no escribió) en 1975: "Tengo en mi recuerdo cómo ocurrió aquél día. El General Perón me invitó a cenar con su señora, y me dijo que había tomado la decisión de que yo fuera el candidato del Frente Justicialista de Liberación. Recibí esta determinación como una orden y a su cumplimiento dediqué la misma voluntad de peronista con que realicé otras". La respuesta de Lanusse, quizá, no era la que Perón esperaba. No le aplicó al candidato la fórmula de residencia que bien le cabía porque se había ausentado del país (con sus viajes a Madrid) sin informar al gobierno. Como observó Jorge Abelardo Ramos, en "Revolución y Contrarrevolución en la Argentina": "Perón imaginó que Cámpora sería vetado por Lanusse. Sin embargo y contra todo lo previsto Lanusse aceptó el nombre de Cámpora, violó su propia ley. Lo que resulta indudable es que Perón no esperaba este giro de la situación. Cuando el 11 de marzo triunfó la fórmula Cámpora-Solano Lima hubo dos decepcionados: Lanusse y Perón·. El presidente de facto porque apostó a una derrota del FREJULI en el ballotage y Perón porque el justicialismo llegaba al poder sin él.
Faltaba un poco más de seis meses para que concretara lo que le dijo a Bernardo Neustadt durante 1969, en Madrid: "Yo voy a volver a ser presidente de la Argentina" (Testimonio de Bernardo Neustadt en el video Nº 8 de Historia Argentina 1973-1976, Diana Hamra y Felipe Pigna, Buenos Aires 2003).
El 15, Cámpora volvió de Paraguay y se sumergió en el congreso partidario que se desarrollaba en el Hotel Crillón, a metros de la Plaza San Martín, donde, con la ayuda de Abal Medina, enfrentó presiones en contra y desplantes. Finalmente, frente a la ratificación de Perón de su renunciamiento, el Delegado fue elegido candidato presidencial, e informó que el deseo del líder justicialista era que Vicente Solano Lima lo acompañara como candidato a vicepresidente. Las voces contrarias se acallaron y lo demás quedó en anécdotas. Arreglada la fórmula, Perón respiró tranquilo y se permitió una chanza frente a la prensa internacional: "Como jefe de un gran Movimiento nacional, yo ya estoy como el chino que cuando ha terminado su misión se acuesta en el ataúd. Mi candidatura me tiene sin cuidado, hay otros candidatos que van a ser mejores que yo y van a ir más lejos que yo". Luego, el 18 de diciembre, tras anunciar que volvería a la Argentina el 20 de enero, para apoyar a su candidato, Perón abandonó Paraguay y viajó a Lima.
Avizorando el futuro
El 21 de diciembre de 1972, durante una conferencia de prensa en el local del peronismo de avenida La Plata, Rodolfo Galimberti, consejero por la Juventud Peronista y sus regionales, apoyaron la candidatura de Cámpora y en un largo documento ponderan "el salto cualitativo" logrado por la rama partidaria; define como objetivo político y estratégico el logro "de la liberación nacional" y la construcción del "socialismo nacional, mediante la estrategia de la guerra integral", y de paso reclamaba el 25% de los cargos electivos. En esa ocasión, los muchachos anunciaron su lema de campaña: "Cámpora al gobierno Perón al poder".
Los muchachos montoneros continuaban sólo leyéndose a sí mismos, sin sopesar los datos de la realidad, los signos que Perón dejó durante su permanencia. No leían La Nación, porque de lo contrario habrían visto que el 17 de diciembre de 1972, la pluma de José Claudio Escribano les dejó una observación: "En el curso de los primeros días de estancia en la casa de Vicente López, Perón había prodigado reiteradas exaltaciones destinadas a la juventud de su partido […] No obstante, Perón no asistió a ninguno de los actos públicos organizados por los jóvenes a quienes elogiaba (…) En cambio, mantuvo largos coloquios con los dirigentes sindicales, les admitió a éstos seleccionar a quiénes podrían acceso al trato personal (…) y por añadidura asistió a una reunión del las 62 Organizaciones donde habló largamente (…) La renuncia de las 62 Organizaciones a aceptar cualquier otra subordinación que no sea la impuesta por el propio Perón, no es algo inesperado. En rigor, si la rama gremial es la que pone el dinero y la fuerza electoral cabía guardar que pretendiera tener en sus manos mayor capacidad de decisión".
A partir del 17 de febrero de 1973 comenzó el juicio oral a diecisiete miembros del PRT-ERP imputados de asesinar al presidente de la Fiat, Oberdam Sallustro, el 10 de abril del año anterior. Silvia Inés Urdampilleta estaba entre los imputados tras ser detenida en una "casa operativa" del PRT-ERP. Al finalizar las actuaciones, la Cámara Federal Penal de la Nación (también llamado El Camarón) aplicó severas sanciones y los detenidos no sabían si la amnistía iba a ser "caso por caso", como decían Balbín y Fernando de la Rúa, o indiscriminada como la preparaba Esteban Righi. A Silvia Urdampilleta (Desapareció el 12 de abril de 1975 durante el gobierno de Isabel Perón)
la asaltaban las mismas dudas. El viernes 16 de marzo, la Cámara integrada por los doctores Eduardo Munilla Lacasa, César Black y Jaime Smart la sentenció a nueve años de prisión. No pensaba en su libertad inmediata, tampoco la esperaba su jefe, Roberto Mario Santucho.
Por esas semanas pidió conversar con el camarista Jaime Smart con quien siempre mantenía un diálogo decoroso:
-Juez: ¿Estarás contenta?
– Urdampilleta: ¿Por qué?
-Juez: Y porque el 25 de mayo van a salir libres.
–Urdampilleta: Los que no están condenados saldrán y para los sentenciados será el año que viene…
Mirando el escritorio de Smart preguntó ¿y eso qué es?
– Juez: La causa tuya.
-Urdampilleta: ¿Causa? Pero eso es un término pequeño burgués.
– Juez: Bueno, tomalo como quieras, es lo que manda el Estado.
– Urdampilleta: Ustedes se equivocan. Así no van a ganar. Nos tendrían que haber fusilado.
Para ser piadosos y sin temor a equivocarse, puede decirse que el jefe del justicialismo intentó con los muchachos un matrimonio de compromiso, y muchos buenos amigos de Perón lo sabían. Por ejemplo, su ex canciller Hipólito Paz, intentó explicar esa unión afirmando en sus Memorias: "Pienso que Perón creía en ese momento que la subversión era un arma contra el gobierno antiperonista. Se equivocaba, pero lo comprendió después. Los subversivos ensayaban lo que había de ser un gran objetivo: la lucha contra Perón y el peronismo y su aniquilamiento". Y, como el Tuco Paz, además era un caballero, lo miró a los ojos en su última entrevista en Madrid y le dijo: "Creo que debo prevenirlo, General: su sentimiento íntimo para con nosotros es la aversión o el desprecio. Nos juzgan burgueses miopes y están persuadidos que nos van a usar para tirarnos después como ropa vieja. No se fíe de ellos. Algunos de ellos son dobles agentes, no lo dude". Por lo menos había un dirigente argentino que no bailaba alegremente sobre la cubierta del Titanic.
El 11 de marzo de 1973 la fórmula Héctor Cámpora-Vicente Solano Lima se impuso con holgura. Alcanzó el 49,58% y su seguidor, Ricardo Balbín 21,29%. Manrique (Alianza Popular Federalista) obtuvo 14,90%. La coalición de izquierda que encabezaban Alende y Sueldo llegó al 7,43. Los demás no llegaron, cada uno, al 3% del padrón electoral. Desde lo más alto del justicialismo, Juan Perón envió un mensaje a todo el pueblo argentino: "Los adversarios políticos del presente, deben convertirse en los mentores y realizadores del porvenir patrio. Tenemos una causa común y esa causa se llama…la patria".
Perón viene a ser Presidente…e Isabel vicepresidenta
Una aclaración a los lectores de Infobae: de los cientos de fotos que conservo del pasado justicialista ésta es la que más me emocionó, no siendo yo peronista. Fue tomada el 20 de mayo de 1974 y se sostiene que fue la última que se le sacó al ex presidente dentro de la residencia de Olivos. Perón luce su conocido gamulán (el que va a vestir el día de su despedida en Plaza de Mayo, como ya observarán más adelante). Es un hombre mayor observando una frontera, un futuro, que le señala un niño. En general, para los que vivimos ésa época, la vuelta del General era el final de largos años de frustración y decadencia y Perón -ya sabio- vino a intentar terminar con todo eso. Pero la salud no se lo permitió. Como una señal de los tiempos que se vivían quedó su abrazo con Ricardo Balbín; su reconciliación con su Ejército Argentino; su mano franca al adversario político y su dureza extrema a los enemigos de la democracia. Isabel no supo o no pudo transitar la misma senda y todo terminó muy mal y la Argentina volvió a su senda de decrepitud.
Ahora llega el final de Juan Domingo Perón, la gestión de Isabel y su derrocamiento. Por una cuestión de espacio lo transmito sucintamente, aunque con documentos, y de la manera más sincera, porque a la hora de relatar me pesan las palabras de Eric Hobsbawn: la historia tergiversada no es historia inofensiva. Es peligrosa.
La pesadilla que duró 49 días
La corta presidencia de Héctor J. Cámpora fue un aquelarre. Desde el comienzo hasta el final de sus cuarenta y nueve días. Describir esa época se torna una pesadilla que los contemporáneos recordamos muy bien. Es como si se hubiera abierto la Caja de Pandora y los peores espíritus salieran a la luz. Para el progresismo fue una primavera, aunque sin sol ni flores nuevas. El final supo marcarlo José Ignacio Rucci cuando exclamó: Se terminó la joda. Entre otras muchas razones, por esa frase, Montoneros y FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) lo coció a balazos el 25 de septiembre de 1973.
Una semana antes del retorno definitivo de Perón, el coronel Llamil Reston pidió conversar con el ex Delegado, Jorge Daniel Paladino. Se encontraron reservadamente en un departamento de la calle Gelly y Obes. Era la primera vez que se veían y al año siguiente lo volverían a hacer. El diálogo, desarrollado delante del dueño de casa, se desarrolló así (relato al autor del dueño de casa):
-Reston: ¿Usted cree que Perón viene a ayudar al gobierno de Cámpora? ¿Cuál va a ser su papel?
-Paladino: Perón vuelve a la Argentina para ser Presidente de la Nación, lo que es seriamente inconveniente para él por su salud. Pero no se equivoque. El que quiere el poder es José López Rega y su instrumento político más importante es Isabelita.
Mire, coronel, para serle más claro: en uno de mis últimos viajes a Madrid, caminando por el barrio de Puerta de Hierro, López Rega me dijo que lo iba a traer a Perón. Lo dijo de la manera más brutal: "Lo vamos a llevar a Buenos Aires a ser Presidente, sí o sí, y si es necesario lo vamos a agarrar del fondillo del pantalón y lo empujamos dentro del avión". Como remate, Paladino sentencia: "Perón viene a terminar con Cámpora".
