Vio todo lo que no quería ver y escuchó todo lo que nunca pensó escuchar. Gabriel Michi fue el primero en enterarse que José Luis Cabezas había muerto. El impacto fue tan grande que lo dejó sin lágrimas. No pudo llorar frente al peor cuadro que vio en su vida. La sensación de vacío que lo abordó cuando estuvo frente al cuerpo de José Luis quemado y esposado le secó la garganta. Cuando pasaron algunas horas y tomó noción de que su amigo y compañero había sido asesinado brutalmente, la angustia y el llanto se apoderaron de él.
Eran un equipo. Periodista y fotógrafo. Trabajaban para la revista Noticias y cubrían las temporadas de verano en la Costa Atlántica. En 1996 lograron ponerle rostro al poder detrás del poder. Ubicaron y fotografiaron al empresario Alfredo Yabrán. José Luis Cabezas tomó la fotografía que se convirtió en su sentencia de muerte. Gabriel Michi escribió una nota sobre las relaciones del empresario con el Estado y los negocios en las sombras. Esas líneas le pudieron costar la vida. Pero el apuntado fue el fotógrafo. El que apretó el botón que convirtió en foto un instante y en público a un personaje que se ufanaba de ser ignoto para la mayoría de la sociedad.
Gabriel Michi visitó el piso de InfobaeTV y contó qué le pasó a él y a la familia de José Luis Cabezas durante los últimos 20 años, dos décadas sin el fotógrafo que se convirtió en un símbolo de la libertad de expresión en Argentina. Puso en palabras el dolor. Habló de la actuación de la Justicia, del sufrimiento de la familia y del momento en que se enteró que su amigo había sido asesinado de dos disparos en la cabeza.
–¿Qué pasó durante estos 20 años después de la muerte de José Luis Cabezas? ¿Cómo lo vivieron vos, compañero de trabajo y amigo, y su familia?
–Hubo de todo en estos 20 años. Momentos de gran incertidumbre y después algunas certezas que iban apareciendo en torno al asesinato de José Luis. Condenas ejemplares a los asesinos tres años después del asesinato. Condenas a perpetua. Y después la vergüenza típica de la justicia argentina que por un fallo de la Cámara de Casación de la provincia de Buenos Aires se le redujo la condena a los asesinos. Hoy casi todos ellos están libres. Son 20 años de historia que están atravesados por las circunstancias que vivió la Argentina y con la sensación de que la justicia, por momentos por la presión pública o por la búsqueda real de justicia, avanza, y después retrocede a partir de las decisiones, a veces caprichosas, de jueces que van contra la corriente.
–¿Y en el plano personal? Porque a vos te tocó vivir el crimen de cerca
–Cuando uno es protagonista involuntario de la noticia, como me tocó ser a mí siendo periodista, entiende en cierta medida el otro lado del mostrador de la noticia. Ver el sufrimiento de la familia en las cosas cotidianas. Nosotros lo que solemos hacer como periodistas es entrar y salir de la vida de la gente cuando ocurre un hecho o cuando se cumple un aniversario. Así es nuestro trabajo. Yo lo viví del otro lado con la familia de José Luis y pude ver el desgarro cotidiano y colectivo. Con el crimen de José Luis aprendimos todos a ser un poco más rigurosos. Hacer un periodismo más riguroso, chequear la información. En estos 20 años uno siente que pese a que se logró conocer la verdad, la justicia no estuvo a la altura de las circunstancias.
–¿Quién era José Luis fuera de la redacción y del trabajo periodístico?
–Era una persona muy divertida. Que le gusta bromear, muchas veces relacionado con el trabajo pero también con cosas de la vida cotidiana. Un obsesivo que buscaba por todos los medios que su trabajo fuera lo más perfecto posible. Siempre se trataba de superar a sí mismo. Era un trabajador de la imagen. No era que solo sacaba fotos. Y por otro lado era un gran padre de familia. Adoraba a sus tres hijos. A Juan, Agustina y Candela y a su ex mujer Cristina. Un tipo muy familiero.
–Hace poco presentaste "Cabezas. Un periodista. Un crimen. Un país". En ese libro escribiste que le tenes temor a la desmemoria. ¿Crees que año a año debes relatar lo que sucedió para que el hecho no se olvide y sea conocido por las diferentes generaciones?
