Hace cinco años protagoniza Confesiones de un hombre separado, donde narra las desventuras a las que se enfrenta el género masculino al abandonar el hogar conyugal luego de muchos años de matrimonio: "Uno extraña todo, a los hijos, la casa, el perro, las cosas como las tenía. Pero, dentro de esas cosas que extraña, hay una que no tiene más y que compensa todas las demás: es la voz de tu mujer hinchándote las guindas. Es como que te dan un papel que dice: 'Usted está desterrado pero goza de libertad'".
—Esta obra la iniciaste ya estando en pareja, imagino que ella no es la de la voz que resonaba.
—No, la anterior. Dicho con cariño también, porque es la madre de mis hijos. Pero la liberación del año que pasé soltero se conjugaba con encontrarme con un montón de tipos amigos que me decían: "A mí me pasa lo mismo". No fue un buen momento en el que lo hice, fue el peor momento de mi vida, porque murió mi hijo el 21 de septiembre del 2011. Esto lo debo haber estrenado en noviembre, porque dije: "O me pongo a hacer algo, o salto por el balcón". Y como tengo tres hijos más, saltar por el balcón sin estar asegurado no daba un rédito.
—¿Cómo se hace? ¿Cómo se sigue?
—No, no se puede. Se llora todo el tiempo, se lo extraña cada minuto. Confieso que no he ido jamás al cementerio a dejarle flores, porque sería una forma clarísima de aceptar que está muerto, cosa que me niego. No lo veo, sé que está enterrado, todo, pero no voy a firmar ese papel. Es inadmisible.
—¿Volviste a ver a quien iba con él en la moto alguna vez fuera del juicio?
—No. No lo volví a ver, porque no me salen buenas intenciones en su presencia.
Esto vos sabés que te va a doler para siempre
—Se sigue por los tres hijos.
—Es la única razón. Si hubiera sido el único, volaba en palomita del séptimo piso sin la menor duda, porque el dolor que se siente… No es solamente el dolor; he tenido dolores físicos importantes y, sin embargo, uno dice: "Bueno, ahora me dan un poquito de morfina, mañana me dolerá menos". Esto vos sabés que te va a doler para siempre. Yo veo una publicidad de chicos que van al colegio y me pongo a llorar cuando estoy solo en casa.
—¿Y tus otros hijos?
—Es distinto perder un hijo que perder un hermano. No digo que sea más fácil, es distinto. Primero, el grito es: "¿Por qué a mí?", pero al rato, si uno tiene un poco de cabeza, es: "¿Por qué no a mí si a tantos?". Es como que te chuparon la vida, no hay nada de qué agarrarse, no es que te volaron la casa: "Bueno, construyámosla de vuelta". Esto es como que te sacaron una parte de adentro, es muy raro. Entonces, a los otros chicos uno intenta cuidarlos más, sabiendo que es imposible. Sabiendo que vos cruzás ahora la calle y te cae un aerolito en la cabeza y no hay absolutamente nada que puedas hacer. Estamos en manos, el que quiere creer de Dios, y el que es como yo, creerá que estamos en manos de las enormes posibilidades que hay de morir en manos del error de otra persona, las catástrofes naturales, la vejez o de una enfermedad que se presenta de golpe. No hay forma de calcularlo.
—¿Alguno de tus hijos se orienta hacia lo artístico?
—Sí, hay uno que no entendió nada y toma cursos de improvisación. Él ha visto la historia de un padre que, por más que sea más o menos conocido, en determinadas épocas tiene dificultades para llegar a fin de mes. Una cosa es la historia del actor consagrado, que hizo siete teleteatros, dos películas y vive en una quinta, y otra cosa es el actor medio, que se entera que hay un casting y sale corriendo, o que tiene que estar inventándose siempre sus propios proyectos, porque después de este último no hay nunca ninguna propuesta de nada.
—¿En algún momento uno se acostumbra a eso? ¿Deja de angustiar?
—Veo a la gente, pobrecita, que se queda sin laburo, este año que hubo una oleada muy grande de gente que la despedían del sector público y privado, y uno les ve las caras. Bueno, esa cara vos la tenés que amortizar por todos los años desde el primero en que te decidiste a esto.
Los programas unitarios se han vuelto imposibles de hacer en costos
—¿La tele cómo la estás viendo?
