La participación del papa Francisco, máxima autoridad de la Iglesia Católica, en la ceremonia de inicio del año de conmemoración del 5º centenario de la Reforma (31 de octubre de 1517) fue un acontecimiento inédito, pero resultado de un proceso, que un filósofo y un teólogo clarifican en esta nota.
Bernardo Nante, doctor en Filosofía y decano de la Facultad de Filosofía, Letras y Estudios Orientales de la Universidad del Salvador (USAL), y fray Jorge Scampini (O.P.), doctor en Teología y profesor de Ecumenismo en la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina (UCA), respondieron por separado a las consultas de Infobae acerca de la mirada actual sobre Martín Lutero y el diálogo ecuménico.
Respuestas del Dr. Bernardo Nante
— Teniendo en cuenta que la Iglesia Católica firmó con la Luterana en 1999 un documento reconociendo la validez de la doctrina de la justificación por la fe, ¿qué diferencias teológicas persisten entre ambas confesiones?
— Las diferencias teológicas –o su comprensión– deben leerse a partir del creciente diálogo ecuménico luterano–católico que dio lugar a numerosos acuerdos doctrinales grávidos de decisiones vinculantes. La "doctrina de la justificación" fue desde la Reforma la raíz de todos los conflictos y es por ello que tal cuestión tiene un lugar preponderante en la labor ecuménica católico–luterana. De allí la importancia de la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación de 1999, en la cual ambas iglesias, cito, "se encuentran en posición de articular una interpretación común de nuestra justificación por la gracia de Dios mediante la fe en Cristo". En otras palabras, en cualquier caso la justificación es concebida como un don gratuito de Dios. Pero el texto aclara que tal declaración no engloba todo lo que ambas iglesias sostienen sobre el tema, limitándose, por una parte, a recoger el consenso y, por la otra, a señalar que las diferencias "ya no dan lugar a condenas doctrinales". Así, si bien el documento enfatiza oportunamente las coincidencias que son fundamentales y no se detiene en ciertas divergencias, tampoco las descarta. Para evitar confusiones que llevarían a innecesarios disensos o a un superficial irenismo, el documento va presentando alternadamente la formulación católica y la luterana. Así surgen divergencias, como el caso de la actitud pasiva del hombre ante la gracia, según sostiene la interpretación luterana de la doctrina de la justificación que negaría en el hombre la posibilidad de adherirse activamente a la voluntad divina. La respuesta católica –sin desconocer la gratuidad de la justificación– no reniega de la capacidad del hombre de adherirse a la voluntad divina. Hay coincidencia en luteranos y católicos en que las buenas obras son obras del justificado por la gracia, pero esta iniciativa estrictamente divina no se contradice con la idea de que la salvación sea a la vez gracia y recompensa por los méritos del justo. Además, hay otros disensos en relación con el Magisterio de la Iglesia, el ministerio, la eucaristía y la ordenación, que pueden verse en el documento conjunto luterano-católico Del conflicto a la comunión, de 2013. No menos destacada es la diferencia en torno a María y el culto mariano.
— ¿Cómo deben leerse los gestos de reconocimiento hacia Lutero por parte de Juan Pablo II, Benedicto XVI y ahora Francisco?
— En buena medida son inseparables del ecumenismo renovado en el Concilio Vaticano II, en la Unitatis Redintegratio, y documentos como La Encíclica Ut unum sint y los que mencioné antes. En 2011, Benedicto XVI rindió homenaje en Erfurt a la figura de Lutero porque, dijo, lo que lo movía verdaderamente era la cuestión de Dios –"¿Cómo recibo la gracia de Dios?"-, tal era su profunda pasión y su fuerza impulsora. Recientemente el papa Francisco señaló que aunque las intenciones de Lutero no eran equivocadas tal vez "algunos de sus métodos no eran los justos" y recordó que "había corrupción en la Iglesia" y que ésta "no era un modelo de imitar". Sin duda, por encima de todo, el Papa destacó la doctrina de la justificación por la fe que hoy con variantes sostienen tanto luteranos como católicos.
— ¿Puede decirse que hay acentos "luteranos" en la prédica de Francisco?