La confidencia política a Puigvert. Un gobierno de "putos y aventureros" (Dr. Antonio Puigvert. Mi vida… y otras más, Antonio Puigvert, Editorial Planeta, Espejo de España, Barcelona 1981)
En la primera semana de junio, Perón fue a la clínica del doctor Antonio Puigvert en Barcelona, "para que lo revisase y para despedirse. Aunque su aspecto no lo denotara tenía ya ochenta años. Y no volvía a la Argentina para pasar bajo arcos triunfales entre aclamaciones y en olor a multitud. Volvía para luchar (…) A mi me lo explicó muy claro y en muy pocas palabras: No me queda otra solución que volver allá y poner las cosas en orden. Cámpora ha abierto las cárceles y ha infiltrado a los comunistas por todas partes". En esas horas con su médico, Perón también le confesó: "Mire, Puigvert. En estos años he estudiado mucho, he revisado mucho y me he dado cuenta de los errores que cometí en mi primer período. Errores que voy a hacer lo posible de no repetir. Como yo ya tengo conciencia de lo que es gobernar, no volveré a caer en ellos".
En otras palabras, como dijo su amigo el periodista Emilio Romero, "de Puerta de Hierro había salido Perón no ya para hacer una revolución, sino para contenerla. Perón estaba ya más cerca de la filosofía que de la política".
¿Cómo no recurrir a Jorge Antonio si se trata del retorno de Perón? En el libro de Esteban Peicovich, "El ocaso de Perón", se destacan dos conceptos que, combinados, podrían explicar los pensamientos que surcaban la mente del ex presidente. Jorge Antonio relató que antes de partir a Buenos Aires, Perón lo visitó en su oficina. Luego de regalarle un cinturón "me dio en detalle todos los pasos del retorno, adelantándome las fases del proceso que se produciría en los primeros tiempos de Cámpora y me aseguró que Cámpora no estaría más de dos meses en el gobierno…espero que el tiempo no me haga una mala pasada". En otras palabras, se le daba la razón al ministro del Interior de Lanusse, Arturo Mor Roig, cuando le dijo a Alfredo Bufano, de La Prensa, que el período de Cámpora "sería un gobierno efímero y complicante".
El martes 12 de junio de 1973, Armando Puente fue invitado a conversar un rato por Perón en la quinta "17 de Octubre". El periodista tenía una relación de larga data con el ex presidente. Fue el primero que entrevistó a Perón cuando llegó a vivir a España en 1961 y desde ese momento va a cubrir periodísticamente su largo exilio en la península Ibérica. "Perón me recibió brevemente para hacerme un par de comentarios que le interesaban. Me dijo que andan diciendo que estoy enfermo…no tengo otra cosa que un pequeño resfriado, como diciéndome hable usted de que yo no estoy enfermo. Perón nunca me ordenó nada, él se limitaba a sugerir. Además, me expresó, entre guiños y medias frases que las cosas no andaban bien en la Argentina y que estaba preocupado porque estos aventureros marxistas están entrando en el gobierno…este es un gobierno de putos y de aventureros". "¿Cómo digo esto?", se preguntó Puente. Se quedó helado. Puente imaginaba que Cámpora iba a durar un año porque se hablaba de varios proyectos para Perón: viaje a China, Libia, la presidencia del Movimiento No Alineado…y que por el momento no quería estar en el día a día. Los mismos conceptos repetiría Perón una tarde de té en Olivos con unos italianos. Estaba presente -y me lo confirmó- el dirigente Julián Licastro.
La semana trágica de Héctor Cámpora en Madrid. La batalla de Ezeiza
El viernes 15 de junio de 1973, a las 11 horas, el vuelo charter de Aerolíneas Argentinas que traía al presidente Héctor Campora, su esposa, algunos miembros de su gabinete, funcionarios del Palacio San Martín, de otros organismos del Estado e invitados especiales, llegó al aeropuerto de Barajas. Al pie de la escalerilla lo esperaba el gobierno español, con Francisco Franco Bahamonde a la cabeza.
Llamaron la atención las ausencias de Juan Domingo Perón y su señora en el aeropuerto, aunque el programa de actividades tenía previsto que "el General Juan Domingo Perón y su señora esperarán al Señor Presidente y señora en el Palacio de la Moncloa", pero esto tampoco sucedió.
Después de las ceremonias militares, saludos protocolares y discursos propios de una visita de Estado, Franco y Cámpora se dirigieron, seguidos por una larga caravana de automóviles, a la Plaza de Cibeles donde los esperaba el "Escuadrón de la Guardia del Generalísimo". Tras un corto descanso, a las 16.45, con "uniforme de media gala o chaqué", Cámpora y su séquito realizaron "la visita protocolaria" a Franco en el Palacio de El Pardo, donde fue condecorado con el collar de la Orden de Isabel la Catolica. A las 18.30 los Cámpora recibieron en su residencia a los Príncipes de España "para tomar té". En Puerta de Hierro el clima de irritación era mayúsculo y conocían todo el programa protocolar y, ante este compromiso, Norma López Rega de Lastiri dijo en voz alta que no iba a concurrir. Isabel la insto a ir: "Vos tenés que acompañar a Raúl".
Esa noche, Armando Puente pasó a buscar al canciller Juan Carlos Puig, con quien había compartido sus estudios en la Universidad de Rosario, y se fueron a comer a un restaurante cercano a la Plaza Mayor. Fue en ese encuentro que el periodista le adelanto a su amigo que el gobierno de Cámpora tenía "los días contados…le anuncié que estaban sentenciados". Puig no podía creer lo que estaba escuchando y "creo que no terminó de creérselo hasta poco después".
El sábado 16 de junio, a las 21.15 horas, Campora tenía previsto asistir al Palacio de Oriente con su delegación, donde Franco le ofrecería una cena de gala con todos los honores correspondientes a su jefatura de Estado (el programa preveía "uniforme de gran gala o frac con condecoraciones"). Cerca del mediodía, se traslado a la quinta "17 de Octubre" con la idea de convencer a Perón de que asistiera. El automóvil presidencial tuvo que esperar unos minutos, a la vista de todos los periodistas, hasta que fue autorizado a entrar. El Presidente de la Nación, con un elegante traje de diario, fue recibido por un Perón que lucía una guayabera colorada y un gorrito blanco, estilo "pochito", y no lo hizo entrar en la casa. Se quedaron en el porche. Al cabo de un rato se sentaron en un sillón, mientras el periodismo observaba, y conversaron. Tras un cuarto de hora, el presidente argentino se retiró mustio y Perón, desde lejos, saludo al periodismo levantando los dos brazos. "Perón estaba jodón" se atrevió a contar Puente (Perón adujo tener "sistitis" para no concurrir. Esto figura en las memorias inéditas del coronel Damasco).
Por la noche el presidente Héctor Cámpora, de frac, investido con la banda presidencial –que por lo general no se usa en los viajes al exterior-, el collar de la Orden de Isabel la Católica y, a la altura del bolsillo del pañuelo del saco, colgaba la medalla de la Lealtad peronista por "Leal Colaborador", intentó explicarle que sería trascendental su presencia a la recepción…y se refirió a las relaciones con España. Ahí, nuevamente, en presencia de unas pocas personas, Perón, irritado, le dijo que no se atreviera a hablarle a él de relaciones internacionales y volvió a repetir las mismas palabras que le había dicho a Armando Puente, utilizando "homosexuales" y cambiando "aventureros" por "marxistas" (fuente directa de un ex edecán militar de Perón).
El edecán militar, teniente coronel Carlos Corral, sentado entre Perón y Cámpora, hizo el ademán de levantarse y el dueño de casa le tocó la rodilla, diciéndole "no m' hijo, usted quédese". Luego, Perón lanzó una frase terrible: "Ustedes son una mierda, el país en llamas y ustedes haciendo turismo". Angustiado, el Presidente intentó darle su bastón y banda presidencial y Perón comentó que "no necesito el bastón para tener poder". Como estaba previsto, Perón no fue al Palacio de Oriente y Cámpora, como consecuencia de su visita a Puerta de Hierro, llegó tarde a la recepción.
La cena en el Palacio de Oriente estuvo rodeada con los fastos propios de la corte del Generalísimo Franco, cuya cara parecía sacada del Tahuantinsuyo (el imperio incaico) por su ausencia de reflejos. Campora se sentó en la larga mesa, enfrente de Franco, y ladeado, a su izquierda, por María del Carmen Franco Polo, y a su derecha Carmen Polo y a continuación Cristóbal Martínez-Bordiú, Marqués de Villaverde. Mientras unos pocos comenzaban a percibir la irritación de Perón con Cámpora, la mayoría se deslizaba de un salón a otro, como en los mejores días, con todas sus galas acuestas.
López Rega lucía una banda con los colores borbónicos; el senador tucumano Eduardo "Lalo" Paz parecía un galán de Hollywood, pero no lucía ninguna distinción, lo mismo que el diputado Ferdinando Pedrini y José María Castiñeira de Dios, con sus anteojos semi oscuros parecía un extraviado (él también había escuchado la noche anterior algunas reflexiones de Armando Puente). En La Opinión del 17 de junio, Castiñeira de Dios va a desmentir en la tapa "versiones de disidencias" entre el General y Cámpora. En lo que era una "operación de prensa" (que volvería a repetirse -como ya veremos- cuando Perón se alojó en su casa de Vicente López), el matutino de Jacobo Timerman, en su página 8 tituló: "Cámpora dedicó el día de ayer a conversar con Perón". Era todo mentira, como veremos, Perón no quería ni hablar con el Presidente.
El domingo 17 de junio de 1973, protocolo preveía "día de descanso" y los Llambí aprovecharon para quedarse un rato más en la habitación del Ritz. Esa mañana sonó el teléfono y atendió Beatriz Haedo de Llambí y, después de identificarse, Perón la saludo. Después le paso el tubo a Benito y Perón los invitó a acompañarlos a la misa y luego se quedarían a almorzar en la quinta. Benito le dijo que dada la distancia no llegarían a tiempo para ir a misa, pero que con todo gusto irían a Puerta de Hierro. En ese encuentro telefónico, Benito Llambí escuchó que Perón le dijo: "Yo, ya con Cámpora no voy a hablar nada" y a continuación le pidió que él trate con el Presidente y que cualquier cosa se lo debía contar.
No figura en sus Memorias pero así sucedió (Medio siglo de política y diplomacia, Benito Llambí, Editorial El Corregidor, Buenos Aires 1997). Con la discreción y cautela con que trazaba su camino, Llambí solo comentó el almuerzo en la residencia "17 de Octubre" al que asistieron los dueños de casa, los Cámpora, los Llambí y José López Rega, diciendo que fue "muy especial, porque era ostensible la manera en que el general ignoraba a Cámpora. Isabelita se dedicó extensamente a hablar de su reciente viaje a China. Después del café, me levanté por dos o tres veces para saludar y retirarnos, ya que mi intención era dejarlos a solas, y en todos los casos Perón nos retuvo. Finalmente, dirigiéndose a Cámpora le agradeció la visita y lo invitó a acompañarlo a la puerta. Allí lo despedimos".
