Quizás nunca hubo un momento aburrido. Durante los últimos seis años, Enrique Blaksley Señorans, presidente y socio mayoritario de la firma de inversiones Hope Funds, combinó el brillo privado con el brillo público. Blaksley se fotografiaba con dos pontífices consecutivos, Benedicto XVI y Jorge Mario Bergoglio, se mostraba codo a codo con campeones del polo como Bautista Heguy o Adolfo Cambiaso, de quienes se convirtió en su principal sponsor. Hope Funds trajo al país a Roger Federer para un match de exhibición con Juan Martín del Potro, o a Usain Bolt para que corriera contra el Metrobus en 2013. Detrás de escena, sus vendedores, o agentes financieros en la jerga de la empresa, con títulos pomposos en inglés en tarjetas personales laminadas, eran los encargados de traer el dinero, de alimentar la maquinaria.
Estos agentes, de los que Blaksley llegó a tener 500 según fuentes cercanas a la empresa, se encargaban de vender "contratos de mutuo", ofertas de inversiones con tasas de retorno fabulosas del 12%, con el presunto respaldo de los negocios más visibles de Hope Funds con marcas como el Buenos Aires Design y el Hard Rock Café. Estos vendedores podían llevarse comisiones de hasta el 8,5% del bruto de cada contrato. Estaban divididos en cuatro grupos con cuatro jefes: estos líderes ganaban su propia comisión, hasta un 2% del pozo general. Hope Funds tuvo desarrollos inmobiliarios como el country Verazul en Pilar, hoy frenado por la Justicia. Cada vendedor, de cada terreno que vendía, con precios como 85 mil dólares, podía ganar hasta un 10% de toda la operación.
Las elevadas comisiones no eran la única motivación para salir a ganar. Blaksley era generoso con sus vendedores, al menos, con los que más dinero recaudaban. Los premiaba con viajes por el mundo en los que él mismo participaba, las fotos de varios de esos viajes ilustran esta nota. No había ningún destino de cabotaje; la elite de Hope Funds visitó Escocia, Gales, Irlanda, un lujoso crucero por el Mar Báltico. Una visita a Hawaii en 2013 incluyó estadías en el hotel Hyatt Regency en Waikiki, donde una habitación simple con vista al mar vale 400 dólares la noche. 70 vendedores participaron de aquel viaje.
En Edimburgo, capital de Escocia, 120 jugadores de Blaksley asistieron a una cena de lujo en un castillo; los hombres vistieron los tradicionales kilts, las faldas masculinas. El lujoso crucero por el Báltico llevó a una escala en San Petersburgo, Rusia, con una fiesta de gala en un antiguo palacio con ropa de época del siglo XVIII para todos los asistentes. Blaksley se vistió como un noble junto a la crema de su empresa, pelucas blancas incluidas. Esa vez, Blaksley se hizo cantar una canción por todos sus empleados. La letra hablaba de cómo un hombre solo construyó una gran empresa. Y todo era pagado por Hope Funds.
Una voz que conoció la empresa por dentro en su era de esplendor asegura: "Podías viajar solo con el pasaporte, olvidate de la tarjeta. Enrique iba como el jefe de la empresa, como el CEO. Volaba en primera, con la mejor mesa, la mejor habitación. Siempre hacía una cena aparte con quienes viajaban por primera vez, un método de motivación. Y siempre en alguna ocasión te hacía un discurso. Enrique es todo un orador".
Los pequeños inversores a los que esos vendedores convencían eran precisamente la fuente de ese dinero; eran ahorristas que iban desde profesionales hasta jubilados y amas de casa que confiaban dinero de indemnizaciones o ventas de propiedades en esos vendedores y en el brillo público de Blaksley. Voces cercanas a Hope Funds estiman que esos ahorristas representaban casi el 70% del negocio global de la empresa.
Hoy, Blaksley va a Tribunales por varios motivos. Fue denunciado junto a decena de asociados y colaboradores como su hermano Tomás junto a más de veinte sociedades por cerca de 200 ahorristas representados por los abogados querellantes Víctor Varone y Gonzalo Romero Victorica. Lo acusan de estafarlos, de haber puesto dinero sin recibir un solo centavo, en una causa a cargo del Juzgado Federal Nº1 de María Romilda Servini con la Fiscalía Nº12 del doctor Patricio Evers.
Pero Comodoro Py no es su único problema. En el fuero laboral, seis de sus ex vendedores estrella representados por el abogado Gonzalo Espinosa Paz -especialista en derecho del trabajo y una figura frecuente en los casos más resonantes en la materia– denunciaron a Blaksley por haberes impagos y trabajo en negro. El daño colectivo, según estima el abogado, es de casi 400 millones de pesos.