—La tele, pobre, sufre la consecuencia de que los avisos se van mucho. Los programas unitarios se han vuelto imposibles de hacer en costos. Hay poquísimos o son del estilo documental. Antes no pasaba eso. [Alejandro] Romay te generaba tres o cuatro teleteatros por tarde; había, por cada uno, cincuenta actores laburando. Y, después, todas las noches tenías un unitario distinto. Cuando miro Telefe, me doy cuenta, más que por las bolas, porque están Los Simpsons. Está todo el tiempo o Los Simpsons o Casados con hijos, que agradezco, porque tengo tres capítulos ahí que me pagan la repetición, o Moisés.
Se ha perdido, del menemismo para acá, el valor del mérito
—¿La televisión de panel?
—Yo integro en parte esa televisión: traer a las personas, sentarlas y hacerlas opinar. He escuchado cosas que, por un lado, son graciosas, pero, por el otro… Por ejemplo, escuché a Florencia Peña opinando sobre las adicciones. Más allá de su experiencia personal, ¿por qué no llaman a la doctora [Mariana] Lestelle o a alguien que sepa de eso? Si van a operar un apéndice, no aparecería Florencia Peña diciendo: "Para mí, tendrían que abrir acá, va a quedar hermoso". Cada uno puede opinar de lo que quiere, pero pocos opinan de lo que saben. Se ha perdido, del menemismo para acá, el valor del mérito. Antes, cuando se hacía un programa de opinión, traían tres o cuatro bichos que vos decías: "Este, de esto, sabe seguro, será pelado, me cae mal, pero sabe". También es un punto de vista periodístico divertido preguntarle a Vicky Xipolitakis qué opina de la deuda externa o del agujero de ozono, la respuesta va a ser divertida, porque va a decir cualquier cosa. En pos del entretenimiento está bien, en pos de la formación, no. ¿Pero quién dijo que los medios forman?
—¿Cómo estás viendo el país?
—Yo soy de libra, es la búsqueda del equilibrio; siento eso, como una balanza que se balancea. El kirchnerismo se rellena de buenas intenciones para con la gente y afanan como bestias. Estos, que ya afanaron antes, porque la mayoría son millonarios, se proponen hacer una cosa supuestamente más republicana y desarrollista, y terminan gobernando para un sector reducido de la población y, si se quedan sin plata: "Bueno, el mercado en algún momento proveerá un derrame que…", bla, bla, bla. Una vez, uno de mis hijos, mirando una juguetería, quería una cosa que yo no le podía comprar, porque no me daba, y se te cae un lagrimón. Imaginate si no tenés para darle de morfar o si pensás: "¿El mes que viene de qué me disfrazo?". La política del país está orientada a que haya más despidos, porque supuestamente estamos buscando cierta competitividad y eficacia que es de manual, que fue abortada ya a fines del siglo pasado en todo el mundo.
—¿Son los ciclos de la Argentina? ¿Es inevitable?
—Es un problema de organización y de no poder seguir las reglas. Las sociedades que van mejor son las que se organizan y siguen las reglas. El gran problema de la Argentina es el Poder Judicial. Tiene que ver con las mafias que hacen que tengan cinco pendejos tapados hasta acá la cara, a los 18 años, que entran y salen porque son menores de edad, y que los mandan a afanar y hay un juez que también recibe el sobre o parte de lo delinquido para dejarlos libres cada vez que llegan. Y en el medio hay un policía corrupto y diez policías honestos, que los traen, los meten y los ven cómo salen y que, al mismo tiempo, se tienen que bancar, porque el tipo ya tiene bronca y, si lo ve en la calle o en un colectivo, le mete un tiro. Si vos, por tirar un bolso, vas a ir preso de verdad noventa años, lo vas a pensar antes de tirar un bolso. Y si vos, antes de matar, sabés que te vas a comer toda la vida adentro de la cárcel, no lo vas a hacer. Pero, como acá nada de eso ocurre, estamos deteriorados, simplemente porque no nos funcionan las reglas. Da igual si vienen con discurso de derecha o con discurso de izquierda, no hay reglas.
—¿Qué opinás del papa Francisco?
—El papa Francisco me caía muy mal cuando era [Jorge] Bergoglio. Me empezó a caer muy bien cuando fue papa. Siendo yo, que no soy creyente, ¿no? Igual tengo mis resquemores, es muy simbólico que les lave los pies a los presos o a los enfermos. ¿No sería mejor, con la plata que tiene la Iglesia, comprarles zapatos? Tengo esa cosa medio zurda para analizarlo.
—¿Que no venga a la Argentina qué te genera?