"La realidad era que la suerte de Cámpora estaba echada", acotó Llambí, "a Perón le bastaron veintitrés días -los que mediaron entre el 20 de junio, día de su regreso, hasta el 13 de julio, en que renuncia Cámpora- para terminar con la experiencia juvenil de su administración".
El miércoles 20 de junio de 1973 (En Madrid), el embajador Carlos Robles Piquer, por entonces subsecretario de Asuntos Iberoamericanos del ministerio de Asuntos Exteriores de España, llegó a Navalmanzano 6 a buscar al matrimonio Perón para conducirlo al Palacio de la Moncloa, donde se iba a firmar la "Declaración de Madrid", y luego partir al aeropuerto de Barajas. Entró en la Quinta y tuvo una corta conversación con Perón -a quien acababa de conocer- e Isabel. Luego salieron. Subió al coche Isabel. El ex presidente Perón se detuvo un tiempo -quizás dos o tres minutos- que al embajador parecieron interminables, "mirando los árboles que él había plantado" y musitó, "nunca más volveré". Perón se veía levemente emocionado. Luego en el coche, Isabel, viendo al General, sollozó (relato de la conversación entre el embajador Robles Piquer y Armando Puente, 17 de marzo de 2013).
Cuando llegaron a La Moncloa los esperaban los miembros de la delegación argentina, e instantes más tarde arribó Franco. Perón y Cámpora se volverían a encontrar recién en el Palacio de la Moncloa después de tres días.
Se realizó la ceremonia de la firma de la declaración conjunta, titulada "Declaración de Madrid" que ponía término a la visita oficial de Cámpora. Era un documento cargado de buenas intenciones que el Caudillo quiso que se firmara con la presencia de Perón. Al finalizar el acto, Franco, Perón y Cámpora atravesaron dos salas y se encerraron a solas. Nadie supo de qué hablaron. El único periodista que los siguió de cerca fue Armando Puente (el de anteojos en tercera fila).
Cumplidos los saludos protocolares de despedida, alrededor de las 7 de la mañana, el vuelo charter de Aerolíneas Argentinas que transportaba definitivamente a Perón a la Argentina decoló de Barajas. El último en subir la escalerilla del avión fue Cámpora por su rango de Jefe de Estado. Dentro del Boing 387, bautizado Betelgeuse (una estrella brillante de la constelación Orión), todo era alegría y emoción. Sus pasajeros intuían que eran partícipes de un momento histórico, aunque ignoraban la profundidad de la grieta que había nacido entre Perón y Cámpora…
El desaguisado de Ezeiza
Desde el día antes Juan María Coria y un equipo del matutino La Prensa, dirigido por Antonio Requeni, se encontraba instalado en el Hotel Internacional de Ezeiza. Como el comedor estaba cerrado, por consejo del colega Enrique Llamas de Madariaga, cenaron en El Mangrullo. "Al día siguiente por la mañana -contó Coria en Testigos del Poder– el porvenir de esa jornada nos golpeó de lleno. Hombres jóvenes con brazaletes de la J.P. y metralletas colgando de sus hombros, se desplazaban por todos lados". En un momento se encontró con el ex boxeador Oscar Sostaita, un leal amigo de Perón, que le dijo en voz baja: "Esto no me gusta nada…poco después de las 14.30 comenzó el avance de loa Montoneros sobre el palco. Hubo disparos para frenar el avance. La batalla comenzaba (…) grupos de izquierda peronista y sectores trotskistas ametrallaban el palco para tomarlo y recibir a Perón en nombre de la Patria Socialista; los de la Patria peronista lo defendían sin desperdiciar balas".
Arriba del palco, tirados a ras del piso, estaban los músicos de la Orquesta Sinfónica, varios, parapetados en sus propios instrumentos; invitados especiales, como Saturnino Funes y Jorge Anzorreguy con sus respectivas esposas, Jorge Connolly, Ricardo Fabris y Horacio "Chacho" Bustos; el cineasta Leonardo Favio, custodiado por un joven a quien le decía "comandante", desde su cabina de transmisión se desgañitaba exigiendo orden y serenidad, mientras los disparos pegaban en las estructuras de metal y las 18.000 palomas que iban a ser soltadas en "Prenda de Paz" huían de sus jaulas. La fiesta se había transformado en un pandemonio. O, en otras palabras, era la obra de arte final del desorden en el que habían sumergido Cámpora y sus seguidores a la Argentina. Perón lo sabía, ya lo había comentado en Madrid.
Hubo incidentes de todo tipo -linchamientos, castraciones y ahorcamientos en los árboles- y el Betelgeuse que traía a Perón descendió en la Base de Morón (que estaba bajó las órdenes del comodoro Jesús Orlando Capellini). La primera reacción del viejo líder fue amenazar con un "yo me vuelvo a Madrid".
El miércoles 20 de junio de 1973, Vicente Solano Lima, presidente de la Nación interino, habla desde Ezeiza al avión presidencial que trae a Cámpora y Perón desde España y que en ese momento sobrevolaba Porto Alegre, Brasil:
-"Mire doctor, aquí la situación es grave. Ya hay ocho muertos sin contar los heridos de bala de distinta gravedad. Ésa es la información que me llegó poco después del mediodía. Ya pasaron dos horas desde entonces y probablemente los enfrentamientos recrudezcan. Además, la zona de mayor gravedad es, justamente, la del palco en donde va a hablar Perón".
-Héctor J. Cámpora (desde la cabina del avión presidencial): "¿Pero doctor, cómo la gente se va a quedar sin ver al general?".
-Lima: "Entiéndame, si bajan aquí, los van a recibir a balazos. Es imposible controlar nada. No hay nadie que pueda hacerlo".
El intelectual de formación marxista Carlos A. Brocato en La Argentina que Quisieron (Editorial Sudamericana-Planeta, Bs. As., 1985) dice: "Los muertos y heridos de esa tarde se cuentan por centenas. Se habla de cuatrocientos muertos; imposible calcular los heridos… La gente corrió enloquecida, escapó de las balas… El foquismo se batió en una batalla campal…". Brocato atribuye la responsabilidad por un lado a los Montoneros: "Fueron a ocupar con su prepotencia organizada y armada el lugar de privilegio, la primera fila, el pie del palco… Las masas, detrás; por el otro lado, a las bandas lopezreguistas".
El doctor Pedro R. Cossio, integrante de equipo médico que cuidó a Perón hasta el día de su muerte, además de contarlo en su libro, lo reiteró ante la Justicia, cuando afirmó que "en varias oportunidades el General Perón le manifestó a mi padre en mi presencia la convicción de que en Ezeiza grupos extremistas de izquierda lo querían matar, mantuvo hasta el momento de su muerte".
También se le atribuía a Balbín el haberle dicho en su último encuentro de junio de 1973, cuando se habló de los enfrentamientos de Ezeiza: "No se equivoque general, esos tiros eran también para usted".
Los reproches del General
El 20 de junio de 1973, el entonces comodoro Capellini (entrevista del autor al brigadier RE Jesús Orlando Capellini, 27 de marzo de 2010) hacía escasos meses que se desempeñaba como comandante de la VII Brigada con asiento en Morón, tanto es así que todavía habitaba una casa en el barrio de oficiales de Ezeiza. En esas horas escuchó, de uno de los choferes de los tantos funcionarios que estaban en la base, que Perón bajaría en Morón.
Sorprendido, tomó un helicóptero para recorrer la zona del acto y al sobrevolar la marea humana, cercana al Puente 12, observó que abajo reinaba el caos. Cuando retornó a su base lo llamó el comandante de Operaciones Aéreas que le dice: "Capellini, quédese ahí porque es posible que Perón baje en Morón". Al poco rato, vio aparecer en el horizonte al Betelgeuse de Aerolíneas Argentinas y le pide a sus pilotos que "hagan un 360 (grados) y denme un poco de tiempo para ordenar las cosas". Ya en esos momentos observó que mucha gente estaba rodeando la base y amenazaba con entrar por delante -donde estaban unas rejas que se movían por la presión de la muchedumbre- y por los fondos. Lo único que salvó la situación de emergencia fue el despliegue de los perros guardianes con que contaba la dotación aeronáutica. Cuando bajaron todos los pasajeros del avión, Capellini habló con el piloto y le preguntó por qué no había realizado el sobrevuelo de 360 grados que le había pedido. La única respuesta del piloto fue: "Porque no tenía seguridad de nada".
Perón y unos muy pocos más entraron en el despacho del jefe de la base y Capellini entraba sólo para atender los llamados urgentes que recibía. En uno de esos momentos, y ya estando el coronel (RE) Jorge Osinde, escuchó que José López Rega le preguntó: "Por qué no llamó a las fuerzas de seguridad" y Osinde dijo: "Porque con lo que teníamos pensé que alcanzaba". Ahí nació un comentario de Perón, parado en una esquina de la oficina: "¿Entonces para qué tenemos la Policía?".
Benito Llambí recordó que "ingresamos a una sala en la que de inmediato se le expuso a Perón el problema de Ezeiza. Sin disimular para nada su fastidio, hizo responsable de toda la situación al ministro del Interior Esteban Righi, a quien retó en términos durísimos delante de todo el mundo". Una testigo del momento le recordó al autor que el Ministro del Interior, Esteban Righi, se paseaba con un vaso de whisky entre la gente, dispensando alguna que otra sonrisa, y Perón observó en voz alta: "Y este imberbe de mierda de qué se ríe con lo que está pasando".
La visión del embajador Llambí y su esposa Beatriz Haedo (que aún vive) es coincidente con la de un alto jefe del Ejército (llegó a general de división) que en esos días estaba cerca del teniente general Raúl Carcagno y escuchó su relato: "Vicente Solano Lima nos llamó a los tres comandantes para pedir asesoramiento de qué hacer frente a lo que sucedía en Ezeiza. Todos coincidimos que Perón y su comitiva debían descender en Morón. Cuando bajó del avión, tras los cortos saludos protocolares, Perón se reunió con los tres comandantes y nos pidió un cuadro de situación. La reunión se realizó en una oficina que tenía un amplio ventanal y en un momento Perón, observando a Righi detrás de los cristales me dijo: 'Sólo Cámpora pudo nombrar a este pelotudo de Ministro del Interior'". Carcagno tampoco la sacó gratis, porque con una gran muestra de malestar, comentó con sorna: "Haría falta Lanusse".
