¿Quién hubiera pensado que el próximo santo argentino podría ser un ingeniero o un empresario? La Santa Sede acaba de anunciar un importante paso en el proceso de beatificación de Isidoro Zorzano, ingeniero nacido en Argentina y uno de los primeros miembros del Opus Dei.
El papa Francisco, reunido con un grupo de empresarios durante el mes de noviembre, les decía: "Todas las actividades humanas, también la empresarial, pueden ser un ejercicio de la misericordia, que es participación en el amor de Dios por los hombres". Ejemplo de este modo de vivir al servicio de los demás fue la vida de Enrique Shaw, a cuya intercesión el Papa Francisco recomienda acudir para lograr ser un "buen empresario". Ahora la Iglesia nos ofrece también la figura de Isidoro Zorzano, argentino también, como otro referente de la vida cristiana para quienes viven inmersos en un trabajo intenso.
Isidoro nació en la casa familiar ubicada en la Avenida Corrientes y Riobamba, en Buenos Aires. Sus padres, Antonio Zorzano y Teresa Ledesma, eran inmigrantes españoles que llegaron a Argentina con la ilusión de encontrar en estas tierras un mejor porvenir. Dedicados al ramo de la mercería, pudieron sacar a su familia adelante, progresar y soñar con una buena educación para sus hijos. En el seno familiar, Isidoro aprendió el valor del trabajo, el esfuerzo y la dedicación, virtudes que lo acompañaron en cada tarea que emprendiera.
Los Zorzano regresaron a España cuando Isidoro tenía tres años. Tiempo más tarde, fue compañero de san Josemaría, fundador del Opus Dei, en el bachillerato. A fuerza de mucha dedicación, se recibió de ingeniero. Su compañero y amigo, Emilio Sobejano, recuerda que Isidoro "fue siempre un modelo de estudiante" y que se esforzaba por vencer sus defectos, sobre todo, "la falta de memoria para lo concreto de fórmulas y números".
Ya como ingeniero, entendió que su rol principal se encontraba en poner sus capacidades al servicio de la sociedad y de los que menos tienen. Así fue como realizó tareas solidarias en barrios pobres de Málaga, fue profesor de la Escuela Técnica de esa ciudad y trabajó en los talleres generales de los Ferrocarriles Andaluces. El espíritu de innovación para solucionar los problemas concretos de los más necesitados fue el motor de la vida de este argentino declarado por el Papa "venerable".
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En 1930, Isidoro Zorzano le cuenta a san Josemaría sus inquietudes de entrega a Dios y de servir a los demás con su trabajo profesional y pide la admisión al Opus Dei. Gozó de prestigio entre sus compañeros de los Ferrocarriles en Málaga, que destacaban su deseo por hacer bien a los demás. Su vocación de servicio era visible y sus colegas lo describían como alguien con deseo de "hacer bien" a su prójimo sin importar si se trataba de un superior o de una persona que estuviera a su cargo. El respeto, la lealtad, la confianza y el espíritu de servicio hacia sus colegas y subordinados fue siempre su modo habitual de actuar. En sus últimos días, el regalo de una placa conmemorativa por los obreros que trabajan a su cargo, le despertará una gran emoción.
Durante la persecución religiosa y Guerra Civil Española, su condición de argentino le permitía una cierta libertad de movimiento. Aunque seguía corriendo peligro por ser católico, se puso al servicio de sus hermanos que estaban en la cárcel o refugiados en sedes diplomáticas, proporcionando además a los sacerdotes pan y vino para que pudieran celebrar misa en la clandestinidad.
Al terminar la contienda, retomó su trabajo en la recién fundada RENFE y colaboró intensamente en el impulso de los nuevos centros del Opus Dei en varias ciudades españolas. Murió joven, luego de luchar contra un grave linfoma. Quienes lo trataron refieren la serenidad cristiana con que sobrellevó el dolor y las progresivas incomodidades de la enfermedad.
Uno de los objetivos de la Iglesia cuando promueve una canonización es ofrecer ejemplos cercanos a la vida cotidiana de la gente. La reciente declaración de venerable significa que Isidoro Zorzano es un "modelo de vida cristiana". Para nosotros es particularmente cercano, un argentino que caminó nuestras calles porteñas, vivió en la calle Corrientes, se bautizó en la Balvanera. Estudió, trabajó, enseñó, tuvo amigos, vivió tiempos de bonanza y de crisis, cuidó de su familia y sus compañeros, y ahí supo ser amigo de Dios y servidor de los demás. Ingeniero hasta el final, falleció con un tren de juguete sobre la mesa de luz, y la vista puesta en un crucifijo.
El autor es Director de Ingeniería en Informática en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Austral.