"Todo artista se pone nervioso antes de salir a escena. El hecho de haber bailado un montón o haber estado arriba de un escenario muchísimos años o toda tu vida no significa que al momento de estrenar algo no te pongas un poquito nervioso. Igualmente los nervios no te tienen que superar nunca", dice la prestigiosa bailarina a días del debut de Stravaganza, sin reglas para el amor, de la mano de Flavio Mendoza y junto a Nacha Guevara y Felipe Colombo.
—¿El aplauso del público todavía llega?
—Es la recompensa. Es por lo que lo hacemos, si bien no indispensable. Ya en un ensayo, cuando empieza la música, llega un punto que disfruto de una manera que me olvido de que no hay gente, me entrego. Cuando es función, evidentemente hay un extra, pero lo mío es casi igual.
—¿Se sigue disfrutando tanto?
—Sí, sigo bailando porque lo disfruto plenamente, el día que no lo disfrute me voy a bajar del escenario. Llega un punto en que uno tiene que saber decir: "Hasta acá llegué". Lo dije en el 2012, cuando cerré mi etapa de bailarina clásica que creo que fue buena.
—Pero seguiste bailando.
—Seguí arriba del escenario, que es una de las cosas que le criticaba a Julio [Bocca]: "Julio, no bailes más clásico pero todavía tenés un montón de cosas para hacer, por entregar". Lo mío pasa exclusivamente por ahí. Todavía no encontré fuera de los escenarios esa cosa que me da estar arriba del escenario, ese disfrute, esa entrega. Me encanta dar clases y me entrego tal vez de la misma forma que cuando estoy bailando, pero no siento exactamente lo mismo
—Supiste reinventarte después del 2012.
—Sí, ya me reinventé desde antes del 2012. Salí en Playboy en pleno éxito con Julio, salimos los dos, fue una producción de fotos maravillosa. Me jugué haciendo Los grandes de la danza, al principio haciendo cosas distintas. La Cassano en el Maipo, era el año 1995 y yo estaba en medio del éxito y les digo a Julio y a Lino: "Quiero quedarme tranquila para quedar embarazada". Me puse a estudiar teatro y canto, y ahí surgió La Cassano en el Maipo y fue una revolución porque pensaron que me transformaba en vedette. Jamás me hubiese imaginado que iba a hacer las cosas que hice y fue maravilloso y me abrió la cabeza. En el 2012 sabía que cerraba mi etapa de bailarina clásica, pero que iba a seguir estando en los escenarios porque es una necesidad que tengo.
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—Este Stravaganza es sin reglas para el amor. ¿Qué reglas tenés en la vida?
—No muchas, porque soy muy desbloqueada en todo sentido. En cuanto al amor, hace 31 años que estoy casada con la misma persona, que calculo que es el hombre de mi vida, por eso sigo casada con él, es el padre de mis hijos y formamos una familia increíble, lo más lindo de mi vida son mis hijos. Eso en parte me permitió estar como estoy arriba del escenario, me siento llena, plena, con la sensibilidad a flor de piel, generado por esta cosa hermosa que son Tomás y Julieta.
—Lograste combinar algo que muchas bailarinas no pueden.
—Eso es cierto. Igualmente es un poquito un mito eso. Antes se estilaba que la bailarina no podía tener hijos porque te cambia el físico y ahora son muchísimas o la mayoría las bailarinas que tienen hijos y continúan con su carrera.
—¿Es tan estructurado y tan difícil el crecimiento en la vida de la bailarina como imaginamos?
—Depende muchísimo cómo te tomes tu carrera, hay gente que se la toma por el lado de exclusivamente la exigencia, de que esto no debe ser, de "soy todo para el ballet", y creo que no es el lado correcto. Si bien tenés que tomarlo con preocupación, con dedicación, porque la carrera del ballet clásico es súper exigida, pero tampoco hay que obsesionarse. Muchas bailarinas que viven solamente y exclusivamente para la danza y creo que es un error.
—¿En tu caso cuánto de talento, cuánto de trabajo y cuánto de suerte?
—Está repartido entre las tres cosas. Tiene que haber un poco de todo. Yo nací con una capacidad física adecuada para bailar, tengo hiper laxitud en el cuerpo, siempre levanté las piernas con muchísimas facilidad, pero no tenía salto, no tenía empeine, no tenía giro. Todo eso lo fui trabajando. Y aparte de todo eso tuve ese toquecito de suerte de estar en el momento, con la persona y trabajé muchísimo.
—La vocación nunca pasó por la fama.