A Perón e Isabel los subieron a un helicóptero UH-1H para trasladarlos a la residencia presidencial de Olivos y Héctor Cámpora quiso abordarlo. En ese momento, se lo impidieron porque "por razones de seguridad" no podían viajar en la misma máquina. "La residencia presidencial de Olivos (RPO, en los radiogramas entre las fuerzas de seguridad) no estaba preparada para recibir a Perón", recordó el entonces teniente de Caballería Jorge Echezarreta muchos años más tarde. "Cámpora no la usó y sólo fue unas veces con su guardia personal…que parecía poco profesional. En horas de la tarde recibí un llamado del coronel Flores, desde la Casa de Gobierno, donde me informaban: 'el general Perón se dirige a Olivos'. Fue una tranquilidad recibir de un comando superior la expresión 'general Perón' porque hasta ese momento no se lo podía mencionar por el grado militar. Le informé de la novedad al jefe del Escuadrón Ayacucho, capitán Grazzini, y nos pusimos a reforzar la guardia. Desplegamos todos los elementos de seguridad. No se sabía muy bien, en ese momento, lo que estaba sucediendo en Ezeiza. El teniente se paró en el helipuerto y mirando hacia la avenida y las calles colindantes ordenó cerrar todas las ventanas. La residencia de Olivos en aquella época no tenía un paredón que la resguardara. Sólo tenía una simple ligustrina. El coronel Vicente Damasco, el jefe del Regimiento, fue para estar presente en el foco del problema, porque ya se estaba pasando por las radios que Perón iba a la residencia de Olivos y la gente comenzó a rodearla. Yo estaba en la puerta de entrada con los soldados del regimiento y cuando llegó Perón nos ayudo su guardia personal, con Juan Esquer a la cabeza, compuesta mayormente con suboficiales retirados. Era todo un gran desorden porque era difícil compatibilizar el protocolo con la seguridad. Todos querían entrar con cualquier tipo de credenciales. A Perón se lo vio cansado y preocupado. 'No quiero recibir a nadie'…ésa fue la orden. Al día siguiente, muy temprano por la mañana, acompañé al general Perón a caminar por los jardines de la residencia. Durante la breve caminata, Perón, luego de escuchar un relato de la situación de parte de un oficial superior, solo observó: 'Hay que esperar que las burbujas lleguen a la superficie'".
El jueves 21 de junio de 1973, a primera hora de la mañana, Juan Domingo Perón y su séquito abandonaron Olivos por la Puerta 5 en dirección de su residencia en Gaspar Campos 1065. Según un relato realizado por Roberto Fernández Taboada y Pedro Olgo Ochoa, para el semanario Somos (en septiembre de 1983), valiéndose de fuentes (que ya no viven) muy cercanas a los acontecimientos. Desde Gaspar Campos, José López Rega comenzó a citar a algunos ministros del doctor Héctor Cámpora. No fueron de la partida Esteban Righi y el canciller Puig. De acuerdo con ese relato, luego de comenzada la reunión llegó el Presidente Cámpora con el Edecán Presidencial, coronel Carlos Alberto Corral, quien atinó a retirarse y Perón le pidió que se quedara, obviamente para tener un testigo militar. Según el mismo texto, Perón "le reprochó a Cámpora, en términos muy duros, la infiltración izquierdista en el gobierno". Y le criticó los nombramientos que, dentro de esa tendencia, había producido. Perón levantaba el dedo índice mientras hablaba. "Yo nunca lo había visto así", diría una de las fuentes de la versión. "Estaba muy enojado, muy disgustado. Estaba marcada ya la ruptura con Cámpora".
En términos similares recordó ese momento, en su libro El último Perón, el entonces Ministro de Educación, Jorge A. Taiana, cuando Perón, ostensiblemente nervioso y de mal humor, arremetió: "El Estado no puede permitir que los edificios y bienes privados sean ocupados o depredados por turbas anónimas, pero menos aún puede tolerar la ocupación de sus propias instalaciones. Para eso está la policía y si no es suficiente debe echarse mano de las Fuerzas Armadas y tomar a los intrusos: a la comisaría o a la cárcel. Para salvar a la Nación hay que estar dispuesto a sacrificar y quemar a sus propios hijos".
Según Taiana "un verdadero exabrupto". También confirmó que Perón realizó una muy ácida alusión a la inoperancia gubernamental, incluida la de los hijos y amigos del presidente Cámpora, mientras, de pie, contra la pared, el edecán militar Carlos Corral escuchaba atentamente. Frente a este panorama, Taiana escribió que "me retiré preocupado, el Jefe y sus allegados vivían un clima tenebroso de muy malos augurios". El ministro Taiana no calibró en su real dimensión la situación que se vivía: El clima tenebroso estaba en la calle no adentro de la casa de Gaspar Campos 1065.
"Cuando los pueblos agotan su paciencia hacen tronar el escarmiento"
Esa noche del 21, Perón habló por televisión, flanqueado por el presidente Cámpora y el vice Vicente Solano Lima. Atrás, parados, José López Rega y Raúl Lastiri, completaban la escena. Lo que pocos sabían era que Perón llegó de Madrid con varios de la párrafos escritos en su máquina personal (con los años los encontré en su archivo más secreto). En la ocasión, envió un claro y enérgico mensaje a todas las "organizaciones armadas", en especial a Montoneros:
-"La situación del país es de tal gravedad que nadie puede pensar en una reconstrucción en la que no debe participar y colaborar. Este problema como ya lo he dicho muchas veces, o lo arreglamos entre todos los argentinos o no lo arregla nadie. Por eso, deseo hacer un llamado a todos, al fin y al cabo hermanos, para que comencemos a ponernos de acuerdo".
-"Conozco perfectamente lo que está ocurriendo el país. Los que crean lo contrario se equivocan. Estamos viviendo las consecuencias de una post-guerra civil que, aunque desarrollada embozadamente no por eso ha dejado de existir. A ello se le suma las perversas intenciones de los factores ocultos que, desde la sombra, trabajan sin cesar tras designios no por inconfesables menos reales".
-"Hay que volver al orden legal y constitucional como única garantía de libertad y justicia. En la función pública no ha de haber cotos cerrados de ninguna clase y el que acepte la responsabilidad ha de exigir la autoridad que necesita para defenderla dignamente. Cuando el deber esta por medio, los hombres no cuentan sino en la medida en que sirvan mejor a ese deber. La responsabilidad no puede ser patrimonio de los amanuenses".
-"Nosotros somos justicialistas, no hay rótulos que califiquen a nuestra doctrina y a nuestra ideología".
-"A los que fueron nuestros adversarios, que acepten la soberanía de pueblo, que es la verdadera soberanía, cuando se quiere alejar el fantasma de los vasallajes foráneos, siempre mas indignos y costosos".
-"Los que pretextan lo inconfesable, aunque lo cubran con gritos engañosos o se empeñen en peleas descabelladas, no pueden engañar a nadie. Los que ingenuamente piensen que así pueden copar nuestro Movimiento o tomar el Poder que el pueblo ha conquistado se equivocan".
-"Ninguna simulación o encubrimiento por ingeniosos que sean podrán engañar. Por eso deseo advertir a los que tratan de infiltrarse que, por ese camino, van mal…a los enemigos embozados, encubiertos o disimulados les aconsejo que cesen en sus intentos, porque cuando los pueblos agotan su paciencia suelen hacer tronar el escarmiento".
El viernes 22 de junio de 1973, el embajador estadounidense Lodge, volcó en el cable Nº 4419, del 22 de junio, su opinión del discurso de la noche anterior. En un largo informe de ocho puntos, consideró que "un Perón nada sonriente dijo anoche lo que los peronistas moderados y casi todo el país quería oír. Dejando de lado los extremos, Perón convocó a todos los argentinos a dejarse de tonterías y ponerse a trabajar. Pidió sacrificio y una producción creciente, para un retorno al orden legal y una reconciliación nacional. (…) No hubo bombos, ni marchas peronistas ni estribillos. De hecho ninguno de los adornos, o arengas demagógicas que duraban horas, típicas de otros tiempos. No fue un discurso para sus seguidores peronistas, fue un discurso para todos los argentinos (…) En una clara advertencia a los terroristas, dijo que hay un límite para la paciencia del pueblo argentino y el movimiento peronista". Según el punto 7º, el discurso de Perón fue "eminentemente sensible y moderado, no fue lo que los extremos de izquierda y derecha querían oír. Más aún, Perón dijo que éstos debían volver al centro o enfrentar las consecuencias. No fue por accidente que López Rega y Lastiri, dos moderados, estaban detrás de él, mientras habló, o que recibió a los moderados ministros Gelbard, Benítez y Taiana, durante el día, excluyendo al ministro del Interior, Righi".
Juan Domingo Perón visitó a Ricardo Balbín. La conspiración
El domingo 24 de junio de 1973, inexplicablemente, Cámpora y sus acólitos expresaron en reiteradas ocasiones que una vez establecido el gobierno constitucional, las organizaciones armadas perderían la razón de su existencia y dejarían de operar. Lo afirmaban, mientras los cuadros principales de todas las organizaciones terroristas sostenían lo contrario.
Para el gobierno de Héctor Cámpora, sin violencia de arriba no habría violencia de abajo y se viviría en un clima de paz. ¿Paz? Regia un gobierno constitucional pero seguían actuando las organizaciones armadas. Ese domingo 24 de junio, La Opinión informaba que no habían novedades de los paraderos de cuatro empresarios secuestrados: John Thomson, presidente de Firestone Argentina por quien pedían 1.500 millones de pesos y se pagó 1.000.000 de dólares; Charles A. Lockwood, un empresario británico que llevaba más de tres semanas de desaparecido (se abonaron 2.300.000 dólares al PRT-ERP por su liberación); Kart Gerbhart, un alemán, gerente general de Silvana S.A. y en Córdoba había sido secuestrado por grupos armados en plena calle Manuel Ciriaco Barrado, un empresario de una fábrica de papel. Todo esto mientras el gobierno preparaba una ley de inversiones extranjeras.
Con el total desconocimiento de Cámpora, la historia comenzaba a trazarse en otro lado, durante el que mantuvo Perón con el líder del radicalismo, Ricardo Balbín, el 24 de junio en el ámbito del Congreso de la Nación, dejando de lado al presidente Cámpora y el ministro del Interior. El encuentro se iba a realizar en la casa de Balbín en La Plata, como devolución a la visita que el jefe radical hizo a la casa de Gaspar Campos el 19 de noviembre de 1972, pero por razones de seguridad se concretó en las oficinas de Antonio Tróccoli, jefe del bloque de diputados de la Unión Cívica Radical. Oficiaron de mediadores el propio Tróccoli y el presidente de la Cámara Baja, Raúl Lastiri.
Hablaron a solas pero en la Argentina casi no hay secretos. Al día siguiente, la embajada de los Estados Unidos de Norteamérica informó a la Secretaría de Estado que se habían reunido en "privado" y que se discutieron "medios y formas de cooperación". El embajador Lodge resaltó que Balbín había puesto en evidencia que "una nueva era de consenso político está comenzando en la Argentina" y que al término de la conversación los dos líderes fueron homenajeados por políticos de ambos sectores en una "atmósfera de gran cordialidad".
Sin embargo, Lodge comentó en el punto 4º del cable reservado Nº 4459: "Además de problemas tales como el control del terrorismo y las divisiones dentro del Movimiento, uno de los temas que más está presionando a Perón, es el de mantener la cooperación de otros partidos políticos especialmente la UCR. El hecho de que Perón haya visitado a Balbín poco después de su regreso, muestra a las claras que Perón tiene la intención de moverse rápidamente, en lo que hace a controlar este problema".