El doctor Espinosa Paz apunta: "Mis clientes recibían sus haberes principalmente en negro, cerca de un 70%. El resto se facturaba. Comenzaron a cobrar en parte en diciembre pasado. En mayo de este año, Hope Funds dejó de pagar totalmente". Hoy, el conflicto se encuentra tras una serie de intimaciones bajo el Servicio de Conciliación Obligatoria (SECLO) del Ministerio de Trabajo. Los abogados de Hope Funds, afirma Espinosa, no se presentaron a ninguna de las citaciones. Hope Funds adujo no haber sido notificado gracias a una sutil jugada para ganar tiempo: cambiaron de domicilio meses atrás dentro del mismo edificio que había ocupado históricamente en la calle Sarmiento.
Las instancias de conciliación deberán agotarse para estas ex estrellas de Hope Funds antes de comenzar una denuncia judicializada: Espinosa Paz estima que esas denuncias estarán presentadas para este febrero. Su blanco principal son las tres sociedades centrales de Blaksley, Hope Funds SA, Hope Entertainment y Grileon SA, que fue empleada para el negocio del country Verazul. Su responsabilidad penal en la causa de la jueza Servini, asegura el abogado, es nula: "Ellos eran trabajadores de Blaksley, no tenían control sobre los pagos a inversores".
Varios de los clientes del abogado fueron parte de los viajes reflejados en esta nota. Sus sueldos eran por lo menos elevados. Uno de ellos, con nueve años en la empresa, hoy reclama sueldos mensuales impagos de 500 mil pesos, otro, de casi 400 mil: entre ambos le exigen 65 millones a su ex jefe entre varios rubros. Por el momento, Espinosa Paz representa a estos seis vendedores en etapa de conciliación obligatoria, sin embargo, varios más ya comenzaron reclamos en su estudio.
Mientras tanto, la causa contra Blaksley y Hope Funds a cargo de la jueza Servini da sus primeros pasos en Comodoro Py. El fiscal Evers requirió la instrucción del caso, un movimiento clave. Evers aseguró que el expediente es un delito federal y pidió una serie de medidas como la citación de los damnificados a que declaren y presenten documentación. Servini, por su parte, ya designó a uno de sus hombres de confianza para trabajar en el caso. La investigación no solo alcanza a las operaciones argentinas de Blaksley: también está denunciada la filial de Hope Funds en Perú y varias firmas implicadas en el escándalo de Mossack Fonseca y los Panama Papers.
Sin embargo, a pesar de todas estas acusaciones, Hope Funds no cierra. Todo lo contrario: la empresa sigue vendiendo. "Zero", un negocio orientado a la reducción de basura del que varios ex colaboradores de Blaksley descreen altamente -"no lo tiene ni la NASA y ahora lo tiene Enrique", se ríe un ex colaborador- es su nuevo caballito de batalla. Y todavía quedan vendedores tras un fuerte éxodo en las filas de Hope Funds, incluido uno de los jefes de grupo, hoy acusado en la causa de la jueza Servini.
Semanas atrás, Blaksley reunió a varios de ellos para una reunión de comité de crisis, en donde adelantó nuevas jugadas comerciales incluido un jugoso trato inmobiliario. Hasta les prometió comprarles un clásico de la literatura universal, El Arte de la Guerra de Sun Tzu, "cuando haya ventas". Esa no fue la única ironía en la sala: muchos de estos vendedores invirtieron en contratos de mutuo ellos mismos. Una fuente cercana a las oficinas de la calle Sarmiento asegura: "Muchos en la empresa se fueron ya humillados por los reclamos de sus clientes, por todos los pedidos de retiro de fondos, por la falta de pagos. Enrique les bajó una línea clara y un nuevo trato a los que se quedaron: si quieren recuperar, entonces tienen que vender".
El 19 de este mes, Enrique Blaksley Señorans trató de justificarse ante sus clientes con una carta, en donde aseguraba que su empresa "sigue funcionando todos los días" y que "sus puertas están abiertas", que se encuentran "rediseñando el modelo de trabajo para poder superar en los tiempos más cortos posibles esta situación coyuntural". En su mensaje, Blaksley aseguró que lo importante es "no detenerse, avanzar y trabajar" para sacar adelante a su empresa de la grave crisis y salvaguardar el patrimonio de quienes pusieron su dinero en Hope Funds. También le dijo a su cartera que básicamente no se preocupe ante lo que lea en los diarios, que "ya todos conocemos el tono de los medios en general", donde lo bueno "puede parecer no tan bueno".
Infobae contactó al abogado a cargo de la defensa de la empresa para comentar sobre estos puntos. Al cierre de esta nota, ni él ni ningún ejecutivo de Hope Funds ofrecieron una respuesta.