Rey de las alturas y único en su género / libre como el viento andino de mi patria / vuela en tiempos de la bella primavera.
Cómo quisiera ser como el cóndor / para rozar las nubes y hablar con Dios/ lejos del bullicio donde nadie me ve / para respirar el aire no contaminado
y estar libre de toda atadura de la tierra.
La mañana del martes comenzó con el traslado de los cóndores Xumec y Che (en lengua huarpe significa Sol y Luna, respectivamente), quienes dos meses atrás habían llegado al ex zoológico porteño. La parte de la historia de los cóndores andinos que este miércoles tuvo un final feliz comenzó en agosto cuando el Departamento de Fauna de Mendoza recibió el llamado de una lugareña que avisó que una cóndor hembra, ave sagrada para la cultura andina, yacía moribunda a la vera de la Ruta Nacional 7. El aviso hizo que las fuerzas de Uspallata fueran de inmediato a su búsqueda.
"Bajando de Uspallata a Mendoza alcancé a ver a la hembrita y avisé a las autoridades municipales porque nosotros —la comunidad Huarpe— como pueblo originario tenemos un compromiso con los animales y con la Madre Tierra, por eso avisamos cuando sucede algo como esto", dijo Claudia Herrera, autoridad de la comunidad huarpe Guaytamari en Uspallata. Gracias a su compromiso, Che, como ella misma la bautizó en su lengua nativa, fue rescatada y en el camino para que le dieran los primeros auxilios el grupo que actuó encontró a Xumec, un macho adulto en la misma condición: intoxicación por envenenamiento.
Para los rescatistas todo indicaba que alguien estaba poniendo cebos con veneno en los cuerpos de algunos animales muertos a sabiendas de que los cóndores (u otros animales carroñeros) iban a comerlo. La urgencia primó y de inmediato comenzó la asistencia de las aves. Sus vidas estaban en grave riesgo. La recuperación de los cóndores se realizó exitosamente y pudieron ser trasladadas a Buenos Aires. El mérito fue de los veterinarios y del equipo de los biólogos de Bioandina del Programa Conservación Cóndor Andino (PCCA) que hasta el momento logró la liberación y recuperación de más de 100 aves de esa especie.
"Durante dos meses estuvieron aislados en el ex zoológico porteño al cuidado del equipo veterinario que, finalmente, les dio el alta para volver a su hogar", contó emocionada a Infobae Vanesa Astore, directora ejecutiva de PCCA, quien cuidó de ellos y fue la encargada del traslado para la liberación de la pareja de cóndores.
El momento de volver a volar
Luego del alta médica llegó la noticia esperada: Xumec y Che podían volver a casa. A primera hora del martes la pareja de cóndores salió del ex zoológico porteño con destino a Mendoza. "El Programa de Conservación Cóndor Andino es uno de los más exitosos de la Argentina y estamos muy orgullosos de seguir trabajando con este tipo de iniciativas", aseguró Andy Freire, ministro de Modernización de CABA, al momento de despedirlos del lugar donde estuvieron dos meses recuperándose. De allí fueron llevados a Aeroparque para aterrizar en San Juan, donde los esperaba la camioneta del Proyecto Cóndor Andino (PCCA) para comenzar el último tramo de la liberación.
La mañana del miércoles en las Montañas Cordón del Plata, Potrerillos, Mendoza, se rompió con todo pronóstico: el sol en lo alto había derretido desde la tarde anterior toda la nieve que cubría el lugar preparado para la liberación de Xumec y Che. "Cuando llegamos con ellos vimos cóndores dando vueltas, esa fue la mejor señal, porque los vinieron a buscar", dijo a Infobae Luis Jacome, presidente de la Fundación BioAndina y de PCCA. Esa señal indicaba que ambos serían bien recibidos y hasta, quizás, esperados por su propia manada. El clima que se vivía comenzaba a tornarse especial.