El largo tiempo transcurrido permite conocer una serie de cuestiones que en la época eran difíciles de saber, aunque sí se podían prever. Ricardo Balbín quedó anonadado por la forma de hablar de Perón sobre el gobierno de Cámpora. La feroz censura se abatió sobre el propio Cámpora y algunos de sus ministros, en especial Esteban Righi y el canciller Juan Carlos Puig. Perón fue directamente al grano: no estaba de acuerdo las ocupaciones a las oficinas públicas y de los excesos que se cometían a diario, y le dijo que se intimaría a los grupos armados para que se desarmen "y si no actuará la Policía que para eso está".
Balbín, desde unos días antes, estaba al tanto de algunos pensamientos de Perón a través de Jorge Osinde, pero nunca imaginó la profundidad y la vecindad de la crisis. Perón le adelantó que se habrían de producir cambios en el gobierno. "Claro, respondió Balbín, es de suponer que cuando se sancionen las modificaciones a la ley de ministerios, todos ofrecerán sus renuncias y entonces se producirán los cambios". La respuesta de Perón no se hizo esperar: "No, no podemos esperar tanto; tendrán que producirse ya mismo".
El médico Pedro Cossio entra en escena. Comienza el derrocamiento del presidente Héctor J. Cámpora
El martes 26 de junio de 1973 ocurrió lo inesperado: cerca de la 01.30 de la madrugada, Perón tuvo fuertes dolores de pecho. Mucho más intensos y duraderos a los que ya había sufrido a bordo del avión que lo trajo a la Argentina unos días antes. Llamado el doctor Pedro Cossio a media mañana, observó que había padecido un infarto agudo de miocardio. Hasta ese momento lo había atendido de urgencia el doctor Osvaldo Carena.
Cossio recetó reposo absoluto dentro de Gaspar Campos, pero el 28 registró "un episodio que, por sus características, se diagnostica y trata con éxito como pleuropericarditis aguda, con agitación y fiebre". A partir de ese instante, Pedro Ramón Cossio es integrado al equipo de su padre, para atender a Perón y, sin proponérselo, pasó a convertirse en un testigo privilegiado, porque estuvo durante doce días de 10 de la mañana a las 22 sin separarse del enfermo. Con el paso de los días, observo Cossio en su libro testimonial, el ex presidente a pesar de su convalecencia "pasaba varias horas del día dedicado a la lectura, generalmente de carpetas con textos escritos a máquina…". En esos días de junio, en medio de una visita médica en Gaspar Campos, Perón opinó que no estaba satisfecho con el gobierno de Cámpora "por haberse rodeado de gente que no era de su agrado, y mencionó concretamente al ministro del Interior, el doctor Esteban J. Righi…tampoco lo estaba 'del modo en que se había llevado a cabo la amnistía del 25 de mayo'". También vivió las vejaciones a Cámpora: en uno de esos días de junio en los noticieros se observa cómo el presidente de la Nación entraba a Gaspar Campos, mientras Cossio permanecía con Perón en la habitación del primer piso. Héctor Cámpora permanecía un rato en la planta baja, sin ser recibido, y al salir relataba al periodismo que había conversado con Perón y lo había encontrado muy bien. "Allí intuí -razonó el médico- que Cámpora dejaría pronto su investidura".
El martes 10 de julio a las 17.50, en la casona de Gaspar Campos, Perón se encontró a solas con el comandante en Jefe del Ejército. El encuentro había sido largamente buscado por el jefe del Ejército. Se conocieron en Morón y llegó a Gaspar Campos de la mano del jefe de la custodia Juan Esquer o de José Ignacio Rucci (en eso difieren las crónicas de la época). Durante el diálogo, el general Raúl Carcagno recibió una primicia de parte del dueño de casa: "Voy a hacerme cargo del gobierno y quiero que el Ejército lo sepa antes que nadie". Era toda una señal. Hablaron también de cuestiones personales como la restitución del grado militar porque el jefe militar portó una carpeta sobre esta cuestión que se hallaba demorada. En edición del 12 de julio de 1973, Ultima Clave relató algunos pasajes del encuentro entre Perón y el teniente general Raúl Carcagno: "No quiero un ejército peronista, el momento requiere un ejército comprometido con la realidad nacional. No estamos para caer en cosas ya superadas. ¡Qué homenajes, ni qué elogios! No, no, el momento nos llama a todos, y esas cosas ya no tienen lugar en nuestra Argentina…", dijo Perón. Luego habló de "la necesidad de crear un clima de tranquilidad en el país y de superar la imagen de desorden, agudizada en los últimos tiempos…".
Tras la renuncia del vicepresidente Vicente Solano Lima y, posteriormente, del presidente Héctor Cámpora se desarrolló un proceso de dos meses que culminó, el 23 de septiembre de 1973, con la victoria electoral de Juan Domingo Perón, para Presidente de la Nación, y su esposa Isabel de vicepresidenta. El coronel Damasco (en ese momento jefe de Granaderos) cuenta en sus memorias que Perón habló de integrar la fórmula electoral y que López Rega se interpuso. Más serios fueron los rumores de una fórmula compartida con el jefe radical Ricardo Balbín. En el medio el presidente de la Cámara Baja, Raúl Lastiri, ofició de Primer Mandatario. El 12 de octubre asumió por tercera vez la Presidencia de la Nación.
Luego de prestar juramento en el Congreso de la Nación, el nuevo presidente presidió un acto en la Plaza de Mayo y dirigió la palabra desde su clásico balcón de la Casa de Gobierno, defendido por un vidrio blindado.
El "Operativo Dorrego"
Una semana antes de que asumiera el nuevo Mandatario, el comandante en Jefe del Ejército, Raúl Carcagno, concretó una acción de tipo social en la provincia de Buenos Aires con miembros de la Juventud Peronista (la Tendencia), una de las ramas de organización armada Montoneros. Por el Ejército se presentó el jefe de la Vª Brigada de Caballería Blindada, coronel Albano Harguindeguy. En el informe final, nunca visto antes, Harguindeguy le expresa al su comandante del Primer Cuerpo, las siguientes conclusiones.
Perón tenía respeto profesional por el teniente general Carcagno pero se sentía más cómodo con el general Leandro Anaya, por eso lo reemplazó. A la hora de la decisión –a fines de diciembre de 1973- también pesó su descontento con el "Operativo Dorrego" al cual nunca asistió y su rechazo al coronel Jaime Cesio, la mano derecha de Carcagno. También ese fin de año designo al almirante Emilio Eduardo Massera como nuevo comandante de la Armada (tras un "ligero" apoyo del sindicalismo).
El corto período de la presidencia de Perón lo he retratado en varios libros. En los mismos he dejado reflejado que su estado físico; su enfrentamiento con Montoneros -cuyo punto determinante fue el 1º de Mayo de 1974, con la expulsión de la "Tendencia" de la Plaza de Mayo-y el viaje a Paraguay determinaron su final.
No me equivoco cuando afirmo que uno de sus días más felices de su última época fue cuando volvió al Colegio Militar de la Nación y vio su nombre en la columna de su Promoción. Lo contó él en varias ocasiones y me fue dicho por innumerables fuentes. Su imagen habla por sí solo.
Junio, el mes de las despedidas
El 3 de junio se anunció oficialmente que el presidente Juan Domingo Perón iniciaría el jueves 6 una visita oficial de dos días a Asunción del Paraguay. Al margen de la firma de un convenio de cooperación técnica y científica y de recibir el Collar "Mariscal Francisco Solano López" de la Orden Nacional al Mérito, para Perón significaba mucho más. Era su reivindicación: volvía como Presidente de la Nación después de tres décadas, ocasión en que el mandatario argentino devolvió algunos tesoros históricos que la Argentina había capturado en la guerra de la Triple Alianza. También había estado en Asunción en 1955 cuando fue derrocado por la Revolución Libertadora y tuvo que partir de allí como condición necesaria para que el gobierno de Pedro Eugenio Aramburu enviara un nuevo embajador argentino a Asunción. Al presidente Alfredo Stroessner ya lo había visto en diciembre del 72 luego de abandonar Buenos Aires tras su primer retorno a la Argentina que había comenzado el 17 de noviembre.
Durante toda la estadía en Asunción, Juan Domingo Perón fue acompañado por el jefe del equipo de médicos, Pedro Cossio (1900-1986), y seguido de cerca por el doctor Carlos A. Seara, un joven cardiólogo a quien los amigos lo llaman "Abrojo". Antes de integrar el grupo seleccionado por Cossio, Seara se había doctorado en la UBA y realizado un "Research Fellowship" en Cardiología en el John Hopkins Hospital, en Baltimore, EEUU.
Yofre: Ese viaje, esa descripción del Paraguay que vos hacés es emocionante.
Seara: El viaje a Paraguay fue de un stress soterrado porque yo me vi con dos médicos paraguayos y digo '¿Acá que hago?'. Imaginate estábamos ahí a un mes de que se muriera, podía pasar cualquier cosa. Estaba con Pedro Cossio (padre) que nos sentamos juntos. Y bueno, agotador, agotador, yo me preguntaba '¿Cómo es posible qué hagan esto? ¿Cómo es posible que hagan este disparate? ¿Cómo es posible?' ¡El peor enemigo! Yo jugaba al fútbol dos veces por semana, estaba entrenado y yo llegaba muerto al Hotel Guaraní. Dormía como en una suite y ahí había otra puerta donde dormía Perón con la puerta entreabierta y ahí al ladito dormía yo.
Yofre: ¿Con la puerta entreabierta?
Seara: Sí, con la puerta entreabierta para escucharlo.
El sábado 8, en la Casa de Gobierno, el primer mandatario se volvió a encontrar con Ricardo Balbín. El ministro Benito Llambí lo acompañó hasta el despacho presidencial y los dejó solos. La entrevista duró una hora y media y solo al final, cuando se analizaron cuestiones económicas, tomaron parte la vicepresidenta y el Ministro de Economía. Se habló sobre diferentes asuntos. El futuro de los canales de televisión fue uno de ellos. Balbín relató a los periodistas que sobre radiofonía y televisión "no hay nada resuelto, por el contrario, el tema será tratado en la misma forma que otras leyes fundamentales, en el Parlamento". También trazó sin abundar una agenda con otras cuestiones que había conversado con el presidente. La situación económica y el desabastecimiento; la violencia terrorista, en el que "hubo coincidencia en la necesidad de que con buena voluntad erradiquemos el peligro" y algunas situaciones institucionales provinciales.
Con los días algunos momentos del encuentro Perón-Balbín se fueron filtrando como resultado de las confesiones íntimas a personajes de uno y otro lado. Según relato el Informe Político Semanal Última Clave, de circulación reservada, ante una pregunta del líder radical sobre su salud, el primer mandatario comentó que "me siento bien, aunque es un invierno un poco duro nada más". Años más tarde, el 31 de julio de 1980, Ricardo Balbín le admitió al historiador estadounidense Joseph Page que Perón le dijo "me muero". Balbín le dio una serie de sugerencias políticas que Perón anotó prolijamente.