— No lo denominaría en sentido estricto "acentos luteranos", son acaso "principios cristianos" que se acentúan en ese "caminar juntos", propio del buen diálogo ecuménico. Recientemente, el papa Francisco situó a la misericordia en un lugar central en este diálogo: "Al ponernos al servicio de los más necesitados, ya estamos unidos: es la misericordia de Dios la que nos une". "Mientras los teólogos siguen adelante en el diálogo en el campo doctrinal –agregó- vosotros continuad buscando con insistencia la ocasión de encontraros, de conoceros mejor, de rezar juntos y de ofrecer vuestra ayuda los unos a los otros y a todos los necesitados". En Del conflicto a la comunión, se mencionan cinco imperativos en la labor ecuménica. El 5º dice: "Católicos y luteranos deben testimoniar juntos la misericordia de Dios en la proclamación y el servicio al mundo". En el prefacio a su Obra latina (1545) Lutero escribió que "por la misericordia de Dios, meditando día y noche" logró una nueva comprensión de Romanos 1:17. Desde luego, la centralidad de Cristo también caracteriza la propuesta de Lutero, como señalé antes.
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— El sacerdote francés Yves Congar dijo que Lutero fue “uno de los más grandes genios religiosos de toda la historia”. ¿Es una opinión compartida en la Iglesia Católica?
— La respuesta es compleja pues en el mundo católico –y adrede no digo "Iglesia Católica"- la opinión y el conocimiento sobre Lutero son tan variados como inabarcables. Simplificando, podemos distinguir en primer lugar el ámbito del católico promedio –y aún el de los religiosos promedio – no siempre del todo informado o actualizado sobre Lutero y la Reforma. Por cierto, si se atienen a los documentos oficiales de la Iglesia, breves pero rotundos, deberían acompañar, al menos en términos generales, la revalorización de la figura de Lutero. En segundo lugar, si nos atenemos a la obra de los teólogos e historiadores, es imposible dar cuenta de toda la literatura producida en los últimos 50 años, desde este creciente y renovado ecumenismo, pero es indiscutible la obra pionera del padre Yves Congar. En gran medida el Unitatis Redintegratio se nutre de ella. Debe tenerse en cuenta que hasta comienzos del siglo XX la historiografía católica sobre Lutero no era nada destacable o carecía de gran valor científico pues básicamente repetía la obra sesgada de Johannes Cochlaeus de 1549. Haciendo un salto en el tiempo, la primera obra relevante en donde Lutero es revalorizado como hombre, teólogo y religioso, se la debemos al teólogo Joseph Lortz en La Reforma en Alemania, de 1939. La literatura posterior responde –con variantes y matices– a tres grandes grupos. Primero, autores que retornan en mayor o menor grado a una visión "prelortziana" de Lutero, que lo asimila a la imagen del fraile apóstata y rebelde de Cochlaeus. Segundo, autores que comparten los puntos de vista de Lortz pero que integran nuevos conocimientos. Algunos de ellos nutren el documento oficial Martín Lutero, testigo de Jesucristo, publicado en 1983 -5º centenario de su nacimiento- por la Comisión mixta católico-luterana. La tercera postura corresponde a quienes aspiran a llegar más lejos que Lortz. Un ejemplo es el dominico Otto Hermann Pesch, que en 1982 publicó dos obras de gran relevancia. Es evidente, que la Iglesia Católica se nutre con prudencia y madurez de estas corrientes instaurativas de la figura de Lutero, como puede advertirse en los documentos mencionados.
Respuestas de fray Jorge Scampini
— ¿Cómo ve hoy la Iglesia católica a Lutero?