–El libro que acaba de salir tiene que ver con el ejercicio permanente de la memoria. El crimen de José Luis Cabezas fue el peor ataque a la libertad de expresión desde que volvió la democracia. No hubo en democracia un asesinato contra un periodista por su trabajo. La reacción social y periodística que hubo sirvió para que no hubiese otros casos Cabezas. Es muy importante poder explicarle a las nuevas generaciones, que de pronto no convivieron con esos hechos o que no conocieron su trabajo, quién fue José Luis. En ese crimen hubo un mensaje. Un mensaje de silenciamiento hacia los periodistas y hacia toda la prensa. Y eso trajo aparejado un mensaje de silenciamiento hacia toda la sociedad, porque no se quería que saliera a la luz esos pliegos ocultos que hay del poder, donde Alfredo Yabrán, autor intelectual del crimen, se combinaba con represores de la dictadura militar para su beneficio. O se relacionaba con los sectores oscuros de la policía bonaerense o con delincuentes comunes que trabajaban para la fuerza policial. El crimen fue un mensaje desde un poder muy concentrado, fuerte y oscuro para tratar de que la prensa no se meta en determinados lugares donde se construye poder en base al silencio y a las sombras. Mi idea es que el crimen de José Luis Cabezas esté permanentemente en el ejercicio de la memoria.
–20 años después, ¿que significa el apellido Cabezas en la Argentina?
– El apellido Cabezas significa un símbolo para el periodismo y para la libertad de expresión. Hice un recorrido por diferentes lugares del país que llevan su nombre. Encontré plazas, árboles, barrios y calles que llevan su nombre. Para uno que fue su amigo y compañero es difícil entender todo eso. Ver el nombre de tu compañero en una plaza. Tiene que ver con el símbolo. Por algo no solo nos movilizamos los periodistas, se movilizó la sociedad, los ciudadanos de a pie que salieron a reclamar justicia. Hoy por hoy, pasado 20 años, José Luis Cabezas es el símbolo de la defensa por la libertad de expresión. Ese es un derecho que nos asiste a nosotros como periodistas y a los medios de comunicación, pero también asiste a toda la sociedad que quiere vivir en democracia.
–¿Qué te dejó José Luis, a vos y a otros periodistas que trabajaron con él, como compañero de trabajo? ¿Qué te dejó en lo humano y en lo profesional?
–Lo primero que me deja José Luis como compañero y profesional es ese trabajo casi obsesivo que él tenía por lograr la superación, su propia superación. Por otro lado, la búsqueda de esa noticia, en este caso la foto, aun a costas de asumir determinados riesgos, que nunca imaginamos que iban a ser estos. Con José Luis aprendimos juntos a buscar esa información y no darnos por vencidos. Cuando se hizo la foto de Alfredo Yabrán, que en cierta medida fue una sentencia a muerte para José Luis, hubo que hacer todo un trabajo de investigación previa para llegar a esa foto. Era un personaje ignoto y se jactaba de que su poder tenía que ver con ser desconocido por la mayoría de la sociedad. Nuestro trabajo fue describirlo y demostrar quién era esa persona. Yo aprendí de José Luis que a veces uno tiene que hacer un sacrificio muy grande y que las cosas no se dan por casualidad. Se dan en base a mucho trabajo y mucha persistencia, y a buscar la forma más profesional de hacerlo. Lo otro que me dejó son un montón de recuerdos alegres. Yo siempre trato de recordarlo a partir de las anécdotas de nuestra vida cotidiana, de nuestras diversiones, de cómo encarábamos juntos una búsqueda periodística. A veces con tropiezos pero siempre trabajando en equipo.
–Durante todo 1996, luego de fotografiar a Alfredo Yabrán y que esa foto fuese la tapa de la Revista Noticias, fueron amenazados ¿Antes de hacer la temporada en el verano de 1997, en algún momento, pensaron que podían correr riesgo sus vidas?
–En mi caso, no. José Luis estaba más atento a determinadas cosas que pasaron. Él llega el 15 de diciembre de 1996 a Pinamar para hacer unas producciones, y cuando yo llego, cinco días después, me dice "che, ¿sabes que una fuente nuestra me dijo que gente de Yabrán había estado tratando de averiguar mi dirección en Buenos Aires?". "¿Sabes lo que me dijo Gómez, el comisario de Pinamar? 'Qué linda que es tu gorda', refiriéndose a Candela". "Sí, Candela es preciosa. Tiene cinco meses ", le dije. "Sí, pero el tipo este no la conoce", me respondió. Había señales que en el momento no le dimos demasiada bolilla y seguimos haciendo nuestro trabajo. En una guardia que le estábamos haciendo a Yabrán, José Luis se va del balneario porque nos avisan que en otra playa estaba Duhalde jugando a la pelota. Tardó un montón en venir y cuando llegó le pregunté qué había pasado. Me contó que se había encontrado con una rueda pinchada. Cuando la llevamos a reparar, nos dijeron que ese corte era intencional. Esto fue diez días antes del crimen.