En presencia de Isabel y el Ministro de Economía, Balbín hizo referencia al Pacto Social o a "la política de ingresos" que algunos sectores tratan de "erosionar". Ya en el Comité Nacional, Balbín expreso a unos muy pocos allegados que ésta había sido la entrevista más "delicada" de la que había tenido con Perón. Más tarde le contaría a Heriberto Kahn que para él había sido "la mejor reunión de todas las que tuvieron. Fue además el único encuentro durante el cual el entonces presidente tomó nota sobre la mayoría de las correcciones que proponía el líder radical".
El miércoles 12 de junio, tal como se había anunciado, a las 11.32 desde el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, Perón dirigió un corto discurso en el que comenzó diciendo que iba a hablar "sin eufemismos y sin reservas mentales" y aludió a los problemas políticos que afectaban la marcha de su gobierno y anunció su intención de dejar su "puesto", en el caso de no recibir un apoyo masivo del pueblo a su política.
La frase que pegó como un llamado de atención fue cuando adelantó que "no titubeará ni un minuto en dejar su puesto a quienes puedan gobernar mejor". A partir de ese momento las 62 Organizaciones decretaron el estado de movilización "para fortalecer la gestión del excelentísimo señor presidente". Bajo la consigna "con Perón todo, sin Perón nada", a las 12.45, los principales gremios comenzaron a convocar a la gente a la Plaza de Mayo.
A las 17.12, Perón que había llegado en helicóptero a la Casa Rosada, se asomó a los balcones de la Casa Rosada y la Plaza de Mayo, cubierta por una marea humana, explotó. La temperatura era de menos de 10 grados. Se mantuvo en silencio, mirando la multitud y saludando con su característico levantar de brazos, durante casi diez minutos. A las 17.20 exclamó "compañeros", respondido por una aclamación atronadora y prolongada, dando comienzo a un discurso que se prolongó durante 24 minutos:
"Creo que ha llegado la hora de que pongamos las cosas en claro. Estamos luchando por superar lo que nos han dejado en la República y, en esa lucha, no debe faltar un solo argentino que tenga el corazón bien templado".
Lo sustancial, aquello que quedó guardado en la memoria de los que estuvieron presentes, fue su despedida: "Compañeros: esta concentración popular, me da el respaldo y la contestación a cuanto dije esta mañana. Por eso deseo agradecerles la molestia que se han tomado de llegar hasta esta Plaza. Llevaré grabado en mi retina este maravilloso espectáculo, en que el Pueblo trabajador de la ciudad y de la provincia de Buenos Aires, me trae el mensaje que yo necesito…yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del Pueblo Argentino".
Ahí se la ve a Isabel saludando a la gente antes de que el Presidente de la Nación comience a hablar. Faltaba menos de un mes para que él falleciera y asumiera. En el medio Isabel viajó a Ginebra y Madrid y retornó de urgencia dado el agravamiento de la salud de su marido. El 1º de julio de 1974 tomaba la posta que le dejaba Perón.
Isabel iba a gobernar casi un año y medio en las peores condiciones, teniendo a su lado a José López Rega, en un momento el funcionario más poderoso del gobierno y poco más tarde -julio de 1975- el más resistido. Tuvo que abandonar la Argentina con un título de embajador ante el Mundo, cargo inventado para salir del atolladero.
Después de más de un año de vigilar de cerca la presencia del PRT-ERP en Tucumán, se le ordenó al Ejército su intervención directa. El Poder Ejecutivo pasó a la ofensiva: el 5 de febrero de 1975, Isabel Perón firmó, en Acuerdo General de Ministros, el decreto Nº 261 que decía en lo sustancial: "El comando General del Ejército procederá a ejecutar las acciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos que actúan en la provincia de Tucumán". Según el artículo 23 de la Constitución Nacional quedaron suspendidas las garantías constitucionales.
Una obligada aclaración: el Ejército no sólo iba a combatir contra guerrilleros argentinos, sino también extranjeros. Había unos pocos europeos y estadounidenses, pero la mayoría eran latinoamericanos pertenecientes al MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) de Chile, el ELN (Ejército de Liberación Nacional) de Bolivia y MLN-T (Tupamaros) de Uruguay. Todos ligados en la JCR (Junta Coordinadora Revolucionaria). Muchos meses más tarde, la contrapartida fue la creación del "Plan Cóndor".
En septiembre de 1975, cuando el PRT-ERP vio que no podía triunfar "ofreció" un "alto el fuego" en un escrito dirigido a los senadores y diputados. El contenido del texto manifiesta una gran mentira al sostenerse que el ERP obtenía victorias en la selva tucumana (para ellos su Sierra Maestra). El Gobierno Nacional no respondió.
A fines de mayo de 1975 las comisiones paritarias (alrededor de 500) habían terminado las discusiones obrero-patronales, fijando los nuevos convenios colectivos de trabajo, entre otras cuestiones, los sueldos. En realidad debían comenzar a regir el 1º de junio, pero todos se negaban a homologarlos (38 % de ajuste) por temor a quedarse cortos con los precios.
Tenían razón. Presentían un terremoto. Con el público y decidido apoyo de López Rega, el lunes 2 de junio arribó Celestino Rodrigo a la Casa Rosada para hacerse cargo de la cartera de Economía. Como avizorando su futuro llegó desde Caballito en subterráneo. Tres días más tarde, jueves 5 de junio de 1975, dio a conocer su plan, lo que se conoció como "el Rodrigazo" : aumentó la paridad del dólar un 100%; la nafta 175%; electricidad 75% y otras tarifas en igual, o mayor, medida. Las góndolas de los supermercados quedaron vacías debido al acaparamiento de los productos. "Si no hiciéramos esto, dijo Rodrigo, la mejor industria del país sería la importación de máquinas para fabricar papel moneda. Mañana me matan o mañana empezamos a hacer las cosas bien".
En otro momento, como señalando al ex Ministro Alfredo Gómez Morales y al sindicalismo, señaló que "los argentinos no tomamos conciencia de la crisis mundial y seguimos un camino dislocado de irrealismo, continuando con la falsa ilusión enfermiza de prosperidad". La ciudadanía quedó paralizada.
Los once días que mediaron entre el jueves 5 de junio (en que se da a conocer el plan) y el lunes 16 (día del encuentro Isabel Perón-Balbín) fueron febriles, con la dirigencia sindical rechazando las medidas y la temperatura política en aumento. Además, varios de los actores principales estaban fuera del escenario. Los sindicalistas Lorenzo Miguel y Casildo Herreras habían viajado a Ginebra para participar en las reuniones de la Organización Internacional del Trabajo. Tal como lo hizo en enero último, el miércoles 11 de junio de 1975, López Rega tomó distancia viajando a Río de Janeiro, con la excusa de estar mal de salud: "La emoción me hace subir el azúcar y el azúcar me está terminando la vida, pero con todo gusto lo haría las 24 horas del día, si supiera siempre que esto sería una forma de expresar al país. Señores, las conversaciones, los versos y las guitarreadas ya no caminan más".
En junio el costo de la vida se elevó a 21 por ciento y en julio el treinta y cinco.
El viernes 20 de junio, López Rega retornó a la escena oficial. La presidenta va a Aeroparque para darle la bienvenida y por la tarde le organizó un té en Olivos con todos los ministros. Según las crónicas de la época, el ministro de Bienestar Social, dijo: "Mi salud está bien. He retornado con ánimo y fuerza renovadora para darles duro a quienes no quieren colaborar con la Patria; y a los que tengan la cabeza dura les vamos a encontrar una maza adecuada a su dureza: el quebracho de la Argentina es muy bueno".
A las 23.20 del viernes 4 de julio, el presidente del bloque justicialista, Ferdinando Pedrini, dijo: "En estos momentos se ha decretado un paro general por 48 horas". Mientras el ministro de Economía, Celestino Rodrigo, se levantaba de la sesión para atender la crisis que se avecinaba, Pedrini les recriminó a los diputados que querían seguir interpelándolo: "Déjenlo que se vaya. ¿Para qué seguir pegándole?". La huelga, para exigir la homologación de los convenios paritarios, se realizó a partir de las 0 horas del lunes 7, abarcando todas las actividades. Era la primera vez en treinta años que el sindicalismo peronista le hacía un paro a un gobierno de origen peronista.
La crisis concluyó con la partida de López Rega, Celestino Rodrigo. El 19 de julio, Celestino Rodrigo renunció, poniendo fin a sus 49 días de gestión en el Ministerio de Economía. Previo interinato de Corvalán Nanclares, el 22 juró Pedro Bonani, un ex funcionario de Perón en su primer y segundo período presidencial, vinculado al sector financiero, alejado de la política en los últimos veinte años. Sólo duraría 21 días. Llegaba la hora de Antonio Cafiero como Ministro de Economía que no pudo detener la inflación y renunció seis meses más tarde.
La otra crisis, la militar
En agosto se desató la interna castrense. Tras la salida de Anaya llegó el teniente general Alberto Numa Laplane, el jefe del "profesionalismo integrado" (al gobierno). Duró apenas cinco meses y tras su partida asumió, con el apoyo del generalato, Jorge Rafael Videla.
Tras agosto llegó septiembre e Isabel cayó enferma. Tomo licencia presidencial y se recluyó en Ascochinga, Córdoba. Asumió el senador Ítalo Argentino Lúder. Durante su corto período presidencial, Luder fue instado por diversos dirigentes políticos a que asumiera definitivamente la primera magistratura. En un gesto personal rechazó todos los ofrecimientos con el argumento de que no quería pasar a la historia como habiendo traicionado a la viuda de Perón.
"Operativo Primicia". Ataque de Montoneros a un cuartel militar en Formosa
El domingo 5 de octubre de 1975, Montoneros realizó un ataque al Regimiento 29 de Infantería, en Formosa. Por primera y última vez, intentó ocupar un cuartel del Ejército. El estratega del "Operativo Primicia" fue Raúl Clemente Yaguer. Más conocido como "Roque" o "Mario". Pero el que lo comandó fue "El Jote" o "Sebastián" Mario Lorenzo Konkurat. La conducción de Montoneros decidió poner de manifiesto con mayor notoriedad su enfrentamiento con las Fuerzas Armadas y obligar a la conducción política y militar argentina a aceptar que la nación se encontraba en guerra. Por otra parte, sentían la necesidad de competir por el liderazgo del terrorismo en la Argentina con el PRT-ERP. La selección del objetivo a atacar, se facilitó al detectar a un soldado (Luis Roberto Mayol) que estaba cumpliendo el servicio militar en el Regimiento de Infantería de Monte, en Formosa, y se hallaba dispuesto a colaborar con la organización para el logro de su ataque.
En resumen, Montoneros empleó cerca de un centenar de efectivos y más de 10 vehículos. En el hecho, el Ejército perdió 10 soldados y un oficial (subteniente Masaferro) y un suboficial. Los terroristas perdieron 16 efectivos. El número de heridos fue mayor. Sólo pudieron robar 18 fusiles FAL y un FAP de los 200 que había en la Unidad. La huída se realizó en dos aviones desde el aeropuerto "El Pucú" (Formosa). Un Cessna que aterrizó en una arrocera en Nueva Valencia, Corrientes, y un Boeing 737, secuestrado a Aerolíneas Argentinas, que bajó en una pista improvisada entre las localidades de Susana y Rafaela, Santa Fe. Raúl Clemente Yaguer, el jefe de la Operación pudo escapar.