Esa sensación aumentó cuando las primeras notas de los sikus comenzaron a sonar, con el viento que apenas despeinaba. Luego siguió una ceremonia protagonizada por las distintas comunidades huarpes que explicaron lo que para ellos significa un cóndor y contaron sobre el ritual que iban a realizar. Dijeron que las almas de los abuelos de todos estaban allí presentes y que en las alas de cada cóndor estábamos nosotros y nuestros antepasados. Las manos en lo alto señalaron los puntos cardinales y el centro, el punto exacto donde el Sol alumbraba la escena que se había convertido en lágrimas de emoción y en una vivencia ya inexplicable. Al menos 400 personas fuimos testigos de lo que estaba por venir. Las autoridades de Mendoza y de CABA fueron las encargadas de ingresar a las aves al semicírculo que se había formado para participar de la veneración.
El líder huarpe encargado del ritual cantó en su lengua y en castellano una oda a las aves mientras pasaba sobre las jaulas unos sahumerios unidos por hilos rojos. Luego sopló ese humo cerca de las rejas de las jaulas y hacia arriba. La bendición de los ancestros había caído sobre ellos.
¡A volar, volar! ¡A volar muy alto porque son libres!
La primera jaula que se abrió fue la de Xumec. Ante el silencio absoluto de los presentes salió sin miedo, altivo. Desplegó sus alas, caminó unos pasos como reconociendo el lugar. Sí, ese era su hogar, su casa; el lugar del que jamás debió salir. Allí estaba de regreso gracias al trabajo y compromiso de un grupo de personas y ante otras cientos de almas que atestiguaron su libertad. El silencio fue tal que pudo escucharse el batir de sus alas. Dio medio giro, como agradeciendo por acompañarlo en ese momento, tomó impulso sobre sus patas y allí fue. Voló con toda velocidad, planeó, giró y regaló suspiros de amor ante tamaña belleza, la que es tan propia de los cóndores.
Al minuto llegó el turno de Che, la hembra encontrada dos meses antes y que alertó a la población sobre el envenenamiento que estaban padeciendo las aves. Salió con la cabeza en alto, alzó su magnificencia y sin mirar atrás, dejando de lado ese pasado que casi les cuesta la vida, siguió a Xumec. Allí también fue con total esplendor. Voló con prisa y se perdió en la inmensidad. Quienes conocen la zona dijeron que ambos fueron a una condorera y que allí los estarían esperando. La vista ya no alcanzaba para verlos y entonces el silencio fue cortado por aplausos y gritos de júbilo. Ellos quedaron perdidos en el cielo y en esa porción de tierra las personas se unían en abrazos y en lágrimas, sólo eso pudo explicar el sabor de la libertad.
"Tenemos que ser respetuosos de todos los seres vivos. Sobre esta Madre Tierra no habitamos solamente los que nos llamamos humanos sino que hay muchas vidas… El ser humano se cree el centro de todo, pero en realidad somos sólo una parte más de esta Tierra. Por eso debemos retornar al respeto, al sentido de reciprocidad y complementariedad, porque nos complementamos con los animalitos porque también somos animales, y honrarlos como lo hicimos en esa ceremonia es lo que nos ayuda a tomar conciencia", finalizó la líder huarpe.
Cuenta una leyenda que, cuando un mapuche muere, un cóndor baja a recibir su alma, la lleva con él, y en el momento en que el ave se posa en la roca más alta de la montaña más alta y despliega sus alas, el alma de esa persona es finalmente liberada y se convierte en eterna. Muchas almas recuperaron mucho de esa creencia al ser testigos de la liberación de esas aves tan majestuosas y misteriosas.
Todos podemos ayudar a un cóndor. Qué hacer
El Programa de Conservación del Cóndor Andino actúa de inmediato ante el primer llamado de alerta. Pero para eso es imprescindible el compromiso de quienes vean a un ave lastimada o en problemas. S.O.S. Cóndor atiende las 24 horas en los teléfonos 011-4011-9935 / 011-2631-4473 o por mail vaneastore@bioandina.org.ar