Seis días antes del asesinato, yendo para Valeria del Mar, paso por una parrilla y veo todas las camionetas de Yabrán, que yo ya las tenía identificadas por las patentes, y cuando intento acercarme le digo "señor Yabrán", y el tipo se mete en la parrilla y a mí me frena un custodio. Me pregunta quién era y me presento. "Soy Gabriel Michi, periodista de la revista Noticias, quería hablar dos palabras con Yabrán". "Este no es el momento. Este es un evento privado", me respondió. Después nos enteramos que era el cumpleaños de la mujer de Yabrán y que había reservado esa parrilla para festejarlo. Cuando me estoy yendo, dos custodios se me vienen encima y un tercero cruza la calle y se pone a mirar nuestro auto, que es el famoso Ford Fiesta que apareció después quemado con José Luis adentro. Todo eso lo relacioné después de que pasó lo de José Luis. En el medio de una cobertura de muchos temas nos pasaban esas cosas, pero nosotros seguimos haciendo nuestro trabajo.
–¿Cómo fue el proceso de mirar para atrás, rememorar lo que pasó en estas dos décadas y escribir el libro?
–A mí el proceso de escribir este libro me llevó 20 años. Nada más y nada menos. Básicamente porque a mí me atravesaba desde lo humano, más allá de lo periodístico. Me costaba sentarme a escribir lo que había vivido pese a que lo había contado un montón de veces. Hubo momentos, como el del hallazgo del cuerpo, que fueron muy difíciles. Después de contar eso, estuve tres semanas sin poder volver a escribir. Teniendo una relación como la que tenía con José Luis, abstraerme de esa situación y contarla con la distancia que necesita el periodismo, era imposible. Tener que descubrir que esa persona que había aparecido asesinada era José Luis Cabezas. El haber estado en la cava, haber visto ese cuadro terrible es una imagen que no voy a borrar nunca de mi cabeza. Revivir y escribir eso fue difícil. Lo conté desde la primera persona porque es lo que me pasó. La historia de lo que le pasó a José Luis también es la historia de mi vida. Su familia fue la que me empujó a escribir el libro. En definitiva, eso fue lo que me dio ánimo. Gladys, su hermana, me decía, "nadie lo puede contar como vos a esta historia. Vos estuviste cerca, estuviste al lado nuestro y sabes lo que se vivió". Fue un proceso muy duro.
–¿Cuáles son las postales que te quedaron de la cobertura periodística que hiciste con él, de las marchas, del proceso judicial, de todo lo que sucedió en estos años?
–La primera es que José Luis se fue convirtiendo poco a poco en un símbolo colectivo. La primera marcha que se hizo fue casi espontánea y fue a la Plaza de Mayo. Ahí empezó a escucharse el "Cabezas presente" y empezó a cundir con mucha fuerza el "No se olviden de Cabezas". La primera grande que se hizo al mes del asesinato en la puerta de la Revista Noticias fue impresionante. Nunca había habido una movilización así por un periodista. Después recuerdo una caravana a Dolores, donde se hacía el juicio. Era infernal. Más de 8 kilómetros de autos. Y después hubo un acto muy fuerte en Pinamar, cuando fue el primer aniversario. Es un balneario que le rehúye a las movilizaciones pero la gente se había solidarizado y estaba en la marcha. Después las imágenes que me quedaron fueron las del juicio. Tener a los asesinos a escasos metros. Cara a cara. Algunos con la mirada desafiante hacia nosotros. Hacia la familia de José Luis y hacia mí, después de todo lo que habían hecho. El momento de la sentencia. Cuando escuchamos la pena y nos abrazamos con Cristina y con el resto de la familia. Esas son las imágenes más fuertes que me han quedado.
–¿Pensas en José Luis? Cuando estás en tu casa, cuando te vas a dormir, cuando estas solo
–Sí, muchas veces. Trato de recordar a José Luis vivo. Al José Luis con el que nos divertíamos. Una vez nos pasó que Charly García nos pintó todo un auto cuando lo llevábamos a una nota. Era un auto alquilado. En el momento nos preocupábamos pero después nos matábamos de risa. Cuando lo fui a devolver, quise hacerle la broma al señor de la agencia diciéndole, "tenes un auto grafitiado por Charly García", pero al tipo no le cayó muy bien. Trato de recordarlo de esa forma. En esas anécdotas. Se lo extraña. José Luis tenía una carcajada muy particular. Es una carcajada que nunca desapareció de mi mente. Es una carcajada, un sonido, que yo tengo en el disco rígido de la memoria. Esa carcajada me acompaña. En esos momentos de flaqueza y dolor lo que hago es el ejercicio de recordarlo sonriendo y divirtiéndonos.