Finalmente, el martes 7 de octubre, Ítalo Argentino Luder y Ángel Federico Robledo pudieron trasladarse, separadamente, a Ascochinga para dialogar con la presidenta. Está claro que los contactos se realizaron, principalmente, para considerar el grave asalto de Montoneros a una guarnición militar en Formosa. Horas más tarde el gobierno tomó medidas extremas. Al mismo tiempo, según Heriberto Kahn, uno de los periodistas con mejores contactos en las Fuerzas Armadas, escribió: "…en las conducciones castrenses parece haberse llegado a una conclusión que es ya irreversible: el país -y mucho menos una nación en pié de guerra, como lo está la Argentina- no puede continuar soportando una atmósfera de incertidumbre política como la que ahoga a la república". La respuesta presidencial se conoció escasas horas más tarde, a través de una filtración: Isabel Perón volvería el lunes 13 de octubre a la Capital, para reasumir el 16 y presidir el acto del viernes 17 de Octubre.
El 8 de octubre de 1975, el presidente (interino) Luder promovió la formación del Consejo de Defensa Nacional, como una forma de frenar la violencia terrorista. A pesar de la tibia oposición de algunos de sus ministros (como Corvalán Nanclares), se creó el Consejo durante una reunión de gabinete en la que se trató la dimensión de la cuestión subversiva. Al finalizar, Luder le deslizó a un amigo: "Hay tres formas de llevar adelante la guerra antisubversiva. Una, con poca eficiencia y poco costo político; otra, mediana eficiencia y mediano costo político y la tercera mucha eficiencia y mucho costo político. ¿Qué decidimos? Muy simple, la tercera: alta eficiencia y alto costo político". Se ordenó "aniquilar" (destruir, suprimir, exterminar) y no el término "neutralizar" (hacer neutral una situación, frenar, paralizar al enemigo).
El viernes 17 de octubre de 1975 amaneció soleado y caluroso. Isabel Perón se asomó al balcón de la Plaza de Mayo avanzada la tarde. Columnas obreras, prolijamente encuadradas detrás de los distintivos de sus organizaciones, la ovacionaron al grito "Si la tocan a Isabel habrá guerra sin cuartel". Desde el lugar en que tantas veces habían improvisado Perón y Eva Perón, la presidente con su estilo y voz crispada leyó un discurso moderado, dicen, preparado por Ángel Federico Robledo. No anunció ninguna mejora salarial, pero prometió combatir la inmoralidad y no criticó a ningún sector del partido. Fue un "discurso de tono conciliador", observó Clarín.
En esos días, un observador privilegiado como Robert Hill, embajador de los Estados Unidos, informó al Departamento de Estado, respecto de Isabel Perón: "Su autoridad y posición está tan socavada que no puede tomar las riendas del poder. La manera en que deje estas riendas, de buena voluntad, tendrá mucho que ver con quién la reemplazará. En caso de que retorne el 17 de octubre a retomar la presidencia y se dedique a gobernar, poco después tendría lugar un golpe militar, posiblemente hacia fin de año".
En las horas que Hill dictaba el informe, todavía no habían trascendido los comentarios de la prolongada reunión que la presidenta mantuvo el mediodía del jueves 16 con Ítalo Luder, Antonio Cafiero, Ángel Robledo, Julio González, Pedro Eladio Vázquez, Lorenzo Miguel y Casildo Herreras. Durante la cumbre, Isabel de Perón elogió "cálidamente" a José López Rega y resaltó el "patriotismo y la lealtad" de los doctores Julio González y Pedro Eladio Vázquez, y del ex ministro del Interior coronel ( RE) Vicente Damasco. Los detalles fueron conocidos por el líder radical Ricardo Balbín, quien consideró reservadamente que el radicalismo debería asumir una actitud implacablemente opositora. Las más altas autoridades partidarias consideran que el proceso ingresó en su "etapa más crítica" y que la estabilidad institucional hace necesaria "un renunciamiento patriótico" de la presidenta (palabras pronunciadas por el ex presidente Arturo Illia).
Termina a toda orquesta el año 1975
Las noticias catastróficas desbordaban las tapas de los diarios. En solo treinta días habían ocurrido hechos gravísimos: un general retirado y su esposa fueron asesinados por Montoneros; un sector de la Fuerza Aérea se sublevó y su comandante general tuvo que pasar a retiro; combatientes del ERP habían atacado un depósito de arsenales del Ejército a pocos kilómetros del centro de Buenos Aires; la crisis interna dentro del justicialismo no daba abasto y la economía había detonado. La inflación devoraba todo en su alocada carrera. El sábado 27 de diciembre, en horas de la madrugada, la casa del líder de la oposición -Ricardo Balbín- sufrió un atentado, del que salió ileso. Pero faltaba algo más: En la última semana el periodista del diario Crónica de Río Gallegos, Tabaré Fernando Areas le hizo un reportaje al general ( RE ) Ernesto Fatigatti, vicepresidente de la Cruzada de Solidaridad. Desde varios meses antes, la organización que intentó reemplazar a la Fundación Eva Perón, estaba bajo la lupa, acusada de irregularidades. La presidente de la fundación era al mismo tiempo la Presidente de la Nación que había librado un cheque para pagar gastos privados. Las declaraciones de Fatigatti dieron vuelta por todos los medios argentinos. Aunque quisiera desmentirlas (cosa que intentó), era imposible porque habían sido grabadas. Entre otras cosas el viejo general (leal al ex presidente Juan Perón durante la revolución de setiembre de 1955) dijo: "El asunto de la firma del cheque fue más o menos así: antes de que Perón muriera, le pidió a su mujer que asegurase un buen pasar, por una cuestión de afecto, a las hermanas de Eva Perón. Ella quiso cumplir con ese deseo y no recuerdo bien si fue anticipándose al dictamen del juez, para que les entregara el dinero que les correspondía. Como en ese momento la presidente no tenía dinero, le planteó el caso al ministro Antonio Benítez y él le dijo que podía disponer del dinero de la Cruzada, que luego sería repuesto. Con ese asesoramiento la señora firmó. Cuando Julio González y otros allegados le hicieron ver el error, tuvo una crisis nerviosa y hasta lloró por eso, que no estaba bien". El remate de la frase fue lo mejor: "En todas partes hay gente que para entrar en una venta toca a fulano o a mengano y le da una comisión. Es cuestión de ir ajustando para que esto no suceda. De modo que no es nada difícil que haya habido cosas incorrectas".
La causa del manejo de fondos en el Ministerio de Bienestar Social hizo que José López Rega fuera declarado prófugo de la Justicia argentina. La causa por el manejo de fondos en la Cruzada de Solidaridad originó el pedido de juicio político a la presidente María Estela Martínez de Perón. Ante la repercusión del reportaje a Fatigatti, el gobierno respondió que los medios practicaban el "terrorismo periodístico".
El 10 de marzo de 1976, hablando con sindicalistas, Isabel entre otras cosas, dijo: "Muchachos, no me lo silben mucho al pobre Mondelli". En ese preciso momento, la cámara fotográfica registró para la historia a Isabel Perón, haciendo un ademán hacia el ministro (que cerró los ojos ruborizado) y Herreras que lo mira taimadamente. Lorenzo Miguel esboza una inusual sonrisa.
Ese mismo miércoles por la mañana dirigentes de la Unión Cívica Radical proceden a retirar, en reserva, fondos partidarios de los bancos, como así también sacan de las oficinas del Comité Nacional documentos privados (apuntes del autor de fecha 10 de marzo de 1976).
Un simple dato revela el clima de inestabilidad que vivía la Argentina: desde el 1º de julio de 1974, día en que asumió Isabel Perón, hasta el 24 de marzo de 1976, los gabinetes se sucedieron uno tras otro. "Un ministro cada 25 días", informó la editorial Atlántida. Hasta el 24 de marzo de 1976, pasaron por el ministerio de Economía José Ber Gelbard, Alfredo Gómez Morales, Celestino Rodrigo, Pedro Bonani, Antonio Cafiero y, por último, Emilio Mondelli. Tiempos sin costumbres, tiempos sin ley.
El país se había tornado incontrolable y todos -o casi todos- fueron a golpear a la puerta de los cuarteles: muchos peronistas; demasiados radicales (entre otros Ricardo Balbín y Raúl Alfonsín); líderes conservadores; empresarios y hombres de la Iglesia.
Fin del secreto: encuentro de Videla y Viola con Ricardo Balbín. "Terminen con esta agonía"
La entrevista de Jorge Rafael Videla con Ricardo Balbín se realizó en la casa del periodista Alberto Jesús "Piqui" Gabrielli, en la calle Ombú 3054 de Barrio Parque. "Había sido mi casa desde chico. La casa de mis padres. Yo ya vivía allí porque papá murió a los 59 años, en el 70. Entonces mamá compró otra casa y yo me quedé a vivir ahí con mi mujer. Es una casa de ladrillo a la vista. Dos ventanas al frente. Tanto uno como el otro querían un lugar neutral para reunirse. Balbín no iba a ir al Comando en Jefe. Balbín, aceptó que mi casa lo era, porque yo era un periodista y mi grupo era de periodistas (Consejo Editorial Argentino. También lo integraban, entre otros, Mariano Grondona, Horacio Agulla y Bernardo Neustadt. Gabrieli fue director de Primera Plana y Competencia) . Entonces mi cuñado Carlos (Dalla Tea) me dijo que por favor no hubiese nadie. Tenía la ventaja en casa de que yo abría las puertas y el auto entraba. Primero llegó Balbín, acompañado por otro señor mayor que no recuerdo quién era, y pasó a la biblioteca que tenía enfrente en la casa. El general Carlos Dalla Tea arribó primero y me dice que estaban llegando, que abra las puertas. Tenía un handy o algo así. Abrí y entró manejando Viola, creo, y Videla en el mismo auto. Un auto particular cualquiera. Bajaron los dos y entraron a la biblioteca para hablar con Balbín. Allí, lo que uno rescata, es que Balbín dijo: "Si ya lo tienen decidido, que sea cuanto antes". Y era muy cerca. Ya era marzo.
"Estaban vestidos de civil. Yo estuve un rato, pero salía como para decir 'hablen lo que quieran'. Por eso no puedo hablar del hilo de la conversación. Pero ellos estaban explicando que era una situación insostenible, hablaban de lo que pasaba con la subversión, de las dificultades del gobierno de Isabel… Hoy no nos acordamos, pero era muy difícil".
Hasta aquí hablo "Piqui" Gabrielli. Ahora lo que me contó Jorge Rafael Videla, en febrero de 2006 (Fue en su casa de la avenida Cabildo, el mismo día que lo conocí y hablamos off the record. Videla estaba con detención domiciliaria)Y el informe soviético que le puso la fecha al encuentro.