—No, es que antes un bailarín no pretendía ser famoso, su mayor aspiración era llegar a ser primer bailarín del Teatro Colón, o primera bailarina del Teatro Colón. Todo lo que me pasó a mí fue absolutamente sorpresivo, un regalo del cielo, no fue calculado ni soñado, de golpe me encontré bailando en los mejores escenarios del mundo, con el reconocimiento de prensa internacional, bailando ante reyes. Viviendo cosas que jamás soñé.
—En una nota tuya dijiste que uno de los problemas con los chicos hoy es que la vocación pasa por la fama, por salir en la tele sin entender demasiado por qué.
—Es que si se basa en eso una carrera, no va a funcionar, porque te vas a desviar del camino. El hecho de buscar o pretender ser conocido o famoso, eso no te lo da salir dos veces en televisión o que te contraten para una súper mega obra. ¿Y después qué hacés? Si no tenés con qué sostener todo eso, no sirve. Yo doy un ejemplo: yo hace como 28 años que voy todos los años a lo de Mirtha Legrand, hay gente que sale una vez en lo de Mirtha Legrand y ya se considera famosa. Llegar en algunos casos es fácil, pero mantenerse cuesta. No es fácil mantener todo lo que lograste. Lo que pasa es que tampoco tiene que pasar por ahí, uno tiene que pensar en que se tiene que mantener una como bailarina, como persona, estar bien, y de ahí te van a surgir cosas, no estar en televisión o en un show.
En nuestro país siempre hubo muchísimo talento
—En este recorrido que hacés por el interior ¿encontrás talento en la Argentina? ¿Competimos internacionalmente?
—Muchísimo. En nuestro país siempre hubo muchísimo talento, hay. Lo que pasa es que tenemos la falencia de no tener una escuela súper clara en cuanto al estilo que se enseña, porque así como somos como sociedad, como país, que vinimos todos de un lado o del otro, así es nuestra escuela de ballet. En parte nos hace versátiles y poder aprender de cada escuela donde terminan. Siempre bailarines argentinos están en los mejores lugares en todo el mundo, en la Ópera de París, en el Royal Ballet, en el American Ballet, todos tienen algún argentino y eso evidentemente es porque hay muchísimo talento.
—¿Te convocaron alguna vez para trabajar desde el Gobierno en Cultura?
—No, directamente no.
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—¿Te interesaría?
—Depende la propuesta, depende hacia qué lado quieren llevar las cosas. Si fuera algo con lo que yo pueda participar y servir para ese trabajo. No me pondría a hacer algo para lo que no me siento capacitada.
—Es interesante, vos con las clases magistrales estás en contacto con gente que tiene talento que está muy lejos de las posibilidades tal vez que tenemos acá.
—Se puede hacer mucho y se hace poco, tenemos mucho para hacer. Ojalá se den las cosas para darle la oportunidad a todo el país, no simplemente a Buenos Aires o a la capital.
—Hiciste Evita, ¿era un personaje que a vos te gustaba en particular o te gustaba la propuesta?
—No, lo descubrí porque me puse a estudiar, a leer y me encariñé con el personaje. Sin ser peronista, sin tener ningún vínculo realmente con Evita más allá del conocimiento que tenemos la mayoría. Me fui interiorizando con muchísimas cosas y realmente descubrí un personaje increíble.
Siempre tuve ganas de hacer un infantil, me encantan los chicos
—¿Hoy qué soñás? ¿Qué te falta?
—Me falta hacer un infantil, es algo que siempre tuve ganas y nunca hice porque realmente me encantan los chicos, tengo una debilidad con los chicos, me pongo a hablar, a jugar donde sea.
—¿Te acordás tu peor función?
—Mi peor función fue el día después que falleció mi papá. Hice función porque pensé que era lo que él hubiese querido, pero fue muy duro. El show tiene que continuar y qué sé yo, bailaba y se me caían las lágrimas, fue duro, fue una de las peores funciones. Son momentos en que hay que saber enfrentarlos, porque yo estaba con La Cassano en el Maipo y de golpe me avisan y fui al velorio, el entierro, y al otro día fui a bailar. Hay que hacerlo y hay que saber salir de situaciones difíciles, ya sean emocionales y también físicas, porque un dolorcito acá, otro dolorcito allá y no podés decir: "No, no hago la función", tengo que estar semi muerta para no hacer una función más o menos.
—Sos re exigente.
—Soy re dura. Soy cabeza dura, lo reconozco y me doy cuenta, pero así esa cosa de ser cabeza dura también me lleva a que me tengan que bajar a palos más o menos para no subirme al escenario.
Stravaganza, sin reglas para el amor se presenta de jueves a domingo en el Teatro Broadway.