—Me parece bien, porque está expresando una opinión política; si la expresa con el resto del mundo, también la tiene que expresar con nosotros. Tiene que decirnos: "El costo de esto lo está pagando el pueblo, yo no te voy a bendecir gratis este gobierno que estás haciendo". Es la primera vez que la derecha patricia es votada por la gente, y eso necesita de una reacción que no se está dando porque los dirigentes no están a la altura. Todos los que durante muchos años se pusieron la bandera encima y dijeron que representaban al pueblo han demostrado, durante nueve meses, no tener los huevos para hacerlo. Hay muy pocos, por ahí algún dirigente de la CTA [Central de Trabajadores de la Argentina], pero el resto, los ponés en una bolsa y no sale una bragueta.
—¿Qué creés que deberían haber hecho?
—La defensa de las personas se tiene que ejercer todo el tiempo, no se puede declamar. Ese verso de "Vamos a esperar unos meses, vamos a darle un tiempo". ¿Si yo te estoy envenenando, vos me vas a dar un tiempo para ver si el veneno se pone más dulce? No. Si yo te estoy dejando en la calle, si estoy liberando los compromisos de pago a los que más tienen y cargando la cuenta a los que tienen menos, estoy haciendo las cosas al revés. Si nosotros hacemos un grupo y entre todos vamos a salir adelante, tiene que poner más el que tiene más, eso es matemático y no está pasando ni en pedo eso. A esta gente, el paro no le importa y si les dicen, como se lo dicen en la cara: "Se te fue la inflación tanto" o "El salario se deterioró tanto", no les importa porque es parte del plan. No es que les sale porque son ineptos, yo no me como ese verso. No les sale porque ellos planearon esto y necesitan un sueldo más bajo.
Kirchner era un gran político, pero le gustaban mucho las cajas fuertes y el dinero en efectivo
—¿Quién fue, para vos, el mejor presidente desde la vuelta de la democracia?
—En términos de capacidades personales, Cristina [Kirchner], por lejos. Es la que mejor organiza un discurso en su cabeza y es lo que uno puede saber a simple vista de ellos; después, los periodistas nos cuentan si robaron, si tienen cuentas, si hicieron esto o aquello. Pero, viéndolos y escuchándolos, lejos, la más brillante es Cristina. [Fernando] De la Rúa me parece un tipo muy limitado. Este muchacho que está ahora, que se equivoca los párrafos cuando lee, tampoco… Me parece más un producto de marketing que otra cosa. [Eduardo] Duhalde fue un gran piloto de tormentas, como se decía en su época de Carlos Pellegrini. [Carlos] Menem nos entregó de una manera absurda y dijo una frase que, si la dice un presidente norteamericano, se lo llevan a Guantánamo y que acá no causó el menor estupor, eso nos cuenta quiénes somos como país, que fue: "Y bueno, si yo decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie". ¡No podés decir eso! Lo mismo con el otro: "Dicen que soy aburrido". Hemos tenido cada aparato. El otro al que le gustaban las cajas fuertes. Intendente brillante, gran político, el ojo virolo, todo lo que vos quieras, pero le gustaba la guita en efectivo, es increíble, es para hacer una novela lo de la guita en efectivo del kirchnerismo. No se puede creer. Entre cualquier político de cualquier partido y yo no hay algo personal, somos personas dedicadas a cosas distintas. A mí me gusta tener a la gente enfrente y hacerla reír, y a ellos les gusta cagarla.
—¿La ves a Cristina candidata?
—Supongo que sí, no creo que esté en una buena posición para ganar. Creo que los sectores peronistas y la derecha también van a favorecer la idea de [Sergio] Massa, porque tiene un poquito de cada cosa, tiene una manito derecha bastante desarrollada y una patita peronista que sirve para entretener. Me parece que el gran pecado del kirchnerismo ha sido, entre otros, además del afano enorme que se hizo, no haber sabido dejar dirigentes sucesores. Yo he sido bastante K y no lo quería a [Daniel] Scioli, quería a cualquiera menos a Scioli. Y, sin embargo, ahí pusieron el dedo y fue Scioli. Le pusimos un muñeco de trapo enfrente, porque, la verdad, uno tiene que medir de los dos lados, uno se pregunta por qué perdió el kirchnerismo y también se pregunta cómo pudo ganar [Mauricio] Macri; las dos cosas tienen el mismo valor. Digamos, cuál era el valor como dirigente de Scioli y cuál es el valor como dirigente de Macri. Eso nos pinta como país, porque los pueblos tienen los dirigentes que se merecen. Venimos de una elección en donde las dos posibilidades eran estas, a mí me aterra un poco.
Agradecimiento: Paula Balmayor, producción de vestuario; Sofía Diez, peinado y maquillaje.