En un encuentro reservado que podemos ubicar en febrero de 1976, el titular de la Unión Cívica Radical me pidió conversar reservadamente. Un amigo común ofreció su casa, un lugar neutral. Luego de las presentaciones de rigor, el dueño de casa amago retirarse. "De ninguna manera", dijeron casi al unísono los dos. Pasados los años, Videla me confió lo sustancial del encuentro. Palabras más, palabras menos:
–Balbín: General, yo estoy más allá del bien y del mal. Me siento muy mal, estoy afligido. Esta situación no da más. ¿Van a hacer el golpe? ¿Sí o no? ¿Cuándo?
-Videla: Doctor, si usted quiere que le dé una fecha, un plan de gobierno, siento decepcionarlo porque no sé. No está definido. Ahora, si esto se derrumba pondremos la mano para que la pera no se estrelle contra el piso.
-Balbín: Si van a hacer lo que pienso que van a hacer, háganlo cuanto antes. Terminen con esta agonía. Ahora, general, no espere que salga a aplaudirlos. Por mi educación, mi militancia, no puedo aceptar un golpe de Estado.
En el archivo del Departamento 52 de la Inteligencia checoslovaca encontré una nota del Departamento 52 que acompaña el informe que denominé "adjunto argentina" , cuyo texto dice lo siguiente: "Enviamos en forma de adjunto el informe La preparación del golpe militar en la Argentina, obtenido de los amigos soviéticos". Es importante porque el KGB tenía con más de un mes de antelación la decisión militar de derrocar a Isabel y, establece, además una fecha del encuentro Videla-Balbín. El resto del texto constituye una interpretación sobre los papeles de Videla y Viola en las cercanías del poder. La gran pregunta es: ¿Quién le informó a los soviéticos?
De alta confidencialidad
Adjunto del N° de ref.: A-00132717-76
La preparación del golpe militar en la Argentina
La conducción de las Fuerzas Armadas argentinas llegó a la conclusión de que se agotaron los medios legales para resolver la crisis interna por intermedio de la vía constitucional. El Jefe del Estado Mayor del Ejército Argentino, el general Videla, informó el 4 de febrero del año en curso al líder del Partido Radical opositor, Ricardo Balbín, respecto a que las Fuerzas Armadas decidieron tomar el poder del Estado. Se supone que el Congreso será disuelto, la actividad de los sindicatos –la Confederación General de Trabajo– se interrumpirá temporalmente. (La Confederación General de Trabajo debería ser reorganizada; y se les pedirá a los representantes de las principales cinco uniones de sindicatos que propongan nuevos candidatos para los puestos dirigentes). Se le atribuye una gran importancia al extremismo y el terrorismo político. No se debería instaurar un régimen de tipo chileno, ya que según la opinión de los representantes militares argentinos, la junta chilena no llegó a resolver ningún problema que se le presentó. La reunión reciente del Estado Mayor con presencia de los cuatro comandantes en Jefe de los cuerpos militares trató sobre los detalles concretos de la organización del golpe (La agenda de Harguindeguy tiene anotada el 3 de febrero de 1976 "reunión de altos mandos". Él no participó porque solo asistieron los generales de división). Se tomó la decisión de que encabezará el golpe el general con la cantidad mayor de años de servicio activo. Debido a que el general con mayor cantidad de años de servicio –el general Jorge Videla- quedó desacreditado, porque pidió que la presidenta M.E. Martínez de Perón abandonara en forma radical su función. Por dicha razón deberá ir a retiro, para que pueda encabezar el gobierno militar el general Viola.
Volviendo al comienzo
Isabel Perón fue derrocada la madrugada del 24 de marzo de 1976 . Con un ardid fue detenida en el aeropuerto de Aeroparque por tres altos oficiales de las Fuerzas Armadas. Un avión militar la trasladó inmediatamente a la residencia El Messidor, cercana al lago Nahuel Huapi. Cuando los militares se asentaron en el poder la juzgaron por el cheque de la Cruzada de la Solidaridad. Más tarde fue trasladada a la base naval "Juan Bautista Azopardo" de Azul, provincia de Buenos Aires y por último en la quinta de San Vicente, propiedad del ex presidente Juan Domingo Perón.
Isabel fue acusada de distintos delitos que se fueron cayendo uno a uno ante diferentes estrados judiciales. Algunos -en la Argentina de 2011-harían estallar una sonora carcajada en la sociedad. Una primera argumentaba "la imputación dirigida por la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas" contra María Estela Martínez de Perón y otras siete personas "y contra tres otras personas fallecidas en el curso de este proceso", por "haber obsequiado los Directores del Banco Ciudad de Buenos Aires a la que fuera Presidente de la Nación, cuando lo era, dos piezas de piedra dura y un collar de oro con ojo de tigre, y a quien fuera Presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, señor Raúl Lastiri, dos cuadros –óleo sobre tela – de un conocido pintor argentino" (Vicente Forte). El juez que tuvo que entender en la causa sobreseyó a todos el 22 de febrero de 1980, con una larga sentencia no menos ingeniosa. La escribió Pedro Narvaiz, "Pedrito" para los amigos. Luego de varias consideraciones dijo: "Seguramente, en los folios que quedan atrás (eran 614) y las horas de trabajo que su confección ha llevado, se ha de haber gastado casi tanto cuanto costaron los lícitos -bien que inoportunos, pues al país no le sobraba entonces dinero para andarse con cumplidos y regalos- obsequios que motivaron este juicio.
Más tarde se la acuso por peculado con los fondos reservados. La carátula era la Nº 16.583, contra "María Estela Martínez de Perón, Julio Carlos González y Luís Miguel Caballero". El juez Rafael "Lalo" Sarmiento dictó prisión preventiva en abril de 1978 en orden al delito de peculado, malversación de caudales públicos, a través de una sentencia de media carilla, en un expediente plagado de testimonios y abundantes pruebas "condenatorias". Entre las tantas "pruebas" están las boletas de compra por parte de la Presidencia de la Nación de "2 almendras peladas de 200 gramos cada una" por 59.90 pesos (10 de abril de 1975); "200 gramos de avellanas a 46 pesos", en "Aromas SA" (28 de abril de 1975); "150 gramos de jamón cocido y 150 gramos de jamón crudo (45 pesos)" en la "Confitería del Molino" (26 de mayo de 1975) y una bolsa de "caramelos especiales" en la "Casa Bonafide" (16 de junio de 1975) (fotos de las boletas en el archivo del autor). Un ejemplo de "corrupción" en la causa:
En esta causa Isabel va a salir indemne. Primero fue sobreseída el 4 de febrero de 1981 (día del cumpleaños de Isabel) por el juez federal Martín Anzoátegui que fundamentó la revocatoria de la prisión preventiva basándose en los principios de "legalidad" y "reserva" (artículos 18 y 19 de la Constitución Nacional) por cuanto los cargos "no alcanzan a configurar delito alguno del derecho penal por resultar atípicos, y en tal sentido habré de pronunciarme revocando por contrario imperio el auto de prisión preventiva dictado en su contra". La sentencia causó un escándalo por parte de la -Sala I de la Cámara Federal- que la rechazó -integrada por los doctores Mantarás, Montoya y Rodríguez Araya-. El rechazo, el 15 de abril de 1981, generó que Anzoátegui pidiera el juicio político a la Cámara por sus términos descalificantes y a su vez solicitó su propio juicio político, pero la Corte Suprema de Justicia desechó ambos. Al ser rechazada la sentencia de Anzoátegui, los camaristas resolvieron "remitir estas actuaciones para su ulterior tramitación al señor Juez Federal que sigue en orden de turno". La causa cayó en "Pedrito" Narvaiz que, si bien contaba entre sus pergaminos haber pertenecido a la Cámara Federal Penal que juzgó al terrorismo entre 1971-1973 (lo mismo que Martín Anzoátegui), era mirado con desconfianza por el Ministro de Justicia por estar divorciado ("Situación Irregular Familiar").
De todos los cargos que se le hicieron, quedaron firmes las condenas por los cheques de la Cruzada de la Solidaridad (juez federal Norberto Giletta), donde se había cerrado la causa y luego volvió a abrirse, y otra por una donación irregular de un inmueble del Estado (juez federal Pedro Narvaiz). El famoso inmueble había sido confiscado por el Estado a la familia Bemberg durante el gobierno de Perón. El mismo es donado a la Fundación Eva Perón, varios años antes de 1955. Lo que hizo Isabel fue devolverlo al Estado y donarlo al Partido Justicialista. La causa no cayó en la prescripción porque Giletta la había condenado en la causa de la Cruzada. El juez federal Pedro Narvaiz, sacó la cuenta de la condena por el inmueble, la sumó a la del juez Giletta y consolidó las condenas. Como había cumplido dos tercios de las mismas decretó su excarcelación. El fiscal Julio César Strassera no apeló y por extensión el dictamen benefició a José López Rega, Carlos Villone y al ex asesor José Miguel "Gordo" Vanni.
Su día de partida a Madrid fue el 9 de julio, mientras se festejaba con aires marciales el Día de la Declaración de la Independencia. Estaba claro que los militares no entendían del valor de los símbolos, sino tendrían que haberle elegido otra fecha para su partida.
Al respecto, Hernán Pereyra, columnista de la agencia UPI, escribió en Buenos Aires, el 7 de julio de 1981, que "el fracaso de los cinco años de gobierno militar, entendido como la imposibilidad de que la Argentina crezca económicamente y encuentre un sistema político estable, ha devuelto a Isabel Martínez parte de su prestigio perdido. […] La situación económica y política del país, signada por una crisis definida como la peor en los últimos 50 años, no parece ser hoy mejor que en 1976, y algunos la definen como peor". La tapa del semanario Somos, muy próximo al régimen castrense, en su número 251, del 10 de diciembre parecía sostener algo parecido. "Después de 6 años ¿todo sigue igual?". En la misma tapa, en un pequeño recuadro, aparecían las fotos de Ricardo Balbín y Deolindo Felipe Bittel, presidentes del radicalismo y el peronismo. Para los militares era el regreso de los viejos fantasmas que creían haber dejado atrás en la madrugada del 24 de marzo de 1976.
Finalmente, la delegación que subió en el vuelo 996 de Iberia, que partió a las 18.35, estuvo integrada por Arolinda Bonifatti (que se sentó junto a ella en la fila uno de Primera Clase), Arriola, Fabris, Horacio "Chacho" Bustos -incorporado para apoyar en algunas tareas al vocero de prensa- Magdalena Álvarez Seminario, Amelia Álvarez y Nélida "Cuca" Demarco.
María Estela Martínez de Perón salió de San Vicente rumbo a Ezeiza en un helicóptero, junto con Arriola y Fabris. Cuando despegó pudo ver a un numeroso grupo que coreaba su nombre como en el pasado. Como sucedía en esos años la Fuerza Aérea tenía bajo su jurisdicción el aeropuerto internacional. Uno de los que viajaron con Isabel recuerda que se había presentado para coordinar la seguridad el brigadier Ataliva Fernández. Fue el jefe aeronáutico el que antes de desplegar a su gente en la estación aérea la hizo formar e impartió la siguiente orden: "Escuchen bien, al que la saluda como 'Presidenta' le corto las pelotas".