— Lutero no fue un teólogo sistemático que manifestó apaciblemente su enseñanza de manera positiva y objetiva –como santo Tomás de Aquino, por ejemplo-, sino en un contexto de controversia y de lenguaje muchas veces polémico. Y en la controversia, se acentúan las cosas a un extremo que busca poner en ridículo al oponente. Hoy se ha tratado de trascender esa lectura y ver la lógica que subyace en su pensamiento. Con Lutero emerge claramente un modo nuevo de expresar la relación con Dios. Ante un lenguaje que, sobre todo en la Edad Media, se regía más bien por lo conceptual y la objetividad, en Lutero se hace manifiesto el sujeto y lo existencial. Pero desde hace 50 años la Iglesia católica mantiene un diálogo teológico a nivel internacional…
— Desde el Concilio Vaticano II
— Sí, y ésta ha sido oportunidad para clarificar las divergencias. Hasta ahora se ha llegado a un consenso en lo que para Lutero era el artículo Stantis et cadentis ecclesiae [N.de la R.: sobre el que se funda o cae la iglesia], el principio de la justificación [por la sola fe] pero hay temas pendientes de resolución. Y, en cuanto a la persona de Lutero, cuya prédica, en sus consecuencias, fue quizás mucho más allá de lo que él mismo pensaba, ya que jugaron otros factores, políticos, sociales, económicos, así como la ambición de algunos príncipes electores (del Imperio), y que determinaron una ruptura de la Iglesia, se busca poner de relieve la figura del hombre de fe preocupado por su salvación; la pregunta que lo inquietaba era cómo encontrar un Dios misericordioso. Un ejemplo de ese acercamiento diferente, posible en las últimas décadas, fue el texto, resultado del diálogo luterano-católico, Martín Lutero, testigo de la fe, al celebrarse los 500 años del nacimiento del reformador; también el mensaje de Benedicto XVI en Erfurt.
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— La doctrina de la justificación por la fe hoy no es el problema.
— No lo es con la gran mayoría de las iglesias luteranas. En el luteranismo hay dos corrientes claramente diferenciadas. La Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación (1999) fue firmada con la Federación Luterana Mundial. Ahora bien, el consenso alcanzado en la doctrina de la justificación debería reflejarse en la comprensión que unos y otros tenemos de los sacramentos y de los ministerios. Por ejemplo ¿qué carácter dar a la ceremonia de instalación de un ministro? En el caso de la Iglesia Luterana Unida hay un rito con imposición de manos, con oración consagratoria. El tema es si a ese rito le atribuimos todos el mismo valor sacramental, ¿no? Un ministro que es instalado con ese rito, si de pronto deja de ejercer el ministerio y luego lo retoma, no necesita ser 'ordenado' nuevamente. En ese sentido, la visión luterana es diferente a otras tradiciones protestantes. En vísperas de los 500 años, un grupo luterano-católico en los Estados Unidos ha hecho una especie de estado de la cuestión en el documento On the way (En camino). Y respecto al ministerio dice que católicos y luteranos compartimos en la fe que el ministerio está en la iglesia y ante la iglesia. Pero los luteranos alemanes están en real desacuerdo con esto; ellos consideran que el ministro solo está en la iglesia. Esto es una consecuencia de la acentuación del sacerdocio común de los fieles.
— ¿Decir que está "ante" es darle un carácter más jerárquico?
— Exactamente, es reconocer el carácter sacramental de los ministros ordenados.
— ¿El bautismo está reconocido?
— Sí, sin duda. El bautismo está reconocido. Todas las iglesias de la Reforma magisterial, es decir la que se impuso en el siglo XVI con iglesias "nacionales" o "establecidas", que fue el caso de la reforma luterana, la calvinista, y la comunión anglicana (Iglesia de Inglaterra), siguieron la tradición propia de la Iglesia de Occidente, que venía de San Agustín y reconocía la validez de todo bautismo si éste era celebrado como era celebrado en la Iglesia. Eso explica que, cuando se establecieron los diálogos teológicos con las iglesias de la reforma, el bautismo se dio como presupuesto. El decreto sobre el ecumenismo del Concilio Vaticano II, Unitatis redintegratio, señala primero la profunda comunión que se da gracias al bautismo. Y solo luego expone la dificultad a nivel de la (santa) cena o Eucaristía por la dificultad en el ministerio. Ahora bien, con los grupos de la reforma radical, los anabaptistas y menonitas, que ponen el acento en la fe personal, previa, sí hay un problema, porque consideran inaceptable la práctica del bautismo de niños.
— Está la discusión, incluso entre Lutero y Calvino, sobre si el pan y el vino son el cuerpo de Cristo, si Cristo sólo está presente… ¿Sigue habiendo diferencias en esto?
— Justamente esa fue la causa de la gran fractura del movimiento reformador, entre Lutero y la llamada Reforma (Calvino) que se da en la Confederación Helvética. Es una disputa que no fue resuelta, y que a Lutero, en una tercera etapa, lo llevó a explicitar un acercamiento mayor con las posiciones católicas tradicionales. La Iglesia luterana afirma que Cristo está realmente presente en la eucaristía. Lo que difiere de la afirmación católica es el modo en el cual se comprende esa presencia. Mientras la Iglesia católica dice que la sustancia del pan y del vino se convierten en la sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo, para Lutero conviven las dos realidades. Es lo que se llamó consustanciación. Mientras que para [el reformador suizo Ulrico] Zuinglio era sólo una presencia simbólica y la comunión se daba directamente entre Dios y el creyente. El sacramento era a lo sumo un testimonio de esa unión espiritual. Calvino intentó conciliar ambas posiciones, pero no lo logró. La suya se convirtió en la posición predominante de las iglesias reformadas: la presencia real se da solamente en el momento de la comunión efectiva que se hace con el cuerpo y la sangre de Cristo. Esa diferencia fue tan radical que hasta hace unos 40 años no había intercomunión entre las iglesias luteranas y las reformadas (calvinistas). Y con la Iglesia católica los dos temas que permanecen son el modo de comprensión de la presencia real -los católicos distinguimos entre la comprensión luterana y la calvinista-, y la dimensión sacrificial de la eucaristía.
– ¿Cómo interpretar en este contexto la conmemoración conjunta de los 500 años de la Reforma?
— La Iglesia católica no puede acompañar la celebración porque de hecho fue una ruptura, algo negativo. Por eso la palabra es conmemoración. Las bases y el espíritu de esta conmemoración fueron elaborados por la Comisión Internacional de diálogo en el texto de 2013, Del conflicto a la comunión. Éste es el primer centenario de la Reforma que se da en un contexto ecuménico y ello exige también para los luteranos pensarlo de un modo diferente, no reivindicando la identidad luterana en su potencial de división, sino descubriendo las raíces comunes. La historia no la podemos cambiar pero podemos cambiar la lectura que hacemos de ella. La Iglesia se abrió al ecumenismo en el Concilio. Inicialmente, pensaba en un diálogo teológico ecuménico a nivel local y bajo la vigilancia de cada obispo. Pero en la última sesión, en 1965, la Federación Luterana Mundial le pidió a la Iglesia católica entablar un diálogo a nivel mundial y después hizo lo mismo el Consejo Metodista Mundial. Así que el diálogo no fue iniciativa nuestra sino en cierto modo de las otras familias confesionales.
— Un tema en el que no hay acuerdo es el del rol de los santos.
— Si, en la visión católica tiene mucho peso cómo el ser humano participa en el misterio de la salvación. De acuerdo a la cercanía con el misterio de Dios, reflejamos, irradiamos, hacemos partícipes de esa comunicación. Para Lutero, en quien pesaba tanto la realidad del pecado, la mirada es más dialéctica: Dios y el hombre en tensión, todo viene de Dios y la criatura, nada. Y esa diferencia se refleja en la visión católica en la intercesión, más allá de la única mediación de Cristo, algunos, por su cercanía a Cristo, pueden ejercer una determinada intercesión, que no es lo mismo que mediación.
— El actual Papa parece muy proclive a un ecumenismo de acción, práctico…
— En el movimiento ecuménico hubo tres corrientes inspiradoras; la primera fue la del ecumenismo misionero como resultado de las primeras misiones protestantes que, al competir en un terreno común, descubrieron el escándalo de la división. La fecha simbólica es la de la Primera Conferencia Misionera Mundial, en Edimburgo, en 1910. La segunda es la del ecumenismo práctico, el testimonio de vida y la acción (Estocolmo, 1925). Y finalmente el ecumenismo doctrinal, la fe y los sacramentos, es el movimiento de Fe y Constitución en Lausana, Suiza, 1927. Las tres dimensiones forman parte del ecumenismo. Indudablemente la Iglesia católica pone mucho acento en la unidad en la fe como paso previo para la unidad eclesial; los diálogos teológicos tienen un papel esencial. Hoy sabemos que esos diálogos no van a lograr realizar la unidad visible de la Iglesia pero sabemos también que esa unidad no se va a realizar sin diálogo teológico. Es cierto que el perfil del papa Francisco lo vuelca más a la práctica y al testimonio, a los gestos. Pero los diálogos teológicos siguen su curso como hasta ahora.